miércoles, 18 de diciembre de 2013

LA LECTURA QUE EDIFICA


Un libro es como una puerta abierta que conduce a diferentes caminos y siempre deja entre líneas una enseñanza o moraleja. A través de la lectura podemos cultivar la mente y el espíritu, porque un buen libro, educa, instruye e informa. Por medio de la imaginación, la lectura nos permite viajar y transportarnos a épocas pasadas, y vivir la experiencia de los demás como si fueran nuestras. Los libros biográficos por lo general narran situaciones o circunstancias de la vida real del autor, que a veces nos identifica, sintiéndonos ser parte de los personajes de esa historia, porque encajan perfectamente con nuestro estilo de vida. Un buen libro es aquel que nos motiva a profundizar lo aprendido, poner en acción los pensamientos, soñar y perseguir nuestros objetivos, para algún día hacer realidad lo que queremos ser en el futuro.
El libro más antiguo y más leído de todos los tiempos es la Biblia, porque es el Libro Sagrado que guarda los misterios de la vida del hombre. Pero muy pocos aplican sus enseñanzas. Es el único libro en la tierra, que a su vez está integrado por 66 libros más, incluyendo Cantares, Versos, Salmos y Proverbios. Toda  Palabra de la Biblia fueron inspiraciones dada por Dios a los profetas, por lo que no es escritura de hombres. A pesar que la primera edición data de miles y miles de años atrás, es el libro más traducido del universo, porque existe en todos los idiomas, a excepción de los libros que describen a otros dioses desconocidos, que no es el creador del Universo.
Las Sagradas Escrituras, no es solamente un libro para leer, sino para estudiar, porque  tiene una característica única que no lo tienen los demás libros escritos por la musa inspiradora de la creatividad del hombre. Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia nos muestra una sola puerta abierta que representa a Cristo. Por eso no hay contradicción en lo que está escrito. Dios le otorgó una misión y un don diferente a cada hombre usado por él, pero cada libro de la Biblia tiene un fin común. Y es dar a conocer el evangelio de Cristo.
Libros que hablan de la vida de Enoc, Noé, Abrahán, Moisés, Josué, Samuel, David, Jacob, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Zacarías, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Santiago, Pablo etc., deben estimularnos y sensibilizar nuestro corazón, porque son historias reales de hombres que vivieron al servicio de Dios y que a pesar de que nunca lo vieron en persona, durmieron desarrollando un trabajo motivacional de fe y esperanza. El mundo ha tenido grandes hombres y mujeres que han sido famosos por su trayectoria política, social, económica y religiosa, pero ninguno aunque ya no esté en el mundo de los vivos duerme para siempre, porque sin excepción, todos tendrán que pasar por el juicio final para rendir cuenta de sus obras.
No tenemos justificación si nos perdemos la oportunidad de conocer el plan de salvación que Dios tiene para sus hijos. Libros tan pequeños, como el de Amós, Abdías, Miqueas, Nahúm, Sofonías y Ageo nos hablan del fin de los rebeldes, y todos nos exhortan a buscar a Dios. Malaquías representa nuestra recompensa al obedecer los Mandamientos. El libro de Jonás es un ejemplo de lo que le puede suceder al hombre cuando toma decisiones por su propia cuenta y cambia los mandatos de Dios.
El libro de Job es sinónimo de mansedumbre y temperancia, y el libro de Habacuc es un ejemplo de confianza y perseverancia, porque ambas son necesarias hasta que llegue el cumplimiento de la Promesa. Daniel y Apocalipsis describen lo que sucederá en el tiempo del fin, pero Apocalipsis detalla el final con mayor claridad. Todos estos libros recopilados en uno solo, guardan las estrategias inequívocas que debemos seguir para el desarrollo de la obra que Jesús comenzó en esta tierra, y que somos llamados a continuar hasta que llegue el día glorioso de su segunda venida.
Para llegar al cielo, la Biblia solamente nos señala dos caminos: el camino ancho o camino del mal, y el camino estrecho o camino del bien. Los que han tomado el camino ancho son los ciegos, sordos e ignorantes que van por la vida sin darse cuenta que están desnudos ante el Señor, carentes de todo conocimiento. Son muertos espirituales que deambulan por las calles viviendo del engaño para morir en la decepción. Analfabetos de la verdad que viven desorientados en el tiempo sin entender que Dios es la parte vital de nuestro entorno. Seres que a pesar de su educación tienen un razonamiento ilógico, cayendo en la estupidez del tonto, y viviendo aislados de la realidad que los rodea.
Son personas que creen han actuado con inteligencia frente a la vida, porque han logrado algún tipo de reconocimiento, o han acumulado muchos bienes materiales. Pero viven carentes de toda sabiduría, confundidos, sin poder diferenciar lo falso de lo verdadero. Todo en la vida es transitorio y nadie conoce el mañana, por lo tanto nadie sabe con seguridad el día de su muerte. Los que siguen el camino ancho no han alimentado su espíritu, y por ende no han podido descubrir la fuente de donde nace la inteligencia. Tampoco saben por qué y para que Dios nos puso un cerebro y nos diferenció de los animales al darnos raciocinio. No han dedicado tiempo para buscar el reino de Dios y lo consideran como un tema aislado de toda realidad.
Para estudiar la Biblia y comprenderla se necesita dedicación y dirección, porque es un libro interpretativo. La sabiduría de Dios es infinita y revela a quien él quiere, los misterios de Su Palabra. Sin la ayuda del poder del Espíritu Santo, no podemos hacer nada, ni desarrollar los dones otorgados por Gracia. Todos tenemos un Don a descubrir y poner en práctica, pero es una oportunidad que debemos ejecutar durante la vida y solo se presenta una vez. El hombre fue creado para ser obrero de Cristo, para ser un colaborador al servicio de Jesús.
De la misma forma que los grandes dignatarios tienen a su alrededor hombres y mujeres a sus servicios, que les brindan asesoramiento y los ayudan a tomar decisiones difíciles, asimismo todos debemos estar en la disposición de servirle a Cristo, permitirle que nos use, nos dirija y nos ayude a tomar nuestras propias decisiones. La Biblia es la guía espiritual indispensable que se necesita para poder encontrar el camino a Cristo y revela todo lo que necesitamos saber para el buen vivir. Es el único Libro que con su lectura y estudio puede edificar al hombre, ya que infunde en los demás sentimientos de virtud y piedad.
El ser humano que desee alcanzar el éxito, primero tiene que educarse, y luego poner en práctica lo aprendido para obtener la experiencia. Ninguna experiencia es improvisada, por lo que la experiencia laborar se adquiere a través de la observancia o de la repetición, pero esto no aplica para llegar a conocer a Cristo, ya que este tipo de conocimiento se fundamenta conjuntamente con los estudios, en la acumulación de los conocimientos que una persona logre durante la vida, y está estrechamente relacionada con la cantidad de años que viva ejerciendo un cargo. Mientras más tiempo el hombre pasa desarrollando una misma función, mayor será su conocimiento en ese campo.
Muchas personas tienen un conocimiento empírico o procedimental de las cosas. Obtienen un resultado positivo inmediato de algo que ven hacer a otras personas y lo copian, pero no tienen expectativas en la vida, por lo que la sabiduría no es desarrollada. Por lo tanto consideran como real lo que pueden percibir con los sentidos aunque no lo entiendan. No ejercitan sus neuronas y estas se debilitan, perdiendo así la percepción de la vida. Son llevados por las características exteriores de todo lo que ven, pero sin seguir ningún método o guía, por lo que nunca llegan a tener un conocimiento factual del porqué de las cosas.
La Biblia fue inspirada para que a través de su lectura, pudiéramos desarrollar una relación con Cristo y lograr un conocimiento a priori del verdadero significado de nuestra existencia, sin necesidad de pasar por una experiencia desagradable o traumática. En la antigüedad Dios hablaba directamente al hombre justo, y también enviaba mensajes a través de sus ángeles. En la actualidad, hemos perdido toda comunicación con Cristo, porque él nos habla a través de la Palabra escrita, pero si no leemos, no podemos saber lo que nos dice. Por consiguiente, Él nos deja en la ignorancia. Solamente es posible tener una experiencia con el Espíritu de Cristo en nuestras vidas, si tenemos la expectativa de conocerlo.
Sin tomar en cuenta las circunstancias que vivamos, las Sagradas Escrituras representan nuestra guía, nuestro manual de procedimiento para conocer las Promesas, y aprender a vivir en el mundo. Cuando nos dejamos guiar por Cristo, él nos capacita para poder caminar seguros por el terreno que pisamos. La relación con Cristo se inicia cuando creemos en su existencia y ponemos en práctica Sus enseñanzas. No conformándonos solamente con lo que vemos, sino experimentar con lo que es espiritual, pero sin tener una prueba fehaciente de lo que es, porque lo espiritual es abstracto y su experiencia contribuye sensiblemente a la sabiduría de los sabios. La sabiduría es un don que Dios solo le otorga a sus elegidos. Por ende, no todos podemos tener una compresión absoluta de lo que Dios dice en su Palabra y hace en la vida del hombre, porque el Espíritu es el que revela y convence.
