miércoles, 28 de agosto de 2013

HEROES DE LA FE


La fe es la aceptación del evangelio de Jesús. Es confianza y esperanza, pero hay que obrar consecuentemente con lo que se cree. Es confiar y creer en lo que no podemos ver. Dicen las Escrituras: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Por medio de la fe percibimos como hecho real en nuestro corazón y nuestra mente, lo que no ha sido revelado a nuestros sentidos, por ende, la fe la vivimos en el presente para recibir lo que viene en el futuro de acuerdo a la voluntad de Dios. La fe es lo que nos da la seguridad y la confianza y ambas nos llevan a la esperanza. Es lo que nos hace creer y confiar en Dios sin importar las circunstancias de la vida. Dios cumple su Palabra perpetuamente, por eso tiene la respuesta a todos nuestros problemas. La fe nos permite ver las cosas que no se ven y confiar en ellas, sin necesidad de tenerlas frente a los ojos, pero si guardadas en el corazón.

Vivir con fe en Jesucristo, significa vivir dentro de la Ley, para ser justificados a través de los atributos invisibles de Dios, su poder y su divinidad. Todos seremos juzgados, porque ante Dios no hay distinción de personas. Así, todos los que pecan sin la Ley, sin la Ley también perecerán, y todos los que pecamos bajo la Ley, por la Ley seremos juzgados, ya que por la Ley se conoce el pecado. Debemos ser héroes de la fe, como lo fueron nuestros antepasados, y mantenernos firmes a la espera del Señor, porque el tiempo está por cumplirse. El Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades y pasaremos del sufrimiento a la gloria, porque en la esperanza de ver llegar lo que no vemos, está la fe. La finalidad de la Ley está en conducirnos a Cristo para que todo el que cree sea justificado. La fe viene por el oír, por el conocimiento de la Palabra de Cristo, porque en él somos enriquecidos de toda palabra y conocimiento, ya que el Espíritu revela a Dios. Cosas que ojo no vio ni oído oyó,  ni han subido en corazón humano, son las que Dios ha preparado para los que lo aman y esperan con fe.

No es suficiente solamente decir que tenemos fe sino también debe ser puesta en práctica. Cada uno debe tener una experiencia individual y realizar esfuerzos personales para salvar su propia alma y llevar la verdad a otros para que se sientan estimulados en estudiar la Palabra de Dios. Nuestra fe debe ser sólida, capaz de derribar cualquier muralla que encontremos a nuestro paso. Es la fe la que nos ayuda a recordar en todo momento las promesas animadoras de Dios. También es la fe la que consuela nuestros corazones y nos fortalecen con el Poder del Todopoderoso. Cuando tenemos una fe ciega en el Señor, las adversidades de la vida no nos afectan por mucho tiempo. El estudio de la Sagradas Escrituras nos prepara para superar las grandes pruebas de nuestra existencia. La fe nos hace caminar sin temor, sin constantes dudas, nos hace perseverar hasta el final derribando todas las dificultades. A medida que le entregamos nuestra confianza a Dios, nuestra esperanza va en aumento, porque Jesús nos ayuda a fortalecer nuestro carácter, nos ayuda a tener éxito en la obra de cada uno, sin desalentarnos. Tenemos que pelear la buena batalla que nos conduce a la victoria. Mientras escudriñamos las Escrituras, nueva luz es derramada sobre todos nosotros, porque Dios ve nuestro interés en el conocimiento de las cosas divinas, y revela parte de lo oculto de forma inesperada a quien Él le plazca. Pasamos a ser instrumentos  a su disposición  para continuar la obra, haciendo uso de nuestro intelecto.

