miércoles, 18 de diciembre de 2013

LA LECTURA QUE EDIFICA


Un libro es como una puerta abierta que conduce a diferentes caminos y siempre deja entre líneas una enseñanza o moraleja. A través de la lectura podemos cultivar la mente y el espíritu, porque un buen libro, educa, instruye e informa. Por medio de la imaginación, la lectura nos permite viajar y transportarnos a épocas pasadas, y vivir la experiencia de los demás como si fueran nuestras. Los libros biográficos por lo general narran situaciones o circunstancias de la vida real del autor, que a veces nos identifica, sintiéndonos ser parte de los personajes de esa historia, porque encajan perfectamente con nuestro estilo de vida. Un buen libro es aquel que nos motiva a profundizar lo aprendido, poner en acción los pensamientos, soñar y perseguir nuestros objetivos, para algún día hacer realidad lo que queremos ser en el futuro.
El libro más antiguo y más leído de todos los tiempos es la Biblia, porque es el Libro Sagrado que guarda los misterios de la vida del hombre. Pero muy pocos aplican sus enseñanzas. Es el único libro en la tierra, que a su vez está integrado por 66 libros más, incluyendo Cantares, Versos, Salmos y Proverbios. Toda  Palabra de la Biblia fueron inspiraciones dada por Dios a los profetas, por lo que no es escritura de hombres. A pesar que la primera edición data de miles y miles de años atrás, es el libro más traducido del universo, porque existe en todos los idiomas, a excepción de los libros que describen a otros dioses desconocidos, que no es el creador del Universo.
Las Sagradas Escrituras, no es solamente un libro para leer, sino para estudiar, porque  tiene una característica única que no lo tienen los demás libros escritos por la musa inspiradora de la creatividad del hombre. Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia nos muestra una sola puerta abierta que representa a Cristo. Por eso no hay contradicción en lo que está escrito. Dios le otorgó una misión y un don diferente a cada hombre usado por él, pero cada libro de la Biblia tiene un fin común. Y es dar a conocer el evangelio de Cristo.
Libros que hablan de la vida de Enoc, Noé, Abrahán, Moisés, Josué, Samuel, David, Jacob, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Zacarías, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Santiago, Pablo etc., deben estimularnos y sensibilizar nuestro corazón, porque son historias reales de hombres que vivieron al servicio de Dios y que a pesar de que nunca lo vieron en persona, durmieron desarrollando un trabajo motivacional de fe y esperanza. El mundo ha tenido grandes hombres y mujeres que han sido famosos por su trayectoria política, social, económica y religiosa, pero ninguno aunque ya no esté en el mundo de los vivos duerme para siempre, porque sin excepción, todos tendrán que pasar por el juicio final para rendir cuenta de sus obras.
No tenemos justificación si nos perdemos la oportunidad de conocer el plan de salvación que Dios tiene para sus hijos. Libros tan pequeños, como el de Amós, Abdías, Miqueas, Nahúm, Sofonías y Ageo nos hablan del fin de los rebeldes, y todos nos exhortan a buscar a Dios. Malaquías representa nuestra recompensa al obedecer los Mandamientos. El libro de Jonás es un ejemplo de lo que le puede suceder al hombre cuando toma decisiones por su propia cuenta y cambia los mandatos de Dios.
El libro de Job es sinónimo de mansedumbre y temperancia, y el libro de Habacuc es un ejemplo de confianza y perseverancia, porque ambas son necesarias hasta que llegue el cumplimiento de la Promesa. Daniel y Apocalipsis describen lo que sucederá en el tiempo del fin, pero Apocalipsis detalla el final con mayor claridad. Todos estos libros recopilados en uno solo, guardan las estrategias inequívocas que debemos seguir para el desarrollo de la obra que Jesús comenzó en esta tierra, y que somos llamados a continuar hasta que llegue el día glorioso de su segunda venida.
Para llegar al cielo, la Biblia solamente nos señala dos caminos: el camino ancho o camino del mal, y el camino estrecho o camino del bien. Los que han tomado el camino ancho son los ciegos, sordos e ignorantes que van por la vida sin darse cuenta que están desnudos ante el Señor, carentes de todo conocimiento. Son muertos espirituales que deambulan por las calles viviendo del engaño para morir en la decepción. Analfabetos de la verdad que viven desorientados en el tiempo sin entender que Dios es la parte vital de nuestro entorno. Seres que a pesar de su educación tienen un razonamiento ilógico, cayendo en la estupidez del tonto, y viviendo aislados de la realidad que los rodea.
Son personas que creen han actuado con inteligencia frente a la vida, porque han logrado algún tipo de reconocimiento, o han acumulado muchos bienes materiales. Pero viven carentes de toda sabiduría, confundidos, sin poder diferenciar lo falso de lo verdadero. Todo en la vida es transitorio y nadie conoce el mañana, por lo tanto nadie sabe con seguridad el día de su muerte. Los que siguen el camino ancho no han alimentado su espíritu, y por ende no han podido descubrir la fuente de donde nace la inteligencia. Tampoco saben por qué y para que Dios nos puso un cerebro y nos diferenció de los animales al darnos raciocinio. No han dedicado tiempo para buscar el reino de Dios y lo consideran como un tema aislado de toda realidad.
Para estudiar la Biblia y comprenderla se necesita dedicación y dirección, porque es un libro interpretativo. La sabiduría de Dios es infinita y revela a quien él quiere, los misterios de Su Palabra. Sin la ayuda del poder del Espíritu Santo, no podemos hacer nada, ni desarrollar los dones otorgados por Gracia. Todos tenemos un Don a descubrir y poner en práctica, pero es una oportunidad que debemos ejecutar durante la vida y solo se presenta una vez. El hombre fue creado para ser obrero de Cristo, para ser un colaborador al servicio de Jesús.
