lunes, 25 de noviembre de 2013

THANKSGIVING-GRATITUD A DIOS


El día de thanksgiving, o día de Acción de Gracias, tuvo su origen en el año 1621, en una mezcla de tradiciones europeas y aborígenes, que con el paso del tiempo ha perdido su esencia. El motivo de esta celebración era dar gracias a Dios por la paz, y la buena cosecha del año, pero en la actualidad esta fiesta está exenta de contenido religioso, y ha pasado a ser una festividad secular que se realiza por tradición, donde además de ser un día de reunión familiar, al día siguiente, con el llamado “viernes negro”, los comerciantes, son los únicos que verdaderamente se benefician de esta celebración. Los estadounidenses celebran esta fiesta el cuarto jueves de noviembre, y los canadienses lo celebran el segundo lunes de octubre. La decadencia de las prácticas religiosas que vive la sociedad actual, ha provocado que se haya perdido el verdadero acto de agradecer a Dios, por todas Sus bendiciones. Dar gracias a Dios por todo, debe ser una costumbre diaria, y una obligación de cada creyente. Especialmente debemos pedir a Dios por la paz, y agradecer por la vida, porque el mundo se desarrolla en medio de mucha violencia. Debemos dar paso a lo Espiritual y  dejar atrás las tradiciones del mundo.

“Todo lo que respira alabe al Señor”. Aprovechemos el día de Acción de Gracias para alabar a nuestro Señor, y mostrarle nuestro agradecimiento, recordando que la misericordia de Dios se renueva cada día, y que su fidelidad es inagotable. Recordemos que dependemos de él, y expresemos gratitud por todos sus favores. Con demasiada frecuencia nos olvidamos  de que toda buena dádiva, y todo don perfecto vienen del cielo, y descienden del Padre de las luces, en quien no hay mudanza, ni sombra de variación. Cuando sentimos que disfrutamos de buena salud, y tenemos todo lo que deseamos, nos olvidamos de Dios, y no rendimos tributo de alabanza por todos los beneficios que nos brinda. Solamente nos acordamos de pedir ayuda, cuando nos llega una enfermedad, y el deseo de recuperar la salud, o la preocupación por el bienestar económico, es lo que nos hace orar fervientemente hasta sanar o lograr lo que queremos.

La oración y alabanza a Dios no debe ser solamente cuando estamos en medio de un problema. Debemos orar con fe, varias veces al día, para que nuestras plegarias sean escuchadas. Cuando los discípulos andaban con Jesús en el mar de Galilea, tuvieron miedo de perecer porque el viento soplaba con velocidad y las olas del mar estaban enfurecidas. Ante el temor, despertaron a Jesús que dormía en la popa de la barca para que los salvara. Dios reprendió al viento, y dijo al mar: “!Calla! ¡Enmudece”! Y el viento cesó, y vino una gran calma. Los discípulos estaban atónitos al ver que el viento y el mar obedecían, entonces Jesús les preguntó: ¿Por qué estáis así atemorizados? ¿Cómo aún no tenéis fe? Cristo debe ser nuestro refugio en la salud y en la enfermedad, en las tristezas y las alegrías, en las tribulaciones, en tiempos de paz y de guerra, en la escasez y en la abundancia, pero muchos no confían en él. Debemos vivir protegidos de su gracia, no solamente clamar a él cuando estamos aterrados de miedo, o pasando por un gran dolor.

Tenemos que permanecer en su presencia por medio de la fe, para que cuando oremos, él reconozca nuestra voz y  nos conteste. Debemos agradecer por la vida, porque el simple hecho de que nos mantiene vivos, es una bendición. Todos los que disfrutamos de la bendición de tener buena salud, los que hemos conseguido nuestro pan, y conservado nuestros trabajos en estos tiempos tan difíciles, no tenemos que esperar por la tradición de una fecha específica para dar gracias, porque tenemos una obligación sagrada con nuestro creador, y él diariamente nos da todo lo que es necesario para nuestro bien. En esta vida nunca esteremos libres de desilusiones y aflicciones, pero aún en las noches de aflicción no podemos negarnos a elevar el corazón y la voz en agradecida alabanza y oración, recordando siempre el amor que Jesús nos mostró, expresado en la cruz del calvario.

Es tiempo de meditar en el verdadero significado de dar gracias,  porque Cristo murió por nuestras rebeliones, por nuestros pecados, recayendo en él, el castigo de nuestra paz, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Por nuestra causa dejó la felicidad y la gloria del cielo, y sufrió cruel aflicción, pobreza, vergüenza, y una muerte terrible. Este acto nos debe unir en oración, y dar gracias todos los días de nuestras vidas. Debemos estar agradecidos que por la muerte de Cristo y Su resurrección, él nos ha abierto la puerta de la esperanza, aunque todavía no podamos medir cuanto más profundas habrían sido nuestras aflicciones y desgracias, si Jesús no nos hubiera rodeado con su brazo de amor para levantarnos.

Siempre debemos dar gracias, porque nos podemos regocijar en la esperanza, porque todavía nuestro abogado esta en el santuario celestial intercediendo por nosotros para salvarnos de la muerte. Debemos dar gracias, porque por los méritos de Jesús tenemos perdón y podemos encontrar la paz. El murió para lavar nuestros pecados, revestirnos de Su justicia, y hacernos idóneos para la sociedad del cielo, donde por siempre moraremos en la luz, donde no habrá más “viernes negro”, sino que la luz brillará por siempre, y el poder de Satanás que mora en las tinieblas de este mundo, será destruido. Debemos aceptar agradecidos las bendiciones que Jesús nos concede. Él, con el interés más intenso vigila nuestro progreso en el camino celestial, el ve nuestros esfuerzos, nuestros descensos y restablecimientos, nuestros temores, debilidades, conflictos y victorias. Pero siempre pensamos en nuestras necesidades y no damos gracias por los beneficios que recibimos. No oramos lo suficiente, y somos demasiados parsimoniosos para dar las gracias.

El mundo de hoy no aprecia el gran amor de Dios, ni la compasión divina de Jesús, y miles menosprecian la Gracia sin par manifestada en el plan de redención. Todos los que nos sentimos partícipes de la salvación, debemos aprovechar cada instante de respiración, para dar gracias a nuestro creador, con un corazón agradecido. Reflexionemos cuidadosamente en este día de Acción de Gracias, y alabemos a Dios con corazón, alma y voz, por las maravillas que hace en cada uno de nosotros. Demos gracias por la Gracia derramada del cielo, para que podamos llegar a ser súbditos del reino celestial. En el día de Acción de Gracias, bendiciones tanto temporales como espirituales, acompañarán a aquellos que imparten a los necesitados lo que reciben del Señor.

