jueves, 19 de marzo de 2015

CIRCULO DE VIOLENCIA



“Y por el aumento de la maldad, el amor de la mayoría se enfriará”.                  (Mateo 24:12).

Jesús nos advirtió lo que está sucediendo en el mundo, y esta es una señal del tiempo del fin, donde la humanidad ha sido encerrada en un círculo de violencia que cada día se agiganta más. No es un secreto para nadie que en la actualidad estamos viviendo en un mundo convulsionado, en crisis, lleno de dolor, venganza, maldad y agresividad, sin sentir ninguna compasión por nuestros semejantes. Vivimos con una explosión constante de tragedias, conflictos políticos y sociales. Y si a esto le sumamos los desastres naturales que suceden frecuentemente alrededor del mundo, sin lugar a dudas, tenemos que admitir que la naturaleza se ha revelado, y que estamos dentro de un mundo podrido y corrompido por la maldad en grado superlativo, lo que ha ido provocando paulatinamente el deterioro de la raza humana, y donde se ha perdido el respeto hasta de lo más sagrado, que fue la creación de Dios, al darnos la vida. ¿Por qué nos está sucediendo esto?, porque el amor hacia Dios se ha enfriado en el corazón del hombre, dando paso al odio y la maldad, cuya consecuencias son muerte y desolación para los seres humanos. En su mayoría, los actos de violencia son ejecutados por personas que viven con el corazón vacío, carentes del amor de Dios.

Todos, de una u otra forma estamos siendo afectados directamente como resultado de la violencia y del deterioro social en que hemos caído. Nada podemos hacer para detener definitivamente la ola de violencia que nos azota; esta solo la puede frenar Dios,  pero es nuestra responsabilidad detener el avance del pecado en nuestras vidas, porque el llevar una vida de pecado sin rendirnos a Cristo, provoca que el corazón se enfríe hasta que endurece. La violencia no solo destruye al que la ejecuta o al que la sufre, sino a toda la humanidad. Porque nos hiere el alma, y nos  enferma la mente y el cuerpo. A medida que el tiempo avanza, es evidente la presión desenfrenada  y el estrés con el que muchas personas viven, al querer competir con los demás y llevar un estilo de vida “moderno”, donde el egoísmo y la envidia han sido sustituidos por el amor, provocando a nuestro alrededor un ambiente sobrecargado de problemas, dificultades y tragedias. 

Jesús anunció la condición que tendría el mundo antes de su regreso,  y también nos dejó explícito un Mandamiento: “Amar a Dios por sobre todas las cosas”. Cristo le dijo a sus discípulos antes de partir: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Jesús nos pide que seamos agentes de paz y que promovamos el amor, no la violencia. No es que estamos exentos de sufrimientos y problemas, ya que estos son parte del precio que tenemos que pagar por nuestros pecados. Pero cuando vivimos confiados en Cristo y sus Promesas, nuestras cargas nos parecerán más ligeras, porque Cristo nos ayuda a sobrellevarlas.

Jesucristo venció al mundo y al pecado por cada uno de nosotros para que tengamos vida, pero su amor lo hemos desplazado, llenando el corazón de cosas mundanales, provocando un efecto negativo en el comportamiento humano. Tristemente, en estos tiempos, la humanidad vive agobiada por el temor y la inseguridad, expresando un doloroso sentido de confusión ante un futuro incierto. Pero no debemos tener miedo, porque la victoria de Jesús quedó garantizada al inmolarse en la cruz del Calvario. Y el haber resucitado, es una prueba irrefutable de que volverá para poner fin a la violencia humana y al pecado. Jesucristo es la solución a todos nuestros problemas sociales, políticos y económicos, pero hay que creer y confiar. Depender de la presencia continua de Dios, su poder, y conducirnos a través de la luz que su Palabra nos brinda. Nada puede darnos más seguridad que sus Promesas, llenas de paz, consuelo y esperanza. Pronto el enjugará toda lágrima, quitará todo dolor, y toda tristeza. No habrá más llanto ni sufrimiento, y él destruirá el círculo de violencia que nosotros mismos hemos creado.

Cristo nos ha revelado todas estas cosas para que en Él hallemos paz. En su Palabra nos dice: “En el mundo tendréis aflicciones. Pero tened buen ánimo, yo he vencido al mundo”. Dios quiere y puede preservarnos del peligro aun viviendo en un mundo lleno de violencia. También puede librarnos del poder del pecado, levantar y destruir imperios según sea su voluntad. A través de su Palabra, y a lo largo de todos los siglos, el Señor ha mantenido abierto, un canal de comunicación con todos los seres humanos que deseen dejarse guiar por el camino del bien. No tenemos justificación si elegimos el camino del mal y nos perdemos, porque el mensaje del gran conflicto que se ha venido manifestando a lo largo de la historia de la tierra, se nos ha dado a conocer en las profecías. Finalmente veremos el triunfo del bien sobre la maldad, porque Dios vencerá y resolverá definitivamente todos los problemas que tenemos como resultado de llevar una vida de pecado, y  por negarnos a darle participación a Cristo en nuestras vidas. Él nos proveyó con el don máximo de la salvación y nos prometió la vida eterna, que recibiremos para habitar en nuestro nuevo hogar, donde todos seremos iguales, y donde ya no habrá maldad, pecado, ni muerte.