De la misma forma que los grandes dignatarios tienen a su alrededor hombres y mujeres a sus servicios, que les brindan asesoramiento y los ayudan a tomar decisiones difíciles, asimismo todos debemos estar en la disposición de servirle a Cristo, permitirle que nos use, nos dirija y nos ayude a tomar nuestras propias decisiones. La Biblia es la guía espiritual indispensable que se necesita para poder encontrar el camino a Cristo y revela todo lo que necesitamos saber para el buen vivir. Es el único Libro que con su lectura y estudio puede edificar al hombre, ya que infunde en los demás sentimientos de virtud y piedad.
El ser humano que desee alcanzar el éxito, primero tiene que educarse, y luego poner en práctica lo aprendido para obtener la experiencia. Ninguna experiencia es improvisada, por lo que la experiencia laborar se adquiere a través de la observancia o de la repetición, pero esto no aplica para llegar a conocer a Cristo, ya que este tipo de conocimiento se fundamenta conjuntamente con los estudios, en la acumulación de los conocimientos que una persona logre durante la vida, y está estrechamente relacionada con la cantidad de años que viva ejerciendo un cargo. Mientras más tiempo el hombre pasa desarrollando una misma función, mayor será su conocimiento en ese campo.
Muchas personas tienen un conocimiento empírico o procedimental de las cosas. Obtienen un resultado positivo inmediato de algo que ven hacer a otras personas y lo copian, pero no tienen expectativas en la vida, por lo que la sabiduría no es desarrollada. Por lo tanto consideran como real lo que pueden percibir con los sentidos aunque no lo entiendan. No ejercitan sus neuronas y estas se debilitan, perdiendo así la percepción de la vida. Son llevados por las características exteriores de todo lo que ven, pero sin seguir ningún método o guía, por lo que nunca llegan a tener un conocimiento factual del porqué de las cosas.
La Biblia fue inspirada para que a través de su lectura, pudiéramos desarrollar una relación con Cristo y lograr un conocimiento a priori del verdadero significado de nuestra existencia, sin necesidad de pasar por una experiencia desagradable o traumática. En la antigüedad Dios hablaba directamente al hombre justo, y también enviaba mensajes a través de sus ángeles. En la actualidad, hemos perdido toda comunicación con Cristo, porque él nos habla a través de la Palabra escrita, pero si no leemos, no podemos saber lo que nos dice. Por consiguiente, Él nos deja en la ignorancia. Solamente es posible tener una experiencia con el Espíritu de Cristo en nuestras vidas, si tenemos la expectativa de conocerlo.
Sin tomar en cuenta las circunstancias que vivamos, las Sagradas Escrituras representan nuestra guía, nuestro manual de procedimiento para conocer las Promesas, y aprender a vivir en el mundo. Cuando nos dejamos guiar por Cristo, él nos capacita para poder caminar seguros por el terreno que pisamos. La relación con Cristo se inicia cuando creemos en su existencia y ponemos en práctica Sus enseñanzas. No conformándonos solamente con lo que vemos, sino experimentar con lo que es espiritual, pero sin tener una prueba fehaciente de lo que es, porque lo espiritual es abstracto y su experiencia contribuye sensiblemente a la sabiduría de los sabios. La sabiduría es un don que Dios solo le otorga a sus elegidos. Por ende, no todos podemos tener una compresión absoluta de lo que Dios dice en su Palabra y hace en la vida del hombre, porque el Espíritu es el que revela y convence.
El único ser Omnisciente es Dios, y nos podemos beneficiar y aferrarnos a Él por medio de su Palabra, porque el conocimiento no se crea, sino que existe en la mente de Dios por toda la eternidad y él se lo da a quien tiene interés en recibirlo. El Señor dice en su Palabra: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”. No se necesita muchos años de estudios, ni esperar toda una vida para experimentar vivir en el Espíritu de Cristo. Basta solamente desearlo, pedirlo  y esperar que él responda. Es algo que Dios hace de forma individual a través de nuestros sentidos, y cuando esto sucede, no deja lugar a dudas de que lo que recibimos proviene del Espíritu.
En un solo instante, sin darnos cuenta nos transforma en un abrir y cerrar de ojos, mostrándonos su inefable poder. De manera mágica, misteriosa y milagrosa, comenzamos a pensar distinto, actuamos diferente, encontramos el balance en la vida, el equilibrio, la paz, y la comprensión se vuelve más ágil. La mente comienza a percibir las cosas antes de que sucedan. Y cuando se materializan comprobamos el mensaje. El Espíritu de Dios se siente en nuestro interior, aunque no podamos verlo. Cuando vivimos esa experiencia, entonces podemos decir que conocemos a Cristo.
En el mercado existe una inmensa variedad de libros redactados de diferentes formas, con diferentes objetivos y escritos por un sin número de autores. Libros narrativos, descriptivos, instructivos, conversacionales, libros de textos, biográficos, poéticos, de misterio, fantasía, aventuras etc. Algunos de estos libros adquieren tanta fama que se convierten en best-seller. Toda obra literaria está sujeta a la opinión pública y pasa por las críticas de los conocedores del arte. Pero el único libro que ningún ser humano puede plagiar, juzgar, ni pasar por la lupa de los críticos, es la Biblia, porque ella se explica a sí misma. Es el único libro cuyo autor aún no hemos visto, pero del que más se ha hablado. Ni siquiera su impostor puede hacer realidad por el mismo todo lo que está escrito, o evitar lo que ha sido anunciado y que aún no ha sucedido.
La Sagradas Escrituras fueron dictadas por el Espíritu de Dios de forma que abarcara todos los géneros literarios en un solo libro. Su estilo es inigualable e incomparable, donde se funde lo clásico con lo contemporáneo, por lo que no entra en ninguna clasificación literaria. Es una obra original y magistral que aunque existen diferentes versiones, está especializada y diseñada para que no se le pueda cambiar ni siquiera una tilde, ni tampoco se le pueda agregar nada. Así dice el Señor en el libro de Apocalipsis: “Advierto a todo el que oye las Palabras de la profecía de este libro: Si alguno le añade algo, Dios traerá sobre el las plagas escritas en este libro. “Y si alguno quita algo de las Palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del Libro de la Vida y de la santa ciudad”.
