“No tengas ningún
temor de lo que vas a padecer. El diablo ha de enviar a algunos de vosotros a
la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación de diez días. Se
fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
Esta es la
revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos lo que
debe suceder pronto. Y lo declaró, enviando su ángel a su siervo Juan. El testificó
de todo lo que vio; a saber, de la Palabra de Dios y del Testimonio de
Jesucristo. Juan, de parte del que es, del que era, y que ha de venir; de parte
de los sietes Espíritus que están ante el trono de Dios; y de parte de
Jesucristo, el Testigo Fiel, primogénito de los muertos y soberano de los reyes
de la tierra. Al que nos ama, y con su sangre nos libró de nuestros pecados, y
nos constituyó en un reino de sacerdotes para servir a Dios, su Padre, recibió
este mensaje del ángel del Señor a las siete iglesias, para que mientras somos
probados en este mundo, nos mantengamos fiel, para que cuando llegue el tiempo del fin, podamos
recibir de sus manos la corona de la victoria. “El Primero y el Ultimo, el que
estuvo muerto y revivió, nos dice en el mensaje: “El que tiene oído, oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias:
El que venza,
no recibirá daño de la segunda muerte”. Al que venza, le daré del maná
escondido. Le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo,
que ninguno conoce sino el que lo recibe. Al que venza, le daré de comer del
“árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios”. Al que venza, y guarde mis
obras hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones. “Las regirá con vara
de hierro, y serán quebradas como vaso de arcilla, así como Yo recibí autoridad
de mi Padre. “Y le daré también la Estrella de la mañana”. “El que venza, será vestido de ropa blanca. No borraré su
nombre del Libro de la Vida, y confesaré su nombre ante mi Padre y ante sus ángeles.
Al que venza, lo haré columna en el Santuario de mi Dios, y nunca más saldrá
fuera. Escribiré sobre él el Nombre de mi Dios-----el nombre de la ciudad de mi
Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo enviada por mi Dios----, y mi
nuevo Nombre. Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono; así como
yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su Trono.
Después de
esta maravillosa promesa, cargada de importancia, amor y exhortación para todos
los que dicen amar a Cristo, es vital observar, que en el mensaje siempre se
repiten las mismas palabras para cada una de las iglesias, y nos dice: “El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”, porque?, porque Dios
no es un asunto de denominación religiosa, sino de relación personal con Cristo,
y de tener la convicción espiritual de que vive y cumplirá todo lo que ha
prometido. La iglesia representa e identifica al hombre, a la raza humana, y nos
revela cual será nuestra recompensa, dependiendo de la relación que hemos
desarrollado con Dios. Cualquier iglesia, sin importar como se llame, es
simplemente un edificio construido por manos de hombres, los cuales serán destruidos
con la segunda venida de Cristo. Pero si en el nombre de Cristo, logramos salir
vencedores de nuestras luchas, habitaremos en mansiones celestiales fabricadas
por manos santas.
Para bien de nuestros intereses eternos, y para lograr obtener la corona de victoria, deberíamos esforzarnos en conocer y comprender lo que el Espíritu de Dios nos quiere decir con este mensaje. Investigar cuidadosamente para obtener luz y conocimiento. De esa manera no seríamos ignorantes respecto a lo que Dios ha ordenado y prometido en su preciosa Palabra. A nuestro alrededor hay gente que podemos ayudar a salvar o perder, y con el mayor fervor deberíamos preguntarnos qué hacer para obtener la corona de victoria y ayudar a otros a obtenerla.
Para bien de nuestros intereses eternos, y para lograr obtener la corona de victoria, deberíamos esforzarnos en conocer y comprender lo que el Espíritu de Dios nos quiere decir con este mensaje. Investigar cuidadosamente para obtener luz y conocimiento. De esa manera no seríamos ignorantes respecto a lo que Dios ha ordenado y prometido en su preciosa Palabra. A nuestro alrededor hay gente que podemos ayudar a salvar o perder, y con el mayor fervor deberíamos preguntarnos qué hacer para obtener la corona de victoria y ayudar a otros a obtenerla.
La vida es
muy corta, y es necesario que vivamos en este mundo en armonía con la Ley de
Dios, que es la ley del universo. Debemos tener oído para oír y corazones para
comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias. Los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo, y no por voluntad humana,
para revelarnos los misterios del pasado, el presente y el futuro. Todos los ángeles,
arcángeles y las huestes celestiales trabajan para hacer cumplir la perfecta
voluntad de nuestro Padre celestial. Por ende, mientras estemos en el tiempo de
prueba, el hombre caído todavía tiene el privilegio de llegar a ser
inteligente, despertar y conocer la voluntad
de Dios. Disponer sus facultades para el uso más elevado, haciendo de su
parte todo lo que sea posible para llegar a la meta final. Sin la gracia de
Dios, nuestros esfuerzos no pueden producir beneficios duraderos, porque
solamente a través de Su Gracia, somos vencedores. Es imperativo mantener en
nuestra mente lo que dice Proverbios 9-10: “Venerar al Señor es el principio de
la sabiduría, y la inteligencia está en conocer al Santísimo”. “Porque por mí
se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán. “Si eres sabio, para ti
lo serás. Si eres escarnecedor, pagarás tú solo”.
