(Este artículo fue modificado
el 14 de enero, 2014)
Para aquellos
que no me conocen, mi nombre es Elida Pérez, me considero una persona muy tímida.
Soy tartamuda y no me gusta hablar en público porque me pongo muy nerviosa y se nota más mi tartamudez. Por la forma en
que fui criada me convertí en una persona introvertida pero con muy alta
autoestima y con una clara idea de mis
perspectivas en la vida, que hoy entiendo
siempre fueron dirigidas por las manos de Dios, porque todas mis metas
han sido logradas, lo que hace sentirme una mujer realizada, aunque en aquel
entonces atribuí mis logros a mí misma. Desde mi niñez y hasta la adolescencia me incliné por el arte, el canto, la música,
el baile, la pintura y la actuación;
todas truncadas. Pero luego descubrí que
tenía destreza en la escritura. Este fue
mi gran desahogo y escribí varias canciones y poemas que nunca pasaron de mis
cuadernos y hasta tuve la oportunidad ya en mi vida profesional, de escribir un
libreto para una comedia en la que también actué.
En la
actualidad estoy casada, y soy madre de tres maravillosos hijos que el Señor Jesús con su infinito amor me regaló.
Todos en mi familia hemos recibido a Jesucristo como nuestro Salvador y puedo
decir sin temor a equivocarme que en nuestro hogar, el Rey es Jesucristo. Pero
en mi vida pasada las cosas no siempre fueron así, fue todo lo contrario. Hoy
entiendo el verdadero propósito y la misión que Dios tenia para mí, y cómo Jesucristo
fue guiando mi vida desde que nací hasta que finalmente lo conocí.
Vengo de un
hogar donde desde mi niñez y hasta que tuve uso de razón viví encarcelada y privada de toda libertad, donde no se me permitía
ni siquiera abrir la boca para expresar una opinión, se violaron todos mis
derechos. Fui víctima de todo tipo de abusos: físico, verbal y emocional,
sometida a un régimen militar donde
reinaba la esclavitud y la violencia. Siempre tuve que ejecutar las órdenes de
los demás, y lo único que podía hacer por mí misma era respirar y pensar.
Mi tiempo libre era cuando dormía, pero también
estaba controlado. Cualquier sentimiento positivo o negativo tenía que
esconderlo. Reír, llorar, enfermarme o mostrar
hambre, eran actos incomprendidos. En resumen todo estaba prohibido.
En mi memoria
no tengo registrado un solo beso de mis padres, ni una caricia, ni un abrazo. Mis
oídos nunca escucharon un "te quiero", ni una sola palabra afectiva.
Por más que lo intento no puedo recordar
un solo gesto de mis padres,
donde me mostraran amor. Finalmente descubrí que en todo momento el amor de mi Padre Celestial nunca me faltó
y que él tenía una misión muy importante que yo tenía que cumplir antes de
partir de este mundo.
Siempre
notaba que mis padres no me querían. A la edad de 16 años y cursando el bachillerato o High School, por
primera vez me dejaron salir de la casa para asistir a un retiro espiritual en
las afueras de la ciudad, (por una
semana). Durante mi estadía en ese lugar, sentí tanta paz que recuerdo una
noche me arrodillé y pedí a Dios morir antes de que terminara la semana, no quería regresar a la casa. Me acosté con la absoluta
certeza de que no vería el día siguiente. Con el pensamiento me despedí de todo
el mundo y sentí que Dios me había escuchado. Me entregué a la muerte. Pero cuál
fue mi sorpresa cuando desperté?, estaba viva, no morí. Esto me produjo una
profunda tristeza que no me permitía dejar de llorar. Dios rechazó mi
ofrecimiento, no me quería en el cielo, y tenía que seguir en la tierra aún en contra de mi
voluntad.
Cuando salí
de mi habitación, me encontré en el pasillo con el sacerdote que estaba
dirigiendo el retiro. Este señor se me acercó y me preguntó por qué estaba
llorando, que si quería contárselo; pero yo no dejaba de llorar y tampoco podía
emitir ninguna palabra. Entonces él me dijo algo que gravé en mi memoria. Me
dijo que en Dios yo tenía un amigo, que
confiara en él, que le dijera lo que me sucedía y le llevara todos mis
problemas; pero que siempre hiciera su voluntad y no la mía. Esto me tranquilizó
y practiqué este consejo por mucho tiempo.
Comencé a recibir respuesta a todas mis preguntas.
Poco tiempo después
descubrí por mí misma que las personas
que me estaban criando no eran mis padres biológicos y que mi vida
estaba llena de secretos y engaños, pero Dios había estado preparando mi
corazón para que ese descubrimiento no me afectara y no dejara en mi ninguna
secuela, porque cuando supe entre otras cosas, que mis padres biológicos me habían
regalado y tuve la oportunidad de conocerlos, no me impacté, y mis sentimientos
permanecieron inalterables.
