Cuando Cristo
vino al mundo, el pueblo que estaba en tinieblas vio una gran luz. Y a los
postrados en región y sombra de muerte, se les amaneció la luz. Desde entonces
comenzó Jesús a predicar: “Arrepentíos,
que el reino de los cielos está cerca”.
Indudablemente
estamos viviendo en tiempos proféticos, donde la segunda venida de Cristo, es
inminente. Creamos o no, esta es una
realidad que en cualquier momento tendremos que afrontar. Cristo es el Camino,
la Verdad y la Vida, y solo Él tiene el Poder de transformar nuestro interior si
le sometemos nuestra voluntad de forma incondicional. La Ley de Dios nunca
cambió, y nunca cambiará. Es la misma desde los tiempos antiguos, y estará
vigente hasta que todo sea hecho de nuevo. En su primera visita al mundo Jesús dijo:
“No penséis que he venido para abolir la Ley o los Profetas. No he venido a
invalidar, sino a cumplir. Os aseguro que mientras existan el cielo y la
tierra, ni una letra, ni un punto de la Ley perecerá, sin que todo se cumpla”.
Es importante resaltar en este punto, que no somos salvados por obras como
muchas personas creen, sino por fe. Y sin fe es “imposible” agradar a Dios.
Muchas veces hemos
oído a Pastores, Sacerdotes y dirigentes religiosos en general, llamar a sus
feligreses al arrepentimiento; pero antes de dar este paso, es básico y
elemental creer y entender que Cristo es real, está vivo, vino al mundo una vez
y volverá de nuevo a buscar a los que le esperan, porque por fe, han creído y
confiado en sus Promesas. Como podemos llegar a esta conclusión sin temor a
equivocarnos?, estudiando la Biblia, porque solamente ella es testigo de la
Verdad. Somos criaturas libres, pero vivimos encerrados y esclavizados al
pecado, por ende, si no vamos a los pies de Cristo, humillados y arrepentidos
de nuestras malas obras, jamás seremos liberados de nuestras culpas. Para
llegar a ser siervos de Cristo primero tenemos que conocerlo mediante el
estudio de su Palabra. De la misma forma que un joven asiste a la universidad
para adquirir los conocimientos que lo formarán como profesional en el futuro,
todo hombre también tiene que adquirir los conocimientos necesarios para
desarrollar una vida espiritual sólida en Cristo, porque: “No sólo de pan vive
el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
El mundo está
envuelto en una total decadencia moral, económica, política, social y religiosa, donde los verdaderos valores del ser
humano se han esfumado. Jesús durante su ministerio predicó amor, pero estamos
viviendo en el tiempo del “Ojo por ojo y diente por diente”. Somos llamados a
amar a nuestros enemigos, y bendecir a los que nos maldicen, hacer bien a los
que nos aborrecen y orar por los que nos maltratan y persiguen, ya que Dios
envía su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.
Es imposible poner esto en práctica sin antes lograr un arrepentimiento genuino,
ya que el arrepentimiento produce una vida nueva. Trae consigo un cambio de
actitud mental frente a nosotros mismos, a Dios y a la vida. Es muy importante
tener en cuenta que somos pecadores por naturaleza, y que la Palabra de Dios es
una espada de dos filos. Un filo significa creer y el otro arrepentirse; pero
para arrepentirse se necesita primero la convicción de pecado y la disposición
de la voluntad para abandonarlo.
No todos los
que son convencidos de sus pecados se arrepienten, porque no es lo mismo
reconocer nuestros pecados, que arrepentirnos de los mismos. El
arrepentimiento es más que una convicción de pecado; significa darnos cuenta de
la culpa y estar dispuestos a buscar el perdón de Dios; aferrarnos de su Gracia
para poder recibir al Espíritu Santo, que es el que nos guía a la verdad para
poder vivir en paz y amar a nuestro prójimo. No podemos arrepentirnos por el
simple ejercicio de la voluntad. Es la benignidad de Dios lo que nos guía al
arrepentimiento verdadero. Una vez que Dios se revela en nuestras vidas,
comenzamos a captar su bondad, su amor, y a entender el maravilloso plan de
salvación que tiene preparado para todos sus hijos. Entonces somos guiados a
reconocer nuestra maldad y nuestra impotencia ante el pecado y la muerte. Dios
odia al pecado, pero ama al pecador que lo busca con vehemencia para ser
perdonado.
El
arrepentimiento genuino también implica abrir nuestros corazones a Cristo, serle
fiel y seguirle, para poder alcanzar la misericordia divina. Dios nos ama tanto
que se dio a sí mismo para que fuéramos perdonados, por lo que el
arrepentimiento garantiza el perdón y una vida llena del Espíritu Santo. No es
que pasamos a ser seres perfectos, pero nuestra nueva vida comienza a exhibir
el fruto del arrepentimiento con la entrega total y absoluta de nuestra
voluntad a Dios, con quien comenzamos a desarrollar una relación de fe y amor,
aferrándonos a su misericordia, y a su amor perdonador, sintiendo un deseo vehemente de vivir y morir
por nuestro Salvador. Seguimos siendo pecadores, pero ahora vivimos conscientes
de que sin Cristo, nada somos, buscando a diario su presencia para confesarle
nuestras debilidades, nuestras faltas y aflicciones, pero conviviendo y confiando en su Santo Espíritu, para que
nos ayude, sostenidos de Su Mano, a mantenernos en el camino correcto que nos
conducirá a la vida eterna.
