martes, 28 de enero de 2014

MÁS ALLA DEL HORIZONTE


Hay ciertos lugares en el mundo que nunca llegaremos a visitar. Hay montañas muy altas que no podemos escalar, y hay horizontes tan lejanos que no podemos alcanzar. Hay algunos sueños imposibles de realizar, pero hay una meta que todos debemos lograr, y es llegar al Paraíso Celestial. Un lugar del que por ahora, solo tenemos una vaga idea de cómo es, pero jamás podremos entrar en él con nuestra actual condición de pecadores, porque estamos vestidos y calzados de corruptibilidad, inmoralidad y podredumbre. Somos seres mortales hasta que recibamos la última visita de nuestro Redentor Jesucristo. Nuestros pies están pisando un terreno contaminado, y nuestras manos están llenas de malas obras e injusticias. Las vestiduras que cubren nuestros cuerpos están manchadas por el derramamiento de la  Sangre de Cristo. Por esta razón, antes de entrar en la tierra Santa, debemos limpiarnos de todo pecado y lavar los trapos de inmundicias. Todo lo que es corrupto pasará a ser incorrupto. Lo mortal se vestirá de inmortalidad y la muerte será abolida. Luego la tierra será limpiada antes que la nueva Jerusalén descienda del cielo.
El sentido común y la lógica nos dicen cómo actuar y qué hacer para lograr nuestros sueños y objetivos, pero la fantasía es libre y vuela a gran distancia tratando de encontrar el horizonte para posarse en él. Dios nos ha dado una promesa, un regalo, e hizo un pacto con el hombre, que todavía sigue vigente, porque su amor es eterno, no olvida, y nunca desaparece. Todo lo que el Señor hace por nosotros es bueno en gran medida. Debido a lo sagrado, y  a la magnitud del pacto que hizo en la antigüedad, este continuará hasta la eternidad, para todo aquel que viva dentro de la Ley. Debemos tener siempre en nuestro pensamiento la Promesa de Cristo.  Esto nos permitirá vivir y planificar nuestras vidas, de una manera más coherente y saludable, porque los pensamientos de frecuencia espiritual elevan la mente, entran en el espacio que ocupa el silencio para conectarnos con lo sagrado.
Hay muchas formas de engañar, pero de todas ellas, la que hace más estrago en la vida del hombre, es la de hacerle creer a Dios y a los demás que somos cristianos, y que obedecemos y respetamos Su pacto, cuando en realidad llevamos una doble moral y vivimos de la apariencia. Cristo debe ser nuestra prioridad, pero al ser humano le gusta mentir y traicionar, sin darse cuenta que la traición es un arma difícil de manejar, porque el que se acostumbra a ella, corre un alto riesgo de herirse a sí mismo. Y el que miente, además de tener un cómplice, éste los envuelve hasta caer en sus propias trampas. Dios siempre será el mismo, aunque nosotros mentalmente le seamos infieles. Primero tenemos que decirnos y convencernos a nosotros mismos de lo que queremos hacer, y luego hacer lo que tengamos que hacer para llegar a la meta deseada, porque si no somos fieles a nosotros mismos, tampoco le seremos fieles a Dios.
Desarrollar una relación con Cristo significa vivir y crecer en el conocimiento de lo que aún no podemos ver, pero que en un futuro no lejano, será revelado a nuestros ojos. Dios tiene el poder para transformarnos de forma total y por medio de su amor cambiarnos la vida. Cuando Dios vive en nosotros, nos llena de sentimientos de paz, alegría y con ilusiones reales de esperanza. Él nos comprende y consuela nuestro dolor, nuestras penas y aflicciones. Nos cubre con Sus brazos para abrigarnos y socorrernos. Nos brinda cuidado, amparo y protección. Desde Su mundo invisible colabora con nosotros para que nuestros sueños se hagan realidad, pero con frecuencia tenemos que sumergirnos en su Espíritu, y actuar como si ya viviéramos allá, para poder acceder a todo lo que nos gustaría tener en la vida, porque la mente trasciende a toda limitación, haciendo que nuestros pensamientos rompan sus ataduras, para que la conciencia  se pueda expandir en toda dirección. Una vez que avancemos en el Espíritu de Dios, las fuerzas del universo serán activadas.
Cuando caminamos con Cristo comenzamos a notar que la vida adquiere un nuevo sentido. Sentimos que la vida cotidiana es dirigida por una fuerza divina. Nuestros pensamientos e intenciones se materializan de forma misteriosa. Comenzamos a ser más sensibles y compasivos con el prójimo. Nuestras expectativas cambian, y nos volvemos más cuidadosos y conscientes de todo lo que hacemos. La necesidad y el deseo de ayudar a otros se convierten en un gran gozo. Con nuestros actos y conductas reflejamos en los demás que somos discípulos de Cristo, portadores de su evangelio. Nos enorgullece hablar de Su Nombre, porque su Palabra está todo el tiempo en nuestros labios. La muerte no nos asusta y comenzamos a verla como una transición necesaria, para poder viajar más allá del horizonte que no podemos alcanzar desde la tierra. La felicidad comienza a depender de lo que pensamos y de lo que esperamos. Dios nos manda por medio de su amor a hacer grandes cosas. Vivir en abundancia sin mirar el pasado, porque todo hombre comete errores, pero lo importante es no persistir en ellos.
Para lograr entrar al Paraíso, debemos tener el corazón lleno de sentimientos puros de hermandad y altruismo, y con la mirada puesta en Dios. Debemos demostrarle al Señor que somos honestos, que aceptamos sus reglas, y que hemos asumido nuestra responsabilidad como cristianos, cumpliendo con nuestros deberes. La peligrosidad del tiempo que vivimos nos acerca cada día más a la batalla final, por lo que Dios nos envía diariamente un mensaje de alerta que pasa inadvertido. El tiempo de espera para llegar y contemplar lo que existe más allá del horizonte, y para encontrar el tesoro escondido del Reino de los cielos, ha comenzado su conteo regresivo. Está por iniciarse el mayor y último éxodo de la tierra, para mudarnos definitivamente a nuestras mansiones celestiales. ¿Estás listo (a)  para partir?. Sin importar la edad ni la condición de salud, nadie sabe con exactitud cuál será su último día en este mundo. Esto es algo que no debemos olvidar. Solamente nos sentimos aterrorizados al pensar en la muerte, cuando mantenemos un estado de separación con Dios.