La Biblia no está sujeta a discusión. Ella describe de forma infalible, la obra Majestuosa de la creación de Dios y de todo lo que existe en el planeta. Habla del principio y el fin del hombre, del antes y el después de todo lo que nos rodea, y de lo que nunca hemos visto. Es el Libro más completo que existe, porque no solo informa, también educa sin que el Maestro este presente. Y si somos obedientes, nos disciplina, atribuyéndole también la capacidad de transformarnos. Capitulo tras capitulo, nos revela el camino que debe recorrer todo hombre que dice amar a Cristo, y nos estimula a imitar su carácter. El amor queda plasmado en cada expresión, y su lectura nos permite volver al pasado para corregir nuestros errores, tomando como modelo la experiencia de otros que ya fueron probados por Dios antes que nosotros.
Es de gran beneficio para los que vivimos en el presente, porque nos brinda calidad de vida y nos mantiene vivos en la esperanza. Su impecable excelencia y el rigor intelectual y académico con que está escrita nos permiten con cada una de sus páginas, tener un conocimiento a posteriori de lo que sucederá en el futuro, sin la necesidad de vivir en él. Nos permite viajar a través del tiempo, y experimentar ahora lo que a veces consideramos como irreal, pero que creemos por fe. Hechos que por nuestro propio esfuerzo, no podemos percibirlo como verdadero. Existe un solo pecado imperdonable y es el que comete todo aquel que se atreve a dudar de las obras del Espíritu.
Cada Palabra del Señor, cada versículo de la Biblia, son mensajes de Dios dirigidos al hombre. Si tomáramos con seriedad el estudio de las Sagradas Escrituras, nos daríamos cuenta que la verdad nunca ha estado oculta, que la bondad y misericordia de Dios es tan grande, que nos dejó escrito y diseñado el plano para la construcción del templo de su Santo Espíritu, para que Él pudiera morar en nosotros. Todos fuimos creados con un propósito. La vida no significa solamente ocupar un lugar en el espacio, sino que tenemos que escudriñar la Palabra de Vida que ha sido revelada, y obtener un conocimiento claro de cómo hacer las cosas de forma correcta ante los ojos de Dios.
Muchos no leen la Biblia, porque no desean compromiso. No les interesa descubrir la clave que les permitirá al mismo tiempo detenerse, y echar una mirada a las condiciones materiales de su existencia y compararlas con los valores espirituales. Diariamente, a través de los medios televisivos, radiales y por las redes sociales, recibimos toda clase de información. Por el internet podemos conocer todo lo que sucede alrededor del mundo. Pero la sabiduría de Dios es perfecta, porque ningún medio televisivo, radial o satelital puede tener un conocimiento previo de la llegada del Señor. Este conocimiento solo lo adquieren los que estudian la Biblia, porque aunque esta no especifica el día ni la hora, nos da las señales exactas del tiempo que marcará su regreso.
La obediencia a Dios es lo que nos permite echar los cimientos para comenzar a edificar su templo y deriva de la práctica, de la participación y de la vivencia con el Espíritu. Es una construcción que se elabora de forma individual, no colectiva. Al construir un edificio, primero el arquitecto diseña los planos. Sigue la trayectoria de lo que tiene en mente, formando líneas rectas entre los diferentes puntos, hasta que le da forma y obtiene un bosquejo que luego el ingeniero desarrolla con ayuda de otros obreros. Este plano es la guía para el desarrollo del proyecto, pero debe ser leído por el ingeniero y seguir sus instrucciones. Evolucionar con el trabajo pese a cualquier inconveniente hasta convertirse en una obra completada.
Necesitamos seguir las instrucciones de Dios. Leer Sus cartas, explorar el mapa y escoger un lugar seguro para construir nuestro templo, para que las corrientes del mal no debiliten la base antes de terminar la obra, porque la vida está llena de dolor, de situaciones difíciles, de engaños y decepciones. Pero el que edifica en Cristo y lo hace una prioridad en su vida, llevará su obra hasta el final y saldrá vencedor en todo lo que haga. Las Sagradas Escrituras representan la base que indica los pasos a seguir para desarrollar nuestra vida espiritual y crecer en Cristo.
Estamos ante un mundo difícil y es urgente que actuemos. Una actitud evasiva no elimina lo porvenir, pero provoca que la conciencia se duerma y caiga en el engaño. Debemos vivir en el mundo con lo necesario y prepararnos para lo contingente, porque el regreso de Cristo no depende de nosotros, pero la salvación es una opción, y depende de lo que hacemos. No rechacemos la verdad de Dios revelada en las Escrituras, porque es la esencia de la vida, y nos prepara para lo inevitable. Nuestra única meta debe consistir en acumular experiencias edificantes en nuestras vidas. Aferrarnos a la Roca viva del Espíritu de Cristo para que nuestro conocimiento no este fragmentado.
La Biblia es un Libro que nadie promociona, pero es el de mayor prestigio, porque no hay mentira en él, ni intereses económicos envueltos y se puede conseguir gratuitamente. Tiene instrucciones precisas y exactas del plan de salvación para todo el que desee conocerlo. Cada palabra escrita nos instruye para aprender a formar la línea recta que nos conducirá a encontrar el equilibrio de la vida, para que cuando Dios nos pese en la balanza de su justicia no nos encuentre faltos. Las Sagradas Escrituras nos preparan para tener un fundamento sólido en nuestras vidas hasta ser idóneos para la herencia celestial. Es el único libro del que podemos partir para llegar a obtener una sana reflexión, sin caer en las trampas de una realidad que no fue creada por Dios, y llegar a conclusiones equivocadas.
Hay muchas cosas que no podemos evitar ver, pero debemos ser selectivos con lo que leemos. Todo lo que escuchamos lo podemos corroborar con lo que está escrito por el Creador. Hoy en día todo se puede investigar, pero si no nos educamos y aprendemos lo que es verdadero, nunca podremos reconocer lo falso. La ignorancia se cura con la educación, pero la estupidez de los tontos es una enfermedad terminal que padecen los desgraciados que carecen de sueños, porque han encerrado sus mentes en una cárcel y nunca buscaron en el lugar correcto para encontrar la llave.