El único ser Omnisciente es Dios, y nos podemos beneficiar y aferrarnos a Él por medio de su Palabra, porque el conocimiento no se crea, sino que existe en la mente de Dios por toda la eternidad y él se lo da a quien tiene interés en recibirlo. El Señor dice en su Palabra: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”. No se necesita muchos años de estudios, ni esperar toda una vida para experimentar vivir en el Espíritu de Cristo. Basta solamente desearlo, pedirlo  y esperar que él responda. Es algo que Dios hace de forma individual a través de nuestros sentidos, y cuando esto sucede, no deja lugar a dudas de que lo que recibimos proviene del Espíritu.
En un solo instante, sin darnos cuenta nos transforma en un abrir y cerrar de ojos, mostrándonos su inefable poder. De manera mágica, misteriosa y milagrosa, comenzamos a pensar distinto, actuamos diferente, encontramos el balance en la vida, el equilibrio, la paz, y la comprensión se vuelve más ágil. La mente comienza a percibir las cosas antes de que sucedan. Y cuando se materializan comprobamos el mensaje. El Espíritu de Dios se siente en nuestro interior, aunque no podamos verlo. Cuando vivimos esa experiencia, entonces podemos decir que conocemos a Cristo.
En el mercado existe una inmensa variedad de libros redactados de diferentes formas, con diferentes objetivos y escritos por un sin número de autores. Libros narrativos, descriptivos, instructivos, conversacionales, libros de textos, biográficos, poéticos, de misterio, fantasía, aventuras etc. Algunos de estos libros adquieren tanta fama que se convierten en best-seller. Toda obra literaria está sujeta a la opinión pública y pasa por las críticas de los conocedores del arte. Pero el único libro que ningún ser humano puede plagiar, juzgar, ni pasar por la lupa de los críticos, es la Biblia, porque ella se explica a sí misma. Es el único libro cuyo autor aún no hemos visto, pero del que más se ha hablado. Ni siquiera su impostor puede hacer realidad por el mismo todo lo que está escrito, o evitar lo que ha sido anunciado y que aún no ha sucedido.
La Sagradas Escrituras fueron dictadas por el Espíritu de Dios de forma que abarcara todos los géneros literarios en un solo libro. Su estilo es inigualable e incomparable, donde se funde lo clásico con lo contemporáneo, por lo que no entra en ninguna clasificación literaria. Es una obra original y magistral que aunque existen diferentes versiones, está especializada y diseñada para que no se le pueda cambiar ni siquiera una tilde, ni tampoco se le pueda agregar nada. Así dice el Señor en el libro de Apocalipsis: “Advierto a todo el que oye las Palabras de la profecía de este libro: Si alguno le añade algo, Dios traerá sobre el las plagas escritas en este libro. “Y si alguno quita algo de las Palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del Libro de la Vida y de la santa ciudad”.
La Biblia no está sujeta a discusión. Ella describe de forma infalible, la obra Majestuosa de la creación de Dios y de todo lo que existe en el planeta. Habla del principio y el fin del hombre, del antes y el después de todo lo que nos rodea, y de lo que nunca hemos visto. Es el Libro más completo que existe, porque no solo informa, también educa sin que el Maestro este presente. Y si somos obedientes, nos disciplina, atribuyéndole también la capacidad de transformarnos. Capitulo tras capitulo, nos revela el camino que debe recorrer todo hombre que dice amar a Cristo, y nos estimula a imitar su carácter. El amor queda plasmado en cada expresión, y su lectura nos permite volver al pasado para corregir nuestros errores, tomando como modelo la experiencia de otros que ya fueron probados por Dios antes que nosotros.
Es de gran beneficio para los que vivimos en el presente, porque nos brinda calidad de vida y nos mantiene vivos en la esperanza. Su impecable excelencia y el rigor intelectual y académico con que está escrita nos permiten con cada una de sus páginas, tener un conocimiento a posteriori de lo que sucederá en el futuro, sin la necesidad de vivir en él. Nos permite viajar a través del tiempo, y experimentar ahora lo que a veces consideramos como irreal, pero que creemos por fe. Hechos que por nuestro propio esfuerzo, no podemos percibirlo como verdadero. Existe un solo pecado imperdonable y es el que comete todo aquel que se atreve a dudar de las obras del Espíritu.
Cada Palabra del Señor, cada versículo de la Biblia, son mensajes de Dios dirigidos al hombre. Si tomáramos con seriedad el estudio de las Sagradas Escrituras, nos daríamos cuenta que la verdad nunca ha estado oculta, que la bondad y misericordia de Dios es tan grande, que nos dejó escrito y diseñado el plano para la construcción del templo de su Santo Espíritu, para que Él pudiera morar en nosotros. Todos fuimos creados con un propósito. La vida no significa solamente ocupar un lugar en el espacio, sino que tenemos que escudriñar la Palabra de Vida que ha sido revelada, y obtener un conocimiento claro de cómo hacer las cosas de forma correcta ante los ojos de Dios.
Muchos no leen la Biblia, porque no desean compromiso. No les interesa descubrir la clave que les permitirá al mismo tiempo detenerse, y echar una mirada a las condiciones materiales de su existencia y compararlas con los valores espirituales. Diariamente, a través de los medios televisivos, radiales y por las redes sociales, recibimos toda clase de información. Por el internet podemos conocer todo lo que sucede alrededor del mundo. Pero la sabiduría de Dios es perfecta, porque ningún medio televisivo, radial o satelital puede tener un conocimiento previo de la llegada del Señor. Este conocimiento solo lo adquieren los que estudian la Biblia, porque aunque esta no especifica el día ni la hora, nos da las señales exactas del tiempo que marcará su regreso.
La obediencia a Dios es lo que nos permite echar los cimientos para comenzar a edificar su templo y deriva de la práctica, de la participación y de la vivencia con el Espíritu. Es una construcción que se elabora de forma individual, no colectiva. Al construir un edificio, primero el arquitecto diseña los planos. Sigue la trayectoria de lo que tiene en mente, formando líneas rectas entre los diferentes puntos, hasta que le da forma y obtiene un bosquejo que luego el ingeniero desarrolla con ayuda de otros obreros. Este plano es la guía para el desarrollo del proyecto, pero debe ser leído por el ingeniero y seguir sus instrucciones. Evolucionar con el trabajo pese a cualquier inconveniente hasta convertirse en una obra completada.
Necesitamos seguir las instrucciones de Dios. Leer Sus cartas, explorar el mapa y escoger un lugar seguro para construir nuestro templo, para que las corrientes del mal no debiliten la base antes de terminar la obra, porque la vida está llena de dolor, de situaciones difíciles, de engaños y decepciones. Pero el que edifica en Cristo y lo hace una prioridad en su vida, llevará su obra hasta el final y saldrá vencedor en todo lo que haga. Las Sagradas Escrituras representan la base que indica los pasos a seguir para desarrollar nuestra vida espiritual y crecer en Cristo.
Estamos ante un mundo difícil y es urgente que actuemos. Una actitud evasiva no elimina lo porvenir, pero provoca que la conciencia se duerma y caiga en el engaño. Debemos vivir en el mundo con lo necesario y prepararnos para lo contingente, porque el regreso de Cristo no depende de nosotros, pero la salvación es una opción, y depende de lo que hacemos. No rechacemos la verdad de Dios revelada en las Escrituras, porque es la esencia de la vida, y nos prepara para lo inevitable. Nuestra única meta debe consistir en acumular experiencias edificantes en nuestras vidas. Aferrarnos a la Roca viva del Espíritu de Cristo para que nuestro conocimiento no este fragmentado.
La Biblia es un Libro que nadie promociona, pero es el de mayor prestigio, porque no hay mentira en él, ni intereses económicos envueltos y se puede conseguir gratuitamente. Tiene instrucciones precisas y exactas del plan de salvación para todo el que desee conocerlo. Cada palabra escrita nos instruye para aprender a formar la línea recta que nos conducirá a encontrar el equilibrio de la vida, para que cuando Dios nos pese en la balanza de su justicia no nos encuentre faltos. Las Sagradas Escrituras nos preparan para tener un fundamento sólido en nuestras vidas hasta ser idóneos para la herencia celestial. Es el único libro del que podemos partir para llegar a obtener una sana reflexión, sin caer en las trampas de una realidad que no fue creada por Dios, y llegar a conclusiones equivocadas.
Hay muchas cosas que no podemos evitar ver, pero debemos ser selectivos con lo que leemos. Todo lo que escuchamos lo podemos corroborar con lo que está escrito por el Creador. Hoy en día todo se puede investigar, pero si no nos educamos y aprendemos lo que es verdadero, nunca podremos reconocer lo falso. La ignorancia se cura con la educación, pero la estupidez de los tontos es una enfermedad terminal que padecen los desgraciados que carecen de sueños, porque han encerrado sus mentes en una cárcel y nunca buscaron en el lugar correcto para encontrar la llave.
El Libro de la Biblia debe existir en todos los hogares y por lo menos esforzarnos en leer y aprender un versículo diariamente. Es un tesoro muy valioso que no se hizo para adornar o engañarnos a nosotros mismos creyendo que por tenerlo con nosotros somos cristianos, sino para abrirlo, estudiarlo y llevar una vida placentera y feliz de acuerdo a los buenos principios y voluntad divina. Es en el único Libro que encontramos la respuesta a todas nuestras preguntas. Ojalá que la meta de todo ser humano para este nuevo año sea dedicar tiempo a la lectura de la Biblia antes de que sea demasiado tarde, y el Espíritu Santo se retire del mundo. Alabado y Glorificado sea el Señor por siempre. Bienaventurados son todos los que creen en su Palabra. Amén.