Todos tenemos un hogar preparado desde antes de nacer, pero debemos ser probados en la tierra antes de llegar a él. Ese será el galardón final que recibiremos por haber logrado llegar a la meta señalada.  Así como el diamante para poder brillar debe pasar de la oscuridad a la luz, de igual manera Cristo nos pule y nos transforma para que podamos contemplarlo cara a cara, sin ser cegados por la impenetrable e indescriptible luz que irradia la Presencia y Majestad de Dios. Nuestras mentes finitas han sido bloqueadas hasta cierto punto. La imaginación, por amplia que sea, no nos permite volar y entrar al infinito. Nuestras alas son muy cortas e invisibles, por ende, si no recibimos ayuda de los ángeles para ascender al cielo, nunca podríamos llegar al Paraíso. La luz de la imaginación nos permite acercarnos a las ventanas del cielo y mirar a la distancia, pero nunca alcanzar abrir sus puertas. Dios es Omnipresente, y si nos vinculamos a él, atraeremos también todo lo que percibimos le falta a nuestras vidas, porque somos parte de la inteligencia divina que creó y sustenta todo lo que existe en este planeta.
Rechazar lo porvenir e inevitable es de tontos. En la promesa de Dios no hay engaño, porque El cumplirá con todo lo que en principio prometió. Soplan vientos de guerra, y en algunos países como Siria ha comenzado el mayor éxodo de los últimos tiempos. Más de seis millones y medio de personas han tenido que ser desplazadas por motivo de la guerra civil que vive ese país. Muchos han perdido la vida durante el camino, dejando huérfanos y sin protección a los niños. Sus hogares han sido destruidos, quedando desamparados, buscando refugio en los países vecinos y haciendo uso de lo poco que tienen para poder subsistir; hasta el grado de vender la virginidad de sus propias hijas, a hombres ricos de Arabia Saudita y del Golfo Pérsico. No solamente en Siria está sucediendo esto. A nivel mundial, el hombre no tiene paz. Vive inseguro y sin sosiego, luchando constantemente con las adversidades del tiempo.
Los problemas sociales, laborales, económicos, familiares, migratorios y muchas veces raciales, han hecho que el ser humano tenga que huir en busca de nuevos horizontes, dejando a su familia y hogares abandonados. Esta es una situación muy grave que está arropando al mundo, porque cada país está pasando por una crisis diferente, sin que le puedan encontrar una solución a corto plazo. Pero los gobernantes toman esto con mucha ligereza, porque dirigen al mundo con la conciencia de su propio ego. Los dos hemisferios de la tierra han sido golpeados por alguna tragedia, y esto es parte del proceso de destrucción final de la tierra que muchos no observan. Nada sucede al azar, todo es producto de la voluntad de Dios. Recordemos que él fue el creador de la naturaleza, por lo tanto, él es el único que puede maniobrar con ella. Los cambios climatológicos que estamos viviendo son bíblicos, por consiguiente, nada de lo que veamos nos debería sorprender.
La verdad absoluta de que Dios existe y vive, no es un espejismo, no es una ilusión óptica fijada en el cerebro. Es una realidad que aún no podemos palpar, pero sí podemos grabar su imagen en la mente, para no caer en los datos y las interpretaciones erróneas aportadas por el enemigo. La luz de la verdad ha sido encendida y derramada sobre los fieles, e irá en aumento progresivo a medida que nos acerquemos a ella. Ese horizonte que todavía vemos muy lejano pronto dejará de existir, porque la línea divisoria que existe entre el cielo y la tierra cada día se hace más delgada y pronto se romperá. El Paraíso es un lugar que está más allá del horizonte. Es nuestra última morada, reservada para los  justos, y así lo expresa la palabra en su escritura: Para-iso: “para”, es una preposición que indica la utilidad de cada uno de nosotros, función de alguien, o para quien trabajamos. Significa: nosotros, junto a. “-iso” significa: lugar, pertenencia e igualdad. Por ende, si hemos declarado que pertenecemos a Cristo, debemos prepararnos hasta llegar a ser semejantes a Cristo en su carácter, porque en los cielos todos seremos iguales, no habrá niveles de clase sociales, ni unos serán más hermosos o famosos que otros. Todos seremos uno solo en espíritu, unidos a Cristo por la eternidad. Nadie tendrá impedimento físico, por lo tanto, no habrá  competencia.
Cuando el bien venza sobre el mal, el principio y el final de todas las cosas se unirán y surgirá un nuevo nacimiento. Dios está en el centro del Universo, en la línea de fuego, detrás de ese horizonte que aún no podemos cruzar, porque una vez que lo hagamos, no hay forma de volver atrás. Debemos despertar nuestros sentidos para ver lo que está por sobrecogernos. Mostrar indiferencia a Dios no evitará el caos que vivirá la tierra, sino que acelerará el proceso. Ya estamos dentro de él, dentro del ojo del huracán y en la selección final de los elegidos. En la separación del trigo y la cizaña y en la formación de los dos grupos finales que menciona la Biblia. Los de derecha ascenderán al cielo, pero los de izquierda serán apartados de la vista del Señor.
Dios nos ha preparado un mundo mejor. Un cielo abierto para navegar y recrearnos en su mirada. Su inmenso amor nos permite alcanzar todo lo que nos proponemos lograr. Cerrar los ojos, soñar y volar como si fuéramos aves en el cielo. Por ahora, a través de su amor es la única forma de llegar a él. Con su fuerza nos toma de la mano para dirigirnos, aunque estemos caminando en medio del desierto. Su poder nos hace sentir que detiene el tiempo y acorta la distancia para que estemos cerca de él. Más allá del horizonte, es un lugar mágico y celestial, donde existe una armonía perfecta entre el hombre y la naturaleza. Un lugar donde no se oirá el llanto, no habrá dolor, ni guerras, ni tristeza. Las enfermedades no existirán, no habrá noche, ni día, sino una resplandeciente luz eterna que brillará por siempre. Todo es posible si podemos creer y expresamos a Dios el deseo sincero del arrepentimiento. ¡Aleluya!.