Debemos imitar a los grandes héroes de la fe que registran las Sagradas Escrituras, porque nuestra tribulación será breve, pero la Gloria del Padre es eterna. La excelencia del poder es de Dios y no de nosotros. La fe nos permite ver las atribulaciones y superarlas sin angustiarnos; estar en apuros, pero no desesperarnos. Sentirnos perseguidos, pero no desamparados, porque llevamos siempre en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo. Todos los que estamos vivos esperando al Señor, siempre debemos estar entregados a muerte por Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, pero en el Nombre de Jesucristo, nos da vida. Esta convicción nos hace actuar con un verdadero espíritu de fe, porque sabemos que el que resucitó al  Señor Jesucristo, también resucitará a los muertos en Cristo y nos presentará ante él, en el gran  juicio final de todos nosotros.

La fe trabaja para nuestro propio beneficio, porque aumenta la gracia para la gloria de Dios, y aumenta la multitud de los que a su vez siguen dando de la gracia que reciben. Tenemos en Dios una mansión celestial, una casa eterna hecha por manos santas. Mientras estamos en esta tierra lloramos, sufrimos, nos enfermamos y angustiamos, pero la fe nos fortalece, porque sabemos que mientras vivimos como seres mortales, estamos peregrinando ausentes del Señor, pero revestidos de su Gracia, a través de su Santo Espíritu. La fe nos da ánimo y preferimos dejar el cuerpo y habitar en la casa del Señor, en su Santo templo que está en el corazón del que le ama y desea servirle. Por eso ausente o presente, sano o enfermo, triste o alegre, procuremos agradarlo. Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que haya hecho cuando estuvo en el cuerpo, sea bueno o malo. Estamos llamados a persuadir a los demás e informales que Dios conoce lo que somos y cala hasta la conciencia de cada hombre. El ojo de Dios es profundo y su ira puede atravesar el alma con el filo de Su Hoz sin nosotros percibirlo. La Gracia es el mayor don que el creyente recibe del cielo, pero es solamente otorgada por Dios. No podemos desperdiciarla porque es muy valiosa, representa la sangre derramada por Cristo y nos hace colaboradores de Él. Si no la valoramos, entonces en vano fue su muerte.

Todo héroe es reconocido como tal por su valor, por su lucha, por su fuerza y por su decisión de actuar, sin consultar a su homónimo. De igual manera debemos ser los héroes de Cristo. No podemos ser tropiezo para nadie, y mucho menos para los que toman la iniciativa de trabajar por su cuenta. Debemos presentarnos ante Dios con una fe a toda prueba: en tribulaciones, necesidades, desvelos, fatigas, frio, desnudez, hambre, sed y angustias, pero con absoluta paciencia y perseverancia; con un espíritu de bondad, pureza, conocimiento y amor no fingido, recordando las Palabras de verdad en el poder de Dios, y vistiéndonos con las armas de Su justicia a la derecha y a la izquierda. Debemos trabajar con la esperanza puesta firmemente en Dios: ignorados por el hombre, pero bien conocidos por el Señor; muriendo, pero vivos; castigados, pero no condenados a muerte eterna; tristes, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos para que alcancen los tesoros celestiales; como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo, porque somos portadores de la Palabra de vida que nos fue revelada. Debemos hablar con franqueza y honestidad, con un corazón abierto para que el mensaje sea efectivo y nuestra fe quede manifestada.

Cristo dijo que cada uno de nosotros somos templo del Dios viviente, que habitará y andará entre nosotros. Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo. Pero tenemos que discernir entre lo que es de Dios y lo que es del Diablo, lo que es del templo de Dios, y lo que es de los ídolos, porque no hay ninguna armonía entre la luz y las tinieblas, ni entre la justicia y la injusticia. Imploremos el perdón y limpiémonos de toda impureza de la carne y el espíritu, perfeccionando la esperada santificación rindiéndole reverencia a Dios. El consuela a los humildes, porque la tristeza nos mueve al arrepentimiento saludable, que no trae pesar. Pero la tristeza del mundo produce muerte. La fe nos ayuda a vivir en el mundo, pero no militando según el mundo, porque nuestras armas no son mundanas, sino poderosas en Dios para destruir fortalezas, para derribar argumentos y toda altivez de la palabra necia que se levanta contra el conocimiento divino, y cautivar todo pensamiento en obediencia a Cristo. Cuando nuestra obediencia a Dios sea completa, El se olvidará y  perdonará todas nuestras desobediencias anteriores. El poder de Dios se perfecciona en la debilidad de sus hijos, porque habita en nosotros el poder de Cristo, y cuando somos débiles, entonces pasamos a ser fuertes en el Nombre de Jesucristo.