viernes, 13 de diciembre de 2013

LA BODA DEL CORDERO


“Un mensaje de esperanza para toda mujer que vive sin sentirse amada, o ha sido abandonada. Que por causa del amor de un hombre ha sufrido y soportado algún tipo de abuso. Y que ha gastado su juventud en busca del amor, sin encontrarlo, perdiendo así sus ilusiones. A la mujer que está dormida sin reconocer que desde que nacemos, tenemos a nuestro lado el más puro amor que ningún ser humano puede demostrar. Somos como vírgenes, elegidas e invitadas a  la boda del Cordero, donde se le rendira tributo al amor en honor a la mujer. Esta invitacion es un privilegio”                   

                                                     “Matrimonio y mortaja, del cielo baja”.
Las Sagradas Escrituras nos hablan del nacimiento milagroso de Cristo, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo en el vientre de una mujer virgen, que no había conocido varón. María era una mujer que estaba comprometida para casarse, elegida por Dios para concebir a Su Unigénito. Su prometido era un hombre justo, y al verla encinta, para no difamarla, decidió dejarla secretamente. El Señor conoce todos nuestros pensamientos, y por Su mandato, un ángel se le apareció en sueño a su prometido para revelarle que el hijo que ella había concebido era del Espíritu Santo, que no temiera recibirla por esposa. También el ángel le dijo que ella daría a luz un niño al que llamaría Jesús, porque él salvaría al pueblo de sus pecados. Todo se cumplió como el ángel del Señor lo anunció: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel”, que significa: Dios con nosotros. Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a María por esposa sin cuestionarla. Pero no la conoció (no la tocó) hasta que dio a luz.
Aunque la Biblia no explica este hecho en detalle, es de suponer que como se trató de un nacimiento milagroso, donde María salió encinta sin haber estado en contacto íntimo con ningún hombre, después de dar a luz siguió siendo virgen, porque el matrimonio no se consumó hasta después del nacimiento de Jesús. Todo lo que Dios hace es perfecto y para Él no hay imposibles. El Señor no dejó cabos sueltos, para no permitir que el corazón de su esposo se llenara de dudas, pensando que María le había sido infiel. José desposó una mujer virgen, porque él confió y creyó lo que el ángel le dijo en sueño. Pudo comprobar después de conocerla, que el hijo que ella había concebido era obra del Espíritu, y no de la carne. Después de ese hecho milagroso, María tuvo otros hijos producto de la relación natural carnal hombre-mujer. Aunque estos hijos eran hermanos de Jesús, ninguno era igual a él, porque fue el único Hijo del Hombre nacido del Espíritu.
María debe ser un modelo a seguir para la mujer soltera, para cada joven que se respete y desee que el hombre la valore. Toda mujer nace virgen y se convierte en mujer después que es desposada. Por lo tanto, debe ser una obligación moral guardarse y conservarse virgen hasta el día de su boda, para así ambos comenzar a descubrirse íntimamente y disfrutar del amor en toda su plenitud, porque el amor es un sentimiento profundo que va más allá de una relación sexual. El amor se desarrolla y madura en la convivencia diaria, dentro de una atmósfera de reciprocidad, comprensión, comunicación, honestidad, lealtad, tolerancia y respeto, donde día a día buscamos la forma de hacer sentir feliz a nuestra pareja, renunciando a nuestro egoísmo hasta convertirnos en un solo cuerpo, pasando a formar una sola carne. La Palabra de Dios dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán uno solo. Pero que el hombre dejará su casa, madre, esposa e hijos  para seguir a Cristo y heredar el reino de los cielos.
Una mujer que haya tenido muchos maridos, o se haya prostituido y luego busque el perdón sincero de Dios a través del arrepentimiento de sus pecados, vuelve a ser una virgen para Cristo y siempre la aceptará rodeándola en Sus brazos de amor. Pero primero tiene que pasar por el proceso de purificación del alma. Don que solo lo posee el Espíritu de Dios y es otorgado por medio de la Gracia. Al día de hoy la virginidad de la mujer es un mito, considerado para muchos como algo arcaico, por lo que conservarse virgen hasta el matrimonio raya en lo ridículo. Pero la razón principal de tantas madres solteras, niños abandonados, traídos al mundo sin ninguna responsabilidad, y tantos matrimonios arruinados, ha sido la falta de pudor, al vivir despojados de todas las virtudes, y por la depravación moral que viven los jóvenes de hoy. Donde la infidelidad es parte de la libertad del ser humano. Han olvidado que el adulterio es un grave pecado que ofende la Santidad de Dios, y coloca al hombre y a la mujer muy por debajo de cualquier valor moral, como ser cristiano.
No adulterar es un mandato divino que ocupa el séptimo lugar dentro de los Mandamientos de la Ley. El hombre moderno no se resigna a serle fiel a una sola mujer y vive en una doble moral. Muchos hombres casados, no respetan a sus esposas aun sintiéndose satisfechos con ellas. Siempre quieren buscar variedad experimentando con otras mujeres u hombres. Otros son tan hipócritas que mantienen al mismo tiempo relaciones paralelas fijas. La búsqueda incesante de la satisfacción propia, y la carencia del amor de Cristo en nuestras vidas, ha generado la proliferación del homosexualismo. El Señor dice en su Palabra que el matrimonio es un vínculo sagrado y santo que une a un hombre con una mujer. Que para heredar el reino de los cielos, el hombre debe comportarse como un eunuco. El que no vive en el amor de Cristo, esta contra Cristo. ---Así dice el Señor---“Ninguno que pone su mano al arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. “El que no está conmigo, esta contra mí. El que conmigo no junta, desparrama”.
En épocas muy remotas, la moral se tenía en alta estima, y la virginidad era una prueba de decencia y pureza guardada para el esposo. Las jóvenes no iniciaban su vida sexual hasta que se casaban, pero esa costumbre ya no existe en la sociedad actual. Ahora primero se tiene sexo, y después se intercambian los nombres. Por eso muchas madres solteras que han llevado una vida sexual muy activa, con diferentes hombres, ni siquiera saben con seguridad de quién sale embarazada. Hoy en día las bodas se realizan para obtener derechos legales y beneficios sociales. Inclusive se celebran bodas con “novias” en avanzado estado de gestación para que la criatura nazca legítima, o después de pasar largo tiempo de vivir amancebados. Algunas veces las parejas deciden formalizar la relación pensando que por el tiempo que llevan juntos, ya se conocen completamente.
Con demasiada frecuencia vemos que estos matrimonios, a pesar de los años de convivencias, no duran, porque sin darse cuenta están durmiendo con el enemigo. Los seres humanos tenemos reacciones impredecibles. Por eso, sin aparente motivo la relación se enfría, entra en crisis,  viene la separación y luego el divorcio. El factor principal para que la relación de parejas funcione, es el amor leal y genuino. Y la presencia de Dios en el hogar. Pero los seres humanos nos confundimos pensando que amor y pasión es lo mismo, hasta que comprobamos que son conceptos muy diferentes. El amor es eterno e identifica a Cristo-Dios, y la pasión es efímera e identifica al hombre. Mientras el amor verdadero crece en nuestro interior, el camino del vicio que sigue a la pasión comienza a precipitarse hacia abajo, haciendonos caer en un callejón sin salida.
Jesucristo es el Cordero de Dios que próximamente celebrará su boda, y cada día que pasa se acerca más la fecha de este acontecimiento. Cuando Jesús habitó entre los hombres, regó amor. Nunca se casó, pero se comprometió a salvar al pueblo intercediendo por nosotros con el amor del Padre, y lo cumplió cuando aceptó morir para que fuéramos perdonados. Jesús permanece soltero esperando que el tiempo sea cumplido para celebrar su boda. Su compromiso, así como su regreso sigue vigente hasta que llegue la hora de quitarse Su traje de Juez y se vista de la Majestad de un Rey. Mientras Él regresa, debemos comenzar a desarrollar la relación del conocimiento previo que deben tener todas las parejas antes de casarse. La boda del Cordero que representa al novio, se celebrará  vestidos todos con trajes de inmortalidad, por eso la Biblia menciona a Jesús como el  “no-vio”, porque todavía no podemos verlo, hasta que nuestros cuerpos corruptos y mortales sean transformados.
Jesús, el eterno amado, no se casará con una mujer impura que se haya unido sexualmente con otra mujer, ni tampoco se casará con otro hombre como se ve en nuestra sociedad, porque la Ley de Dios sólo le permite al hombre elegir a la mujer para formar una familia. Cuando el hombre se casa, se convierte en sacerdote del hogar. Cristo es nuestro Juez y Sumo Sacerdote en el cielo. A través del amor, la fidelidad y el respeto que el hombre le muestre a su esposa durante el matrimonio, Dios puede medir el amor, respeto, fidelidad y obediencia que le rinde a Cristo. Por ende, debe mantener en su rol de esposo un comportamiento acorde a las virtudes de Cristo. Después de la boda del Cordero, en el cielo no habrá más matrimonios, ni las mujeres tendrán hijos, porque los santos no tienen sexo. A toda mujer que se le ha dado la oportunidad de concebir un hijo en este mundo, debe sentirse privilegiada, porque ser madre es una bendición, y un milagro de Dios. Los hijos, si los educamos en el amor de Cristo, formarán parte de nuestra familia en el cielo. Pero si alguno se pierde Dios demandará su sangre de nosotros.
La mujer está representada en la Biblia como la iglesia de Dios, y cuando nos convertimos en seguidoras de Cristo, hacemos un pacto sagrado con Jesús, igual que una novia cuando tiene un compromiso para casarse  con un hombre.  No todas las mujeres nacen para casarse, tener hijos, o sostener un matrimonio por muchos años con un yugo desigual, porque Dios sabe que con frecuencia hacemos malas elecciones. Pero todas, sin importar el status, nacemos con un primer amor que no podemos dejar u olvidar aunque tengamos en la tierra un esposo o compañero. Debemos querer y respetar a nuestros esposos, pero enamorarnos y amar a Cristo por sobre todas las cosas. En la actualidad las separaciones, los divorcios, y la desintegración familiar van en aumento, porque Cristo no es el centro del hogar y nos hemos separado  del primer, único, eterno y verdadero amor que nos permite existir en este mundo.
Ningún ser humano es indispensable en la vida de otro, pero Cristo es esencial en la vida de todos. Una mujer no necesita a su lado a un hombre para vivir, ni para sentirse amada y feliz, porque Cristo suple esa necesidad, y tiene suficiente amor para llenar ese vacío en el corazón. Cuando decidimos amarlo con toda nuestra mente y alma, Él se convierte en nuestro novio oficial, amigo, consejero, compañero y sellamos un compromiso, comenzando los preparativos para cuando llegue el día de la celebración de la boda. A diario escuchamos historias de mujeres que han tenido todo: fama, riquezas, reconocimiento público, han sido madre, esposas y exitosas profesionales. A pesar de sus logros, íntimamente viven vacías, sin ningún afecto, refugiándose en las frivolidades del mundo. Después de pasar por situaciones traumáticas, desilusiones y decepciones, algunas se entregan al amor de Cristo y sus vidas cambian de forma positiva y radical, porque Dios nunca rechaza un corazón afligido.
El evangelio de San Juan, capitulo 4, narra cuando  Jesús  sintió sed y se encuentra con una mujer samaritana que estaba en el pozo de Jacob, y le pide de beber. La mujer se sorprendió porque no sabía con quién estaba hablando, pero reconoció que el que le hablaba era un hombre judío, y los samaritanos no se llevaban con los judíos. El pozo era hondo y no había con qué sacar el agua, entonces Jesús le habla, de la fuente de agua que brota para vida eterna. La Samaritana pidió beber de esa agua para no sentir sed, ni tener que volver al pozo a sacarla. Jesús le dijo, sabiendo que ella estaba sola, que llamara a su esposo para que fuera también a recibirla. Pero ella contestó: “No tengo esposo”. Jesús replicó: “Bien has dicho: “No tengo esposo”, “Porque cinco maridos tuviste, y el que tienes ahora no es tu esposo. Esto has dicho con verdad”. Jesús le dijo esas palabras porque se estaba refiriendo a Él mismo, pero la mujer solamente entendió que estaba hablando con un profeta que conocía su vida pasada.
Jesús le explicó a la samaritana el tipo de adoración que le debemos rendir al Padre, porque nosotros adoramos lo que no sabemos. Ella dijo que cuando el Mesías, llamado Cristo llegara, nos explicaría todas las cosas. Por lo que Jesús declaró: “Yo Soy, el que habla contigo”. Los seres humanos generalmente nos sentimos atraídos por los atributos físicos. Confiamos en las palabras engañosas que oímos y  juzgamos por el aspecto exterior que vemos, antes de tratar a las personas. Por eso casi siempre nos equivocamos y cometemos graves errores. Llegamos a enamorarnos y sentir adoración  por personas que no conocemos. El amor a Cristo y la adoración al Padre deben ser en Espíritu. Estos son los verdaderos adoradores que nuestro Padre busca, porque Dios es Espíritu. La hora ha llegado, y los que lo adoran, deben adorarlo en espíritu y en verdad. Eso es confiar y significa tener fe.
La soledad afecta más al hombre que a la mujer. El Señor después de crear al hombre pensó que no era bueno que estuviera solo y le dio una compañera, para que fuera su complemento. Aunque Dios también colocó amor en el corazón del hombre, este no siempre se une a la mujer por ese sentimiento, sino que con frecuencia necesita a una mujer para liberar sus pasiones carnales, sin tomar en cuenta parentesco ni edad. De ahí los pederastas, que son capaces de violar la inocencia e integridad hasta de sus propios hijos. El hombre fue creado con el órgano genital hacia el exterior, y su virilidad la pone en evidencia con solo mirar a una mujer y desearla sin ser suya. Esto también es adulterio, porque aunque el hecho no se llegue a consumar, peca en su corazón. El hombre es como un animal y reacciona por instinto. Por eso le cuesta más dominarse a sí mismo y mantenerse fiel al carácter de Cristo.