El Libro de la Biblia debe existir en todos los hogares y por lo menos esforzarnos en leer y aprender un versículo diariamente. Es un tesoro muy valioso que no se hizo para adornar o engañarnos a nosotros mismos creyendo que por tenerlo con nosotros somos cristianos, sino para abrirlo, estudiarlo y llevar una vida placentera y feliz de acuerdo a los buenos principios y voluntad divina. Es en el único Libro que encontramos la respuesta a todas nuestras preguntas. Ojalá que la meta de todo ser humano para este nuevo año sea dedicar tiempo a la lectura de la Biblia antes de que sea demasiado tarde, y el Espíritu Santo se retire del mundo. Alabado y Glorificado sea el Señor por siempre. Bienaventurados son todos los que creen en su Palabra. Amén.

viernes, 13 de diciembre de 2013

LA BODA DEL CORDERO


“Un mensaje de esperanza para toda mujer que vive sin sentirse amada, o ha sido abandonada. Que por causa del amor de un hombre ha sufrido y soportado algún tipo de abuso. Y que ha gastado su juventud en busca del amor, sin encontrarlo, perdiendo así sus ilusiones. A la mujer que está dormida sin reconocer que desde que nacemos, tenemos a nuestro lado el más puro amor que ningún ser humano puede demostrar. Somos como vírgenes, elegidas e invitadas a  la boda del Cordero, donde se le rendira tributo al amor en honor a la mujer. Esta invitacion es un privilegio”                   

                                                     “Matrimonio y mortaja, del cielo baja”.
Las Sagradas Escrituras nos hablan del nacimiento milagroso de Cristo, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo en el vientre de una mujer virgen, que no había conocido varón. María era una mujer que estaba comprometida para casarse, elegida por Dios para concebir a Su Unigénito. Su prometido era un hombre justo, y al verla encinta, para no difamarla, decidió dejarla secretamente. El Señor conoce todos nuestros pensamientos, y por Su mandato, un ángel se le apareció en sueño a su prometido para revelarle que el hijo que ella había concebido era del Espíritu Santo, que no temiera recibirla por esposa. También el ángel le dijo que ella daría a luz un niño al que llamaría Jesús, porque él salvaría al pueblo de sus pecados. Todo se cumplió como el ángel del Señor lo anunció: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel”, que significa: Dios con nosotros. Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a María por esposa sin cuestionarla. Pero no la conoció (no la tocó) hasta que dio a luz.
Aunque la Biblia no explica este hecho en detalle, es de suponer que como se trató de un nacimiento milagroso, donde María salió encinta sin haber estado en contacto íntimo con ningún hombre, después de dar a luz siguió siendo virgen, porque el matrimonio no se consumó hasta después del nacimiento de Jesús. Todo lo que Dios hace es perfecto y para Él no hay imposibles. El Señor no dejó cabos sueltos, para no permitir que el corazón de su esposo se llenara de dudas, pensando que María le había sido infiel. José desposó una mujer virgen, porque él confió y creyó lo que el ángel le dijo en sueño. Pudo comprobar después de conocerla, que el hijo que ella había concebido era obra del Espíritu, y no de la carne. Después de ese hecho milagroso, María tuvo otros hijos producto de la relación natural carnal hombre-mujer. Aunque estos hijos eran hermanos de Jesús, ninguno era igual a él, porque fue el único Hijo del Hombre nacido del Espíritu.
María debe ser un modelo a seguir para la mujer soltera, para cada joven que se respete y desee que el hombre la valore. Toda mujer nace virgen y se convierte en mujer después que es desposada. Por lo tanto, debe ser una obligación moral guardarse y conservarse virgen hasta el día de su boda, para así ambos comenzar a descubrirse íntimamente y disfrutar del amor en toda su plenitud, porque el amor es un sentimiento profundo que va más allá de una relación sexual. El amor se desarrolla y madura en la convivencia diaria, dentro de una atmósfera de reciprocidad, comprensión, comunicación, honestidad, lealtad, tolerancia y respeto, donde día a día buscamos la forma de hacer sentir feliz a nuestra pareja, renunciando a nuestro egoísmo hasta convertirnos en un solo cuerpo, pasando a formar una sola carne. La Palabra de Dios dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán uno solo. Pero que el hombre dejará su casa, madre, esposa e hijos  para seguir a Cristo y heredar el reino de los cielos.
Una mujer que haya tenido muchos maridos, o se haya prostituido y luego busque el perdón sincero de Dios a través del arrepentimiento de sus pecados, vuelve a ser una virgen para Cristo y siempre la aceptará rodeándola en Sus brazos de amor. Pero primero tiene que pasar por el proceso de purificación del alma. Don que solo lo posee el Espíritu de Dios y es otorgado por medio de la Gracia. Al día de hoy la virginidad de la mujer es un mito, considerado para muchos como algo arcaico, por lo que conservarse virgen hasta el matrimonio raya en lo ridículo. Pero la razón principal de tantas madres solteras, niños abandonados, traídos al mundo sin ninguna responsabilidad, y tantos matrimonios arruinados, ha sido la falta de pudor, al vivir despojados de todas las virtudes, y por la depravación moral que viven los jóvenes de hoy. Donde la infidelidad es parte de la libertad del ser humano. Han olvidado que el adulterio es un grave pecado que ofende la Santidad de Dios, y coloca al hombre y a la mujer muy por debajo de cualquier valor moral, como ser cristiano.