Existe un solo evangelio salvador que es el que profesan los hombres de fe, por consiguiente, todos los que tenemos fe debemos ser verdaderos apóstoles de Cristo, que se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre. Un corazón arrepentido actúa como tal, y predica lo que antes negaba o le avergonzaba. No podemos dejarnos confundir por  los falsos hermanos de algunas iglesias, que nos llaman hermanos, pero a escondidas espían la vida de los otros para bloquear la libertad de actuar que tenemos en Cristo Jesús. Muchos de los mismos hermanos tratan de matar nuestras ilusiones y enfriar nuestras esperanzas. Dios nos hace libres a través de su Gracia, y nos hace sordos a las opiniones del mundo, porque todo el que ha sido bautizado en Cristo, de Cristo está revestido.

Antes que viniese la fe, estábamos guardados por la Ley que nos conduce a Cristo, reservados para la fe que iba a ser revelada. Así, la Ley fue nuestro tutor para llevarnos a Cristo, para que seamos justificados por la fe. Y así como vino la fe, ya no estamos bajo un tutor, sino bajo la dirección directa del Salvador. La Ley fue dada por causa de nuestras transgresiones, hasta que viniera el Descendiente, a quien se refiere la promesa divina y nos revelara la verdad. Por eso, cuando se cumplió el tiempo Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, y nacido bajo la Ley para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de adoptarnos como hijos, enviándonos  directamente al corazón el Espíritu de su hijo. Así también nosotros ya no somos siervos, sino hijos. Como hijos, también somos herederos de Dios por medio de Cristo. Seamos héroes de la Jerusalén celestial que es la madre de todos nosotros y  es libre. Mantengámonos firmes en la libertad, porque si hemos creído y fuimos bautizados, también debemos creer que Cristo nos liberó. No nos dejemos oprimir por el yugo del hombre, porque la fe obra por el amor que le mostremos a Dios. Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu. Aleluya!.

 

jueves, 15 de agosto de 2013

EL TIEMPO ES CORTO

                                            
Todos los que acepten la doctrina del advenimiento de Cristo sentirán la necesidad de arrepentirse y humillarse ante Dios. Muchos aún están indecisos entre seguir la conducta del mundo o elegir a Cristo, pero es tiempo de decidirse porque el tiempo es muy corto.  La tierra está retrocediendo y el Espíritu de Dios hace un llamado ardiente a todas las almas pecadoras, a fin de que se arrepientan y preparen para el gran día del Señor. Los que amamos verdaderamente al Señor debemos recibir el advenimiento de Cristo con gozo y esperanza, pero los que no aman al Señor desean que no regrese y por ende prefieren ignorar esta realidad, pero Cristo volverá con poder y gloria a redimir a los que creen, se han arrepentido y tienen fe. Todas las cosas eternas tienen una extraordinaria realidad sustentada en las Sagradas Escrituras  y el Espíritu de Dios descansa en ellas para ser reveladas a todo aquel que sienta interés en conocer las verdades divinas.

La proclamación de la venida de Cristo debería ser en nuestros tiempos como lo fue cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús, el Mesías, el Redentor del mundo, anunciado antes de nacer a través de un mensaje celestial. Cristo ha declarado que antes de su segunda venida el mundo caerá en la incredulidad y la apostasía. Dios ha soportado mucho nuestras maldades, nuestras transgresiones y nuestros pecados, pero el tiempo se ha cumplido y la llegada del reino de Dios es inminente. Siglos tras siglos Dios ha dirigido el mundo a través de los apóstoles y profetas, y sus mensajes desde la antigüedad han sido recibidos con incredulidad y falta de fe, pero todo se ha cumplido de forma precisa y en el tiempo anunciado que sucedería. En nuestros tiempos tenemos un día fijado para ver la llegada del Señor, y todo ojo lo verá. No podemos huir ante esta realidad, sino permanecer fieles en el Señor.

