miércoles, 14 de octubre de 2015

QUIEN ES DIOS?

Si pudiéramos con esta pregunta hacer una encuesta a nivel mundial, con toda seguridad obtendríamos sorprendentes resultados, porque el concepto que tenemos de Dios (creyentes o no) varía de persona a persona; depende en gran manera de nuestra crianza, de nuestros hábitos y costumbres, pero sobre todo de la vida que voluntariamente hemos escogido llevar, y por consiguiente, de los actos que desarrollamos. Las obras del hombre siempre pondrán de manifiesto la imagen y el concepto que cada uno tiene de Dios. Sencillamente Dios no se puede describir con palabras, pero nuestro comportamiento revela si hemos logrado descubrir a lo largo de nuestras vidas quién es Dios, y si hemos desarrollado una relación con él. Podemos rehusar creer o no creer en Dios, pero lo que es una realidad que nadie puede negar, es la maravillosa creación del mundo, hecha por voluntad divina, porque Dios “es“: Amor, Paz, Verdad, Fuerza, Poder, Luz, Justicia y Esperanza. Cuando creamos que Dios es todas estas cosas, entonces tendremos el alimento espiritual que nos permitirá vivir en abundancia. Si a tu vida le falta uno de estos elementos, entonces es evidente que no sabes quién es Dios.

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desierta y vacía, las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Entonces dijo Dios “Haya luz”. Y hubo luz. Y llamó Dios a la luz “día”, y a las tinieblas llamó “noche”. Así fue la tarde y la mañana, el primer día. Después dijo Dios: “Haya un espacio entre las aguas, que separe un agua de la otra”. Y Dios hizo el espacio que separó el agua que quedó encima del espacio, de la que quedó debajo de él. Y así sucedió. Y llamó Dios al espacio “cielo”. Y fue la tarde y la mañana del segundo día. Y Dios dijo: “Júntense las aguas que están debajo del cielo en un lugar, y aparezca el suelo seco”. Y así sucedió. Y llamó Dios a la parte seca “tierra”, y a la reunión de las aguas llamó “mar”. Y vio Dios que era bueno. Así quedaron acabados los cielos y la tierra, y su gran contenido. Y acabó Dios en el sexto día la obra que hizo, y reposó en el séptimo día de cuanto había hecho. Entonces Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de cuanto había hecho en la creación. Este es el único origen de los cielos y la tierra, como solo uno, Dios, es su creador.

Partiendo desde aquí, podemos concluir que Dios es real. El vive, actúa y esta presente en todos nuestros actos independientemente si creemos en él o no. Esta es una realidad latente que no podemos omitir. La vida tiene sentido, y todos nacemos con un propósito; por lo tanto, los designios de Dios siempre prevalecerán sobre todos los hombres. Las actitudes negativas, la arrogancia, la autosuficiencia, la visión que tenemos del futuro, y muchas veces nuestras creencias equivocadas hacen  que andemos en la vanidad de la mente, con el pensamiento entenebrecido, separados de la vida de Dios, provocando que el corazón se endurezca con nuestra ignorancia. Según el tiempo va pasando, nuestro ego nos convence de que todo lo que logramos viene por nuestro propio esfuerzo. Por ende, basamos nuestras decisiones y acciones guiados por nuestro pensamiento, perdiendo toda sensibilidad y muchas veces entregándonos a la desvergüenza para cometer toda clase de impurezas.

La vida nos brinda un sin numero de realidades y oportunidades que nos permiten experimentar con Dios y conocerlo. Cristo es el   buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Jesús es el Hijo de Dios y dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán, ni nadie las arrebatará de mi mano. “Mi Padre que me las dio, es mayor que todos. Nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. “Yo y el Padre somos uno”. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como también somos llamados a una misma esperanza. Solo existe un Señor, una fe, y un bautismo. Un Dios y Padre de todos, que esta sobre todos, por todos y en todos. Sin embargo a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia conforme a la medida del don de Cristo, pero dependiendo de nuestras obras. Es imposible que el hombre finito pueda comprender bien, con todos los detalles, la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo, y conocer ese amor que supera a todo conocimiento, para que seamos llenados de toda la plenitud de Dios. Aquél que es poderoso para hacer infinitamente más que todo cuanto pedimos o entendemos, por el poder que opera en nosotros mediante el desarrollo de la fe.

