martes, 9 de junio de 2015

ESPERANZA EN LA PROMESA

“Toda carne es como la hierba, toda la gloria del hombre como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae. Pero la Palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la Palabra que nos ha sido anunciada”. Jesús es la esperanza. Es la Piedra viva para una vida santa y para una herencia que nunca puede perecer, ni contaminarse, ni marchitarse, reservada en el cielo para nosotros. La esperanza en Cristo es lo único que tenemos y debe ser más fuerte que el miedo. Gracias a la fe, somos guardados por el poder de Dios, para alcanzar la salvación que será revelada en el último tiempo. Por eso debemos rebosar de alegría y vivir con esperanza, aunque ahora, por un poco de tiempo, seamos afligidos por diversas pruebas. Esto es necesario para que cuando Jesucristo se manifieste, nuestra fe sea hallada en alabanza, gloria y honra. A quien sin haberlo visto, lo amamos; y sin verlo por ahora, creemos en él. Alegrémonos con gozo glorioso e inefable, porque el fin de la fe, es nuestra salvación. Y el fin de la esperanza es ver cumplida la Promesa de Cristo.

En algún lugar entre el tiempo y el espacio vive la esperanza. Esta es alimentada con la Promesa de Jesucristo para los que tienen fe y creen en su segunda venida. Esperanza significa anticiparse a un futuro determinado; creer y esperar lo que aún no tenemos en el presente, y esto es esencial para la vida, porque nos brinda un estado de ánimo optimista basados en la expectativa de obtener resultados positivos con nuestras metas. La esperanza forma parte de la existencia humana. Es su motor, porque por ella nos movemos. Y cuando se apaga en el corazón, se termina la vida. Los seres humanos no podemos vivir mirando solamente el presente, como tampoco podemos vivir siempre en el pasado. En la mirada hacia el futuro reside la esperanza, porque como su palabra lo indica, esperanza significa “espera”. Visualizar y ubicarnos en el futuro, porque la vida se alimenta de lo que esperamos, por eso siempre se ha dicho que mientras estamos vivos, hay esperanza, y esto es lo último que se pierde. El presente sin futuro, es como vivir sin sentido, vacíos, sin planes ni objetivos. Simplemente es sentir que estamos vivos porque respiramos. Pero mientras caminamos por la vida, todo hombre debe tener la mirada puesta en el futuro mediato e inmediato, porque la esperanza nos sirve para transitar y llegar al fin de la existencia por caminos agradables y seguros.

El pensamiento y la voluntad juegan un papel determinante en la esperanza, ya que son facultades esenciales que Dios colocó en nuestro cerebro para el desarrollo del ser humano. Por ende, concretamos en nuestra vida lo que tenemos en la mente y el corazón, para luego ser forjados con nuestra voluntad. El futuro es incierto para todo ser humano, porque nadie lo conoce. Podemos hacer planes a largo plazo y soñar verlos hecho realidad; pero la decisión definitiva, la última palabra, siempre  la tiene el Señor. Nuestro destino depende de nuestras ideas y de la capacidad para tomar decisiones. Pero si nuestros planes y deseos no los ponemos en las manos de Dios, muchas veces fracasan y luego nos sentimos frustrados, porque no aceptamos su voluntad, ya que siempre pensamos que las cosas van a realizarse de acuerdo a lo que queremos. Aunque lo único seguro que tenemos en la vida es la muerte, todo ser humano se aferra a la vida. Nadie quiere morir, y aunque la adversidad nos deja con frecuencia un sabor amargo en la boca, siempre Dios nos brinda momentos de paz, consuelo, y la oportunidad de reír a través de sus manifestaciones de vida, cuando la luz de la esperanza vuelve a brillar en el horizonte.

La esperanza proviene del cielo y debemos asirnos de ella porque fue puesta delante de nosotros por medio de Jesucristo. Está fundamentada en el corazón del creyente, basadas en las Promesas de vida eterna. Tan grande es su poder, que nos permite amar y esperar a un Dios que nunca hemos visto, pero que sin embargo conocemos. El solo hecho de creer en Él y confiar en sus Promesas, nos produce consuelo y paz. Esto es una gran bendición para todos los que esperamos la segunda venida de Cristo, porque nos estimula produciendo un cambio sustancial y positivo en nuestra actitud. Crea en cada creyente un sentimiento de alivio, de fortaleza y ánimo que pone de manifiesto nuestra fe en tiempos de pruebas. Nos ayuda a tener paciencia en los momentos adversos de la vida y en situaciones difíciles. La paciencia es necesaria hasta que veamos a Cristo llegar. Así como el labrador espera recoger el precioso fruto de la tierra, aguarda con paciencia hasta recibir la lluvia temprana y tardía, de igual forma, nosotros debemos tener paciencia, y afirmar nuestro corazón en la fe, porque la venida del Señor se acerca. La esperanza también nos ayuda a superar cualquier dolor, aunque sea producido por la misma muerte. Cuando confiamos en Dios, Él sana nuestras heridas, modifica nuestro comportamiento, encauza nuestras decisiones en pos de la eternidad, subyuga nuestros temperamentos, y enternece el corazón para superar los obstáculos con valentía. Si nos sujetamos de las manos de Cristo nos ayuda a enfrentar los conflictos, crisis y aflicciones que envuelven a la humanidad. Siempre, después de cada amanecer, hay una esperanza que nos permite seguir adelante. Todos somos herederos de la Promesa y solo debemos aferrarnos a ella, confiar y esperar.