La mujer fue creada con el órgano sexual hacia el interior de su cuerpo, porque ésta representa el sentimiento, el amor, la belleza, armonía, delicadeza, ternura y sensibilidad. El hombre debe explorar su interior para aprender a conocerla, no convirtiéndose por eso en el sexo débil, porque también fue elegida por Dios para  traer al mundo a todos los hombres. Generalmente las separaciones y rupturas de los matrimonios son originadas por el hombre, y significan para la mujer decisiones muy difíciles de entender y aceptar. Muchas prefieren  soportar de sus parejas todo tipo de humillaciones, maltratos, violencias, irresponsabilidades e infidelidades, siendo sometidas a situaciones inaceptables. Algunas mujeres por temor a sus parejas, se hacen cómplices de los maltratos y violaciones de sus propios hijos, formando hogares disfuncionales, cuyas consecuencias con frecuencia terminan en tragedias familiares, como son los homicidios y suicidios.
Ninguna mujer que ama a Cristo debe sentirse sola. No importa si está casada, soltera, viuda, separada o divorciada, porque  cuando amamos a Dios con la mente y el corazón, en todo momento estamos acompañadas por él. No tenemos razón para soportarle humillación, ni violencia física o emocional a ningún hombre. Es la hora de humillarnos a Cristo para vencer nuestros temores y fortalecer el carácter, pero vivas en su amor. Permitir que un hombre nos abuse, o abusen a los hijos que traemos al mundo, significaría que estamos viviendo desnudas ante el Señor, poniendo en evidencia nuestra cobardía y falta de fe al desconfiar de su amor, fuerza y poder.
Una madre soltera, o una mujer casada con hijos, que es abandonada por su esposo nunca están solas, porque si Dios las eligió para concebir, es porque también las dotó con la fuerza y capacidad de luchar para vencer todas las adversidades. Por lo general nos aferramos a hombres que no nos valoran, que nos ultrajan, y aunque Dios nos quiera librar de este tipo de relaciones, nos empeñamos en mantener ese círculo vicioso, resignadas a vivir en una relación sin amor, destructiva y enfermiza. Seguimos tropezando con la misma piedra hasta que caemos y nos damos duro. Es entonces el momento de levantarnos con más fuerza, perdonar y seguir adelante solas, acompañadas de las incomparables Promesas de Aquel que su amor es constante, fiel e inquebrantable.
Cuando caminamos detrás del amor de un hombre, sufrimos muchas desilusiones, decepciones y engaños, porque el ser humano es mentiroso por naturaleza, y no siempre las cosas salen como esperamos. Sentirnos bien con la compañía de alguien, no es enamorarnos, ya que el amor implica la aceptación mutua de nuestros defectos y virtudes, sin hacer promesas de cambiar lo que no nos gusta. Que ningún ser humano crea que puede cambiar a otra persona. Este cambio solo se puede lograr cuando encontramos el amor de Cristo. El verdadero amor que representa a Dios, es constante, no critica, no miente, es fiel, y su Promesa es estar a nuestro lado siempre, en las penas y las alegrías, en la salud y en la enfermedad hasta el día del fin. Esta promesa es por lo general la que hacemos durante la boda, pero que rara vez cumplimos.
El compromiso que hacemos con Cristo es para la eternidad, porque nos acepta tal y como somos.  A su debido tiempo nos regenera y transforma internamente, sanando las heridas que produce el amor carnal del hombre. En estos tiempos, es muy difícil encontrar un matrimonio que a pesar de llevar juntos toda la vida y de los estragos que van dejando los años, se mantengan fieles y unidos a su amor, porque cuando comenzamos a envejecer o dejamos de ser productivas, el hombre nos cambia por otra más joven. Los matrimonios que se conservan unidos por la bendición de Dios, forman parte de una especie en vía de extinción, porque las parejas actuales viven alejadas de Cristo, y no pueden resolver sus diferencias por ellos mismos. Ahora las bodas se realizan por conveniencia e intereses materiales. Si ambas partes han acumulado riquezas, es muy común que antes de unir sus vidas hagan acuerdos de separación de bienes.
Dios es amor, y el amor es lo que nos motiva a hacer un compromiso. En esa palabra tan pequeña está encerrada la grandeza de Cristo, y la seriedad de la Sagrada boda del Cordero. La palabra amor forma el acrónimo: A-mo, M-ora, O-ra, y R-amo. Del amor también formamos las palabras:  "ARO" y "MAR", y de éstas dos surge el "AROMA'. El matrimonio es como el mar, que siempre tendrá mareas altas y bajas. Sus olas siempre vienen y van, no permanecen iguales todo el tiempo. El ser humano debe ser probado, y por eso el Señor permite que pasemos por aflicciones. Estas seis palabras en que se desglosa el amor describen los pasos que debemos dar para participar en la boda del Cordero. Amo, es una afirmación de que amamos a Jesús, y por lo tanto significa que “Sí” aceptamos casarnos con Cristo.
Simbólicamente nos ponemos el aro matrimonial en el dedo, como señal de que hemos sido convencidas de su amor, y pasamos a tener un nuevo estilo de vida. Desde que hacemos el compromiso con Cristo, El mora, vive en nuestro corazón. Se inicia el periodo de enamoramiento; comenzamos a conocerlo, y El hace que la relación se vuelva cada día más íntima y estrecha. Ora, es una petición para entablar amistad. Es el medio por el cual nos podemos comunicar con Cristo. Es el cable de conexión para hablar directamente con Él, desarrollar la confianza, la fe y la paciencia. Es lo que nos lleva a la dependencia y nos une a Cristo. Es el medio por el cual expresamos nuestros sentimientos, nuestras penas y alegrías. Y Somos guiadas a obedecer aprendiendo a escuchar y a cumplir la voluntad de Dios.
El ramo, es el que llevan todas las novias entre las manos, cuando desfilan para encontrarse con su amado en el templo. Simboliza nuestra ofrenda de amor, de pureza, nuestro estado virginal antes de entregarnos a un hombre. Generalmente el ramo esta hecho de flores naturales, ramas o hierbas de modo que forman un conjunto adornado con delicadeza, del que emana un olor muy agradable. Cuando Jesús entró triunfalmente en Jerusalén, como muestra de alegría el pueblo salió a recibirlo con palmas y ramas de olivo en las manos, aclamándolo como salvador. Todas las novias necesitan tiempo de preparación para estar listas cuando llegue el anhelado día de su boda. De igual manera toda mujer que se haya comprometido con Cristo, también necesita tiempo de preparación para poder entrar a  la boda del Cordero de nuestro Salvador Jesús.
Debemos cuidar el árbol del amor, que produce las flores con las cuales se fabrican los finos perfumes. Nuestro aroma debe ser agradable a Dios, para que el día de la boda podamos recibir la corona de Sus manos. Una vez que estemos vestidas con la túnica sagrada, para que nuestros cuerpos incorruptibles inicien el reinado eterno al lado del Rey. En el cielo los redimidos formaremos una sola familia, donde Cristo dejará de sentir celos por la mujer. Cuando cambiamos o rechazamos el amor espiritual de Jesús por el amor carnal del hombre, traicionamos y laceramos su corazón. En el cielo ningún hombre recordará si en este mundo fue casado o soltero, porque seremos nuevas criaturas, y el pensamiento no vendrá más a la mente. La alegría y el gozo de la  celebración de la boda del Cordero, durará para siempre y reinará el amor en su expresión más sublime.
El mar también representa la intensidad, inmensidad y profundidad del infinito amor de Dios. Nadie puede echar en una vasija toda el agua del mar para medirla. Tampoco nadie puede contar ni pesar sus granos de arena. Ningún ser humano conoce al dedillo sus profundidades. Así de imposible resulta medir el infinito amor que Dios siente por cada uno de nosotros. Las flores necesitan del agua para brotar, para no marchitarse y mantenerse frescas,  porque el agua es vida. La sal, es lo que le da gusto a la comida. Significa la Palabra de Dios, el alimento espiritual que nos mantiene vivos, por eso el agua del mar es salada, porque los animales que viven en el mar, están vivos. De esa misma forma nosotros necesitamos alimentarnos de la Palabra de vida. En los tiempos de nuestras abuelas, era usual cortejar a una mujer enviándole un ramo de flores, porque la mujer es la flor más hermosa que adorna el jardín del Edén, donde la armonía, los colores de la naturaleza, y el equilibrio perfecto entre Dios y el hombre alcanzan su total  plenitud.
No podemos correr todo el tiempo detrás de un hombre, por el simple deseo de vivir una pasión, o permanecer atada a un ser que ante cualquier problema de la vida huye dejándonos solas. Una persona inconstante que no cumple sus promesas es imposible que ame a Dios, porque el mismo amor, atención y trato que le demuestra a su pareja, es el mismo que le está demostrando a Dios. El amor no se mendiga, ni puede ser obligado, porque es un sentimiento espontáneo que conlleva sacrificio. Ni siquiera Dios, que es un ser espiritual perfecto nos obliga a amarlo, por eso nos da el libre albedrío. El hombre que es inconstante en el amor, es inconstante en todos los actos de su vida, por consiguiente, también es inconstante en su relación con Dios. Cuando se ama de verdad, nuestra prioridad es hacer todo lo posible para que el que permanezca a nuestro lado, se sienta bien.
Las mujeres en la tierra fungimos como parte de las ramas del Árbol de la Vida, cuyo tronco es Dios. De nuestras ramas nacen los hijos, y cada una de las ramas que siguen saliendo se van dividiendo formando a su vez ramos nuevos. Durante la vida, cada hijo toma sendas diferentes. No todas las ramas de un mismo árbol florecen. Algunas ramas aunque permanezcan en el árbol se secan y otras caen. En la época de la poda los arboles pierden sus ramos. De igual manera, Dios también cuando lo considera conveniente, manda a podar los árboles de Su jardín y ordena cortar algunas ramas que necesita usar, antes de que se echen a perder.
A veces inesperadamente perdemos un hijo, antes de que esa rama de nuestra vida obtenga frutos, o perdemos a un ser querido ya sea familiar o amigo. Situaciones dolorosas que pensamos nunca vamos a superar. Pero debemos tener siempre presente que ningún ser humano conoce la hora de su partida. Y que el que no camina al lado de Cristo, no puede vivir con la plena seguridad de que saldrá vencedor de sus luchas. Todos somos probados de diferentes formas, pero Dios siempre tiene presente no darnos más de lo que no podemos soportar. Solo son etapas que debemos cumplir en nuestro peregrinar y ciclos de vidas que terminan. Pero que debemos aceptarlos con resignación, entereza y valentía. No estaremos libres del llanto y el dolor, pero siempre llegará  la calma.
Las aflicciones por lo general son transitorias, y nos ayudan a crecer y esperar confiados en las Promesas del Salvador. Las adversidades nos fortalecen o nos debilitan, todo depende de la actitud que le mostremos a Dios. Cuando Jesús iba caminando con la cruz acuesta, ni siquiera su madre pudo evitar que fuera crucificado, pero el consuelo llegó a su corazón al escucharlo decir: “Mujer, no lloréis por mí, llorad por vosotras”. A Pesar del profundo dolor que le produjo ver a su hijo morir en una cruz siendo Santo, su tristeza fue mitigada y sus lágrimas fueron enjugadas. Esperó confiada que pasara los tres días en el sepulcro como había anunciado, y las mujeres fueron a comprar especies aromáticas para ir a ungir Su cuerpo. La bendita Promesa dice que Jesús volverá visiblemente, de la misma forma en que fue elevado al cielo. Pero esta vez permanecerá junto a  todos los redimidos, para ser adorado y glorificado como Rey por toda la eternidad.      
Si mantenemos en nuestras mentes que no fuimos creados para vivir eternamente en este mundo. Si realmente el ser humano pudiera comprender esto, viviríamos sintiéndonos libres, felices, y con la esperanza de que llegue el momento anhelado de recibir al hombre más deseado e importante de todos los tiempos. Mientras tanto, es nuestra responsabilidad cuidar las ramas del árbol, adoptando una determinada actitud de luchar en la vida pese a las adversidades. Convertir nuestras ramas en armas espirituales y vestirnos con ella, como si fuéramos soldados para ir a la guerra. Debemos preparar nuestras armas y estar listas para usarlas. Disponer nuestro ánimo para lograr llegar hasta el fin y resistir las contrariedades del tiempo, los vientos huracanados y las tempestades de la vida. Equipar a nuestros hijos de lo necesario para que no caigan en el mar de confusión que Satanás les muestra. Y que si llegan a caer en él,  tengan a mano las herramientas necesarias  para no naufragar y  poder navegar con seguridad y confianza durante el viaje al infinito.
La armonía en la vida se logra cuando encontramos el equilibrio. Este debe ser un elemento indispensable para mantener en línea recta el cuerpo, la mente y el espíritu. Una vez que Cristo entra en nuestras vidas, convierte al corazón en la verdad y lo cubre con sentimientos de paz, haciendo que su luz espiritual permanezca encendida en nosotros. Cuando mantenemos una buena relación con Cristo, vivimos en armonía, en un clima de paz, desarrollando la compresión y la tolerancia hacia los demás. Es una tarea de toda la vida que se genera constantemente. A medida que pasan los años, como parte del proceso normal de la vida del individuo, todos vamos cambiando, pero nunca debemos cambiar el objetivo de mantenernos unidos en amor y oración, no obstante las dificultades externas o internas que vivamos.  
Cuando el amor a Dios está por encima del amor al hombre, siempre habrá victoria. No podemos plegarnos ni perder nuestra propia identidad por seguir un falso amor, o estar al lado de alguien que nos hace daño, y nos ignora con actitudes de rechazo. Tenemos que  grabar en nuestra mente que hay que tener un espíritu de sacrificio para poder vivir unidos a Cristo. Debemos estar dispuestas a que Dios pode nuestro árbol, aunque eso signifique pasar por el dolor de que nos arranquen algunas ramas que aún están tiernas. Seamos como las vírgenes sensatas que esperaban vigilantes la llegada del novio, sin dormirse y con suficiente aceite para alumbrar sus lámparas, para no arriesgase a que el novio llegara y cerrara la puerta, sin ellas estar listas  para entrar a la boda. Una vez que la puerta este cerrada, aunque toquemos para que nos abran, el novio no sabra quienes somos, porque nunca antes nos vio.
Vivamos en el amor de Dios, ajustándonos y conectándonos con su Santo Espíritu, para lograr así  una vida llena de relajación y sosiego hasta el gran día de celebración de la boda del Cordero. ¡Que Dios derrame bendiciones para todos, pero en especial, que guarde a la novia que ha iniciado los preparativos para su boda con el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo! Amén. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