martes, 21 de enero de 2014

¿QUE TIENES EN TUS MANOS?


De acuerdo a como obramos usando nuestras manos, vamos trazando con nuestro índice el contenido de los nutrientes que le sirven de soporte y alimento a la vida. El ser humano fue creado con dos miembros superiores cuya terminación son llamadas manos, y con dos miembros inferiores cuya terminación son llamados pies. Dios puso entre ambas extremidades un templo, llamado cuerpo. Depositó en nuestras manos el tiempo, para que aprendiéramos a usarlo con provecho. Colocó también tesoros, que son los recursos que invertimos  trabajando, para tener un medio de subsistencia. Y con el objetivo de extender nuestra misión en la tierra, a cada uno nos dotó con un talento diferente, llamado dones espirituales.
Los talentos son nuestras habilidades y capacidades para hacer algo. Hablar, cantar, escribir, orar y hasta reír, son dones que vamos descubriendo y desarrollando a lo largo de la vida. El don de la persuasión y convencimiento en el uso de la palabra, y el don de hacer reir al que se siente triste o enfermo, son cualidades muy particulares de algunos seres humanos. Pero todos nacemos con dos anclas muy especiales para usar, llamados brazos, los que junto con las manos, Dios utiliza para enseñarnos a maniobrar: a dar y a recibir, a sembrar y hacer el bien sin importar a quien, a socorrer y a consolar,  abrigar y a sustentar. Dios nos hizo con Sus Manos, y nuestras manos contienen una guía en sí misma. Cosecharemos todo lo que hemos sembrado. Algunos obtendrán beneficios por sus buenos frutos, pero otros perderán toda la cosecha, y los frutos se pudrirán, porque  todo el que siembra viento, cosechará tempestad.
Nuestras manos fueron creadas para usarlas, no para tenerlas atadas o inactivas, porque a través de ellas podemos desarrollar y transmitir los conocimientos, los deseos, los sentimientos y los pensamientos. También podemos comunicarnos, porque las manos también hablan. Con las manos podemos decir muchas cosas, sin necesidad de abrir la boca. Ellas revelan nuestra personalidad, nuestro estilo de vida, las tareas que ejecutamos, y por la manera de moverlas, expresamos nuestro estado emocional. Una pregunta frecuente que todos debemos hacernos es: ¿qué tengo en las manos para ofrendar a Dios?. Las funciones de los miembros superiores del cuerpo, y específicamente de las manos, están relacionadas con el ambiente y el poder de manipular las cosas. Mientras que la función principal de los pies, es mantenernos erguidos, brindándonos el equilibrio, el balance integral del cuerpo y la facilidad de caminar para poder desplazarnos de un lugar a otro.
En todo lo que hacemos con el cuerpo, tenemos que usar las manos. Desde que nacemos comenzamos a moverlas en señal de lo que queremos, estamos buscando, o como señal de los objetos que deseamos alcanzar. Pero los dedos no son parejos, y están destinados para darles diferentes usos. Por eso, ocupan una posición exacta y a la vez distante entre ellos. El dedo mayor, o dedo corazón de la mano, es el tercer dedo del centro, así como el corazón es el centro motor del cuerpo, colocado en el mediastino del esternón que cierra la caja torácica. De igual manera el Espíritu Santo representa los tres miembros de la Divina Trinidad, cuyo hogar viene a ser los atrios del corazón, donde es alojado el amor de Dios cuando entra en nuestras vidas.
Los pulgares son los dedos más distantes de la mano, y son los más usados para enviar los mensajes de texto. Esta es una costumbre que ha cobrado muchas víctimas, porque aunque las personas estén guiando, con demasiada frecuencia desvían la vista del volante para hacer una llamada, leer o enviar un mensaje, sin tomar las precauciones necesarias para evitar un accidente. La adicción es tan grande, que ante un incidente donde esté peligrando la vida de un ser humano, antes de socorrerlo, muchos corren a tomarle una fotografía con el celular, o hacen un video de la situación. En otros casos, personas con mentes enfermas se auto-graban para publicar lo que están planeando hacer. Actos criminales que con frecuencia, si no son detectados a tiempo, se llegan a ejecutar.
En cada mano está escrito nuestro destino, y a medida que las usamos, vamos dejando con sus huellas una marca en el cielo, porque por las obras de nuestras manos seremos juzgados. Nuestro cuerpo es simétrico, por ende, cada mano está formada por 14 huesos que forman los dedos, llamados falanges, lo que en total suman 28. Cada dedo tiene tres de estos huesos, a excepción de los pulgares, que cada uno solamente tiene dos. Lo mismo sucede con los dedos de los pies, pero con la particularidad de que el dedo gordo, o primer dedo de los pies solo tiene dos huesos, y es el que sostiene el número de identidad cuando el cuerpo pasa a ser un cadáver, porque los dedos de los pies no tienen nombre, son llamados por números.  