Mis padres
adoptivos fallecieron ya siendo yo adulta, y los cuidé hasta sus últimos días.
Nunca les di a entender que yo sabía que
no era su hija. Este fue un tema del que nunca se habló. No cambié mi actitud, nunca me rebelé contra ellos, ni les
falte el respeto. Siempre me preguntaba por qué no podía sentir rencor, odio o resentimiento por ellos, a
pesar de que me habían maltratado tanto.
Nunca perdí la confianza en Dios, pero todavía no entendía la razón de mi
existencia, ni el por qué me tocó vivir así, sintiéndome rechazada por todos.
En 1976
estando en la Universidad, tuve una compañera de clases con la cual hice una gran amistad. Durante
nuestras conversaciones, un día me dijo
que ella y toda su familia eran adventista
del 7mo.dia. Yo le pregunté qué era eso,
nunca había escuchado esa religión. Ella me explicó que era un movimiento
cristiano donde se guardaba el sábado como reposo del Señor, no consumían carne
de cerdo y estudiaban la Biblia. Pensé,
aunque no se lo dije, que ella no estaba bien de su mente. Yo nunca había
tenido una Biblia en las manos, además no conocía a nadie más con esas creencias. Siempre rechacé
a todas las personas que veía con la Biblia, los consideraba fanáticos
religiosos. Jamás volvimos a tocar el tema, a pesar de que la amistad continuó.
En el 2001 y por medio de una fotografía, conocí al
que sería mi cuarto esposo e iniciamos una
relación sentimental, luego me dijo que era adventista. Siempre me mencionaba
pasajes de La Biblia, me habló del diezmo y de guardar el sábado. Eso no era
interesante para mí y pronto pensé que me había encontrado con otro fanático
religioso. A pesar de eso aceptaba acompañarlo a la iglesia los sábados, porque
cuando estaba en su compañía me sentía
en paz. Para él, eso se hizo costumbre, a mí me resultaba tedioso. Para colmo,
siempre nos veíamos los sábados porque era el día que tenía libre en mi
trabajo, pero el único paseo era ir a la iglesia a escuchar un sermón que yo no
entendía, y luego almorzar con su familia o en la iglesia, lo que para mí era
muy aburrido.
Nuestras
diferencias religiosas terminaron por separarnos, simplemente yo no admitía que
estaba equivocada y un día este tema fue motivo de discusión y cortamos toda comunicación.
Meses después el volvió a buscarme y nos reconciliamos, pero yo le
puse la condición de que no me obligara a acompañarlo a la iglesia, ni
me hablara de su religión. El aceptó el trato y me dijo que el Espíritu Santo
se encargaría de guiarme a la verdad. Por supuesto, no le creí.
En el 2003
nos casamos, y en el 2005 vinimos a residir a la Florida. Conseguí un trabajo
que sin pedirlo, también tenía libre el sábado, por lo que no podía darle
excusas para no ir a la iglesia. Comencé a aceptar de malas ganas sus creencias; algunas veces lo acompañaba a la iglesia solo para complacerlo. Se me hacía sumamente
pesado, yo no tenía esa costumbre, me costaba renunciar a lo que yo siempre había
creído y no me gustaba orar. Recuerdo que en una ocasión estando en la
iglesia, hice una petición a Dios sobre
algo que yo no había podido resolver y le prometí a cambio, que me bautizaría
si me lo concedía. Su respuesta fue inmediata, las cosas se dieron exactamente
como las pedí, de forma tan clara que me asusté. Ahora el problema era mayor, porque entendí la
magnitud del compromiso que había hecho y no me decidía a cumplir la promesa,
por lo que siempre la postergué.
En el 2010
asistí a una campaña evangelistica, y cuando el Pastor hizo el llamado para que
pasaran al frente los que se sentían tocados por el Espíritu Santo, sentí un
impulso, y fui la primera en pasar al frente para aceptar al Señor. En un
instante, el Espíritu de Dios retiró la venda de mis ojos, destapó mis oídos, doblegó
mi voluntad y sensibilizó mi corazón. Di
el paso más importante de mi vida, que jamás pensé que daría a pesar de que lo había
prometido. Entregué sin reservas mi vida a Cristo como ya lo habían hecho antes mis dos hijos mayores. El 31 de
julio del 2010 mi vida cambio para siempre, porque no solo comprendí la razón
de mi existencia, de que fui concebida
mediante un acto de amor y que
por amor estaba siendo salvada, también
lo sentí en mi corazón. Ese mismo día, Dios comenzó a bendecirme porque mi hijo
menor, que estaba renuente al bautismo, tomó
también la decisión, y junto a mi esposo, que
lo hizo de nuevo para apoyarnos, los tres fuimos bautizados.
