viernes, 27 de febrero de 2015

CORONA DE VICTORIA



“No tengas ningún temor de lo que vas a padecer. El diablo ha de enviar a algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación de diez días. Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).

Esta es la revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos lo que debe suceder pronto. Y lo declaró, enviando su ángel a su siervo Juan. El testificó de todo lo que vio; a saber, de la Palabra de Dios y del Testimonio de Jesucristo. Juan, de parte del que es, del que era, y que ha de venir; de parte de los sietes Espíritus que están ante el trono de Dios; y de parte de Jesucristo, el Testigo Fiel, primogénito de los muertos y soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y con su sangre nos libró de nuestros pecados, y nos constituyó en un reino de sacerdotes para servir a Dios, su Padre, recibió este mensaje del ángel del Señor a las siete iglesias, para que mientras somos probados en este mundo, nos mantengamos fiel, para que cuando llegue el tiempo del fin, podamos recibir de sus manos la corona de la victoria. “El Primero y el Ultimo, el que estuvo muerto y revivió, nos dice en el mensaje: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias:

El que venza, no recibirá daño de la segunda muerte”. Al que venza, le daré del maná escondido. Le daré una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo, que ninguno conoce sino el que lo recibe. Al que venza, le daré de comer del “árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios”. Al que venza, y guarde mis obras hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones. “Las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de arcilla, así como Yo recibí autoridad de mi Padre. “Y le daré también la Estrella de la mañana”. “El que venza,  será vestido de ropa blanca. No borraré su nombre del Libro de la Vida, y confesaré su nombre ante mi Padre y ante sus ángeles. Al que venza, lo haré columna en el Santuario de mi Dios, y nunca más saldrá fuera. Escribiré sobre él el Nombre de mi Dios-----el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo enviada por mi Dios----, y mi nuevo Nombre. Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su Trono.

Después de esta maravillosa promesa, cargada de importancia, amor y exhortación para todos los que dicen amar a Cristo, es vital observar, que en el mensaje siempre se repiten las mismas palabras para cada una de las iglesias, y nos dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”, porque?, porque Dios no es un asunto de denominación religiosa, sino de relación personal con Cristo, y de tener la convicción espiritual de que vive y cumplirá todo lo que ha prometido. La iglesia representa e identifica al hombre, a la raza humana, y nos revela cual será nuestra recompensa, dependiendo de la relación que hemos desarrollado con Dios. Cualquier iglesia, sin importar como se llame, es simplemente un edificio construido por manos de hombres, los cuales serán destruidos con la segunda venida de Cristo. Pero si en el nombre de Cristo, logramos salir vencedores de nuestras luchas, habitaremos en mansiones celestiales fabricadas por  manos santas. 

Para bien de nuestros intereses eternos, y para lograr obtener la corona de  victoria,  deberíamos esforzarnos en conocer y comprender lo que el Espíritu de Dios nos quiere decir con este mensaje. Investigar cuidadosamente para obtener luz y conocimiento. De esa manera no seríamos ignorantes respecto a lo que Dios ha ordenado y prometido en su preciosa Palabra. A nuestro alrededor hay gente que podemos ayudar a salvar o perder, y con el mayor fervor deberíamos preguntarnos  qué  hacer para obtener la corona de victoria y ayudar a otros a obtenerla.

La vida es muy corta, y es necesario que vivamos en este mundo en armonía con la Ley de Dios, que es la ley del universo. Debemos tener oído para oír y corazones para comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias. Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo, y no por voluntad humana, para revelarnos los misterios del pasado, el presente y el futuro. Todos los ángeles, arcángeles y las huestes celestiales trabajan para hacer cumplir la perfecta voluntad de nuestro Padre celestial. Por ende, mientras estemos en el tiempo de prueba, el hombre caído todavía tiene el privilegio de llegar a ser inteligente, despertar y conocer la voluntad  de Dios. Disponer sus facultades para el uso más elevado, haciendo de su parte todo lo que sea posible para llegar a la meta final. Sin la gracia de Dios, nuestros esfuerzos no pueden producir beneficios duraderos, porque solamente a través de Su Gracia, somos vencedores. Es imperativo mantener en nuestra mente lo que dice Proverbios 9-10: “Venerar al Señor es el principio de la sabiduría, y la inteligencia está en conocer al Santísimo”. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán. “Si eres sabio, para ti lo serás. Si eres escarnecedor, pagarás tú solo”.