Ya que Dios
es la fuente de la sabiduría, deberíamos ser diligentes y establecer una
relación con El, para poder recibir la corona de victoria de sus manos. Por la
gracia de Dios somos vencedores, y por los méritos de Cristo somos salvados;
por lo tanto, hemos de formar parte del grupo de aquellos cuyos nombres no serán
borrados del libro de la vida. Cuando llegue el día de la coronación final,
todos los vencedores tendremos una vida eterna que correrá paralela con la vida
de Dios, y llevaremos la corona del vencedor Jesús, que venció la muerte y el
pecado, derramando su preciosa sangre por cada uno de nosotros. Cristo se
interesa personalmente en restaurarnos; sacrificó su vida en favor de los seres
humanos, anunciando desde que habitó entre nosotros, el extraordinario plan de
rescate de todo el que persevere en la fe. Nos espera una grande y eterna
recompensa, pero debemos mantener nuestras vestiduras limpias, sometiéndonos a
Cristo, con paciencia, pero sin desmayar.
No debemos descansar satisfechos con las capacidades y el entendimiento que tenemos hoy; conformes porque asistimos a la iglesia todos los sábados o domingos para cumplir con nuestra creencia cristiana, sin haber desarrollado una relación personal con Cristo. Esta costumbre pronto cambiará, pero la fe que hemos desarrollado nadie nos la podrá arrebatar. Día a día debemos crecer en el conocimiento de la obra del Espíritu Santo, y esforzarnos en poner en práctica la Palabra de Dios. Debemos estar atentos a los acontecimientos que están sucediendo en el universo, porque esto nos revela cuán cerca está la segunda venida de Cristo, y cuán cerca está el día de nuestra redención. Pidamos a Dios que nos vista con su manto de justicia, con el propósito de estar preparados para la venida del Hijo del Hombre.
No debemos descansar satisfechos con las capacidades y el entendimiento que tenemos hoy; conformes porque asistimos a la iglesia todos los sábados o domingos para cumplir con nuestra creencia cristiana, sin haber desarrollado una relación personal con Cristo. Esta costumbre pronto cambiará, pero la fe que hemos desarrollado nadie nos la podrá arrebatar. Día a día debemos crecer en el conocimiento de la obra del Espíritu Santo, y esforzarnos en poner en práctica la Palabra de Dios. Debemos estar atentos a los acontecimientos que están sucediendo en el universo, porque esto nos revela cuán cerca está la segunda venida de Cristo, y cuán cerca está el día de nuestra redención. Pidamos a Dios que nos vista con su manto de justicia, con el propósito de estar preparados para la venida del Hijo del Hombre.
El conflicto
que existe entre el bien y el mal tendrá un solo vencedor, Dios. El pecado será
erradicado de la tierra, y la muerte será destruida para siempre, y entonces
seremos transformados con cuerpos
incorruptibles, cubiertos con vestiduras santas, antes de recibir nuestras coronas.
No nos dejemos engañar por los impíos que
tratan de aniquilar nuestras esperanzas, empleando con astucia las
artimañas del error. Las profecías fueron dadas para nuestra edificación,
exhortación, consolación, y darnos esperanza de vida más allá de la muerte.
Ellas representan el faro de luz que nos guía con seguridad al puerto seguro de
la salvación, donde nos encontraremos con nuestro Padre Eterno, y con
Jesucristo, el protagonista de la historia del mundo, donde se celebrará la
cosecha final de los hijos de Dios, como resultado de la acción poderosa que el Espíritu Santo ha
estado realizando en la tierra. Dios desea que todo ser humano responda con
gozo a su invitación a la salvación, pero esto implica decisión. Por eso dice
el Señor: “Hijos, escuchadme: ¡Feliz el que guarda mis caminos!. Atended el
consejo, sed sabios, y no lo menospreciéis. ¡Feliz el hombre que me oye, que
vela a mis puertas cada día, y espera en el umbral de mi entrada!. “El que me
halla, halla la vida, y alcanza el favor de Dios. “Pero el que peca contra mí y
no se arrepiente, se daña a sí mismo. Los que me aborrecen, aman la muerte”.
La veneración
al Señor consiste en aborrecer el mal, la soberbia, la arrogancia, dejar el mal
camino y cerrar la boca a palabras perversas. Obedecer su Ley y permanecer
fieles a su Nombre. Los que buscan al Señor recibirán consejo y el buen juicio,
porque Él es la inteligencia, el poder, y por El reinan los príncipes, los reyes,
y todos los gobernadores juzgan la
tierra.------Así dice el Señor------“Yo amo a los que me aman, y me hallan los
que temprano me buscan. “Las riquezas y la honra están conmigo, riquezas
duraderas y justas. “Mejor es mi fruto que el oro refinado, que la plata fina.
“Ando por veredas de justicia, por sendas rectas, para dar herencia a los que
me aman, y llenar sus tesoros”. Andemos por el camino recto y seamos humildes
ante el Señor. Procuremos ser hijos
disciplinados para encontrar el camino de la vida eterna y recibir al final, la
corona de victoria!.....Declárate vencedor (a), en el Nombre Sagrado de
Jesucristo!.
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