No adulterar es un mandato divino que ocupa el séptimo lugar dentro de los Mandamientos de la Ley. El hombre moderno no se resigna a serle fiel a una sola mujer y vive en una doble moral. Muchos hombres casados, no respetan a sus esposas aun sintiéndose satisfechos con ellas. Siempre quieren buscar variedad experimentando con otras mujeres u hombres. Otros son tan hipócritas que mantienen al mismo tiempo relaciones paralelas fijas. La búsqueda incesante de la satisfacción propia, y la carencia del amor de Cristo en nuestras vidas, ha generado la proliferación del homosexualismo. El Señor dice en su Palabra que el matrimonio es un vínculo sagrado y santo que une a un hombre con una mujer. Que para heredar el reino de los cielos, el hombre debe comportarse como un eunuco. El que no vive en el amor de Cristo, esta contra Cristo. ---Así dice el Señor---“Ninguno que pone su mano al arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. “El que no está conmigo, esta contra mí. El que conmigo no junta, desparrama”.
En épocas muy remotas, la moral se tenía en alta estima, y la virginidad era una prueba de decencia y pureza guardada para el esposo. Las jóvenes no iniciaban su vida sexual hasta que se casaban, pero esa costumbre ya no existe en la sociedad actual. Ahora primero se tiene sexo, y después se intercambian los nombres. Por eso muchas madres solteras que han llevado una vida sexual muy activa, con diferentes hombres, ni siquiera saben con seguridad de quién sale embarazada. Hoy en día las bodas se realizan para obtener derechos legales y beneficios sociales. Inclusive se celebran bodas con “novias” en avanzado estado de gestación para que la criatura nazca legítima, o después de pasar largo tiempo de vivir amancebados. Algunas veces las parejas deciden formalizar la relación pensando que por el tiempo que llevan juntos, ya se conocen completamente.
Con demasiada frecuencia vemos que estos matrimonios, a pesar de los años de convivencias, no duran, porque sin darse cuenta están durmiendo con el enemigo. Los seres humanos tenemos reacciones impredecibles. Por eso, sin aparente motivo la relación se enfría, entra en crisis,  viene la separación y luego el divorcio. El factor principal para que la relación de parejas funcione, es el amor leal y genuino. Y la presencia de Dios en el hogar. Pero los seres humanos nos confundimos pensando que amor y pasión es lo mismo, hasta que comprobamos que son conceptos muy diferentes. El amor es eterno e identifica a Cristo-Dios, y la pasión es efímera e identifica al hombre. Mientras el amor verdadero crece en nuestro interior, el camino del vicio que sigue a la pasión comienza a precipitarse hacia abajo, haciendonos caer en un callejón sin salida.
Jesucristo es el Cordero de Dios que próximamente celebrará su boda, y cada día que pasa se acerca más la fecha de este acontecimiento. Cuando Jesús habitó entre los hombres, regó amor. Nunca se casó, pero se comprometió a salvar al pueblo intercediendo por nosotros con el amor del Padre, y lo cumplió cuando aceptó morir para que fuéramos perdonados. Jesús permanece soltero esperando que el tiempo sea cumplido para celebrar su boda. Su compromiso, así como su regreso sigue vigente hasta que llegue la hora de quitarse Su traje de Juez y se vista de la Majestad de un Rey. Mientras Él regresa, debemos comenzar a desarrollar la relación del conocimiento previo que deben tener todas las parejas antes de casarse. La boda del Cordero que representa al novio, se celebrará  vestidos todos con trajes de inmortalidad, por eso la Biblia menciona a Jesús como el  “no-vio”, porque todavía no podemos verlo, hasta que nuestros cuerpos corruptos y mortales sean transformados.
Jesús, el eterno amado, no se casará con una mujer impura que se haya unido sexualmente con otra mujer, ni tampoco se casará con otro hombre como se ve en nuestra sociedad, porque la Ley de Dios sólo le permite al hombre elegir a la mujer para formar una familia. Cuando el hombre se casa, se convierte en sacerdote del hogar. Cristo es nuestro Juez y Sumo Sacerdote en el cielo. A través del amor, la fidelidad y el respeto que el hombre le muestre a su esposa durante el matrimonio, Dios puede medir el amor, respeto, fidelidad y obediencia que le rinde a Cristo. Por ende, debe mantener en su rol de esposo un comportamiento acorde a las virtudes de Cristo. Después de la boda del Cordero, en el cielo no habrá más matrimonios, ni las mujeres tendrán hijos, porque los santos no tienen sexo. A toda mujer que se le ha dado la oportunidad de concebir un hijo en este mundo, debe sentirse privilegiada, porque ser madre es una bendición, y un milagro de Dios. Los hijos, si los educamos en el amor de Cristo, formarán parte de nuestra familia en el cielo. Pero si alguno se pierde Dios demandará su sangre de nosotros.
La mujer está representada en la Biblia como la iglesia de Dios, y cuando nos convertimos en seguidoras de Cristo, hacemos un pacto sagrado con Jesús, igual que una novia cuando tiene un compromiso para casarse  con un hombre.  No todas las mujeres nacen para casarse, tener hijos, o sostener un matrimonio por muchos años con un yugo desigual, porque Dios sabe que con frecuencia hacemos malas elecciones. Pero todas, sin importar el status, nacemos con un primer amor que no podemos dejar u olvidar aunque tengamos en la tierra un esposo o compañero. Debemos querer y respetar a nuestros esposos, pero enamorarnos y amar a Cristo por sobre todas las cosas. En la actualidad las separaciones, los divorcios, y la desintegración familiar van en aumento, porque Cristo no es el centro del hogar y nos hemos separado  del primer, único, eterno y verdadero amor que nos permite existir en este mundo.
Ningún ser humano es indispensable en la vida de otro, pero Cristo es esencial en la vida de todos. Una mujer no necesita a su lado a un hombre para vivir, ni para sentirse amada y feliz, porque Cristo suple esa necesidad, y tiene suficiente amor para llenar ese vacío en el corazón. Cuando decidimos amarlo con toda nuestra mente y alma, Él se convierte en nuestro novio oficial, amigo, consejero, compañero y sellamos un compromiso, comenzando los preparativos para cuando llegue el día de la celebración de la boda. A diario escuchamos historias de mujeres que han tenido todo: fama, riquezas, reconocimiento público, han sido madre, esposas y exitosas profesionales. A pesar de sus logros, íntimamente viven vacías, sin ningún afecto, refugiándose en las frivolidades del mundo. Después de pasar por situaciones traumáticas, desilusiones y decepciones, algunas se entregan al amor de Cristo y sus vidas cambian de forma positiva y radical, porque Dios nunca rechaza un corazón afligido.