Estamos en un mundo transitorio y desechable tratando de sobrevivir como sea, pero donde todo se hace para disfrute del momento y por  conveniencia individual. Razón por la cual existen hoy tantos divorcios, adulterios, más uniones libres, menos comunicación entre las parejas, y menos dedicación a la supervisión y cuidado de nuestros hijos, porque nos gastamos la vida sumergidos en el mundo cibernético moderno, donde la espiritualidad se ha alejado del hombre, y por ende, de muchos hogares, haciendo que cada desafío de la vida se vuelva más insuperable y que los logros que deseamos alcanzar, sean menos posible. Por eso, cuando una tormenta repentina golpea nuestras vidas, o cuando nos sentimos abrumados por las circunstancias que nos rodean, al no conocer y confiar en Dios, nuestra visión queda bloqueada sin ver la salida, perdiendo el control de las situaciones adversas, y tratando de resolverlas con estallidos de violencia. 

El temor siempre distorsionará nuestra perspectiva de Dios, pero la fe nos hace fuertes para vencer, y vivir dentro del caos como si no existiera. Dios tiene poder sobre todo lo que está por encima y debajo del agua; ve lo que nosotros no podemos ver, y sabe lo que nosotros no podemos saber ni entender. Por eso se está por realizar y dar a conocer la gran cosecha final de todos los Hijos de Dios; de todos los fieles que han tomado la decisión correcta de obedecer al Señor y perseverar hasta el fin; de guardar sus Mandamientos pese a las presiones sociales, criticas y/o burlas de los impíos. El tiempo apremia y la venida de Cristo se aproxima. Mantengamos la calma y pongamos oídos sordos a las palabras necias de los incrédulos.

Por ahora, estamos encarcelados en una humanidad indolente, aparentemente libres, pero viviendo casi en condición de esclavos, donde la conciencia se silencia con dinero; donde los que sufren no tienen voz, y los desalmados disfrutan del dolor y la miseria ajena. Muchos buscan en la ciencia respuestas al mal que nos aqueja, y otros lo achacan a los cambios evolutivos propios de las nuevas generaciones y de los países desarrollados. Pero olvidan que todo en este mundo es pasajero y que la Palabra de Dios pese a todo pronóstico de duda se cumplirá. El ser humano no fue creado para vivir eternamente en la tierra, porque todos somos pecadores, y porque la paga del pecado es la muerte. El don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor, y porque el venció la muerte, también nosotros podemos vencerla si nos rendimos a él. De lo contrario no tendríamos esperanza. Mientras estemos vivos, si no buscamos el arrepentimiento, nuestras luchas no terminarán, porque no somos nosotros lo que obramos mal, sino que actuamos movidos por el pecado que habita en nosotros. Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, para que así también nosotros, si nos arrepentimos de nuestros pecados, fuéramos perdonados y andemos en nueva vida. Porque así como hemos sido unidos con él en una muerte semejante a la suya, seremos unidos con él en su vida.

El propósito fundamental de la venida de Cristo es poner fin al pecado y poner de manifiesto su justicia. Cuando se despidió de los apóstoles, ascendió al cielo en una nube, y mientras ellos lo observaban, dos ángeles le explicaron que Cristo volvería de la misma manera en que lo estaban viendo irse. Esta es la promesa en que debemos confiar hasta que la veamos hecha realidad dentro de muy corto tiempo. Volverá como Rey de reyes y Señor de señores para brindarnos paz por toda la eternidad, y nunca más se separará de nosotros. Su venida será un acontecimiento de dimensiones inimaginables, porque viene como ladrón en la noche, sin avisar, pero todo ojo lo verá. Ese día será motivo de alegría para todos los que han confiado; pero para los que han rechazado la Ley de Dios y se han negado a aceptar su Gracia, estarán muy angustiados porque conocieron la verdad, pero no creyeron en ella. Todos los que aceptaron a Jesús como su salvador resucitarán para vida eterna, y los cuerpos de los fieles que estén vivos serán transformados. La armonía y el amor volverán a reinar en el universo creado por Dios.

El Señor ha prometido que cuando Cristo venga a redimirnos, el problema de la muerte, como castigo por el pecado, tendrá una solución definitiva. Mientras tanto, no debemos permitir que los factores negativos que nos rodean, nos debiliten. Procuremos mirar a Cristo y no nos dejemos vencer por las malas condiciones sociales, económicas y políticas que se viven hoy día. Procuremos imitar la excelencia del carácter de Cristo, y mantengámonos a la espera de su segunda venida con un solo eslogan en el pensamiento: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”!.

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