El dedo índice tiene una función muy especial, porque como su nombre lo indica, señala, selecciona y acusa. Este dedo es el que Satanás usa para indicarles a sus ángeles del mal, a quienes deben atrapar, cuando no seguimos los pasos de Cristo y vivimos desprotegidos de su Gracia. Dios es amor, y nunca nos señala, ni nos acusa. El siempre espera callado y paciente. Es su manera de hablarnos y enseñarnos la verdad. Pero nuestro trabajo es descubrirla, porque el Reino de los cielos es un tesoro escondido. La Majestad y Gloria de Dios no se podrán transmitir vía internet o Skype. Tenemos que estar alerta, porque tampoco recibiremos un mensaje de texto informándonos que ya esta descendiendo.
Estoy segura que estarán de acuerdo conmigo al observar que en nuestros días, todos los seres humanos llevan todo el tiempo, un teléfono celular sostenido en sus manos. El 99% de la población mundial ha desarrollado una adicción a los medios electrónicos de comunicación, y las redes sociales. Todos llevamos la vida de forma pública y portátil, sin poder despegar las manos del teléfono o la computadora, aunque no los usemos como instrumento de trabajo. El Señor dijo en su Palabra que cuando el fin este cerca, la ciencia aumentaría, y eso es lo que estamos viendo con el desarrollo vertiginoso que ha tenido la tecnología. Esta ha sido un arma de doble filo, porque a través de ella el enemigo se esconde y ataca. Mantiene prisionero a los hombres, enfocados en todo lo que sucede en el mundo, sin prestarle atención a lo espiritual y verdadero.
El ser humano ya no piensa, tampoco razona. No ejercita el cerebro para mantenerlo saludable, ni saca tiempo para encontrar el motivo o la razón de lo que está pasando con la humanidad. Actualmente es muy difícil que una persona aprenda un número de teléfono o una dirección de memoria, porque todo lo encontramos en internet, y siempre llevamos en el celular una lista de contactos. Pero si la perdemos, nos quedamos incomunicados y desconectados. Dios tiene el control absoluto de la red terrenal sostenida en una sola mano, pero la activa solo con Su deseo, y será lo primero que destruirá antes de su venida. Él tiene la clave de acceso de todos los equipos electrónicos, porque El Señor sabía de antemano que esto iba a suceder. El conoce el fin de todas las cosas antes de hacerlas.
Si previamente no hacemos la decisión de contactarlo, cuando llegue el fin será imposible de hacerlo, porque el Señor ya no habla con el hombre de forma directa para dar a conocer sus Deseos, como lo hacía en la antigüedad. Él nos dejó el Manual de procedimiento de la vida, y a nosotros nos corresponde estudiarlo para aprenderlo a usar. El Señor está sentado sobre la redondez de la tierra, y esta, es el estrado de Sus Pies. El mundo para Dios es menos que una gota de agua, la que puede sacudir en cualquier momento. A pesar de los avances científicos y tecnológicos estamos cayendo en la apatía, en la indolencia humana, en una ruina social, en un cáncer global que ha deteriorado la salud mental de todo individuo. Estamos atrapados, y muy pocos recibirán la luz espiritual de dirección, que se necesita para salir vencedores de esta guerra.
Moisés fue uno de los hombres de la antigüedad que Dios eligió para liberar a su pueblo. Después de su muerte, nunca más surgió un profeta como él. Fue el único con el que el Señor trataba cara a cara, y que hiciera tantas señales y prodigios como los que  el Señor le mandó ejecutar en Egipto, a Faraón, a todos sus siervos y a toda su tierra. Cuando Dios comisionó a Moisés para que fuera a hablar con el rey de Egipto, éste le preguntó: “qué diría cuando le preguntaran quien lo enviaba. Cuál era su Nombre”. Y el Señor le contestó: “Yo Soy el que Soy”; Y agrego: Así dirás a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a vosotros”. Este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los siglos”.
Moisés dudó, porque “Yo  Soy”  es un Nombre desconocido y no identifica a una persona, por lo que Moisés agregó: “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: “El Señor no se te apareció”. El Señor viendo a Moisés  le preguntó: “Que tienes en tu mano?” “Una vara” respondió el. Dios utilizó esta vara para demostrarle quien lo estaba enviando. “Yo Soy”, le dijo a Moisés que echara la vara en la tierra, y esta se convirtió en culebra por lo que el huía de ella, pero al tomarla por la cola por mandato de Dios, volvió a ser una vara en su mano. Además el Señor le dijo: “Pon tu mano en tu seno”, él la puso y cuando la sacó estaba blanca como la nieve. Al ponerla de nuevo y sacarla, se había vuelto como la otra carne.