Jesús realizó un milagro con cinco panes y dos pescados, para alimentar a una multitud de más de cinco mil personas que estaba cansada y hambrienta. Jesús dio gracias al Padre, alzó los ojos al cielo, y los bendijo, después puso los alimentos en las manos de los discípulos, para que lo distribuyesen. Ellos los repartieron a la multitud, y éstos se iban multiplicando en sus manos. Cuando la multitud hubo sido alimentada, los discípulos mismos se sentaron y comieron con Cristo de la provisión impartida por el cielo. Al final, cuando todos se saciaron, se juntaron doce cestas con los pedazos sobrantes. Esta es una lección preciosa para cada uno de los que seguimos a Cristo. El verdadero acto de Acción de Gracias, tiene que estar cargado de obras de misericordia, bondad, compasión, y compartir con el prójimo lo que tenemos. No es solamente celebrar las buenas cosechas del año como se hacía originalmente en siglos pasados, sino compartir los frutos recibidos por medio del Espíritu.

En este próximo día de Acción de Gracias, debemos escribir en nuestra conciencia, que el que desprecia la misericordia, la compasión y la justicia, el que descuida a los pobres, que pasa por alto las necesidades de la humanidad doliente, que no es bondadoso, se conduce de tal manera, que Dios no puede cooperar con él en el desarrollo de su carácter. La cultura de la mente y del corazón no debe obtenerse siguiendo la tradición, sino que la misma se logra más fácilmente cuando cultivamos y sentimos tan tierna empatía por los demás, que llegamos a sacrificar nuestros beneficios y privilegios para ayudar en sus necesidades. El obtener y retener todo lo que  podemos para nosotros mismos, fomenta la indigencia del alma. Pero todos los atributos de Cristo aguardan para todo aquel que desee recibirlo, para hacer lo que Dios le ha indicado y obrar como Cristo obró. Cristo anhela concedernos las bendiciones de su Gracia, pero muchos se niegan a aceptarlas.

La gratitud a Dios, se demuestra practicando la abnegación y el sacrificio propio, dando al mundo evidencia de que somos semejantes a Cristo, en el carácter, dando de nuestros recursos y de nuestro tiempo, haciendo esfuerzos para ayudar a los enfermos, consolar a los afligidos, aliviar a los pobres, estimular a los desalentados, iluminar a las almas que están en las tinieblas, señalar a Cristo a los pecadores, y grabando en los corazones  la obligación de guardar la Ley de Dios. Pidamos a Dios por la paz del mundo y que ponga en nuestros corazones la piedad práctica para vivir una religión pura y sin manchas, no formada por tradiciones del mundo, sino apoyadas en las Promesas hechas por Nuestro Redentor y Salvador Jesucristo. Amén. ¡FELIZ DIA DE ACCION DE GRACIAS!.

 

 

 

 

viernes, 22 de noviembre de 2013

VIVIENDO EN EL ESPIRITU




Estos libros, son una muestra del poder y la obra de Dios. Todo se hace posible cuando actuamos bajo la direccion y voluntad divina. Dios hace sendas donde no las hay, porque Sus caminos son mas altos que nuestros caminos, y Sus pensamientos mas altos que nuestros pensamientos. Si en algun momento de mi vida, alquien me hubiera dicho que me iba a dedicar a la escritura, le hubiera dicho que eso era imposible, pero aqui estan los resultados. Estoy cumpliendo con lo que mi Padre celestial quiere que haga.  (Elida Perez/autora).

Cuando publique mi primer artículo en este blog: Mi experiencia con Jesús “testimonio”, todavía tenía el sueño de escribir la historia de mi vida, con la intención de que la misma sirviera de ejemplo para otros. Muchas cosas han cambiado en mí, desde el pasado mes de abril-2012, cuando tuve la maravillosa experiencia de recibir, y vivir en mi cuerpo, la visita del Espíritu Santo. Después de escribir mí biografía, en mi libro titulado “Condenados por la Amistad”, y publicarlo en marzo del 2012, he seguido la dirección de Dios, y esto me ha motivado a continuar escribiendo, lo que a mi tercera edad, nunca pensé que haría. Pero como dice un dicho: “el hombre propone, y Dios dispone”. En la actualidad he publicado cuatro libros más, para la honra y gloria del Señor. Los mismos son: Amor en su máxima expresión, Etapas finales del tiempo, La auténtica belleza, y Escalera al cielo.

Además de esto, a través de mi blog: Fe & Naturaleza vs Salud Corporal, trabajo para el Señor, y con la ayuda del teclado de mi computadora, trato de llevar al lector todo lo que el Señor me revela, el entendimiento que me da de su Palabra, y lo que muchas veces me habla en sueños, eventos que luego veo realizarse tal y como me los describe. En ocasiones, también he recibido mensajes para algunas personas. Por todas estas cosas doy Gloria y gracias a Dios, porque derramó su Santo Espíritu en mí, de una forma viva y real. Dios me mostró que él vive, vivirá por la eternidad, y que su pronta venida es una realidad inminente e ineludible. Porqué me eligió a mí?, porque siempre desee y pedí entender por qué y para qué vine a este mundo. Aunque creía en Dios, siempre fui muy escéptica con las cosas sobrenaturales. Convertirme en seguidora de Cristo, jamás pasó por mi mente. Hoy me siento más que bendecida y privilegiada de haber recibido tan grande honor.

He visto en muchos momentos de mi vida la mano poderosa de Dios obrar en mí, he vivido cosas indescriptibles, que si las contara, de seguro nadie las creería. Han sido experiencias muy espirituales y profundas, que solamente el que las vive, las puede entender, porque hay que discernirlas con el Espíritu. Desde entonces, también he tenido muchas pruebas difíciles, tanto familiares, económicas, y con algunos hermanos en Cristo, que no aceptaron el mensaje que el Señor le envió a la iglesia. Nunca estamos exentos de dificultades, porque seguimos en el mundo, y Satanás nos sigue tentando, trabajando en contra de la obra de Dios, para que su evangelio no se siga propagando.  Pero el amor de Dios, Su fuerza y Su poder, nunca abandonan a los hijos que le aman.

Me he mantenido fiel en la obediencia de lo que Dios quiere de mí, y por eso siento que vivo en Su Espíritu. Estamos comunicados todos los días y lo llevo conmigo donde quiera que vaya. Aunque esté en medio de alguna prueba, sé que Dios me proveerá de todas mis necesidades, porque así me lo ha demostrado, durante los veinte meses que llevo trabajando en su obra, promoviendo la fe, y anunciando su pronta venida. A veces me he levantado pensando como resolveré algo que me preocupa y elevo una oración a Dios, y de una forma mágica y sublime siento tranquilidad e inesperadamente, y sin entender cómo, llega la solución, porque todo lo dejo en sus manos, confiada y segura de que me responderá. Dios siempre suple y contesta nuestras plegarias, solo tenemos que dejarlo trabajar y ser pacientes.