El evangelio de San Juan, capitulo 4, narra cuando  Jesús  sintió sed y se encuentra con una mujer samaritana que estaba en el pozo de Jacob, y le pide de beber. La mujer se sorprendió porque no sabía con quién estaba hablando, pero reconoció que el que le hablaba era un hombre judío, y los samaritanos no se llevaban con los judíos. El pozo era hondo y no había con qué sacar el agua, entonces Jesús le habla, de la fuente de agua que brota para vida eterna. La Samaritana pidió beber de esa agua para no sentir sed, ni tener que volver al pozo a sacarla. Jesús le dijo, sabiendo que ella estaba sola, que llamara a su esposo para que fuera también a recibirla. Pero ella contestó: “No tengo esposo”. Jesús replicó: “Bien has dicho: “No tengo esposo”, “Porque cinco maridos tuviste, y el que tienes ahora no es tu esposo. Esto has dicho con verdad”. Jesús le dijo esas palabras porque se estaba refiriendo a Él mismo, pero la mujer solamente entendió que estaba hablando con un profeta que conocía su vida pasada.
Jesús le explicó a la samaritana el tipo de adoración que le debemos rendir al Padre, porque nosotros adoramos lo que no sabemos. Ella dijo que cuando el Mesías, llamado Cristo llegara, nos explicaría todas las cosas. Por lo que Jesús declaró: “Yo Soy, el que habla contigo”. Los seres humanos generalmente nos sentimos atraídos por los atributos físicos. Confiamos en las palabras engañosas que oímos y  juzgamos por el aspecto exterior que vemos, antes de tratar a las personas. Por eso casi siempre nos equivocamos y cometemos graves errores. Llegamos a enamorarnos y sentir adoración  por personas que no conocemos. El amor a Cristo y la adoración al Padre deben ser en Espíritu. Estos son los verdaderos adoradores que nuestro Padre busca, porque Dios es Espíritu. La hora ha llegado, y los que lo adoran, deben adorarlo en espíritu y en verdad. Eso es confiar y significa tener fe.
La soledad afecta más al hombre que a la mujer. El Señor después de crear al hombre pensó que no era bueno que estuviera solo y le dio una compañera, para que fuera su complemento. Aunque Dios también colocó amor en el corazón del hombre, este no siempre se une a la mujer por ese sentimiento, sino que con frecuencia necesita a una mujer para liberar sus pasiones carnales, sin tomar en cuenta parentesco ni edad. De ahí los pederastas, que son capaces de violar la inocencia e integridad hasta de sus propios hijos. El hombre fue creado con el órgano genital hacia el exterior, y su virilidad la pone en evidencia con solo mirar a una mujer y desearla sin ser suya. Esto también es adulterio, porque aunque el hecho no se llegue a consumar, peca en su corazón. El hombre es como un animal y reacciona por instinto. Por eso le cuesta más dominarse a sí mismo y mantenerse fiel al carácter de Cristo.
La mujer fue creada con el órgano sexual hacia el interior de su cuerpo, porque ésta representa el sentimiento, el amor, la belleza, armonía, delicadeza, ternura y sensibilidad. El hombre debe explorar su interior para aprender a conocerla, no convirtiéndose por eso en el sexo débil, porque también fue elegida por Dios para  traer al mundo a todos los hombres. Generalmente las separaciones y rupturas de los matrimonios son originadas por el hombre, y significan para la mujer decisiones muy difíciles de entender y aceptar. Muchas prefieren  soportar de sus parejas todo tipo de humillaciones, maltratos, violencias, irresponsabilidades e infidelidades, siendo sometidas a situaciones inaceptables. Algunas mujeres por temor a sus parejas, se hacen cómplices de los maltratos y violaciones de sus propios hijos, formando hogares disfuncionales, cuyas consecuencias con frecuencia terminan en tragedias familiares, como son los homicidios y suicidios.
Ninguna mujer que ama a Cristo debe sentirse sola. No importa si está casada, soltera, viuda, separada o divorciada, porque  cuando amamos a Dios con la mente y el corazón, en todo momento estamos acompañadas por él. No tenemos razón para soportarle humillación, ni violencia física o emocional a ningún hombre. Es la hora de humillarnos a Cristo para vencer nuestros temores y fortalecer el carácter, pero vivas en su amor. Permitir que un hombre nos abuse, o abusen a los hijos que traemos al mundo, significaría que estamos viviendo desnudas ante el Señor, poniendo en evidencia nuestra cobardía y falta de fe al desconfiar de su amor, fuerza y poder.
Una madre soltera, o una mujer casada con hijos, que es abandonada por su esposo nunca están solas, porque si Dios las eligió para concebir, es porque también las dotó con la fuerza y capacidad de luchar para vencer todas las adversidades. Por lo general nos aferramos a hombres que no nos valoran, que nos ultrajan, y aunque Dios nos quiera librar de este tipo de relaciones, nos empeñamos en mantener ese círculo vicioso, resignadas a vivir en una relación sin amor, destructiva y enfermiza. Seguimos tropezando con la misma piedra hasta que caemos y nos damos duro. Es entonces el momento de levantarnos con más fuerza, perdonar y seguir adelante solas, acompañadas de las incomparables Promesas de Aquel que su amor es constante, fiel e inquebrantable.
Cuando caminamos detrás del amor de un hombre, sufrimos muchas desilusiones, decepciones y engaños, porque el ser humano es mentiroso por naturaleza, y no siempre las cosas salen como esperamos. Sentirnos bien con la compañía de alguien, no es enamorarnos, ya que el amor implica la aceptación mutua de nuestros defectos y virtudes, sin hacer promesas de cambiar lo que no nos gusta. Que ningún ser humano crea que puede cambiar a otra persona. Este cambio solo se puede lograr cuando encontramos el amor de Cristo. El verdadero amor que representa a Dios, es constante, no critica, no miente, es fiel, y su Promesa es estar a nuestro lado siempre, en las penas y las alegrías, en la salud y en la enfermedad hasta el día del fin. Esta promesa es por lo general la que hacemos durante la boda, pero que rara vez cumplimos.