Toda esperanza debe ser edificada en la Promesa de Cristo que dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. “Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Esta es una promesa inmutable en la cual es imposible que Dios mienta. El Señor nunca nos defraudará, y si Cristo prometió que volvería a buscarnos, podemos tener la seguridad de que lo hará, por lo que no debemos distorsionar el propósito de nuestra existencia, ni contaminar nuestro carácter, sino darle prioridad a nuestra relación con Cristo, confiando en su Fuerza y Poder, porque un día no muy lejano se pondrán de manifiesto en toda la tierra, y veremos llegar al hombre mas deseado de todos los tiempos. El universo avanza de forma vertiginosa, pero muchos no perciben el tiempo, olvidando que la chispa divina que dio inicio a todo lo que existe, fue creado por la voz de Dios. Hoy contamos con tecnologías muy avanzadas, y cada día surgen nuevos inventos que nos hacen pensar que hemos logrado llegar al punto final para el perfecto entendimiento de cómo funcionan las leyes que gobiernan el universo, y tener el control del mismo. Pero no existe nada más lejos de la verdad, porque la sabiduría de Dios es infinita. Ni la ciencia, ni la tecnología pueden evitar que se cumplan las Promesas de Cristo, y mucho menos el hombre podrá a pesar de los avances científicos, manipular la creación de Dios, ni evitar que Cristo venga. Su venida es tan segura e igual a cuando una mujer esta embarazada. Es inevitable que el niño nazca cuando llegan los dolores de parto.

Ahora te pregunto: Si supieras con seguridad que el mundo llega a su fin mañana, qué harías? . De acuerdo a los científicos, esto no sucederá, porque el universo está en expansión y seguirá evolucionando como hasta ahora por toda la eternidad. Pero es muy interesante saber que a pesar de todas las investigaciones realizadas por la ciencia y de los datos recopilados a través de la historia del mundo, los hombres yerran en sus interpretaciones y razonamientos. Se les escapa un detalle muy importante y es la existencia de Dios. Se les olvida que además de ser nuestro Creador, también es nuestro Sustentador y Salvador, y que todo ocurre por su divina voluntad. Todos los que creen en Jesucristo no esperan en vano, porque la Promesa fue dada hace miles de años, y vino de Dios, del que es Fiel y Verdadero. Por lo tanto, así como la Promesa no es fallida, tampoco lo es la esperanza, ya que Cristo volverá por la recompensa de su sacrificio. Siento mucha lástima por aquellas personas que  escucho hacer planes a largo plazo, sin tomar en cuenta a Dios. Es inaudito como los científicos proyectan sus ideas e investigaciones para verlas finalizadas en fechas tan lejanas como el 2030-40. Todas las cosas son sustentadas con el Poder de la Palabra de Dios, y lo que ha de suceder sucederá de acuerdo a Las Sagradas Escrituras, e indudablemente el tiempo del fin esta muy cerca. Cuando en los días de Noé, la paciencia de Dios esperaba, mientras se construía el arca. En ella, pocos, solo ocho personas, fueron salvadas del diluvio, porque los demás no creyeron. Como en aquellos tiempos, el hombre de hoy tampoco cree. La humanidad ha olvidado que Cristo subió al cielo, y está a la diestra de Dios. A él están sujetos ángeles, autoridades y potestades, esperando la hora que ya fue fijada.