Amor en su Máxima Expresión es un libro que habla de la historia del amor, del amor que conocemos los seres humanos;  de  lo que significa conocer el amor del Espíritu de Dios, y  por qué el amor, es la virtud más valiosa del hombre. Muchos no saben cómo y de donde se origina el amor, pero es la razón de la creación, el don más preciado y puro del universo. Dios nos creó por amor, y por el infinito amor que siente hacia todos sus hijos, también desea salvarnos. Amarnos los unos a los otros, fue el último mensaje dado por Jesús a los Apóstoles, y hasta el momento de su muerte, pidió perdón a Nuestro Padre celestial por aquellos que durante su calvario, lo hicieron cargar la cruz hasta su crucifixión.

Cristo sabía que resucitaría al tercer día como estaba escrito, pero aceptó el sacrificio de morir para salvar a la humanidad. Aceptó su copa, y derramó su sangre para librarnos a nosotros de la muerte eterna. Creo que están de acuerdo conmigo, que nadie ha mostrado jamás, un ejemplo tan real de lo que significa el verdadero amor. Sacrificar nuestras vidas por el prójimo, es algo que nunca, ningún ser humano ha repetido. Si fuera una opción, y pudiéramos pagar por los delitos de otros, solamente una madre estaría dispuesta a morir en lugar de un hijo, que ha sido condenado a muerte. Por eso, el único amor comparable al amor de Dios, es el amor de una madre hacia sus hijos, porque traemos a los hijos al mundo con mucho dolor. En la parte final de ese libro, le dedico un capitulo al corazón. Al único órgano del cuerpo que tiene autonomía; donde habita Dios, y donde  se aloja el sentimiento del amor.

Etapas finales del tiempo, es mi tercer libro, y en el  trato de despertar al lector, para que preste atención a la preparación espiritual que se necesita para entender y convencernos, de que somos peregrinos en este mundo, y que estamos viviendo en el final del tiempo. Narro algunos acontecimientos de la historia, que no han sucedido por casualidad, y que no podemos olvidar, ya que son pautas necesarias para buscar la salvación. No son simple ideas mías, las mismas se pueden corroborar en la Biblia. También en ese libro doy a conocer el significado que tienen los números para Dios, y como afectan nuestras vidas, positiva o negativamente.  

Todos tenemos una fecha para nacer, y una fecha para morir, y a todos se nos ha dado un nombre. Aunque otras personas pueden tener los mismos nombres, no tienen los mismos apellidos, ni la misma fecha de nacimiento. Todo lo que Dios hizo es perfecto. Cuando el Señor nos creó, fue con un propósito individual que debemos cumplir. No solo vivimos por vivir, también somos criaturas muy valiosas para Dios. Él nos conoce a la perfección desde antes de nacer, por nuestros nombres y apellidos, y sabe perfectamente de cuál de las tribus somos descendientes. No nos podemos esconder de  su presencia, aunque fisicamente nos transformemos. Tampoco podemos librarnos  del juicio eterno, aunque ya no estemos en este mundo.

La Autentica belleza, habla de nuestra belleza interna, de nuestros valores, de nuestras virtudes, de lo que realmente es valioso para Dios. Comparo lo que el hombre llama bello, con la verdadera belleza que aún no podemos palpar. Hablo del legado de Cristo, que estuvo cargado de virtudes, su vida y sus enseñanzas. Señalo que todos necesitamos ser puros interiormente para poder llegar al cielo, porque es un lugar santo, donde nadie manchado de pecado puede entrar. Los impíos e incrédulos no podrán contemplar la Majestad, ni la divinidad de Dios, por lo que debemos procurar limpiarnos y arrepentirnos de toda maldad. Es un llamado para que salgamos de la esclavitud, de la ignorancia y dejemos de vivir en la vanidad, porque todo lo que hacemos en la vida para alimentar nuestro ego, es considerado vanidad para Dios.

Escalera al cielo, es mi último libro publicado. De una forma simple y práctica, trato de dar herramientas para poder escalar al reino de los cielos, un lugar reservado para los redimidos. Tenemos que comenzar de prisa a dar los pasos necesarios para nuestra salvación. Este libro está basado en varios versículos de la Biblia, donde explico lo que el Señor me ha revelado, y narro con ejemplos bíblicos, según los últimos acontecimientos del mundo, como las profecías se están cumpliendo con total exactitud. Todos somos testigos del cambio social negativo que ha tenido la humanidad, de la falta de moral, de conciencia, de compasión y de bondad del hombre.

Explico también, como la tecnología se ha vuelto en contra del hombre, y está destruyendo lo poco que quedaba de la decencia, respeto  y dignidad del ser humano. A pesar de que los avances tecnológicos han tenido un impacto positivo en el mundo, hemos perdido nuestra identidad, nuestra privacidad, y todo se publica en las redes sociales. Los jóvenes, niños y adultos viven adictos al internet, dividiendo las familias por falta de comunicación. El ser humano ya no habla con sus semejantes, por ende, no hay entendimiento. Las parejas han perdido la capacidad de expresar sus sentimientos, porque la etapa de enamoramiento es ahora algo desconocido para la sociedad actual, simplemente todo se comparte en las redes sociales. La vida se desarrolla entre el celular y el internet, y esta es un arma de alto poder con la que Satanás cuenta para atacar a la humanidad, porque desvía nuestra atención de las cosas que verdaderamente son importantes para nuestra salvación.

Dios nos creó con Espíritu de fortaleza, amor y fe. Pero si no aceptamos los dones del Espíritu, tampoco podemos vivir en el espíritu, porque hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Toda adicción se convierte en enfermedad severa. Es mejor permitir que el Espíritu de Dios viva en nuestras vidas y estar sanos, conectados con la red celestial, que vivir enfermos en el mundo, siguiendo la red terrenal, porque esta en nada nos aprovecha. Como en los días de Noé, el pueblo estaba comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, comprando y vendiendo, siguiendo la rutina de la vida diaria. De esta misma forma, estará el mundo de hoy cuando Cristo venga, porque vivimos como ciegos, sin tomar en cuenta que el panorama del futuro inmediato del mundo está cambiando con mucha rapidez, y hemos desviado nuestra vista del cielo, por ende, la venida de Cristo nos sorprenderá, y muchos no podrán afrontar la presencia terrible del Señor.

Dios está derramando la lluvia tardía y la predicación del evangelio está por concluir. No existe mayor gozo y placer, que el que se siente cuando vivimos en el Espíritu de Dios, porque en cada instante que respiramos, sentimos y disfrutamos la vida, nuestro interior se deleita en la Palabra de Dios y en sus Promesas. Todo el tiempo tenemos la mente y el corazón conectados con las alturas del firmamento celestial, dejando sin importancia las cosas mundanales. Ahora me resulta irónico recordar que antes de ser cristiana, no soportaba escuchar a ninguna persona hablar por largo rato de Dios, porque rápidamente me aburría, pero hoy, mis labios solo quieren mencionar su Santo Nombre, y mi alma y corazón solo quieren alabarlo y darle gracias por permitirme conocerlo a través de su Santo Espíritu, y protegerme con su Gracia y amor.