El compromiso que hacemos con Cristo es para la eternidad, porque nos acepta tal y como somos.  A su debido tiempo nos regenera y transforma internamente, sanando las heridas que produce el amor carnal del hombre. En estos tiempos, es muy difícil encontrar un matrimonio que a pesar de llevar juntos toda la vida y de los estragos que van dejando los años, se mantengan fieles y unidos a su amor, porque cuando comenzamos a envejecer o dejamos de ser productivas, el hombre nos cambia por otra más joven. Los matrimonios que se conservan unidos por la bendición de Dios, forman parte de una especie en vía de extinción, porque las parejas actuales viven alejadas de Cristo, y no pueden resolver sus diferencias por ellos mismos. Ahora las bodas se realizan por conveniencia e intereses materiales. Si ambas partes han acumulado riquezas, es muy común que antes de unir sus vidas hagan acuerdos de separación de bienes.
Dios es amor, y el amor es lo que nos motiva a hacer un compromiso. En esa palabra tan pequeña está encerrada la grandeza de Cristo, y la seriedad de la Sagrada boda del Cordero. La palabra amor forma el acrónimo: A-mo, M-ora, O-ra, y R-amo. Del amor también formamos las palabras:  "ARO" y "MAR", y de éstas dos surge el "AROMA'. El matrimonio es como el mar, que siempre tendrá mareas altas y bajas. Sus olas siempre vienen y van, no permanecen iguales todo el tiempo. El ser humano debe ser probado, y por eso el Señor permite que pasemos por aflicciones. Estas seis palabras en que se desglosa el amor describen los pasos que debemos dar para participar en la boda del Cordero. Amo, es una afirmación de que amamos a Jesús, y por lo tanto significa que “Sí” aceptamos casarnos con Cristo.
Simbólicamente nos ponemos el aro matrimonial en el dedo, como señal de que hemos sido convencidas de su amor, y pasamos a tener un nuevo estilo de vida. Desde que hacemos el compromiso con Cristo, El mora, vive en nuestro corazón. Se inicia el periodo de enamoramiento; comenzamos a conocerlo, y El hace que la relación se vuelva cada día más íntima y estrecha. Ora, es una petición para entablar amistad. Es el medio por el cual nos podemos comunicar con Cristo. Es el cable de conexión para hablar directamente con Él, desarrollar la confianza, la fe y la paciencia. Es lo que nos lleva a la dependencia y nos une a Cristo. Es el medio por el cual expresamos nuestros sentimientos, nuestras penas y alegrías. Y Somos guiadas a obedecer aprendiendo a escuchar y a cumplir la voluntad de Dios.
El ramo, es el que llevan todas las novias entre las manos, cuando desfilan para encontrarse con su amado en el templo. Simboliza nuestra ofrenda de amor, de pureza, nuestro estado virginal antes de entregarnos a un hombre. Generalmente el ramo esta hecho de flores naturales, ramas o hierbas de modo que forman un conjunto adornado con delicadeza, del que emana un olor muy agradable. Cuando Jesús entró triunfalmente en Jerusalén, como muestra de alegría el pueblo salió a recibirlo con palmas y ramas de olivo en las manos, aclamándolo como salvador. Todas las novias necesitan tiempo de preparación para estar listas cuando llegue el anhelado día de su boda. De igual manera toda mujer que se haya comprometido con Cristo, también necesita tiempo de preparación para poder entrar a  la boda del Cordero de nuestro Salvador Jesús.
Debemos cuidar el árbol del amor, que produce las flores con las cuales se fabrican los finos perfumes. Nuestro aroma debe ser agradable a Dios, para que el día de la boda podamos recibir la corona de Sus manos. Una vez que estemos vestidas con la túnica sagrada, para que nuestros cuerpos incorruptibles inicien el reinado eterno al lado del Rey. En el cielo los redimidos formaremos una sola familia, donde Cristo dejará de sentir celos por la mujer. Cuando cambiamos o rechazamos el amor espiritual de Jesús por el amor carnal del hombre, traicionamos y laceramos su corazón. En el cielo ningún hombre recordará si en este mundo fue casado o soltero, porque seremos nuevas criaturas, y el pensamiento no vendrá más a la mente. La alegría y el gozo de la  celebración de la boda del Cordero, durará para siempre y reinará el amor en su expresión más sublime.
El mar también representa la intensidad, inmensidad y profundidad del infinito amor de Dios. Nadie puede echar en una vasija toda el agua del mar para medirla. Tampoco nadie puede contar ni pesar sus granos de arena. Ningún ser humano conoce al dedillo sus profundidades. Así de imposible resulta medir el infinito amor que Dios siente por cada uno de nosotros. Las flores necesitan del agua para brotar, para no marchitarse y mantenerse frescas,  porque el agua es vida. La sal, es lo que le da gusto a la comida. Significa la Palabra de Dios, el alimento espiritual que nos mantiene vivos, por eso el agua del mar es salada, porque los animales que viven en el mar, están vivos. De esa misma forma nosotros necesitamos alimentarnos de la Palabra de vida. En los tiempos de nuestras abuelas, era usual cortejar a una mujer enviándole un ramo de flores, porque la mujer es la flor más hermosa que adorna el jardín del Edén, donde la armonía, los colores de la naturaleza, y el equilibrio perfecto entre Dios y el hombre alcanzan su total  plenitud.