Antes de la llegada del diluvio, Noé  llamó al pueblo a arrepentirse, anunció el propósito de Dios para ofrecerles la oportunidad de salvarse, porque la tierra sería destruida con una lluvia incesante que duro 40 días y 40 noches, pero el mensaje fue considerado ridículo, porque nunca antes había llovido y por eso no lo creyeron. Muchos ridiculizaron a Noé y se rieron mofándose de su mensaje con burlas. Lo consideraron fanático y loco, cuando estaba construyendo  el arca de acuerdo a las instrucciones dadas por Dios. El pueblo siguió corriendo tras los placeres del mundo y andando en sus malos caminos. El mensaje de Noé era verdadero, pero lo creyeron y entendieron cuando vino el diluvio y se los llevo a todos, pero ya era demasiado tarde y la puerta del arca fue sellada por los ángeles, salvando solamente a Noé y su familia. Asimismo como en los tiempos de Noé será la segunda venida de Cristo. En nuestros tiempos reina la incredulidad, la inmoralidad y la injusticia, por eso Cristo vendrá a castigar a la humanidad. El día del gran juicio final ya está fijado. A pesar de las maldades del mundo y de los deseos de Satanás para impedir que la Palabra de Dios sea aceptada, Dios sigue utilizando a sus escogidos para advertir a la humanidad de su pronta llegada.

El Señor no  ha revelado el día y la hora exacta de su regreso, pero será antes del 2017, a la hora que no pensamos y en el día que no esperamos. Este mensaje me fue revelado por el Espíritu de Dios, aunque el Señor sabía que no me creerían. Las razones del por qué me eligió a mí para dar esta noticia, solo El las conoce. Yo cumplo con informarlo, para el que realmente crea y tenga fe, este preparado. Este no es un mensaje para los impíos, sino para el creyente de las profecías. Tampoco es un mensaje para llegar al pánico colectivo, más bien es una advertencia de amor, porque el Señor no desea que nadie perezca, sino que procedamos a buscar el arrepentimiento. Es lo único que pide de nosotros.

El advenimiento de Cristo significa desgracia y desolación para los impíos y ateos, pero para los que realmente aman al Señor y conocen su Palabra, esta verdad es motivo de gozo, consuelo y esperanza.  Una nueva vida espiritual debe despertar a los creyentes y esforzarnos a enderezar el camino. Los periodos proféticos resultan irrefutables, por lo que desde la antigüedad todo se ha cumplido de forma exacta. En el libro de Daniel, y en Apocalipsis podemos encontrar las revelaciones de lo que nos vendrá. El 13 de Noviembre de 1833 sucedió un acontecimiento nunca visto, en la que una lluvia meteórica de estrellas fugaces inundó el firmamento durante horas, en los cuatro puntos cardinales de la tierra. Desde entonces no se ha repetido algo igual. Muchos de los que tuvieron el privilegio de contemplar ese hermoso espectáculo pensaron que se trataba del fin del mundo, pero era una muestra del Poder del Espíritu de Dios, para dejarle saber al mundo que las profecías se cumplirían en el tiempo fijado. El 13 de noviembre de 2013, se cumplirán 180 anos de este hecho, lo que significa que estamos viviendo el medio tiempo de la profecía de los 1,260 días reveladas por el profeta Daniel y que se repiten en Apocalipsis (180x7=1,260 días).