Estamos en el zarandeo final de la iglesia. En poco tiempo Cristo se levantará del santuario celestial y pondrá fin a su obra intercesora. Se despojará de sus vestiduras sacerdotales para ponerse su manto real. Si no tenemos la seguridad interna de que somos hijos de Dios, es porque entonces no hemos vivido en el Espíritu, sino que seguimos siendo esclavos de los deseos de la carne. El Espíritu obra en el corazón del hombre de acuerdo a sus deseos y aceptación, implantando en él una nueva naturaleza, transformando radicalmente el panorama de la vida. Pero para lograr estos resultados debemos depender totalmente de Cristo.

Ojalá que Dios nos ayude a comprender la gravedad del tiempo en que vivimos y a darnos cuenta que tenemos una gran necesidad espiritual, para poder soportar el tiempo de angustia, y llegar triunfantes a nuestro encuentro con Dios, en paz y confianza. No apaguemos el Espíritu, ni menospreciemos las profecías, más bien vivamos en él para ser santificados. Amén.

martes, 19 de noviembre de 2013

LA BENDITA ESPERA


Las agujas del reloj marcan silenciosamente el paso del tiempo, sin detenerse, y sin retroceder. A menos que lo hagamos manualmente, no podemos atrasarlas o adelantarlas. Tenemos que mirar el reloj varias veces al día para saber la hora. Pero el tiempo como tal, nunca lo podemos cambiar o detener, porque no es un objeto que podemos tomar con la mano, y guardarlo en algún lugar para que no pase, ni manipularlo a nuestro antojo para ajustarlo a nuestras necesidades, sino tenemos que correr detrás del él, porque camina muy rápido. Es algo abstracto, controlado por la mano poderosa de Dios, y solo él sabe cuándo y cómo detenerlo. Mientras el tiempo pasa, la vida de todo ser humano vive en una constante espera, formada en su mayoría de sueños, que muchas veces parecen inalcanzables. La vida siempre nos da sorpresas, a veces agradables, y en otras ocasiones suelen ser tristes y lamentables, envolviéndonos en situaciones, difíciles e inesperadas, que debemos superar, para poder lograr nuestros objetivos y seguir adelante.

El tiempo a medida que avanza, va dejando sus huellas, marcándonos de forma indeleble. Tenemos que esforzamos para vencer los obstáculos, y tratar de realizarnos como seres humanos: educarnos, formar una familia, ser profesionales exitosos, y responsables con nuestras obligaciones, sin olvidarnos de nuestra vida espiritual, y de lo que Dios espera de cada uno de nosotros. Pero vivimos planificando el futuro, sin conocer y tener en cuenta el factor tiempo. Siempre estamos a la espera de algo, porque hasta cuando nos enfermamos, esperamos sanar. No se necesita esperar cuando la cura llega de forma milagrosa, porque Dios la ejecuta en Su tiempo, de manera inexplicable para el hombre. Nunca pensamos en la muerte, porque siempre esperamos disfrutar de una larga vida, por eso cuidamos el cuerpo, pero nos olvidamos de cuidar también el alma, que no necesita estar enferma para ser reclamada.

Eclesiastés 3 dice: Todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo, y todo tiene su hora. Tiempo de nacer y tiempo de morir. Tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado. Tiempo de matar y tiempo de curar. Tiempo de destruir y tiempo de edificar. Tiempo de llorar y tiempo de reír. Tiempo de endechar, y tiempo de bailar. Tiempo de esparcir las piedras y tiempo de juntar las piedras. Tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar. Tiempo de buscar y tiempo de desistir. Tiempo de guardar y tiempo de desechar. Tiempo de romper y tiempo de coser. Tiempo de callar y tiempo de hablar. Tiempo de amar y tiempo de aborrecer. Tiempo de guerra y tiempo de paz. También el Señor nos ha dado tiempo para rectificar nuestros errores, y arrepentirnos de nuestros pecados. Dios nos asignó un trabajo hermoso para ejecutar, pero también ha sido por un tiempo determinado. El hizo todo a Su tiempo, y lo ejecutó en seis días. También puso el anhelo de eternidad en el corazón del hombre, aunque no alcancemos a entender Su obra desde el principio hasta el fin.

Dios creo al ser humano para que disfrute y se alegre del bien de su labor durante la vida, porque lo que Dios hace, permanece para siempre, y nada se le puede añadir ni quitar, ni siquiera se le puede pedir un minuto más de tiempo a la vida. Lo hecho, hecho está. Lo que es, antes ya fue. Lo que ha de ser, fue ya. Lo que viene, vendrá, porque ya fue dicho. Y Dios restaura lo pasado. Lo mejor de la vida, es tener este conocimiento, y vivir conscientes que Dios lo hizo todo para ser reverenciado, glorificado, honrado, amado, y para que en el tiempo fijado por él, la muerte, producto del pecado del hombre, sea erradicada de la tierra. Nuestra labor es anunciar el evangelio en lugares más allá de nosotros, sin entrar en la obra de otros para gloriarnos de lo que ya estaba preparado. Debemos trabajar en la obra de Dios, no para gloriarnos a nosotros mismos, sino para la gloria y honra de su Nombre.

Antes de emprender un viaje, el piloto de un avión, y el capitán de un barco, saben el tiempo que les tomará llegar a su destino. Conocen como explorar las nubes y el mar, pero no saben si el viaje llegará a su fin de forma exitosa. Un cirujano, de acuerdo a su experiencia, sabe el tiempo que le tomará practicar una cirugía, pero no puede garantizar que el paciente saldrá bien, porque muchas veces durante la operación hay complicaciones, y otras, el paciente queda inerte en la mesa del quirófano, mientras los familiares esperan impacientes por una buena noticia. Cuando hacemos una llamada, siempre tenemos que esperar que nos contesten, y algunas veces se nos informa cuanto tiempo tenemos que permanecer en línea para ser atendidos. A veces la llamada se corta y tenemos que volver a marcar. Todas estas cosas suceden porque nada es predecible, y no podemos saber de antemano lo que sucederá después, por lo que siempre tenemos que esperar. Con frecuencia, durante la espera de ver realizado nuestros sueños y deseos, perdemos la vida, sin previo aviso, y sin poder evitarlo. Por ende, tenemos que vivir siempre preparados para partir, porque no sabemos cuándo es el tiempo.