No podemos correr todo el tiempo detrás de un hombre, por el simple deseo de vivir una pasión, o permanecer atada a un ser que ante cualquier problema de la vida huye dejándonos solas. Una persona inconstante que no cumple sus promesas es imposible que ame a Dios, porque el mismo amor, atención y trato que le demuestra a su pareja, es el mismo que le está demostrando a Dios. El amor no se mendiga, ni puede ser obligado, porque es un sentimiento espontáneo que conlleva sacrificio. Ni siquiera Dios, que es un ser espiritual perfecto nos obliga a amarlo, por eso nos da el libre albedrío. El hombre que es inconstante en el amor, es inconstante en todos los actos de su vida, por consiguiente, también es inconstante en su relación con Dios. Cuando se ama de verdad, nuestra prioridad es hacer todo lo posible para que el que permanezca a nuestro lado, se sienta bien.
Las mujeres en la tierra fungimos como parte de las ramas del Árbol de la Vida, cuyo tronco es Dios. De nuestras ramas nacen los hijos, y cada una de las ramas que siguen saliendo se van dividiendo formando a su vez ramos nuevos. Durante la vida, cada hijo toma sendas diferentes. No todas las ramas de un mismo árbol florecen. Algunas ramas aunque permanezcan en el árbol se secan y otras caen. En la época de la poda los arboles pierden sus ramos. De igual manera, Dios también cuando lo considera conveniente, manda a podar los árboles de Su jardín y ordena cortar algunas ramas que necesita usar, antes de que se echen a perder.
A veces inesperadamente perdemos un hijo, antes de que esa rama de nuestra vida obtenga frutos, o perdemos a un ser querido ya sea familiar o amigo. Situaciones dolorosas que pensamos nunca vamos a superar. Pero debemos tener siempre presente que ningún ser humano conoce la hora de su partida. Y que el que no camina al lado de Cristo, no puede vivir con la plena seguridad de que saldrá vencedor de sus luchas. Todos somos probados de diferentes formas, pero Dios siempre tiene presente no darnos más de lo que no podemos soportar. Solo son etapas que debemos cumplir en nuestro peregrinar y ciclos de vidas que terminan. Pero que debemos aceptarlos con resignación, entereza y valentía. No estaremos libres del llanto y el dolor, pero siempre llegará  la calma.
Las aflicciones por lo general son transitorias, y nos ayudan a crecer y esperar confiados en las Promesas del Salvador. Las adversidades nos fortalecen o nos debilitan, todo depende de la actitud que le mostremos a Dios. Cuando Jesús iba caminando con la cruz acuesta, ni siquiera su madre pudo evitar que fuera crucificado, pero el consuelo llegó a su corazón al escucharlo decir: “Mujer, no lloréis por mí, llorad por vosotras”. A Pesar del profundo dolor que le produjo ver a su hijo morir en una cruz siendo Santo, su tristeza fue mitigada y sus lágrimas fueron enjugadas. Esperó confiada que pasara los tres días en el sepulcro como había anunciado, y las mujeres fueron a comprar especies aromáticas para ir a ungir Su cuerpo. La bendita Promesa dice que Jesús volverá visiblemente, de la misma forma en que fue elevado al cielo. Pero esta vez permanecerá junto a  todos los redimidos, para ser adorado y glorificado como Rey por toda la eternidad.      
Si mantenemos en nuestras mentes que no fuimos creados para vivir eternamente en este mundo. Si realmente el ser humano pudiera comprender esto, viviríamos sintiéndonos libres, felices, y con la esperanza de que llegue el momento anhelado de recibir al hombre más deseado e importante de todos los tiempos. Mientras tanto, es nuestra responsabilidad cuidar las ramas del árbol, adoptando una determinada actitud de luchar en la vida pese a las adversidades. Convertir nuestras ramas en armas espirituales y vestirnos con ella, como si fuéramos soldados para ir a la guerra. Debemos preparar nuestras armas y estar listas para usarlas. Disponer nuestro ánimo para lograr llegar hasta el fin y resistir las contrariedades del tiempo, los vientos huracanados y las tempestades de la vida. Equipar a nuestros hijos de lo necesario para que no caigan en el mar de confusión que Satanás les muestra. Y que si llegan a caer en él,  tengan a mano las herramientas necesarias  para no naufragar y  poder navegar con seguridad y confianza durante el viaje al infinito.
La armonía en la vida se logra cuando encontramos el equilibrio. Este debe ser un elemento indispensable para mantener en línea recta el cuerpo, la mente y el espíritu. Una vez que Cristo entra en nuestras vidas, convierte al corazón en la verdad y lo cubre con sentimientos de paz, haciendo que su luz espiritual permanezca encendida en nosotros. Cuando mantenemos una buena relación con Cristo, vivimos en armonía, en un clima de paz, desarrollando la compresión y la tolerancia hacia los demás. Es una tarea de toda la vida que se genera constantemente. A medida que pasan los años, como parte del proceso normal de la vida del individuo, todos vamos cambiando, pero nunca debemos cambiar el objetivo de mantenernos unidos en amor y oración, no obstante las dificultades externas o internas que vivamos.  
Cuando el amor a Dios está por encima del amor al hombre, siempre habrá victoria. No podemos plegarnos ni perder nuestra propia identidad por seguir un falso amor, o estar al lado de alguien que nos hace daño, y nos ignora con actitudes de rechazo. Tenemos que  grabar en nuestra mente que hay que tener un espíritu de sacrificio para poder vivir unidos a Cristo. Debemos estar dispuestas a que Dios pode nuestro árbol, aunque eso signifique pasar por el dolor de que nos arranquen algunas ramas que aún están tiernas. Seamos como las vírgenes sensatas que esperaban vigilantes la llegada del novio, sin dormirse y con suficiente aceite para alumbrar sus lámparas, para no arriesgase a que el novio llegara y cerrara la puerta, sin ellas estar listas  para entrar a la boda. Una vez que la puerta este cerrada, aunque toquemos para que nos abran, el novio no sabra quienes somos, porque nunca antes nos vio.
Vivamos en el amor de Dios, ajustándonos y conectándonos con su Santo Espíritu, para lograr así  una vida llena de relajación y sosiego hasta el gran día de celebración de la boda del Cordero. ¡Que Dios derrame bendiciones para todos, pero en especial, que guarde a la novia que ha iniciado los preparativos para su boda con el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo! Amén.