La esperanza se traduce en paciencia y fe. Significa el ancla del alma, ya que Cristo nos da fuerza y coraje para enfrentar con valor las circunstancias mas tenebrosas de la vida. Nos permite navegar en las corrientes del mundo sin naufragar. Cabe señalar que las personas que viven sin metas, ni objetivos, y sin ninguna esperanza en la vida, son muy vulnerables a sufrir de enfermedades emocionales y mentales, tales como: depresión, estrés, ataques de pánico, ansiedad, bipolaridad, delirios de persecución, episodios de locura, desequilibrio emocional, etc., y otras enfermedades físicas, por lo que poseen una calidad de vida muy baja. Por el contrario, las personas que tienen asentada su esperanza en Dios, tienen una calidad de vida alta. Disfrutan en su mayoría de buena salud tanto física como mental, porque la esperanza los ayuda a controlar sus emociones y superar los males humanos con firmeza e integridad. El aliento de la esperanza nos permite respirar confiados e internarnos  a tomar riesgos en las tormentas y adversidades de la vida, pero aguardando con fe en lo porvenir. Este aliento representa una fuerza que habita dentro de nosotros mismos, haciéndonos sentir más saludables. La esperanza en las Promesas de Cristo es un  don que proviene de Dios y supera las más altas expectativas del hombre. Nos permite vivir con la certeza de un mejor mañana, iluminando el futuro, y posibilitándonos para atravesar cualquier crisis y salir victoriosos.

Estamos frente a un mundo que vive en crisis; en constantes amenazas de enfermedades, guerras, terrorismo, crisis social, económica, problemas ambientales, desastres naturales, y otros muchos males que afectan a la humanidad. Pero toda crisis es una oportunidad para aferrarnos con fuerza a las Promesas de Cristo, porque la esperanza en Él, nos lleva a mirar los acontecimientos personales, naturales, sociales y humanos desde una perspectiva más alentadora. Nos consuela saber que tenemos un Dios vivo que como lo ha prometido, a su tiempo, vendrá por nosotros. Tenemos que desarrollar la capacidad para entender que todo en este mundo tiene su tiempo, y por ende, todo es transitorio. Tenemos un tiempo para nacer, y un tiempo para morir. Tiempo para llorar y tiempo para reír. Todo lo que existe entre el espacio que divide el cielo y la tierra tiene su tiempo. Nadie puede por sabio que sea, agregarle un segundo más de tiempo a la vida. Es muy lamentable ver como algunas personas desperdician el tiempo. No viven sus sueños porque están viviendo sus miedos, impedidos para tomar la iniciativa de cambiar su actitud ante la vida. Pero la esperanza en Dios quita todo temor y nos permite vivir en paz, por lo que debemos evaluarnos a nosotros mismos, rectificar nuestros errores y cambiar nuestros malos hábitos y costumbres.

Jesús antes de partir nos dejó el don de la paz y nos dio una esperanza: “La paz os dejo. Mi paz os doy. No os la doy como el mundo da. No se turbe vuestro corazón, ni tengan miedo”. Me voy, pero volveré a vosotros. Si me amaseis, os alegraríais de que me vaya al  Padre, porque el Padre es mayor que yo. “Ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda creáis. “Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo; pero no tiene nada en mi.” Yo pregunto: sabemos realmente quién es el príncipe de este mundo?. Cristo dice en su Palabra que el príncipe de este mundo no tiene nada en El, y si no tiene nada en El, es obvio que se refiere a Satanás, quien actualmente tiene dominio sobre toda vida que no ha sido consagrada a Cristo. Juan, versículo 14, nos recuerda que Cristo vendrá otra vez, y nos dejó la siguiente promesa: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Si así no fuera, os lo hubiera dicho. Voy pues, a preparar lugar para vosotros”.  Nuestro verdadero hogar no está en la tierra; tenemos que entender que estamos de paso en este mundo, por lo que debemos trabajar en la obra de Cristo para recibir nuestra herencia.

Crees en Jesucristo?. Si crees en Él, debes vivir con esperanza, para que tu voluntad se fortalezca. Lo único que se necesita es creer y confiar en que por medio del maravilloso poder de Dios que sobrepasa todo entendimiento y todos los limites, seremos transformados. Como nos dice Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Aunque rodeados de una aparente paz y seguridad, estamos viviendo dentro de una sociedad que va en decadencia por negarle el primer lugar a Dios. Los hombres actúan guiados por el egoísmo, el desamor, las riquezas y sed de poder a cualquier precio. Todo esto causa infelicidad y destrucción a los seres humanos. Pero Jesús dijo: “No temas, cree solamente”. y la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos, porque Dios desea devolvernos todo lo que perdimos en el Edén causado por el pecado de nuestros primeros padres, para que habitemos por siempre en el Paraíso celestial. Esta es la gran esperanza en la Promesa de Dios, con la que todos debemos vivir. El Espíritu Santo crecerá en tu corazón y eliminará tu antigua forma de pensar y de ser, poniendo dentro de ti nuevos deseos. Brillará la luz de la esperanza en tu vida, y tendrás una nueva visión del futuro. No esperes, actúa y pide HOY el derramamiento de la Gracia de Dios en tu corazón. Para mañana será tarde!. Amén.