La bendita espera de la Promesa, se fundamenta en la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo, quien nos ha dado señales inequívocas de cuando sucederá. Así como el piloto sabe cómo volar entre las nubes, el capitán del barco conoce la ruta de navegación, y el cirujano conoce el órgano que tiene que extirpar o reparar, y con seguridad desplaza el bisturí para quitar la dolencia del cuerpo, asimismo el verdadero creyente de la Palabra de Dios, que confía en el Señor y espera su regreso, sabe reconocer con seguridad, que el tiempo de espera está por terminar, porque ha invertido tiempo en la preparación espiritual que todos necesitamos para esperar la llegada de Jesucristo. Ha estudiado y escudriñado la Palabra fiel de Dios, y conoce lo porvenir, porque ha vivido una sólida experiencia personal con Dios. La patria celestial es desconocida para los humanos, pero la Biblia es el mapa que se necesita para la preparación de los hijos de Dios, que han decidido emprender este viaje maravillo hasta la meta final, y las profecías representan con exactitud el itinerario del viaje. Mientras el mundo se estremece de temor por la incertidumbre del tiempo futuro, el cristiano, conoce el tiempo, y este conocimiento lo hace permanecer sereno y confiado.

El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos caerán en la apostasía, se apartarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios. Con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Todo lo que Dios creo es bueno, y nada hay que desechar, si se toma con acción de gracias; porque queda santificado por la Palabra de Dios y por la oración. No hay que desesperarse ni tener miedo, sino ser diligentes para orar de dia y de noche, porque nuestra tribulación será corta, pero la gloria será eterna. Los acontecimientos venideros ya han sido predichos en varias profecías, pero la de los 2,300 dias, todavía no se ha cumplido. Esta es la profecía más larga de la Biblia, pero la más sencilla de entender, porque en ella está incluido el “hoy”, que será el último día vivido en este mundo, antes de que Cristo venga, pero no sabemos con exactitud la fecha de ese último “hoy”. Recordemos que un siglo es igual a 100 años, y 2,300 días equivalen a 23 siglos, igual a: 23x100=2,300 dias. Estamos en el siglo XXI, pero el hombre calcula el tiempo por años, y el Señor los cuenta por días. Para Dios, un día es igual a un año. Así, con cada día que pasa, volvemos al “hoy”, sin saber si será el último día.

En la ansiada y bendita espera de Cristo, el mundo está viviendo en medio de una gran crisis social, política y económica, y la hora final va acercándose gradualmente, hasta que la puerta de la misericordia se cierre para siempre. Estos son tiempos peligrosos del fin, que ya han sido profetizados. La Palabra de Dios será cumplida y debemos reaccionar antes de que termine el tiempo. El Señor nos ha encomendado la misión de predicar el evangelio y llevar el mensaje de salvación a toda nación, tribu y lengua. Es un trabajo de todos, y todos tenemos la capacidad para hacerlo, solo se necesita poner a trabajar la voluntad y desarrollar la paciencia. En la bendita espera de ver llegar a nuestro Señor Jesucristo, está la paciencia, porque ella significa salvación. Solo Cristo salva, si con modestia permanecemos en la fe, el amor y la esperanza, ejercitando la buena doctrina y practicando la piedad, porque el ejercicio corporal es de poco valor, pero la piedad aprovecha para todo, con promesa de esta vida y de la venidera.

Dios colocó en todo ser humano un don, para que su obra sea realizada. Unos tienen el don de la predicación, persuasión, el canto, la oratoria, la música, la escritura, la enseñanza, etc. Y aunque no todos tenemos los mismos dones, nacemos capacitados para orar y mirar al Padre para que nos derrame Su gracia, y ponernos a su disposición para que nos use, dirija, y guie hacia donde él nos necesite. La obra evangelizadora de los discípulos de Cristo debe llegar a todos los rincones del mundo antes de su segunda venida. Cuando la predicación del evangelio haya concluido, nuestra espera llegará a su fin y Cristo aparecerá entre las nubes de los cielos para redimirnos. Durante el tiempo de espera, la misión de todo creyente verdaderamente arrepentido, es trabajar arduamente en la obra de Cristo, e inducir a otros al arrepentimiento, para salvarnos a nosotros mismos y a los que nos escuchen. Seamos fieles en conducta, en amor, en espíritu, en fe, y en limpieza. No descuidemos los dones otorgados por Dios, ya que fueron dados por gracia, por la imposición de Sus manos. Mientras Cristo llegue, dediquémonos a leer las escrituras, a exhortar, y a enseñar.

Si verdaderamente amamos al Señor, debemos orar sin descanso  por nuestros vecinos, amigos, familiares y relacionados, porque en la oración está el poder, para que la petición pueda llegar al cielo y ser escuchada. Si le servimos al Dios vivo y verdadero, agradaremos a nuestro Padre, que prueba nuestro corazón. La Palabra de Dios nos advierte de nuestra realidad presente, para que tengamos en cuenta que en los últimos tiempos, antes del fin, habrá hombres amantes de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, desleales, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, arrebatados, infatuados, amantes de los placeres más que de Dios, y tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. Indudablemente el mundo de hoy está compuesto por esta clase de seres humanos, a los que debemos evitar, pero orar por cada uno de ellos, porque todavía no han llegado al pleno conocimiento de la verdad.

Dios ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, por lo que debemos cumplir nuestra misión como cristianos. Siendo bondadosos y compasivos con nuestros semejantes, porque nada dura para siempre. Tenemos que ser obreros para Cristo, sin tener de que avergonzarnos y exponer bien la Palabra de verdad que nos ha sido revelada en las Sagradas Escrituras, para que Dios le conceda a los impíos que puedan conocer la verdad, y se arrepientan. Cristo es el resplandor de la Gloria de Dios, la imagen de su ser real, el que sostiene todas las cosas con su poderosa Palabra, y está sentado a la diestra de la Majestad de las alturas. En el pasado Dios habló muchas veces y de muchas maneras, directamente a nuestros padres, y mediante los profetas. Pero en estos últimos tiempos nos habla por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por medio de quien hizo los mundos. Si creemos, nosotros también seremos herederos de Dios, y hermanos de Cristo.

El mundo antiguo y el mundo moderno están sostenidos por la Palabra de Dios, porque su trono es eterno y para siempre. Con sus manos hizo los cimientos de la tierra y de los cielos, y pondrá todos sus enemigos por estrado de sus pies. A medida que pasa el tiempo la juventud se esfuma y todos envejecemos igual que nuestros vestidos, pero Cristo es el mismo y sus años no se acaban. El cristiano debe tener el espíritu servidor de Jesucristo, para ayudar a los que han de heredar la salvación. Por tanto, con diligencia debemos atender lo que hemos aprendido, para no desviarnos. En la bendita espera de la resurrección de los muertos, y ver la Gloria de Cristo está la salvación. Es cuando recibiremos nuestra retribución, porque la salvación fue anunciada primero por el Señor, y confirmada para nosotros, para todos los que decidieron seguir a Cristo.