THANKSGIVING-GRATITUD A DIOS


El día de thanksgiving, o día de Acción de Gracias, tuvo su origen en el año 1621, en una mezcla de tradiciones europeas y aborígenes, que con el paso del tiempo ha perdido su esencia. El motivo de esta celebración era dar gracias a Dios por la paz, y la buena cosecha del año, pero en la actualidad esta fiesta está exenta de contenido religioso, y ha pasado a ser una festividad secular que se realiza por tradición, donde además de ser un día de reunión familiar, al día siguiente, con el llamado “viernes negro”, los comerciantes, son los únicos que verdaderamente se benefician de esta celebración. Los estadounidenses celebran esta fiesta el cuarto jueves de noviembre, y los canadienses lo celebran el segundo lunes de octubre. La decadencia de las prácticas religiosas que vive la sociedad actual, ha provocado que se haya perdido el verdadero acto de agradecer a Dios, por todas Sus bendiciones. Dar gracias a Dios por todo, debe ser una costumbre diaria, y una obligación de cada creyente. Especialmente debemos pedir a Dios por la paz, y agradecer por la vida, porque el mundo se desarrolla en medio de mucha violencia. Debemos dar paso a lo Espiritual y  dejar atrás las tradiciones del mundo.

“Todo lo que respira alabe al Señor”. Aprovechemos el día de Acción de Gracias para alabar a nuestro Señor, y mostrarle nuestro agradecimiento, recordando que la misericordia de Dios se renueva cada día, y que su fidelidad es inagotable. Recordemos que dependemos de él, y expresemos gratitud por todos sus favores. Con demasiada frecuencia nos olvidamos  de que toda buena dádiva, y todo don perfecto vienen del cielo, y descienden del Padre de las luces, en quien no hay mudanza, ni sombra de variación. Cuando sentimos que disfrutamos de buena salud, y tenemos todo lo que deseamos, nos olvidamos de Dios, y no rendimos tributo de alabanza por todos los beneficios que nos brinda. Solamente nos acordamos de pedir ayuda, cuando nos llega una enfermedad, y el deseo de recuperar la salud, o la preocupación por el bienestar económico, es lo que nos hace orar fervientemente hasta sanar o lograr lo que queremos.

La oración y alabanza a Dios no debe ser solamente cuando estamos en medio de un problema. Debemos orar con fe, varias veces al día, para que nuestras plegarias sean escuchadas. Cuando los discípulos andaban con Jesús en el mar de Galilea, tuvieron miedo de perecer porque el viento soplaba con velocidad y las olas del mar estaban enfurecidas. Ante el temor, despertaron a Jesús que dormía en la popa de la barca para que los salvara. Dios reprendió al viento, y dijo al mar: “!Calla! ¡Enmudece”! Y el viento cesó, y vino una gran calma. Los discípulos estaban atónitos al ver que el viento y el mar obedecían, entonces Jesús les preguntó: ¿Por qué estáis así atemorizados? ¿Cómo aún no tenéis fe? Cristo debe ser nuestro refugio en la salud y en la enfermedad, en las tristezas y las alegrías, en las tribulaciones, en tiempos de paz y de guerra, en la escasez y en la abundancia, pero muchos no confían en él. Debemos vivir protegidos de su gracia, no solamente clamar a él cuando estamos aterrados de miedo, o pasando por un gran dolor.

Tenemos que permanecer en su presencia por medio de la fe, para que cuando oremos, él reconozca nuestra voz y  nos conteste. Debemos agradecer por la vida, porque el simple hecho de que nos mantiene vivos, es una bendición. Todos los que disfrutamos de la bendición de tener buena salud, los que hemos conseguido nuestro pan, y conservado nuestros trabajos en estos tiempos tan difíciles, no tenemos que esperar por la tradición de una fecha específica para dar gracias, porque tenemos una obligación sagrada con nuestro creador, y él diariamente nos da todo lo que es necesario para nuestro bien. En esta vida nunca esteremos libres de desilusiones y aflicciones, pero aún en las noches de aflicción no podemos negarnos a elevar el corazón y la voz en agradecida alabanza y oración, recordando siempre el amor que Jesús nos mostró, expresado en la cruz del calvario.

Es tiempo de meditar en el verdadero significado de dar gracias,  porque Cristo murió por nuestras rebeliones, por nuestros pecados, recayendo en él, el castigo de nuestra paz, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Por nuestra causa dejó la felicidad y la gloria del cielo, y sufrió cruel aflicción, pobreza, vergüenza, y una muerte terrible. Este acto nos debe unir en oración, y dar gracias todos los días de nuestras vidas. Debemos estar agradecidos que por la muerte de Cristo y Su resurrección, él nos ha abierto la puerta de la esperanza, aunque todavía no podamos medir cuanto más profundas habrían sido nuestras aflicciones y desgracias, si Jesús no nos hubiera rodeado con su brazo de amor para levantarnos.