Una mirada
retrospectiva al universo confirma que hemos evolucionado en el tiempo, pero hemos
girado en forma contraria a los planes de Dios, declarándonos en abierta
rebelión a su Poder, desviando el Camino y rechazando la Verdad. Actualmente, y
principalmente para los ateos, cuando un hermano se identifica como cristiano o
trata de hablar de la Palabra de Dios, el mensaje es rechazado; otros son
objeto de burlas y críticas, porque son muy pocos los que creen y esperan la
segunda venida de Cristo. Muchos viven sin esperanza, y por consiguiente, no se
arrepienten. Cristo nos dejó un regalo, una esperanza de vida; una invitación
que estará extendida hasta que se termine el tiempo de la “Gracia Redentora”, y
Jesús, en su condición de Sumo sacerdote, deje de interceder por nosotros en el
juicio final, para descender a la tierra como Rey y Señor del universo. Todos
estamos sentenciados a muerte, pues, “la paga del pecado es muerte”, pero la
salvación es gratuita porque Cristo ya pagó con su sangre el precio de nuestros
pecados. Los seres humanos somos libres para tomar decisiones, para elegir a
quien creer y en quien confiar, por ende, somos responsables de nuestros
hechos, pero creer, confiar y seguir a Cristo es garantía de salvación.
Todos nos
consideramos buenos, sin embargo, en nuestra naturaleza humana está asentada la
inclinación al mal. Solamente el arrepentimiento nos hará sentir libres para
poder volar a nuestra verdadera patria, ya que la tierra no es nuestro hogar
definitivo. La paciencia de Cristo significa salvación. Hoy es día de
salvación, porque todavía el Señor sigue pacientemente esperando por tu arrepentimiento;
al hacerlo todo cambia, ya que si caminamos con Jesús, siempre tendremos la
victoria asegurada. Hay violencia a nuestro alrededor, muertes, envidias,
traiciones, intolerancias, egoísmo, hipocresía, etc..etc., pero obedecer la Ley
de Dios es fundamental para nuestro bienestar; por el contrario, transgredirla,
trae consecuencias catastróficas para la humanidad. Experimentamos el
arrepentimiento verdadero cuando recibimos el perdón de Dios, porque el perdón
es salud para el alma y el cuerpo, y nos limpia de toda maldad.
Una vez que
nos entregamos a Cristo, aprendemos a mirarlo en cada situación de nuestra vida
cotidiana, porque ahora vemos con los ojos de la fe. Hablamos de su amor y
proclamamos su grandeza, ofreciendo nuestras manos y brazos para servirle con
actos de bondad, compasión y solidaridad al prójimo. La vida cristiana es
sencillamente hermosa, porque sentimos que caminamos con Dios. Sabemos con
certeza que ahora El reina y vive en nuestros corazones. El arrepentimiento
genuino trae consigo la adoración al Creador con hechos y palabras. Ya no
volveremos a ser igual, porque ahora seremos testigos para el mundo que nos
rodea que Cristo está primero y es lo único que realmente importa en nuestras
vidas. El hombre ha logrado hacer grandes descubrimientos, pero ninguno ha
podido explorar más allá de la muerte y mucho menos evitarla. Todos tendremos
eventualmente que bajar al sepulcro, como también lo hizo Cristo. La ciencia,
el humanismo, las diferentes denominaciones religiosas y el ateísmo, no ofrecen ninguna alternativa
de salvación. Dios ya hizo todo lo necesario para que podamos escapar de la
muerte definitiva. Es solamente desarrollar una simple disciplina que no fallará
jamás: creer, tener fe, arrepentirse y esperar que el Espíritu Santo haga el
resto.
Sólo
Jesucristo tiene el poder para cambiar algo más que el comportamiento y las
motivaciones de nuestra conducta. Tiene el poder de cambiarnos el corazón y
transformarnos la vida…Amén, Aleluya. Gloria sea a Dios por siempre!. En este
mundo todo es transitorio: el amor acaba, los sentimientos mueren, y la vida es
una sombra que con el tiempo también se esfuma, dejando solo los recuerdos. “El
que cree en Cristo y lo espera, vive en la obediencia y tendrá paciencia si es
que tarda. No habrá perdido nada si llega a morir; pero el que no cree, y por
consiguiente no se arrepiente, cuando Cristo venga, lo habrá perdido todo, y si
muere antes, también habrá perdido su única oportunidad de salvación”…Este es
un razonamiento lógico, meditemos en él. Cristo aún espera por ti!