Dios apoyó el testimonio de los profetas con hechos, y en el presente, apoya el testimonio de su Palabra con señales, prodigios, diversos milagros y dones del Espíritu Santo, distribuidos según su voluntad. El mundo venidero estará coronado por la gloria y la honra de Jesús, por haber padecido la muerte, para que por la gracia de Dios, experimentase la muerte en beneficio de todos nosotros para salvar a muchos, y si fuera posible, a todos. Durante la espera final del tiempo, no endurezcamos el corazón y seamos partícipes de la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. Retengamos hasta el fin la confianza y la alegría de la esperanza.

Alentémonos unos a otros cada día mientras dura ese “hoy”, para no permitir que los incrédulos nos aparten del Dios vivo, y caer en el engaño del pecado. Somos partícipes de Cristo, si retenemos firmes durante la espera, el principio de nuestra fe, obediencia, y la paciencia. La promesa de entrar en el reposo de Dios, aún no se ha cumplido, pero la espera terminará, y el tiempo se detendrá; para entonces, debemos tener la misión cumplida, porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Nada de lo que hacemos está oculto de la vista de Dios. Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta, en muy corto tiempo.

Estamos por finalizar este año, para llenos de sueños, ilusiones, metas, y buenos deseos, celebrar la llegada del próximo. No olvides que Cristo está a las puertas del mundo, y que cada día nos acercamos más a ese gran acontecimiento mundial. Dejemos la enseñanza elemental que tenemos de Cristo, y vayamos hacia la perfección, reiterando en los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras que conducen a la muerte, de la fe en Dios, de la doctrina de los bautismos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Los que una vez fuimos iluminados por el Espíritu Santo, gustamos del don celestial y hemos podido sentir desde ahora el gozo de la salvación. Hemos alcanzado la bondad divina y esperamos las maravillas del siglo venidero que se celebrará en el cielo. Si caemos de nuevo, es imposible que seamos renovados para un nuevo arrepentimiento, porque crucificaríamos de nuevo al Hijo de Dios.

El Señor es justo y siempre tendrá en cuenta nuestra obra y el trabajo de amor que hacemos mostrando su Nombre, habiéndole servido a los santos que están en el cielo. Mostrémosle a Cristo la solicitud de servirle hasta el fin, para tener el pleno conocimiento de la esperanza. Durante la espera, no nos hagamos perezosos, sino imitadores de los que por la fe y la paciencia heredarán las promesas. La esperanza es una segura y firme ancla de nuestra vida, que penetra más allá del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho Sumo Sacerdote para siempre. Tenemos un pacto eterno. Por favor no lo viole. Hazte discípulo de Cristo como miembro activo de su evangelio. Aférrate a la Tabla de la Ley donde fueron escritos los Mandamientos. Seamos testigos de la Palabra, y vivamos en la fe, esperando que la Gloria y Majestad de Jesucristo brillen por toda la eternidad. Cristo viene en breve! Amén.

 

 

 

viernes, 15 de noviembre de 2013

NUESTRO SER INTERIOR


Todo hombre es dirigido por una fuerza superior a su propio espíritu. El hombre de bien es conducido a actuar correctamente, y su alegría se centra en sembrar, no en recoger. Pero el hombre que sigue el mal, obedece al espíritu de maldad, y solo vive para recoger sus malos frutos. El Espíritu de Dios trabaja en el interior de cada ser humano, y es ahí donde se desarrollan nuestros pensamientos, disposiciones, decisiones, afectos y deseos, y donde están sentadas todas nuestras emociones. Nuestro ser interior está formado por la mente, la voluntad y la conciencia, y nosotros escogemos y decidimos hacia donde dirigirlo. Todos tenemos obligaciones con nuestro creador; pero no todos  asumimos esa responsabilidad y cumplimos con ellas poniéndolas en práctica. Dios nos da libertad para que actuemos según nuestros deseos, pero también nos disciplina con amor, y nos hace fuertes para luchar con nuestro hombre interior. Aunque nuestro exterior se va degastando, nuestro interior debe ser conducido y renovado día a día con la divina Palabra de Dios.

Hay una virtud muy valiosa que nos identifica y nos ayuda a corregirnos interiormente, y es la “humildad”. La Palabra de Dios dice que todo aquel que desee seguirle, primero debe negarse a sí mismo, y luego tomar su cruz. En otras palabras dice que debemos ser humildes como los niños, para poder entrar en el reino de los cielos. Negarse a sí mismo significa: dominio propio, rechazar y no alimentar nuestro ego, apartarnos de los deseos corruptos de la carne y vivir en el espíritu. Rendir nuestra voluntad a Cristo, y rehusar a sentirnos orgullosos de nosotros mismos, porque en la humildad se esconde la grandeza del hombre. Ser humilde no significa ser débil, sino ser fuerte y salir victoriosos con nuestras luchas internas, venciendo a nuestro propio enemigo que es nuestro “Yo”, porque ese es nuestro mayor rival. La Palabra de Dios dice: “Todo aquel que se humille será ensalzado y todo el que se ensalce será humillado”.

El espíritu de Dios es indispensable en nuestras vidas para poder cambiar nuestro ser interior. Este trabajo no lo podemos hacer por nosotros mismos, sino debemos voluntariamente darle la autorización al Espíritu Santo, para que entre en nuestras mentes y alumbre nuestro interior. Si no nos colocamos en las manos de Dios para que moldee nuestro carácter, nuestras luchas serán inútiles, porque sin él, no podemos obtener ningún cambio. El Espíritu Santo es el que nos capacita conforme a los principios establecidos por Dios, cambiando nuestros gustos y hábitos, nos hace tomar decisiones correctas  y transforma nuestras vidas. Es el que restaura y renueva nuestro ser, nos limpia de toda inmundicia hasta que somos dignos de recibirlo en Su templo, que es nuestro cuerpo. El Espíritu de Dios trabaja para darnos esperanza, salvación y herencia celestial, porque Dios es vida y los que vivimos en Cristo, vivimos llenos del Espíritu Santo y nos deleitamos en él, perseverando en Cristo. Una vez que decidimos cambiar, es cuando nuestras vidas, mente y voluntad son entregadas al Señor, para que el viva en nosotros. Es palabra fiel: si morimos en él, también viviremos con él. Si sufrimos, también reinaremos con él, Si lo negamos, él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel. No se puede negar a sí mismo, porque es el único Espíritu perfecto y es el portador de todas las virtudes.