El que descendió del cielo es el mismo que también subió sobre todos los cielos para llenar todo el universo. El mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; y a otros pastores y maestros, a  fin de perfeccionarnos para desempeñar su ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un estado perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por cualquier viento de doctrina, por estratagemas de hombres, que para engañar emplean con astucia los artificios del error; sino que conociendo la verdad, crezcamos en Cristo. Conforme al propósito eterno de Dios, solo a través de Cristo, en él, y mediante la fe en él, podemos acercarnos a Dios con libertad y confianza.

Dios actúa sobre todo principado, autoridad, poder y señorío, y sobre todo cuanto tiene nombre no sólo en este siglo, sino también en el venidero. Ese poder Dios lo ejerció con Cristo, cuando lo resucitó de los muertos, y lo sentó a su diestra en los cielos. Y Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo constituyó cabeza suprema de la iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que llena todas las cosas en todos nosotros. Cristo es un misterio revelado desde las generaciones pasadas. Ese misterio consiste en que debemos trabajar para ser coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la promesa de Cristo, por medio del evangelio. Dios no solamente es, también “hace”, porque transforma, cambia nuestro carácter, perdona, restaura, renueva, sana, purifica, justifica y salva, pone y quita. No podemos dejarnos intimidar por los que no conocen a Dios, sino mantenernos firmes y leales a Cristo. Todos los que no lo conocen y se oponen a él están dando indicios de perdición, pero para los creyentes, seguir a Cristo es indicio de salvación, y todo esto viene de Dios.

El Poder de la Palabra de Dios es infinito: hace descender del cielo la lluvia y la nieve, y no vuelven allá, sino que riegan toda la tierra, y la hacen germinar y producir, y da semilla para sembrar y para comer.  Nosotros somos invitados a volver a Dios, porque él hizo la tierra y creó al hombre sobre ella. Si creemos, seremos salvados por el Señor con salvación eterna. El que creó los cielos es Dios. El que formó la tierra y la fundó, no la creó para que estuviera vacía; sino para que fuese habitada por nosotros por un tiempo determinado. El Señor es nuestro redentor y formador desde nuestro seno. El frustra las señales de los adivinos, trastorna a los sabios desvaneciendo su sabiduría, por eso nos dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra; porque Yo Soy Dios, y no existe ningún otro. Por mí mismo he jurado, de mi boca salió la justa promesa, y no será revocada: “Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua”.

Dios es el único dueño del futuro y los que esperamos en él, no seremos defraudados. Su justicia se acerca velozmente, y nuestra salvación esta en camino, por lo que debemos poner nuestras esperanzas en sus brazos. Alzar al cielo nuestros ojos, porque el cielo se desvanecerá como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir. De la misma manera pereceremos todos sus habitantes. Pero la salvación de los que creemos en Dios será para siempre y su justicia no será abolida. Despertemos y vistámonos de fortaleza, porque en breve tiempo Cristo vendrá de nuevo. Recordemos que en siglos pasados Dios abatió a Egipto, secó el mar; el agua del gran abismo y lo transformó en camino para que pasasen los oprimidos. No te olvides del Señor, porque de continuo, todos los días, su Nombre es blasfemado. El es nuestro hacedor, consolador y salvador, por lo que no debemos temer al hombre mortal que solo es hierba. El Señor desnudará su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los términos de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.  Los impíos, por no saber quién es Dios, quedarán asombrados; pero verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído. Finalmente se convencerán que el Hijo de Dios llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores. Vino a morir para salvarnos. Fue herido por  nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos sanados. Todos nos hemos descarriados como ovejas desviando el camino. Pero el Señor sigue siendo Dios y Rey, Soberano de toda la tierra. El Señor Todopoderoso es su Nombre. Conócelo!.