Siempre debemos dar gracias, porque nos podemos regocijar en la esperanza, porque todavía nuestro abogado esta en el santuario celestial intercediendo por nosotros para salvarnos de la muerte. Debemos dar gracias, porque por los méritos de Jesús tenemos perdón y podemos encontrar la paz. El murió para lavar nuestros pecados, revestirnos de Su justicia, y hacernos idóneos para la sociedad del cielo, donde por siempre moraremos en la luz, donde no habrá más “viernes negro”, sino que la luz brillará por siempre, y el poder de Satanás que mora en las tinieblas de este mundo, será destruido. Debemos aceptar agradecidos las bendiciones que Jesús nos concede. Él, con el interés más intenso vigila nuestro progreso en el camino celestial, el ve nuestros esfuerzos, nuestros descensos y restablecimientos, nuestros temores, debilidades, conflictos y victorias. Pero siempre pensamos en nuestras necesidades y no damos gracias por los beneficios que recibimos. No oramos lo suficiente, y somos demasiados parsimoniosos para dar las gracias.

El mundo de hoy no aprecia el gran amor de Dios, ni la compasión divina de Jesús, y miles menosprecian la Gracia sin par manifestada en el plan de redención. Todos los que nos sentimos partícipes de la salvación, debemos aprovechar cada instante de respiración, para dar gracias a nuestro creador, con un corazón agradecido. Reflexionemos cuidadosamente en este día de Acción de Gracias, y alabemos a Dios con corazón, alma y voz, por las maravillas que hace en cada uno de nosotros. Demos gracias por la Gracia derramada del cielo, para que podamos llegar a ser súbditos del reino celestial. En el día de Acción de Gracias, bendiciones tanto temporales como espirituales, acompañarán a aquellos que imparten a los necesitados lo que reciben del Señor.

Jesús realizó un milagro con cinco panes y dos pescados, para alimentar a una multitud de más de cinco mil personas que estaba cansada y hambrienta. Jesús dio gracias al Padre, alzó los ojos al cielo, y los bendijo, después puso los alimentos en las manos de los discípulos, para que lo distribuyesen. Ellos los repartieron a la multitud, y éstos se iban multiplicando en sus manos. Cuando la multitud hubo sido alimentada, los discípulos mismos se sentaron y comieron con Cristo de la provisión impartida por el cielo. Al final, cuando todos se saciaron, se juntaron doce cestas con los pedazos sobrantes. Esta es una lección preciosa para cada uno de los que seguimos a Cristo. El verdadero acto de Acción de Gracias, tiene que estar cargado de obras de misericordia, bondad, compasión, y compartir con el prójimo lo que tenemos. No es solamente celebrar las buenas cosechas del año como se hacía originalmente en siglos pasados, sino compartir los frutos recibidos por medio del Espíritu.

En este próximo día de Acción de Gracias, debemos escribir en nuestra conciencia, que el que desprecia la misericordia, la compasión y la justicia, el que descuida a los pobres, que pasa por alto las necesidades de la humanidad doliente, que no es bondadoso, se conduce de tal manera, que Dios no puede cooperar con él en el desarrollo de su carácter. La cultura de la mente y del corazón no debe obtenerse siguiendo la tradición, sino que la misma se logra más fácilmente cuando cultivamos y sentimos tan tierna empatía por los demás, que llegamos a sacrificar nuestros beneficios y privilegios para ayudar en sus necesidades. El obtener y retener todo lo que  podemos para nosotros mismos, fomenta la indigencia del alma. Pero todos los atributos de Cristo aguardan para todo aquel que desee recibirlo, para hacer lo que Dios le ha indicado y obrar como Cristo obró. Cristo anhela concedernos las bendiciones de su Gracia, pero muchos se niegan a aceptarlas.

La gratitud a Dios, se demuestra practicando la abnegación y el sacrificio propio, dando al mundo evidencia de que somos semejantes a Cristo, en el carácter, dando de nuestros recursos y de nuestro tiempo, haciendo esfuerzos para ayudar a los enfermos, consolar a los afligidos, aliviar a los pobres, estimular a los desalentados, iluminar a las almas que están en las tinieblas, señalar a Cristo a los pecadores, y grabando en los corazones  la obligación de guardar la Ley de Dios. Pidamos a Dios por la paz del mundo y que ponga en nuestros corazones la piedad práctica para vivir una religión pura y sin manchas, no formada por tradiciones del mundo, sino apoyadas en las Promesas hechas por Nuestro Redentor y Salvador Jesucristo. Amén. ¡FELIZ DIA DE ACCION DE GRACIAS!.

 

 

 

 

viernes, 22 de noviembre de 2013

VIVIENDO EN EL ESPIRITU




Estos libros, son una muestra del poder y la obra de Dios. Todo se hace posible cuando actuamos bajo la direccion y voluntad divina. Dios hace sendas donde no las hay, porque Sus caminos son mas altos que nuestros caminos, y Sus pensamientos mas altos que nuestros pensamientos. Si en algun momento de mi vida, alquien me hubiera dicho que me iba a dedicar a la escritura, le hubiera dicho que eso era imposible, pero aqui estan los resultados. Estoy cumpliendo con lo que mi Padre celestial quiere que haga.  (Elida Perez/autora).

Cuando publique mi primer artículo en este blog: Mi experiencia con Jesús “testimonio”, todavía tenía el sueño de escribir la historia de mi vida, con la intención de que la misma sirviera de ejemplo para otros. Muchas cosas han cambiado en mí, desde el pasado mes de abril-2012, cuando tuve la maravillosa experiencia de recibir, y vivir en mi cuerpo, la visita del Espíritu Santo. Después de escribir mí biografía, en mi libro titulado “Condenados por la Amistad”, y publicarlo en marzo del 2012, he seguido la dirección de Dios, y esto me ha motivado a continuar escribiendo, lo que a mi tercera edad, nunca pensé que haría. Pero como dice un dicho: “el hombre propone, y Dios dispone”. En la actualidad he publicado cuatro libros más, para la honra y gloria del Señor. Los mismos son: Amor en su máxima expresión, Etapas finales del tiempo, La auténtica belleza, y Escalera al cielo.

Además de esto, a través de mi blog: Fe & Naturaleza vs Salud Corporal, trabajo para el Señor, y con la ayuda del teclado de mi computadora, trato de llevar al lector todo lo que el Señor me revela, el entendimiento que me da de su Palabra, y lo que muchas veces me habla en sueños, eventos que luego veo realizarse tal y como me los describe. En ocasiones, también he recibido mensajes para algunas personas. Por todas estas cosas doy Gloria y gracias a Dios, porque derramó su Santo Espíritu en mí, de una forma viva y real. Dios me mostró que él vive, vivirá por la eternidad, y que su pronta venida es una realidad inminente e ineludible. Porqué me eligió a mí?, porque siempre desee y pedí entender por qué y para qué vine a este mundo. Aunque creía en Dios, siempre fui muy escéptica con las cosas sobrenaturales. Convertirme en seguidora de Cristo, jamás pasó por mi mente. Hoy me siento más que bendecida y privilegiada de haber recibido tan grande honor.

He visto en muchos momentos de mi vida la mano poderosa de Dios obrar en mí, he vivido cosas indescriptibles, que si las contara, de seguro nadie las creería. Han sido experiencias muy espirituales y profundas, que solamente el que las vive, las puede entender, porque hay que discernirlas con el Espíritu. Desde entonces, también he tenido muchas pruebas difíciles, tanto familiares, económicas, y con algunos hermanos en Cristo, que no aceptaron el mensaje que el Señor le envió a la iglesia. Nunca estamos exentos de dificultades, porque seguimos en el mundo, y Satanás nos sigue tentando, trabajando en contra de la obra de Dios, para que su evangelio no se siga propagando.  Pero el amor de Dios, Su fuerza y Su poder, nunca abandonan a los hijos que le aman.

Me he mantenido fiel en la obediencia de lo que Dios quiere de mí, y por eso siento que vivo en Su Espíritu. Estamos comunicados todos los días y lo llevo conmigo donde quiera que vaya. Aunque esté en medio de alguna prueba, sé que Dios me proveerá de todas mis necesidades, porque así me lo ha demostrado, durante los veinte meses que llevo trabajando en su obra, promoviendo la fe, y anunciando su pronta venida. A veces me he levantado pensando como resolveré algo que me preocupa y elevo una oración a Dios, y de una forma mágica y sublime siento tranquilidad e inesperadamente, y sin entender cómo, llega la solución, porque todo lo dejo en sus manos, confiada y segura de que me responderá. Dios siempre suple y contesta nuestras plegarias, solo tenemos que dejarlo trabajar y ser pacientes.

Amor en su Máxima Expresión es un libro que habla de la historia del amor, del amor que conocemos los seres humanos;  de  lo que significa conocer el amor del Espíritu de Dios, y  por qué el amor, es la virtud más valiosa del hombre. Muchos no saben cómo y de donde se origina el amor, pero es la razón de la creación, el don más preciado y puro del universo. Dios nos creó por amor, y por el infinito amor que siente hacia todos sus hijos, también desea salvarnos. Amarnos los unos a los otros, fue el último mensaje dado por Jesús a los Apóstoles, y hasta el momento de su muerte, pidió perdón a Nuestro Padre celestial por aquellos que durante su calvario, lo hicieron cargar la cruz hasta su crucifixión.

Cristo sabía que resucitaría al tercer día como estaba escrito, pero aceptó el sacrificio de morir para salvar a la humanidad. Aceptó su copa, y derramó su sangre para librarnos a nosotros de la muerte eterna. Creo que están de acuerdo conmigo, que nadie ha mostrado jamás, un ejemplo tan real de lo que significa el verdadero amor. Sacrificar nuestras vidas por el prójimo, es algo que nunca, ningún ser humano ha repetido. Si fuera una opción, y pudiéramos pagar por los delitos de otros, solamente una madre estaría dispuesta a morir en lugar de un hijo, que ha sido condenado a muerte. Por eso, el único amor comparable al amor de Dios, es el amor de una madre hacia sus hijos, porque traemos a los hijos al mundo con mucho dolor. En la parte final de ese libro, le dedico un capitulo al corazón. Al único órgano del cuerpo que tiene autonomía; donde habita Dios, y donde  se aloja el sentimiento del amor.

Etapas finales del tiempo, es mi tercer libro, y en el  trato de despertar al lector, para que preste atención a la preparación espiritual que se necesita para entender y convencernos, de que somos peregrinos en este mundo, y que estamos viviendo en el final del tiempo. Narro algunos acontecimientos de la historia, que no han sucedido por casualidad, y que no podemos olvidar, ya que son pautas necesarias para buscar la salvación. No son simple ideas mías, las mismas se pueden corroborar en la Biblia. También en ese libro doy a conocer el significado que tienen los números para Dios, y como afectan nuestras vidas, positiva o negativamente.  