Muchas personas han distorsionado el concepto de la humildad, pero esta es la virtud más admirable y más noble del espíritu, porque nos hace tolerantes y pacientes con nuestro prójimo. Cristo se distinguió entre los demás, por su humildad. Siendo un Príncipe rico, nacido del Rey, y el primogénito de Dios, ocupó el último lugar dentro de los hombres, y nunca se sintió por encima de los demás. Aunque tenía la Gloria del Padre, no se glorificó de él mismo, para demostrarnos que la Gloria procede de nuestro Padre Dios. Cristo solo hablaba de sí mismo cuando se le preguntaba, pero lo hacía con actitud humilde, a pesar de que era el más grande entre nosotros. Todas las virtudes se reflejan en nuestra conducta, y cuando somos humildes, es algo que brota de nuestro ser interior, desarrollando la capacidad de restar importancia a nuestros propios logros, reconociendo que el Espíritu de Dios es el que convence y trabaja en nuestro ser interior, para que llevemos una vida de total transparencia. Aprendemos a aceptar los errores sin culpar a otros, asumiendo nuestras responsabilidades. Aprendemos a perdonar y pedir perdón a los demás, dejando de ser engreídos y vanidosos, porque la humildad es opuesta a la soberbia.

La fe también juega un papel determinante en la vida de todo ser humano. No puede haber una completa transformación de nuestro ser interior, si no tenemos fe. La fe viene por el ver y el oír; creer en lo que no podemos ver. El Espíritu de Dios es un Espíritu, y como tal no lo podemos ver, pero lo podemos sentir. No podemos decir que tenemos fe, si primero necesitamos ver algo para entonces creer y confiar. --------Así dice el Señor-------- ¡Dichosos los que no vieron y creyeron! .El Espíritu Santo tiene el Poder de convencer y transformar nuestro interior sin nosotros tener que verlo. Solo tenemos que dejarnos guiar y esperar que haga su trabajo; pero es una experiencia personal que cada ser humano debe vivir, una vez que tomemos la decisión de dejarlo entrar en nuestras vidas. Debemos recordar que Cristo está sentado en la puerta de nuestro corazón, llamando y esperando que lo invitemos a pasar, pero jamás entrará sin que le demos permiso.  

El Señor utilizó en la antigüedad a Noé, para anunciarle al pueblo que la tierra sería destruida, porque el pecado del hombre había colmado la paciencia de Dios. Utilizó a Noé, porque él sabía que era un hombre justo; conocía su corazón y por eso le habló también a su ser interior. Noé no tuvo la necesidad de ver quien le hablaba. Creyó en lo que Dios le dijo y confió en lo pronosticado. Obedeció  la orden de Dios y puso en marcha la construcción del Arca, a pesar que nunca antes había llovido en la tierra. No le importaron las burlas del pueblo, ni que lo llamaran loco. Al final, cuando el plazo establecido se cumplió, llovió por 40 días y 40 noches, y la tierra y sus habitantes quedaron en el fondo del agua. Solamente se salvaron Noé y su familia, porque nadie creyó lo anunciado por el Profeta. Por medio de Su gran Poder, Dios le habló a la mente, a la voluntad y a la conciencia de Noé, y este fue receptivo; puso atención a todas las instrucciones de las medidas y dimensión de como tenía que construir el Arca, para poder resistir el diluvio. Ese mismo Dios que en la antigüedad le habló a Noé, está tratando de hablarnos también a nosotros; al mundo de hoy. Está tratando de comunicarse con nuestro hombre interior para que reconozcamos que el tiempo del fin está cerca. Pero el hombre ha callado su conciencia para no escuchar la voz de Dios.

La desobediencia a los principios divinos establecidos por el Señor, ha sido una arma letal para la humanidad. Aún no nos damos cuenta que no somos nada, y el orgullo, la vanidad, la codicia, y la soberbia son cuatro estrellas que han quedado estampadas en las banderas del mundo. El hombre confía en el hombre y sigue haciendo planes a largo plazo, y está siendo dejado en su inconsciencia y en su ignorancia. Si no despertamos el hombre interior que está dormido dentro de nosotros, cuando el tiempo de angustia llegue, y la lluvia de fuego que esta pronosticada caiga, nos pasará igual que en los tiempos de Noé. Entonces será el llanto y el crujir de dientes  para los incrédulos, y para los que no han sacado tiempo para dejar que el Espíritu Santo trabaje en su interior. La puerta de la Gracia y la Misericordia divina se habrán cerrado. Todos los que no estén registrados en el Libro de la Vida perecerán tratando de salvar sus vidas.

El hombre actualmente vive con la mente corrompida, réprobos en la fe. Pero no prevalecerán, porque su insensatez será manifestada a todos. Han apartado la verdad del oído, basada en la esperanza de la vida eterna. Dios no miente y todo fue prometido antes de la creación del mundo, para todos los que aman su venida. El hombre de bien, el humilde, el justo, es aquel a quien Dios le ha confiado su obra, y debe revelar su ser interior siendo hospedador, amante de lo bueno, templado, sereno, obediente, dueño de sí mismo, retenedor de la Palabra fiel que le fue enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza, y refutar a los que contradicen. Todas las cosas son limpias para los limpios. En cambio, para los contaminados e incrédulos nada es limpio, antes, su mente y su conciencia están contaminadas. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, y son abominables, rebeldes, reprobados para toda buena obra.

El ser humano es reciclable. Así como algunos objetos desechables son utilizados como materia prima para la fabricación de otros nuevos artículos, Dios también nos limpia y moldea a través del arrepentimiento sincero y el bautismo, y nos hace nueva criaturas para ser utilizadas en su obra. En una casa grande no solo hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro. Unos para uso noble, otros para uso común. Así, si alguno de nosotros se limpia de toda inmundicia, será una vasija de uso noble, santificada, útil para el Señor, dispuesta para toda buena obra. Se convierte en un siervo del Señor, desechando las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Huye de las pasiones y sigue la justicia, la fe, el amor, la paz, junto a los limpios de corazón que invocan al Señor. Recobran el sentido, y escapan de los lazos del diablo, en que han vivido cautivos a voluntad de él. Persistiendo en lo que han aprendido de la Palabra, y persuadiendo a otros, sabiendo con certeza de quién lo aprendieron.

La Gracia de Dios que trae salvación, se ha manifestado a todos los hombres, y nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este siglo sobrios, justos y piadosamente, mientras aguardamos la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo; quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí con toda autoridad, un pueblo propio, celoso de buenas obras. Cuando la bondad de Dios, nuestro Salvador, manifestó su amor hacia los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavado regenerador y renovador del Espíritu Santo, que derramó en nosotros en abundancia, por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos herederos según la esperanza de la vida eterna.