Dios es el Alfarero de nuestras vidas, y nosotros somos los labradores. Debemos tener a mano las herramientas necesarias para que El Señor las use a nuestro favor. Debemos ser instrumentos para Dios y desarrollar un trabajo donde queden de manifiesto nuestros valores, nuestra cultura mental y la cortesía cristiana, hasta ver finaliza la obra. Nuestra misión es anunciar las virtudes de Cristo, predicar el evangelio. Y demostrarle al Señor nuestra eficiencia, dignidad, destrezas y fortaleza. Ahora es que Dios nos necesita, por lo que debemos avanzar hacia nuestros sueños, metas, y vencer los desafíos que nos conducirán hacia la excelencia perfecta de los Hijos de Dios. Nuestras manos y pies deben ser dirigidos a continuar trabajando para ayudar a Dios en la liberación del mundo, ejecutando normas elevadas de prudencia y abnegación, para que nuestras manos sean utilizadas según la voluntad divina, y nuestros pasos sean llevados a donde haya necesidad.
Dios tiene infinitas maneras para hablarnos y usarnos. Tiene la potestad y el poder para mostrarnos lo que tenemos en las manos, y usarlo sabiamente. Su naturaleza propia le permite hacer milagros en nuestras vidas de forma inimaginables. Los dones del Espíritu Santo son nuestras credenciales divinas, son nuestras referencias personales al presentarnos. La templanza, la humildad y la prudencia nos mueven a ejecutar la obediencia, nos enseñan a comunicarnos y llevar un comportamiento lleno de expresiones de paz, confianza y serenidad, para compartir con el prójimo.
Nuestra misión es llegar a desarrollar la fortaleza en los momentos de debilidad para ser triunfantes en Cristo, cultivando un espíritu amante y generoso. Debemos estar prestos a esparcir la luz del Espíritu, y decirle al Señor: !Heme aquí, mi Dios!. ¿Qué quieres de mí?. Solo así descubriremos lo que Dios ha depositado en nuestras manos, y Él nos dará las instrucciones necesarias de cómo usarlo. Nosotros fuimos diseñados y organizados con una firme estructura ósea multifuncional, con capacidad de acción para proveer protección al desvalido, darle sostén al necesitado, visitar al enfermo por medio del movimiento de nuestros pies y almacenar los conocimientos para instruir y educar a los que viven en la ignorancia.
El hombre es el usufructo de la creación, y los Manuscritos Sagrados comprenden los ejemplos y conceptos para que aprendamos a lidiar de manera hábil con los frecuentes problemas de la vida diaria, y encontrar la manera de solucionarlos. Pocas personas consultan estos manuscritos y por eso hay finales muy trágicos en la vida del hombre. Esta es una decisión espontánea de cada quien, pero está estrechamente vinculada con la personalidad y el tipo de vida que lleva el ser humano. No todos, a nivel intelectual tenemos el don de la intuición, por ende, existen determinadas funciones que debemos desarrollar, y que requieren de la información específica para ser descubiertas antes de ponerlas en práctica. El Señor con su dedo índice escribió los Mandamientos de la Ley. En su infinita misericordia inspiró a los profetas para la redacción del manual del cristiano que es la Biblia, con el objetivo de advertirnos de nuestras limitaciones, porque alejados de Cristo, nada podemos hacer.
Cuando actuamos impacientemente podemos tener consecuencias negativas en nuestras vidas. Estamos en el mundo de manera temporal, y Dios nos permitió ocupar un lugar en esta tierra sin ser los propietarios de la misma. Sin una fianza y sin cobrarnos impuesto por usar Su espacio. Somos propiedad de Dios al igual que la tierra, y El domina sobre todo el universo. Cristo recibirá en el futuro mediato, el beneficio de la cosecha que hemos obtenido al labrar la tierra con nuestras manos. Seremos recompensados con la vida eterna si hemos sido útiles para Cristo y si hemos invertido en los tesoros celestiales. No somos indemnizados por nuestras faltas. En el tiempo de la siega, cuando seamos pesados en la balanza de Su justicia, Dios hará un inventario de lo que nos dio para sembrar y el resultado de la cosecha. Para ese día, tenemos que tener nuestra misión completada.
Cuando el Señor reclame sus derechos de Autor y Creador de todas las cosas, y se extingue el plazo que nos dio individualmente para vivir en este mundo, o cuando expire el pacto que hizo con los hombres al establecer su Ley, será el momento de devolver las ganancias del bien que hicimos con nuestras manos. Los seres humanos y todo lo que existe en el mundo se consolidan bajo un solo título de propiedad: “Yo Soy” “Dios” “El Señor” “El Todopoderoso” El que vendrá en breve tiempo a reclamar su patrimonio.
Utiliza inteligentemente el bien que Dios colocó en tus manos, para que no te encuentre con las manos vacía, y puedas devolverle a nuestro Creador las ganancias neta de la cosecha del sembradío. Ojalá que así sea!.