Todos tenemos una fecha para nacer, y una fecha para morir, y a todos se nos ha dado un nombre. Aunque otras personas pueden tener los mismos nombres, no tienen los mismos apellidos, ni la misma fecha de nacimiento. Todo lo que Dios hizo es perfecto. Cuando el Señor nos creó, fue con un propósito individual que debemos cumplir. No solo vivimos por vivir, también somos criaturas muy valiosas para Dios. Él nos conoce a la perfección desde antes de nacer, por nuestros nombres y apellidos, y sabe perfectamente de cuál de las tribus somos descendientes. No nos podemos esconder de  su presencia, aunque fisicamente nos transformemos. Tampoco podemos librarnos  del juicio eterno, aunque ya no estemos en este mundo.

La Autentica belleza, habla de nuestra belleza interna, de nuestros valores, de nuestras virtudes, de lo que realmente es valioso para Dios. Comparo lo que el hombre llama bello, con la verdadera belleza que aún no podemos palpar. Hablo del legado de Cristo, que estuvo cargado de virtudes, su vida y sus enseñanzas. Señalo que todos necesitamos ser puros interiormente para poder llegar al cielo, porque es un lugar santo, donde nadie manchado de pecado puede entrar. Los impíos e incrédulos no podrán contemplar la Majestad, ni la divinidad de Dios, por lo que debemos procurar limpiarnos y arrepentirnos de toda maldad. Es un llamado para que salgamos de la esclavitud, de la ignorancia y dejemos de vivir en la vanidad, porque todo lo que hacemos en la vida para alimentar nuestro ego, es considerado vanidad para Dios.

Escalera al cielo, es mi último libro publicado. De una forma simple y práctica, trato de dar herramientas para poder escalar al reino de los cielos, un lugar reservado para los redimidos. Tenemos que comenzar de prisa a dar los pasos necesarios para nuestra salvación. Este libro está basado en varios versículos de la Biblia, donde explico lo que el Señor me ha revelado, y narro con ejemplos bíblicos, según los últimos acontecimientos del mundo, como las profecías se están cumpliendo con total exactitud. Todos somos testigos del cambio social negativo que ha tenido la humanidad, de la falta de moral, de conciencia, de compasión y de bondad del hombre.

Explico también, como la tecnología se ha vuelto en contra del hombre, y está destruyendo lo poco que quedaba de la decencia, respeto  y dignidad del ser humano. A pesar de que los avances tecnológicos han tenido un impacto positivo en el mundo, hemos perdido nuestra identidad, nuestra privacidad, y todo se publica en las redes sociales. Los jóvenes, niños y adultos viven adictos al internet, dividiendo las familias por falta de comunicación. El ser humano ya no habla con sus semejantes, por ende, no hay entendimiento. Las parejas han perdido la capacidad de expresar sus sentimientos, porque la etapa de enamoramiento es ahora algo desconocido para la sociedad actual, simplemente todo se comparte en las redes sociales. La vida se desarrolla entre el celular y el internet, y esta es un arma de alto poder con la que Satanás cuenta para atacar a la humanidad, porque desvía nuestra atención de las cosas que verdaderamente son importantes para nuestra salvación.

Dios nos creó con Espíritu de fortaleza, amor y fe. Pero si no aceptamos los dones del Espíritu, tampoco podemos vivir en el espíritu, porque hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Toda adicción se convierte en enfermedad severa. Es mejor permitir que el Espíritu de Dios viva en nuestras vidas y estar sanos, conectados con la red celestial, que vivir enfermos en el mundo, siguiendo la red terrenal, porque esta en nada nos aprovecha. Como en los días de Noé, el pueblo estaba comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, comprando y vendiendo, siguiendo la rutina de la vida diaria. De esta misma forma, estará el mundo de hoy cuando Cristo venga, porque vivimos como ciegos, sin tomar en cuenta que el panorama del futuro inmediato del mundo está cambiando con mucha rapidez, y hemos desviado nuestra vista del cielo, por ende, la venida de Cristo nos sorprenderá, y muchos no podrán afrontar la presencia terrible del Señor.

Dios está derramando la lluvia tardía y la predicación del evangelio está por concluir. No existe mayor gozo y placer, que el que se siente cuando vivimos en el Espíritu de Dios, porque en cada instante que respiramos, sentimos y disfrutamos la vida, nuestro interior se deleita en la Palabra de Dios y en sus Promesas. Todo el tiempo tenemos la mente y el corazón conectados con las alturas del firmamento celestial, dejando sin importancia las cosas mundanales. Ahora me resulta irónico recordar que antes de ser cristiana, no soportaba escuchar a ninguna persona hablar por largo rato de Dios, porque rápidamente me aburría, pero hoy, mis labios solo quieren mencionar su Santo Nombre, y mi alma y corazón solo quieren alabarlo y darle gracias por permitirme conocerlo a través de su Santo Espíritu, y protegerme con su Gracia y amor.

Estamos en el zarandeo final de la iglesia. En poco tiempo Cristo se levantará del santuario celestial y pondrá fin a su obra intercesora. Se despojará de sus vestiduras sacerdotales para ponerse su manto real. Si no tenemos la seguridad interna de que somos hijos de Dios, es porque entonces no hemos vivido en el Espíritu, sino que seguimos siendo esclavos de los deseos de la carne. El Espíritu obra en el corazón del hombre de acuerdo a sus deseos y aceptación, implantando en él una nueva naturaleza, transformando radicalmente el panorama de la vida. Pero para lograr estos resultados debemos depender totalmente de Cristo.

Ojalá que Dios nos ayude a comprender la gravedad del tiempo en que vivimos y a darnos cuenta que tenemos una gran necesidad espiritual, para poder soportar el tiempo de angustia, y llegar triunfantes a nuestro encuentro con Dios, en paz y confianza. No apaguemos el Espíritu, ni menospreciemos las profecías, más bien vivamos en él para ser santificados. Amén.

martes, 19 de noviembre de 2013

LA BENDITA ESPERA


Las agujas del reloj marcan silenciosamente el paso del tiempo, sin detenerse, y sin retroceder. A menos que lo hagamos manualmente, no podemos atrasarlas o adelantarlas. Tenemos que mirar el reloj varias veces al día para saber la hora. Pero el tiempo como tal, nunca lo podemos cambiar o detener, porque no es un objeto que podemos tomar con la mano, y guardarlo en algún lugar para que no pase, ni manipularlo a nuestro antojo para ajustarlo a nuestras necesidades, sino tenemos que correr detrás del él, porque camina muy rápido. Es algo abstracto, controlado por la mano poderosa de Dios, y solo él sabe cuándo y cómo detenerlo. Mientras el tiempo pasa, la vida de todo ser humano vive en una constante espera, formada en su mayoría de sueños, que muchas veces parecen inalcanzables. La vida siempre nos da sorpresas, a veces agradables, y en otras ocasiones suelen ser tristes y lamentables, envolviéndonos en situaciones, difíciles e inesperadas, que debemos superar, para poder lograr nuestros objetivos y seguir adelante.

El tiempo a medida que avanza, va dejando sus huellas, marcándonos de forma indeleble. Tenemos que esforzamos para vencer los obstáculos, y tratar de realizarnos como seres humanos: educarnos, formar una familia, ser profesionales exitosos, y responsables con nuestras obligaciones, sin olvidarnos de nuestra vida espiritual, y de lo que Dios espera de cada uno de nosotros. Pero vivimos planificando el futuro, sin conocer y tener en cuenta el factor tiempo. Siempre estamos a la espera de algo, porque hasta cuando nos enfermamos, esperamos sanar. No se necesita esperar cuando la cura llega de forma milagrosa, porque Dios la ejecuta en Su tiempo, de manera inexplicable para el hombre. Nunca pensamos en la muerte, porque siempre esperamos disfrutar de una larga vida, por eso cuidamos el cuerpo, pero nos olvidamos de cuidar también el alma, que no necesita estar enferma para ser reclamada.

Eclesiastés 3 dice: Todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo, y todo tiene su hora. Tiempo de nacer y tiempo de morir. Tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado. Tiempo de matar y tiempo de curar. Tiempo de destruir y tiempo de edificar. Tiempo de llorar y tiempo de reír. Tiempo de endechar, y tiempo de bailar. Tiempo de esparcir las piedras y tiempo de juntar las piedras. Tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar. Tiempo de buscar y tiempo de desistir. Tiempo de guardar y tiempo de desechar. Tiempo de romper y tiempo de coser. Tiempo de callar y tiempo de hablar. Tiempo de amar y tiempo de aborrecer. Tiempo de guerra y tiempo de paz. También el Señor nos ha dado tiempo para rectificar nuestros errores, y arrepentirnos de nuestros pecados. Dios nos asignó un trabajo hermoso para ejecutar, pero también ha sido por un tiempo determinado. El hizo todo a Su tiempo, y lo ejecutó en seis días. También puso el anhelo de eternidad en el corazón del hombre, aunque no alcancemos a entender Su obra desde el principio hasta el fin.

Dios creo al ser humano para que disfrute y se alegre del bien de su labor durante la vida, porque lo que Dios hace, permanece para siempre, y nada se le puede añadir ni quitar, ni siquiera se le puede pedir un minuto más de tiempo a la vida. Lo hecho, hecho está. Lo que es, antes ya fue. Lo que ha de ser, fue ya. Lo que viene, vendrá, porque ya fue dicho. Y Dios restaura lo pasado. Lo mejor de la vida, es tener este conocimiento, y vivir conscientes que Dios lo hizo todo para ser reverenciado, glorificado, honrado, amado, y para que en el tiempo fijado por él, la muerte, producto del pecado del hombre, sea erradicada de la tierra. Nuestra labor es anunciar el evangelio en lugares más allá de nosotros, sin entrar en la obra de otros para gloriarnos de lo que ya estaba preparado. Debemos trabajar en la obra de Dios, no para gloriarnos a nosotros mismos, sino para la gloria y honra de su Nombre.