Ya que Dios es la fuente de la sabiduría, deberíamos ser diligentes y establecer una relación con El, para poder recibir la corona de victoria de sus manos. Por la gracia de Dios somos vencedores, y por los méritos de Cristo somos salvados; por lo tanto, hemos de formar parte del grupo de aquellos cuyos nombres no serán borrados del libro de la vida. Cuando llegue el día de la coronación final, todos los vencedores tendremos una vida eterna que correrá paralela con la vida de Dios, y llevaremos la corona del vencedor Jesús, que venció la muerte y el pecado, derramando su preciosa sangre por cada uno de nosotros. Cristo se interesa personalmente en restaurarnos; sacrificó su vida en favor de los seres humanos, anunciando desde que habitó entre nosotros, el extraordinario plan de rescate de todo el que persevere en la fe. Nos espera una grande y eterna recompensa, pero debemos mantener nuestras vestiduras limpias, sometiéndonos a Cristo, con paciencia, pero sin desmayar. 

No debemos descansar satisfechos con las capacidades y el entendimiento que tenemos hoy; conformes porque asistimos a la iglesia todos los sábados o domingos para cumplir con nuestra creencia cristiana, sin haber desarrollado una relación personal con Cristo. Esta costumbre pronto cambiará, pero la fe que hemos desarrollado nadie nos la podrá arrebatar. Día a día debemos crecer en el conocimiento de la obra del Espíritu Santo, y esforzarnos en poner en práctica la Palabra de Dios. Debemos estar atentos a los acontecimientos que están sucediendo en el universo, porque esto nos revela cuán cerca está la segunda venida de Cristo, y cuán cerca está el día de nuestra redención. Pidamos a Dios que nos vista con su manto de justicia, con el propósito de estar preparados para la venida del Hijo del Hombre.

El conflicto que existe entre el bien y el mal tendrá un solo vencedor, Dios. El pecado será erradicado de la tierra, y la muerte será destruida para siempre, y entonces seremos  transformados con cuerpos incorruptibles, cubiertos con vestiduras santas, antes de recibir nuestras coronas. No nos dejemos engañar por los impíos que  tratan de aniquilar nuestras esperanzas, empleando con astucia las artimañas del error. Las profecías fueron dadas para nuestra edificación, exhortación, consolación, y darnos esperanza de vida más allá de la muerte. Ellas representan el faro de luz que nos guía con seguridad al puerto seguro de la salvación, donde nos encontraremos con nuestro Padre Eterno, y con Jesucristo, el protagonista de la historia del mundo, donde se celebrará la cosecha final de los hijos de Dios, como resultado de  la acción poderosa que el Espíritu Santo ha estado realizando en la tierra. Dios desea que todo ser humano responda con gozo a su invitación a la salvación, pero esto implica decisión. Por eso dice el Señor: “Hijos, escuchadme: ¡Feliz el que guarda mis caminos!. Atended el consejo, sed sabios, y no lo menospreciéis. ¡Feliz el hombre que me oye, que vela a mis puertas cada día, y espera en el umbral de mi entrada!. “El que me halla, halla la vida, y alcanza el favor de Dios. “Pero el que peca contra mí y no se arrepiente, se daña a sí mismo. Los que me aborrecen, aman la muerte”.

La veneración al Señor consiste en aborrecer el mal, la soberbia, la arrogancia, dejar el mal camino y cerrar la boca a palabras perversas. Obedecer su Ley y permanecer fieles a su Nombre. Los que buscan al Señor recibirán consejo y el buen juicio, porque Él es la inteligencia, el poder, y por El reinan los príncipes, los reyes, y todos los gobernadores  juzgan la tierra.------Así dice el Señor------“Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. “Las riquezas y la honra están conmigo, riquezas duraderas y justas. “Mejor es mi fruto que el oro refinado, que la plata fina. “Ando por veredas de justicia, por sendas rectas, para dar herencia a los que me aman, y llenar sus tesoros”. Andemos por el camino recto y seamos humildes ante el Señor. Procuremos  ser hijos disciplinados para encontrar el camino de la vida eterna y recibir al final, la corona de victoria!.....Declárate vencedor (a), en el Nombre Sagrado de Jesucristo!.