domingo, 19 de enero de 2014

LA IGLESIA DE DIOS


En el mundo existen  miles de  iglesias que sostienen diversas doctrinas.  Grupos de personas que se reúnen en sábado o domingo para alabar a Dios, de acuerdo a sus creencias. Practican diferentes  religiones. Todas dicen tener la verdad y se consideran la iglesia verdadera. Algunos hombres toman la religión como un negocio para su lucro personal, pero la mayoría de sus seguidores actúan por tradición, no por convicción. Otros no creen en nada, son ateos y niegan la existencia de Dios.
Hemos visto como a través de la historia, el mundo ha ido en decadencia. Recuerdo cuando yo era  muy pequeña y nos reuníamos después de cenar, por las noches, a esperar la hora de acostarnos. Siempre los mayores en sus conversaciones decían, que llegaría el tiempo en que se perderían todos los valores del mundo. Se perdería el respeto entre padres e hijos, el amor a la familia; el ser humano se volvería hipócrita, egoísta, injusto, avaro, mentiroso y duros  de corazón.
Indudablemente estamos viviendo en los últimos tiempos de este mundo. Vemos a diario como  la vida  se desarrolla en constante violencia, maldad, odio, venganza, injusticia. Vivimos alejados de la fe, olvidados de Dios, sumergidos en los más bajos instintos del ser humano.  Ahora yo me pregunto: Cómo puede esto ser posible, si tenemos miles de iglesias y religiones en el mundo y todas dicen ser la iglesia de Dios?. Por qué no imitamos a Cristo y practicamos su amor?, Por qué nos destruimos unos a otros a través de tantas injusticias?.
Para que una iglesia  sea considerada la iglesia de Dios, debe enseñar y practicar, sólo lo que dice la Biblia, que es la Palabra de Dios. Parece fácil, pero en realidad no lo es y saben por qué?, porque nos llamamos cristianos por tradición pero no tenemos ninguna relación con Cristo, porque cuando éramos niños, fuimos bautizados en lo que creían nuestros padres, pero sin entender lo que hacíamos. A medida que crecemos, este acto va quedando en el olvido. No nos informamos, ni sacamos tiempo  para estudiar las Escrituras. Dios para muchos es un tema muy controversial, aunque cuando estamos en una situación difícil o ante un peligro inminente todos exclamamos: ¡Dios, ayúdame!. Esta es una frase aprendida, que solo repetimos porque se la hemos escuchado a otros, no por verdadera convicción de  que tenemos un ser Divino que es nuestro Padre Celestial, al que debemos rendirle honor y gloria todo el tiempo, porque es nuestro Creador.
1 Timoteo 3:15 dice que la iglesia del  Dios vivo, es columna y baluarte de la verdad. En el libro de Apocalipsis, la iglesia de Dios está representada por una mujer vestida de sol. Dios representa a su iglesia como una mujer pura. En  Apocalipsis 12:1-17, Dios nos revela  como el rescatará a sus hijos, la iglesia remanente en el tiempo del fin, que serán los que guardan  Los Mandamientos de Dios  y tienen el testimonio de Jesús. Dios nos va a juzgar a todos. Él dice en su Palabra: “De la manera que me dejasteis a mí, y servisteis a dioses ajenos en vuestra tierra, así serviréis a extraños en tierra ajena.” Jeremías 5:19. “Oíd  ahora esto, pueblo necio y sin corazón, que tienen ojos y no ven, que tienen oídos y no oyen”. Jeremías 5:21. El Señor nos dice, por qué este mundo será destruido: “Porque desde el menor hasta el mayor, cada uno sigue  su avaricia; y desde el profeta  hasta el sacerdote, todos son engañadores”.
Dios en la Biblia nos revela claramente cómo podemos identificar sin lugar a dudas, cuál es su iglesia, cual es el pueblo remanente de Dios, el pueblo que en Sus Promesas nos asegura rescatará de este mundo. La primera condición es que  la  iglesia  de Dios debe  predicar y  practicar  lo que dice la Biblia, la guía cristina. Es una iglesia guardadora de los Mandamientos de Dios,  también debe tener el  Testimonio de Jesucristo”. El testimonio que el Señor nos ha dado a través de los profetas y que ha permitido a los santos hombres de Dios producir las Sagradas Escrituras de la Biblia.
La última condición que debe cumplir la iglesia de Dios, es aquella  que proclama al mundo el mensaje divino, que se encuentra  en Apocalipsis 14:6-14:“Entonces vi  a otro ángel que volaba por el cielo, con el evangelio eterno  para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo.” “Entonces miré y vi una nube blanca y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, con una corona de oro en su cabeza, y en su mano una hoz aguda. “Este mensaje representa la segunda venida de Cristo, y algunas iglesias creen y predican que ya Cristo vino, que no volverá, y que el mundo seguirá evolucionando e irá de generación en generación.
En Santiago 5:19-20, Dios nos invita a restaurar al que se desvía: “Hermanos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad, y otro le ayuda a volver, sabed que quien convierte a un pecador del error de su camino, lo salvará de la muerte, y cubrirá multitud de pecados.” Vivimos  ahora en los días finales de la historia del mundo, vivimos rodeados de situaciones muy peligrosas que comprometen la salvación de nuestra alma, pero todavía hay esperanza en Jesucristo, todavía la Gracia de Dios está disponible para el que la busca. Dios dice en su palabra: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen.
  
Identifica tu iglesia. Si no cumple estas condiciones, busca la verdad, no actúes por tradición, desarrolla una relación con Dios. La iglesia de Dios, que somos cada uno de nosotros, no estará libre de peligros, problemas  y persecuciones, pero en Cristo hay salvación y todos los que se mantienen fieles a él y a su iglesia, lo verán venir  en Gloria a este mundo para ser salvados. Él nos ha prometido que nos cuidará y  preservará hasta el fin. Dios nos da una advertencia de amor. No rechacemos a nuestro Creador. Responde a su llamado. Este es el tiempo de la decisión final. No dejes perecer tu alma por falta de conocimiento, por falta de información, edúcate  en la palabra de Dios, para que  puedas descubrir el camino que conduce a la salvación.

Cuando decidimos estudiar una carrera y convertirnos en profesionales exitosos, para llegar a ser brillantes, debemos estudiar constantemente, mantenernos actualizados con los cambios, porque lo que fue novedad en el ayer, no lo es en el hoy. La Palabra de Dios y sus promesas son verdaderas. Su Palabra es eterna, única e invariable, divina y perfecta, y el conocimiento de la misma nos hace crecer y nos convierte en herederos de la Patria Celestial. Es nuestra fortaleza para luchar contra las adversidades del mundo, es nuestra única alternativa y nuestra única esperanza. El estudio de su Palabra  nos capacita  para  poder ejercer nuestro rol  en el cielo, en  nuestra verdadera casa. Nos hace inmune al sufrimiento, al dolor, al miedo  y la tristeza. Nos brinda paz y nos hace pacientes a la espera de su regreso.
No te gustaría experimentar sentirte  protegida  por tu Padre Celestial?. El dice: “Donde hayan  dos o más reunidos en mi nombre, ahí estaré yo”. Reúnete con la Iglesia de Dios, para alabar y glorificar su nombre. Se parte del remanente. Obedece y confía, verás sus recompensas!.