Antes de emprender un viaje, el piloto de un avión, y el capitán de un barco, saben el tiempo que les tomará llegar a su destino. Conocen como explorar las nubes y el mar, pero no saben si el viaje llegará a su fin de forma exitosa. Un cirujano, de acuerdo a su experiencia, sabe el tiempo que le tomará practicar una cirugía, pero no puede garantizar que el paciente saldrá bien, porque muchas veces durante la operación hay complicaciones, y otras, el paciente queda inerte en la mesa del quirófano, mientras los familiares esperan impacientes por una buena noticia. Cuando hacemos una llamada, siempre tenemos que esperar que nos contesten, y algunas veces se nos informa cuanto tiempo tenemos que permanecer en línea para ser atendidos. A veces la llamada se corta y tenemos que volver a marcar. Todas estas cosas suceden porque nada es predecible, y no podemos saber de antemano lo que sucederá después, por lo que siempre tenemos que esperar. Con frecuencia, durante la espera de ver realizado nuestros sueños y deseos, perdemos la vida, sin previo aviso, y sin poder evitarlo. Por ende, tenemos que vivir siempre preparados para partir, porque no sabemos cuándo es el tiempo.

La bendita espera de la Promesa, se fundamenta en la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo, quien nos ha dado señales inequívocas de cuando sucederá. Así como el piloto sabe cómo volar entre las nubes, el capitán del barco conoce la ruta de navegación, y el cirujano conoce el órgano que tiene que extirpar o reparar, y con seguridad desplaza el bisturí para quitar la dolencia del cuerpo, asimismo el verdadero creyente de la Palabra de Dios, que confía en el Señor y espera su regreso, sabe reconocer con seguridad, que el tiempo de espera está por terminar, porque ha invertido tiempo en la preparación espiritual que todos necesitamos para esperar la llegada de Jesucristo. Ha estudiado y escudriñado la Palabra fiel de Dios, y conoce lo porvenir, porque ha vivido una sólida experiencia personal con Dios. La patria celestial es desconocida para los humanos, pero la Biblia es el mapa que se necesita para la preparación de los hijos de Dios, que han decidido emprender este viaje maravillo hasta la meta final, y las profecías representan con exactitud el itinerario del viaje. Mientras el mundo se estremece de temor por la incertidumbre del tiempo futuro, el cristiano, conoce el tiempo, y este conocimiento lo hace permanecer sereno y confiado.

El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos caerán en la apostasía, se apartarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios. Con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Todo lo que Dios creo es bueno, y nada hay que desechar, si se toma con acción de gracias; porque queda santificado por la Palabra de Dios y por la oración. No hay que desesperarse ni tener miedo, sino ser diligentes para orar de dia y de noche, porque nuestra tribulación será corta, pero la gloria será eterna. Los acontecimientos venideros ya han sido predichos en varias profecías, pero la de los 2,300 dias, todavía no se ha cumplido. Esta es la profecía más larga de la Biblia, pero la más sencilla de entender, porque en ella está incluido el “hoy”, que será el último día vivido en este mundo, antes de que Cristo venga, pero no sabemos con exactitud la fecha de ese último “hoy”. Recordemos que un siglo es igual a 100 años, y 2,300 días equivalen a 23 siglos, igual a: 23x100=2,300 dias. Estamos en el siglo XXI, pero el hombre calcula el tiempo por años, y el Señor los cuenta por días. Para Dios, un día es igual a un año. Así, con cada día que pasa, volvemos al “hoy”, sin saber si será el último día.

En la ansiada y bendita espera de Cristo, el mundo está viviendo en medio de una gran crisis social, política y económica, y la hora final va acercándose gradualmente, hasta que la puerta de la misericordia se cierre para siempre. Estos son tiempos peligrosos del fin, que ya han sido profetizados. La Palabra de Dios será cumplida y debemos reaccionar antes de que termine el tiempo. El Señor nos ha encomendado la misión de predicar el evangelio y llevar el mensaje de salvación a toda nación, tribu y lengua. Es un trabajo de todos, y todos tenemos la capacidad para hacerlo, solo se necesita poner a trabajar la voluntad y desarrollar la paciencia. En la bendita espera de ver llegar a nuestro Señor Jesucristo, está la paciencia, porque ella significa salvación. Solo Cristo salva, si con modestia permanecemos en la fe, el amor y la esperanza, ejercitando la buena doctrina y practicando la piedad, porque el ejercicio corporal es de poco valor, pero la piedad aprovecha para todo, con promesa de esta vida y de la venidera.

Dios colocó en todo ser humano un don, para que su obra sea realizada. Unos tienen el don de la predicación, persuasión, el canto, la oratoria, la música, la escritura, la enseñanza, etc. Y aunque no todos tenemos los mismos dones, nacemos capacitados para orar y mirar al Padre para que nos derrame Su gracia, y ponernos a su disposición para que nos use, dirija, y guie hacia donde él nos necesite. La obra evangelizadora de los discípulos de Cristo debe llegar a todos los rincones del mundo antes de su segunda venida. Cuando la predicación del evangelio haya concluido, nuestra espera llegará a su fin y Cristo aparecerá entre las nubes de los cielos para redimirnos. Durante el tiempo de espera, la misión de todo creyente verdaderamente arrepentido, es trabajar arduamente en la obra de Cristo, e inducir a otros al arrepentimiento, para salvarnos a nosotros mismos y a los que nos escuchen. Seamos fieles en conducta, en amor, en espíritu, en fe, y en limpieza. No descuidemos los dones otorgados por Dios, ya que fueron dados por gracia, por la imposición de Sus manos. Mientras Cristo llegue, dediquémonos a leer las escrituras, a exhortar, y a enseñar.

Si verdaderamente amamos al Señor, debemos orar sin descanso  por nuestros vecinos, amigos, familiares y relacionados, porque en la oración está el poder, para que la petición pueda llegar al cielo y ser escuchada. Si le servimos al Dios vivo y verdadero, agradaremos a nuestro Padre, que prueba nuestro corazón. La Palabra de Dios nos advierte de nuestra realidad presente, para que tengamos en cuenta que en los últimos tiempos, antes del fin, habrá hombres amantes de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, desleales, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, arrebatados, infatuados, amantes de los placeres más que de Dios, y tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. Indudablemente el mundo de hoy está compuesto por esta clase de seres humanos, a los que debemos evitar, pero orar por cada uno de ellos, porque todavía no han llegado al pleno conocimiento de la verdad.

Dios ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, por lo que debemos cumplir nuestra misión como cristianos. Siendo bondadosos y compasivos con nuestros semejantes, porque nada dura para siempre. Tenemos que ser obreros para Cristo, sin tener de que avergonzarnos y exponer bien la Palabra de verdad que nos ha sido revelada en las Sagradas Escrituras, para que Dios le conceda a los impíos que puedan conocer la verdad, y se arrepientan. Cristo es el resplandor de la Gloria de Dios, la imagen de su ser real, el que sostiene todas las cosas con su poderosa Palabra, y está sentado a la diestra de la Majestad de las alturas. En el pasado Dios habló muchas veces y de muchas maneras, directamente a nuestros padres, y mediante los profetas. Pero en estos últimos tiempos nos habla por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por medio de quien hizo los mundos. Si creemos, nosotros también seremos herederos de Dios, y hermanos de Cristo.

El mundo antiguo y el mundo moderno están sostenidos por la Palabra de Dios, porque su trono es eterno y para siempre. Con sus manos hizo los cimientos de la tierra y de los cielos, y pondrá todos sus enemigos por estrado de sus pies. A medida que pasa el tiempo la juventud se esfuma y todos envejecemos igual que nuestros vestidos, pero Cristo es el mismo y sus años no se acaban. El cristiano debe tener el espíritu servidor de Jesucristo, para ayudar a los que han de heredar la salvación. Por tanto, con diligencia debemos atender lo que hemos aprendido, para no desviarnos. En la bendita espera de la resurrección de los muertos, y ver la Gloria de Cristo está la salvación. Es cuando recibiremos nuestra retribución, porque la salvación fue anunciada primero por el Señor, y confirmada para nosotros, para todos los que decidieron seguir a Cristo.

Dios apoyó el testimonio de los profetas con hechos, y en el presente, apoya el testimonio de su Palabra con señales, prodigios, diversos milagros y dones del Espíritu Santo, distribuidos según su voluntad. El mundo venidero estará coronado por la gloria y la honra de Jesús, por haber padecido la muerte, para que por la gracia de Dios, experimentase la muerte en beneficio de todos nosotros para salvar a muchos, y si fuera posible, a todos. Durante la espera final del tiempo, no endurezcamos el corazón y seamos partícipes de la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. Retengamos hasta el fin la confianza y la alegría de la esperanza.

Alentémonos unos a otros cada día mientras dura ese “hoy”, para no permitir que los incrédulos nos aparten del Dios vivo, y caer en el engaño del pecado. Somos partícipes de Cristo, si retenemos firmes durante la espera, el principio de nuestra fe, obediencia, y la paciencia. La promesa de entrar en el reposo de Dios, aún no se ha cumplido, pero la espera terminará, y el tiempo se detendrá; para entonces, debemos tener la misión cumplida, porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Nada de lo que hacemos está oculto de la vista de Dios. Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta, en muy corto tiempo.

Estamos por finalizar este año, para llenos de sueños, ilusiones, metas, y buenos deseos, celebrar la llegada del próximo. No olvides que Cristo está a las puertas del mundo, y que cada día nos acercamos más a ese gran acontecimiento mundial. Dejemos la enseñanza elemental que tenemos de Cristo, y vayamos hacia la perfección, reiterando en los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras que conducen a la muerte, de la fe en Dios, de la doctrina de los bautismos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Los que una vez fuimos iluminados por el Espíritu Santo, gustamos del don celestial y hemos podido sentir desde ahora el gozo de la salvación. Hemos alcanzado la bondad divina y esperamos las maravillas del siglo venidero que se celebrará en el cielo. Si caemos de nuevo, es imposible que seamos renovados para un nuevo arrepentimiento, porque crucificaríamos de nuevo al Hijo de Dios.

El Señor es justo y siempre tendrá en cuenta nuestra obra y el trabajo de amor que hacemos mostrando su Nombre, habiéndole servido a los santos que están en el cielo. Mostrémosle a Cristo la solicitud de servirle hasta el fin, para tener el pleno conocimiento de la esperanza. Durante la espera, no nos hagamos perezosos, sino imitadores de los que por la fe y la paciencia heredarán las promesas. La esperanza es una segura y firme ancla de nuestra vida, que penetra más allá del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho Sumo Sacerdote para siempre. Tenemos un pacto eterno. Por favor no lo viole. Hazte discípulo de Cristo como miembro activo de su evangelio. Aférrate a la Tabla de la Ley donde fueron escritos los Mandamientos. Seamos testigos de la Palabra, y vivamos en la fe, esperando que la Gloria y Majestad de Jesucristo brillen por toda la eternidad. Cristo viene en breve! Amén.