El estudio de las profecías referente a la segunda venida de Cristo, debe despertar un especial interés en todo creyente, porque las verdades de las Sagradas Escrituras, están ocultas para muchos, pero los acontecimientos que sucederán en este tiempo ya han sido anunciados a todos. El gran día del Señor se aproxima y será un día sólo conocido por El.  Las estrellas se ocultaran, el sol retraerá su luz, los montes y colinas se moverán, el viento se detendrá, para dar paso a la Majestad del Señor. Por eso Apocalipsis dice: “El que lee, entienda”, pero hay muchos que no leen ni oyen, y prefieren no hacer caso a las cosas que están escritas, negándose a reformar sus vidas y prepararse para la venida del Hijo del Hombre, para que el Señor los salve.

Tanto el libro de Daniel como Apocalipsis contienen enseñanzas de suma importancia acerca de los acontecimientos que han de desarrollarse al final de la historia de este mundo. Pero ni siquiera los profetas comprendían del todo las cosas que Dios les revelaba, y muchas veces su significado debía ser aclarado a medida que las instrucciones eran dadas. Por consiguiente nosotros como hijos de Dios tenemos el deber de escudriñar las Escrituras y no dejarnos ofuscar por las opiniones humanas. Todas las profecías fueron inspiraciones del Espíritu de Dios para nuestras generaciones. Debemos aferrarnos al  amado Maestro con total afecto, sin miedo, sin temor y sin dudas.

El mundo no se siente motivado para el estudio de las profecías y esto es un esfuerzo que Satanás hace, porque él no quiere que sepamos que la venida del Señor está muy cerca y envuelve la verdad en el error creando confusión y arruinando las esperanzas, por eso el hombre sigue mostrando indiferencia a la Palabra de Dios. Los que hemos estudiado la Biblia sabemos que el reino de Satanás que existe en el mundo subsistirá hasta el advenimiento del Señor, pero  será consumido por el Espíritu de su boca y destruido con el resplandor de su venida. Debemos darle importancia a las señales de la venida de Jesucristo, porque son verdaderas. El vendrá en persona en las nubes, acompañado de todas las huestes del cielo, para que vayamos  a su encuentro. La tierra será sacudida y los incrédulos e impíos correrán aterrados a  esconderse de la presencia del Hijo del Hombre, pero no habrá lugar donde nos podamos esconder, porque será un día muy terrible.

El instigador de todo mal trata únicamente de contrarrestar los efectos del mensaje del advenimiento del Señor, y de destruir a todo aquel que le sirva a Cristo, pero a pesar de toda oposición, la Palabra se cumplirá y todo sucederá  como está escrito. La incredulidad del mundo no impedirá que se realice el acontecimiento que está predicho. Así como Dios envió a Jonás a anunciar que la ciudad de Nínive sería destruida en 40 días, así nos avisa a nosotros que su llegada está muy cerca. El pueblo de Nínive creyó el mensaje y todos se arrepintieron e hicieron sacrificios para que Dios no los destruyera, y el Señor perdonó al pueblo. Tristemente, esto no se repetirá porque en el mundo de hoy existe una ola de maldad, falta de amor y fe, que nadie cree en nada a menos que no lo vean. Debemos darle especial atención a las Palabras Sagradas de Dios, sobre todo en los tiempos finales que vivimos, para ser instruidos respecto a los peligros y luchas que nos esperan. La decisión debe ser ahora y el arrepentimiento debe comenzar hoy, porque al final el pueblo de Dios será liberado.

"En los últimos días------dice Dios------derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, vuestros ancianos soñaran sueños (Hechos 2:17). “Y haré prodigios arriba en el cielo, señales abajo en la tierra, sangre, fuego y vapor de humo. “El sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor grande y manifiesto. “Y todo el que invoque el Nombre del Señor, será salvo. La Palabra de Dios tiene Poder!. Arrepiéntete!. CRISTO ESTA A LAS PUERTAS DEL MUNDO.

 

 

 

martes, 6 de agosto de 2013

!QUIERO SER COMO TU PAPI!