 

 

 

sábado, 18 de enero de 2014

FIDELIDAD Y COMPROMISO


“No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. Nada está oculto entre el cielo y la tierra. Y todo ha sido anunciado”                                                 

Dios justifica y salva. Nos sostiene y nos cuida, porque Sus Promesas son fieles y verdaderas. Todos estamos en deuda con el Señor, porque nos creó con una misión específica de forma individual, pero muchos pasan por la vida sin encontrarle el sentido, y nunca llegan a descubrir el verdadero propósito de su existencia. Fuimos comprados a muy alto precio, no con dinero, sino con el derramamiento de la sangre de Jesús, y somos llamados a mirar siempre al Señor para poder ser salvos y heredar la justa Promesa. A el vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados. -----Así dice el Señor----“Acordaos de las cosas pasadas, las cosas antiguas. Yo Soy Dios, y no hay otro. Nada hay semejante a mí. “Que anuncio el fin desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho. Que digo: “Mis planes se cumplirán y hago todo lo que deseo”. “Que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Lo dije, y lo haré. Me propuse, y también lo cumpliré”.
La fidelidad es una propiedad esencial del amor, y el amor es el fundamento de nuestra esperanza. Dios es fiel a Sus promesas y a Sus amenazas. Es justo y recto, pero también castiga al injusto, infiel y desobediente. La suprema fidelidad de Dios nos ayuda a perseverar hasta el final de nuestro peregrinar en la tierra. Cuando tomamos la decisión definitiva e irrevocable de seguirle, hacemos un compromiso para toda la vida, porque Él es el Jinete Fiel y Verdadero que juzga y pelea con justicia por todos los que le aman. El concepto de fidelidad es algo que se vive a nivel abstracto, de forma espiritual, e implica una conexión verdadera con la fuente de la creación que es Dios. Cuando somos fieles, desarrollamos un vínculo de lealtad incondicional para servirle a Dios. Nuestra capacidad espiritual crece constantemente, perseverando en la virtud del compromiso que hacemos para cumplir a Dios todo lo que prometemos. El actuar en contra de la voluntad de Dios produce un sentimiento de culpa, que nos hace buscar el arrepentimiento.
Las promesas que le hacemos a Dios significan tomar una acción soberana, porque Dios es Soberano en su Ley, y en Sus compromisos. La decisión de servirle, es un compromiso que revela una gran soberanía de espíritu, ya que exige decidir hoy lo que vamos a hacer en adelante, sin importar las condiciones que no podemos prever. El que es fiel siempre cumple sus promesas sin importar los cambios que puedan surgir con el correr del tiempo, porque el que promete se adelanta al tiempo de forma libre y voluntaria, esperando recibir lo que aún no tiene en las manos. La voluntad es lo que nos hace permanecer fieles, porque decidimos transformar nuestras vidas en cada instante, conforme al proyecto establecido por Dios en el acto de la Promesa y en el Plan de salvación, donde solo pensamos en construir una vida nueva, orientada hacia lo alto, caminando de frente sin mirar atrás.
Fidelidad es la capacidad de no mentir, ni engañar, no traicionar a los demás. Es una virtud y valor humano que nos faculta para cumplir con los pactos y compromisos adquiridos, como los que Dios hizo con los Profetas. Es el cumplimiento de la palabra dada independientemente de las circunstancias de la vida. Dios es fiel en Su promesa, y nosotros debemos ser fieles a su amor, porque es invariable. Valorar por encima de todo a Nuestro Soberano, mostrándole obediencia y renunciando a nuestro propio “Yo”. Mantenernos firmes y constantes  en el deber y en el desarrollo de nuestras obligaciones. Jesús con su carácter, nos dejó un ejemplo de las cualidades del hombre fiel: nobleza, lealtad, humildad, honestidad, constancia, rectitud, devoción, puntualidad, responsabilidad, confianza, y amistad. Es permanecer y estar firmes en lo que comenzamos, pero solo lo podemos demostrar por medio de la obediencia. El Señor dice en su Palabra: “Decís que me amáis, pero no me obedecéis?”
La fidelidad implica compromiso, porque el compromiso es una obligación contraída por la palabra dada en la promesa. Pero para que exista un compromiso es indispensable que haya un conocimiento previo de lo que nos estamos comprometiendo a cumplir. Debemos actuar en pro de alcanzar los objetivos trazados. Dios pactó un compromiso con los hombres. Comisionó y desarrolló una relación con Moisés, para que dirigiera a su pueblo, y le dio la misión de liberar a Israel que vivía sometido a la esclavitud del Faraón de Egipto. Y Dios oyó su gemido, y se acordó de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob. Moisés antes de aceptar su misión no necesitó de un contrato por escrito para cumplir su compromiso. Solamente obedeció y actuó.
El Señor también mostró a Moisés que siempre cumple lo que promete. Le dijo que no entraría en la tierra prometida, como castigo por su rebeldía al herir la roca con su vara dos veces  para que brotara agua, cuando el Señor le había dicho que le hablara cuando estuviera frente al pueblo para Santificarse ante los israelitas. Moisés murió en la tierra de Moab, justo en el lugar que el Señor le había indicado, y solo pudo mirar la tierra de Canaán desde lejos.---Así dijo el Señor a Moisés---“Porque pecasteis contra mí en medio de Israel, ante las aguas de la rencilla de Cades, en el desierto de Zin; porque no manifestasteis mi santidad ante los israelitas. “Por eso, sólo verás la tierra desde lejos, pero no entrarás en ella, en esa tierra que doy a los israelitas”.