Abre tu corazón a Cristo. Despierta el ser interior que está viviendo en el sueño profundo de la conciencia. Cristo hoy te llama. Acepta su invitación y permite que cambie tu vida. Déjalo hacer uso de tu mente, tu voluntad y tu conciencia, rindiéndote a él. Entrégale el control de tu vida, y no seas insensato. El testimonio de Cristo es verdadero y debemos ser prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la paciencia. No practiques la soberbia, ni seas codicioso de ganancias deshonestas. Seamos practicantes de la sana doctrina de Jesucristo, cumpliendo su ministerio, haciendo la obra del evangelio, y soportando las aflicciones, porque el sólido fundamento de Dios permanece firme y tiene este sello: “El Señor conoce a los suyos” y “Apártese de iniquidad todo el que invoca el Nombre de Cristo”. ¡Que el Señor derrame bendiciones a todo creyente de su Palabra y que tenga misericordia de los incrédulos e impíos! Amén.

jueves, 7 de noviembre de 2013

FRASES PARA REFLEXIONAR


No hay mal, que por bien no venga.
No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.
Lo que no se practica, se olvida.
Son muchos los llamados, y pocos los escogidos.
El que persevera, triunfa.
Del agua mansa líbrame Dios, que de la brava me libro yo.
El que por su gusto muere, la muerte le sabe a Gloria.
Los que beben primero, toman el agua limpia.
No están todos los que son, ni son todos los que están.
Lo más lejos que tienes, es lo que más pronto te llega.
Más vale tarde, que nunca.
La lengua, es castigo del cuerpo.
Dios conoce al tuerto durmiendo, y al cojo sentado.
Ayúdate, para que Dios te ayude.
Dale pescado al hombre un día, y enséñalo a pescar para que coma toda la vida.
Va a llover, no moja.
Una buena acción, es la mejor oración.
Tanto nadar, para morir en la orilla.
Perdonar, es olvidar.

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Tanto le arregló el diablo el ojo a su hijo, hasta que lo dejó tuerto.
Si a tu hijo no le da castigo, será tu peor enemigo.
La fe, mueve montañas.
Todos quieren ir al cielo, pero nadie quiere morir.
Querer, es poder.
Cada palo, tiene dos lados.
Quien se agarra de Dios, nunca se cae.
Tarde o temprano, todo sale a la luz del sol.
Lo que no quiere que se sepa, no lo hagas.
Todo hombre tiene un precio.
Hambre que espera llenura, no es hambre.
La duda es el principio, y no el fin de la ignorancia.
No te metas en camisas de once varas.
No importa que nazca ñato, la cuestión es que respire.
No hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla.
No es lo mismo llamar al diablo, que verlo llegar.
Que tu mano derecha, no sepa lo que hace la izquierda.
No muerdas la mano que te da de comer.
Más vale poco y bueno, que mucho y malo.
Más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto.
Más sabe el que quiere, que el que puede.
Lo que se hereda, no se hurta.
Lo que haces con las manos, no lo desbarate con los pies.
Las manos que dan, esperan.
Hay de todo en la viña del Señor.
Es mejor dar, que recibir.
Es mejor estar solo, que mal acompañado.
En el país de los ciegos, el tuerto es rey.
En boca cerrada, no entran moscas.
El que no se lleva de consejos, no llega a viejo.
El que juega con fuego, se puede quemar.
Lo barato sale caro.
El que anda con cojo, al año también cojea.
El pez grande, se come al chiquito.
El mundo critica, pero no mantiene.
El hijo bueno, a su casa vuelve.
Donde manda capitán, no manda soldado.
Donde Dios no puso, no puede haber.
Donde comen cuatro, comen seis.
Dios aprieta, pero no ahorca.
Dios nos quita lo bueno, para darnos lo mejor.
De lo que expresa la boca, está llena el alma.
No sabes lo que tienes, hasta que no lo pierdes.
Cara de santo, con uñas de gato.
Las aves de la misma plumas, vuelan juntas.
Al vago y al pobre, todo le cuesta doble.
Antes están mis dientes, que mis parientes.
Al que Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos.
A la sombra de los buenos, viven los malos.
Más vale pájaro en mano, que cien volando.
Más vale malo conocido, que bueno por conocer.
No se cambia de caballo a mitad del rio.
Paga lo que debes, y sabrás lo que te queda.
Te quiero, como el mulo a la carreta.
La yerba que esta para un burro, no se la come otro burro.
Lo que tú no quieras para ti, no  lo desees para  el otro.
El que se viste de lo ajeno, en la calle lo desnudan.
El que siembra en tierra ajena, pierde el fruto y la semilla.
Agua que no has de beber, déjala correr.
Dios nos crea, y el diablo nos junta.
Si del cielo te caen limones, aprende a ser limonadas.
El que siembra limones, no puede cosechar calabazas.
El que tiene sed, que busque el agua.
No se puede tapar el sol con un dedo.
Para buen entendedor, pocas palabras bastan.
El que busca encuentra, y el que guarda siempre tiene.
El que hace lo que no debe, oye lo que no quiere.
No llores sobre al agua derramada.
Amigo es el ratón del queso, y se lo come.
Todo depende de la forma en que se mire.
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Cuando Malhaya llegue, el caballo estara cansado.
 El tiempo que se fue, no vuelve.
El que mucho abarca, poco aprieta.
En la confianza está el peligro.
Cuando la marea esta alta, el mar vota los peces.
El corazón de la auyama, solo lo conoce el cuchillo.
El que a hierro mata, a hierro muere.
El que apareja su caballo, sabe para dónde va.
Los caminos peligrosos, hay que andarlos deprisa.
El hombre precavido, vale por dos.
Más vale precaver, que lamentar.
Guerra avisada no mata soldado, y si lo mata es por descuidado.
No todo lo que brilla, es oro.
No dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy.
El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
El que escupe para arriba, le cae la saliva en la cara.
Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.
En la unión, esta la fuerza.
No dejes camino real, por vereda.
No críes cuervos, para que te saquen los ojos.
El ojo del amo, engorda el caballo.
Más sabe el Diablo por viejo, que por Diablo.
El que madruga, Dios le ayuda.
Copia lo bueno, que el hombre no nació para semilla.
Una manzana podrida, hace perder un canasto.
El que poco quiere, poco tiene.
Lo que al tiempo se deja, en el tiempo se queda.

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A Dios rogando, y con el mazo dando.
No hagas leña del árbol caído.
Haciendo morcillas para el Diablo.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
La experiencia no se improvisa.
Camina deprisa, para mañana es tarde.
Las oportunidades no se presentan dos veces.
No hagas cosas buenas, que parezcan malas.
Lo importante no es caer, sino saber levantarse.
No es lo que se dice, sino como lo dices.
Todo lo prohibido, atrae.
Dime con quién andas,  y te diré quién eres.
Al mal tiempo, buena cara.
Aprende a ser positivo, para combatir lo negativo.
Decidir hacer algo y no hacerlo, es lo mismo que no hacer nada.