                                         ATENCION A NUESTROS HIJOS

En estos tiempos modernos, la mayoría de los hogares son disfuncionales, los niños nacen y son cuidados  generalmente en los Child-care,  luego van creciendo y comienzan la educación escolar; los padres trabajan y los niños  son enviados a las escuelas, cumpliendo así ante la sociedad una de nuestras obligaciones como padres. Hoy en día no se les presta ninguna atención a los hijos. En los hogares cada uno vive su propia vida y se ha perdido el respeto por ambos lados. La obediencia de los hijos hacia los padres ha pasado a ser algo del pasado, y no existe ninguna supervisión de lo que nuestros hijos hacen en su tiempo libre, siendo muchas veces ignorados. Los miembros de las familias no conversan entre sí, no se impone disciplina, y es muy común ver abusos infantiles. Luego estos jóvenes cuando son mayores de edad, algunos se casan y forman una familia, repitiendo el mismo patrón de educación que recibieron, porque  cosechamos lo que sembramos, y asimismo cosecharemos lo que estamos sembrando en nuestra relación con Dios y nuestros hijos.

Hace trece años leí un artículo, en el periódico “Nuevo Milenio”, del condado de Passaic, edición #14, año 1, de fecha 9-22-00, titulado ¡QUIERO SER COMO TU PAPI!, el cual recorté y guardé por considerarlo una triste realidad. Esculcando en mis archivos lo encontré y por eso quiero compartirlo con ustedes, como tema de reflexión. El mismo dice así:

Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal….Pero, yo tenía que viajar, tenía tantos compromisos. Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, comenzó a hablar cuando yo no estaba…….Como creció mi hijo de rápido…como pasa el tiempo. Mi hijo a medida que crecía me decía Papi, algún día seré como Tu….cuando regresas a casa Papi?......No lo sé hijo, pero cuando regrese jugaremos juntos…..ya lo veras….Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días y me dijo…..”Gracias papi por la pelota, quieres jugar conmigo?...hoy no hijito….tengo mucho que hacer….Esta bien papi, otro día será…te quiero mucho papi…..Se fue sonriendo, y siempre en sus labios tenia las palabras “YO QUIERO SER COMO TU PAPI”…..cuando regresas a casa Papi?....no lo sé hijo, pero cuando regrese jugaremos juntos…..ya lo veras….Mi hijo ingresó a la universidad el otro día, todo un hombre……Hijito estoy muy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco de ti……”Hoy no papi, tengo compromisos, por favor, algo de dinero para visitar algunos amigos”.

Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llamo…..y……”Hola hijo quiero verte”……Me encantaría Padre, pero es que no tengo tiempo…..tu sabes, mi trabajo, los niños….Pero gracias por llamarme, fue hermoso oír tu voz”. Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo “ERA COMO YO”.

La institución familiar otorgada por Dios, ya no existe. El núcleo familiar se ha roto tanto física como emocionalmente. La relación afectiva de nuestras familias se ha enfriado. Esta misma frialdad también se la estamos rindiendo a Dios, y por eso las bendiciones fueron cortadas. Por eso tenemos tantos hogares destruidos, tantos divorcios, tantos niños abandonados, y tanto resentimiento los unos con los otros. Los jóvenes se han descarriado formando una sociedad llena de odio, maldad, egoísmo, drogadicción y crímenes. Estamos viviendo en una sociedad podrida donde los placeres de la carne se han encendido, provocando la ira del Señor con las obras de nuestras manos. El amor ya no existe, solo es importante complacer nuestro propio “yo”, sin importar a quienes nos llevemos por delante. Las familias son cada vez más distantes, pasando a ser desconocidos entre ellos mismos.