Moisés nunca descuidó el objetivo de lo que Dios quería de él, no se distrajo, siempre miró hacia el frente y colocó su mirada en el Señor, esperando sus instrucciones y dirección. Aunque al principio pensó que el pueblo no le creería, porque no había visto al Señor, y por eso, pidió verle. Dios le mostró su poder milagroso cuando convirtió su vara en culebra, y su mano la cubrió de lepra, volviéndolas luego a su estado normal. Aun así Moisés insistía en no hablarle al pueblo, ni al rey de Egipto porque era tardo del habla y torpe de lengua. Pero el Señor le dijo: “Así, ve, yo estaré en tu boca, y te enseñaré   lo que hayas de hablar”, pero Moisés insistía que mandara a otro, por lo que Dios se molestó. Finalmente Moisés aceptó y cumplió su cometido. Pudo ver hecho realidad todo lo que el Señor le había prometido que sucedería. Cada plaga enviada al pueblo de Egipto sucedió en el tiempo fijado por Dios, exactamente igual a como le había dicho a Moisés que pasaría. Pero Israel, Su pueblo escogido, Su pueblo amado no sufrió las consecuencias de las plagas, a pesar de que estaban en la misma ciudad.
Comprometerse con Dios significa estar conectados con la red celestial en todo momento. Es algo indispensable en la vida del creyente, porque sin compromiso no podemos tener el conocimiento de lo que Dios quiere de nosotros. Esto demanda tiempo de estudio de la Palabra, oración, días de ayuno, testificar de lo que Dios hace con nosotros,  y estar dispuestos a servirle en el desarrollo de su obra, comprometiéndonos a no ceder, a no retroceder sin importar lo que venga. Es imperativo un compromiso de verdad, una entrega absoluta a Dios de la mente y el corazón, con la certeza de que se cumplirá lo prometido en la divina Promesa del Salvador Jesucristo. La fidelidad y el compromiso son palabras con un significado de gran poder y profundidad. Recibimos un privilegio del Señor cuando nos delega una misión, porque esto es algo que no se le otorga a todo el mundo, sino a Sus elegidos. Dios nos provee de las herramientas necesarias para salir victoriosos  de todo lo que hacemos en su Nombre.
El compromiso representa la compañía de alguien, a favor de quien, con quién hacemos el compromiso, y la misión o el encargo que recibimos. Simboliza la aceptación a la obediencia, y la obligación de unirnos a la causa, porque la voluntad esta explícita en el compromiso. La misión es la que nos faculta para ir a desempeñar algún cometido, dándonos el poder, el derecho, la autorización y la aptitud para permitirnos llevar a cabo una determinada acción, orientadas bajo la dirección de Dios. Debemos declararle al Señor que estamos en disposición de ser usados. Esta declaración después de ser hecha, representa el inicio de un viaje del que solo conocemos el punto de partida, pero desconocemos la ruta exacta de cómo llegar a su destino, por lo que siempre en su recorrido habrá adversidades, tribulaciones y caídas que nos recordarán cual fue el compromiso asumido y la Promesa señalada por Dios.  Cada aflicción nos recordará el precio pagado por Jesucristo en la cruz, y que nos compró y limpió con Su preciosa sangre.
Etimológicamente hablando, promesa y compromiso tienen un mismo significado y están estrechamente ligadas, porque la Promesa de Dios recorre toda la historia de la humanidad y el compromiso que hizo con su pueblo está atado en el cielo, sostenido por la Roca que representa a Cristo. Las Sagradas Escrituras describen el Plan de salvación y el camino que debemos seguir para alcanzarlo. Por lo tanto, lo que está escrito se cumplirá en el tiempo señalado. Si permanecemos fieles en el Señor, siempre nos levantaremos con nuevas energías para lograr llegar a la meta, y ver transformada la Promesa en realidad. El deseo es la clave para sentirnos motivados, pero camina unido a la determinación y al compromiso de dirigir nuestras vidas hacia el camino correcto, para que nos permita alcanzar la salvación. Jesucristo dirige todas nuestras acciones, pero solamente puede obrar en nosotros cuando nos entregamos y nos rendimos a él, para que haga su voluntad en nosotros. La providencia de Dios asume el compromiso humano, y nuestro compromiso es lo que nos brinda la posibilidad de que la Promesa de Dios se haga realidad en nuestras vidas.
Cristo volverá visiblemente: Mirad que viene con las nubes; y todo ojo lo verá, aun los que lo traspasaron. Y todos los linajes de la tierra se lamentarán por él. ¡Así sea! ¡Amén!. “Yo Soy el Alfa y la Omega---dice el Señor Dios---, el que es, el que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. “Así dice el Amén, el Testigo Fiel y Verdadero, el origen de la creación de Dios: “Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”. El que testifica de estas cosas, dice: “Ciertamente, vengo en breve”. ¡Amén!. Esta es la Promesa para los fieles que han hecho un compromiso con Dios!.
Has hecho ya tu compromiso con el Señor?. Si tu respuesta es positiva, se fiel, porque el Reino de los cielos es un lugar reservado para los fieles que viven a la espera de ver la Promesa de nuestro Salvador Jesús y anhelan su llegada. Si por el contrario, todavía no has hecho tu decisión, es mandatorio hacerlo, es el momento de comprometerse y mostrarle fidelidad al creador, porque el tiempo casi se ha cumplido. Entrégale tu vida a  Cristo, porque él solo espera la hora fijada para despojarse de Sus vestiduras sacerdotales y vestirse de la Majestad Divida del Rey, y esto puede suceder en cualquier momento!. Que el Señor derrame bendiciones a la vida de todo aquel que lea este artículo y lo ponga en practica. Amén.