Instruir a los hijos  en la vida cristiana también es nuestra responsabilidad, inculcarles el temor a Dios, la obediencia, el amor y la fidelidad. Así, estaríamos formando seres humanos sensibles, con un corazón humilde y con ánimo voluntario para cumplir con los mandatos, normas y preceptos que el Señor dejó establecido, para que los pongamos en práctica en esta tierra. Para que aprendan desde pequeños a reverenciar al Señor, nuestro Dios, y guardar todas sus leyes y Mandamientos, desde los hijos hasta los nietos y biznietos, todos los días de nuestras vidas, para que se prolonguen nuestros días. Hablarles a nuestros hijos de Dios constantemente, cuando estamos en casa o cuando vamos por el camino, al acostarnos y al levantarnos, será determinante para desarrollar una buena relación con Cristo, porque nos ata a sus manos y nos identifica como sus verdaderos hermanos.

Dios está siempre delante de nosotros y es muy celoso, por eso debemos hacer lo recto y lo bueno a los ojos del Señor, guiar por el buen camino a nuestros hijos, para poder heredar la tierra prometida. La Jerusalén Celestial, porque él será nuestra justicia si cuidamos de cumplir todos los Mandamientos que el Señor nuestro Dios nos mandó. Si no somos bendecidos por Dios para guiar nuestras familias, tampoco podremos extender esas bendiciones a nuestros hijos, porque no podemos dar lo que no tenemos, ni conocemos. Estamos formando solo hijos del mundo, hijos para perdición, y no para salvación. Todo lo que hacemos en este mundo, el Señor lo sabe y tendremos que dar cuenta en el juicio final. En el gran día del Señor, y será muy tarde para tratar de enmendar nuestros errores, porque los padres somos culpables de lo que nuestros hijos hacen, pero cada uno pagará de forma individual.

Debemos alcanzar una alta norma si queremos ser hijos nobles, puros, santos y sin mancha, por eso debemos disciplinar a nuestros hijos en todos sus caminos. Debemos emplear esta disciplina con amor, para utilizarla como medio divino para ganar las victorias decisivas sobre nosotros mismos y nuestros descendientes, en vez de quedarnos rezagados e indiferentes con las responsabilidades que tenemos que cumplir como hijos de Dios. Si día a día vencemos el “yo”, creceremos en un noble heroísmo. Esta es la tarea que nos fue encomendada, pero no podemos realizarla sin la ayuda continua de Jesús, sin reconocer que no estamos solos, sino que somos dirigidos constantemente por Dios, por lo que debemos orar incesantemente y pedir fortaleza. Cada uno de los seres humanos tenemos una batalla personal que librar, donde tenemos que abrirnos paso entre luchas y desalientos.

Nadie, ni siquiera Dios, puede llevarnos al cielo a menos que hagamos el esfuerzo necesario por nuestra parte. Ahora, mientras dura el tiempo de Gracia, imitemos el modelo de Cristo y practiquemos sus verdades. Jesús es el buen Pastor que se interesa por todas sus ovejas, por las débiles y por las enfermizas que desfallecen por causa de su Nombre. Él nos conoce a todos por nuestros nombres, conoce nuestras angustias, nuestro corazón, nuestra sinceridad, y llega a sus oídos el clamor de quien pide ayuda y dirección, porque él se interesa por cada uno de nosotros de manera personal. Asimismo debemos interesarnos por la vida de nuestros hijos, involucrarnos en sus actividades, supervisarlos, investigar quienes son sus amigos y que están aprendiendo. A donde van y que hacen cuando no estamos presentes.

Exhibamos ante el mundo el distintivo de Dios como sus hijos e hijas. Hagamos la obra que debemos hacer para redimir lo pasado y presentar nuestros frutos ante Dios. Cuando tomemos esta decisión, entonces su bendición penetrará en los hogares, porque estaremos satisfaciendo el propósito del Espíritu de Dios, mostrándole arrepentimiento y obediencia.  No es demasiado tarde para corregir los males, pero necesitamos la ayuda de Jesús y permanecer verdaderamente unidos a él, de lo contrario, la luz se apartará de nosotros y nuestros privilegios como herederos del cielo nos condenarán. Aprovecha el hoy, porque el tiempo pasado no regresa.