Recuerdo que
durante el bautismo, el Pastor de la iglesia que había estado detrás de mí para
que me bautizara, señalándome, dijo que mi decisión había sido un milagro. Quizás
el nunca entienda cuánta razón tenía al decir esas palabras, porque por mucho
tiempo corrí y me escondí de la
verdad, hasta que el Señor finalmente me
alcanzó, para liberarme de la cárcel y ofrecerme la libertad absoluta que solo
da el Espíritu de Dios, y que garantiza la vida eterna. Desde entonces me
siento libre, son innumerables las bendiciones que he recibido. Hablo todos los
días con mi Padre, a cada hora y en todo lugar, siempre está disponible. Lo
llevo donde quiera que voy, porque vive en todos mis pensamientos y en mi corazón.
Nuestra relación es tan íntima y
perfecta que solo puede venir de un ser
divino.
Todos los
seres humanos hemos padecido en algún momento de nuestras vidas, de las
enfermedades del Alma; el único órgano que está en nuestro cuerpo y que no
puede ser examinado por ningún doctor ni
someterlo a cirugía, porque es abstracto y regresa a su creador. Pero tenemos el medicamento mágico y perfecto
que cura todo. Se llama AMOR DE DIOS. La ciencia humana jamás podrá descifrar
sus componentes, su creador tiene la formula, pero está al alcance de todos. No
tiene marca de laboratorio, ninguna farmacia lo vende. No se puede inventar en
la casa, es de fabricación celestial. No tiene restricción, está indicado para
personas de todas las edades, sexo, color, clase social y religión.
No tiene
efectos secundarios ni produce reacción alérgica. No trae instrucciones de cómo
administrarlo, el Espíritu Santo las escribe en el corazón para que no se
olviden. Nunca se agota, su almacén es del tamaño del cielo. No tiene fecha de
vencimiento, nunca nadie lo ha devuelto porque este expirado o lo haya recibido
en mal estado. Es genuino, no se puede
imitar ni falsificar. Es único, no tiene competencia. Ningún médico lo puede
prescribir, pero la receta está escrita en todos los idiomas. Tiene sello de garantía,
promete la vida eterna. Es adictivo y
contagioso; una vez que lo prueba no puedes vivir sin él y desea darlo a
conocer a todo el mundo. No tiene ningún costo, se le regala a quien lo
pide y se da en abundancia para que
nunca falte.
En el 2012,
después de escribir mi primer libro titulado: “Condenados por la amistad” (mi
biografía), recibí el mayor de los regalos que Dios tenia para mí. Durante 21
días, en el mes de abril, estuve recibiendo mensajes del Señor. Me habló de mi
vida pasada. Seleccionó el sábado 21 de abril de ese mismo año para que a
través de él, yo hablara en la iglesia. Me habló de algunas personas en
particular, y me informó que su segunda venida será hacia o antes del 2017.
Lamentablemente estas son cosas inexplicables e increibles para el hombre, y se me impidió
dar el mensaje, por lo que continué escribiendo, y actualmente tengo cinco
libros publicados, donde narro con más detalles mi experiencia con Jesús.
Desde entonces
he tenido muchas pruebas. Muchas cosas han cambiado. Mi esposo me abandonó
porque estoy dedicada a escribir para el Señor, y no estaba aportando según él,
ninguna ayuda económica para el hogar. A pesar de que me sentí dolida por su
abandono, comprendí que en verdad él no ama a Dios, como dice. Él fue el
instrumento que Dios escogió para que yo encontrara el camino a Cristo, y
cuando lo encontré, se opuso a que yo desarrollara la misión que el Señor me había
dado. En conclusión, puedo decir que Dios conoce el corazón de todos sus hijos
y sabe quién en verdad le es fiel.
Mi vida ha
cambiado para bien, porque el amor de mi Padre celestial me sostiene, nunca me
ha abandonado, siempre suple todas mis necesidades y no hay poder humano que lo
pueda desplazar. Oro por mi esposo para que Dios lo ayude a encontrar el camino
correcto de la salvación, y para que entienda que en el mundo todo es pasajero.
Que el amor a Dios es lo único que perdura, y sin él, aunque tengamos dinero,
somos pobres y estamos desnudos ante su presencia.
A ti, que estás
leyendo este testimonio te exhorto a que si todavía no le has entregado tu vida
a Jesucristo, lo hagas con urgencia. Estamos en
ALERTA ROJA. Pronto se cerraran las puertas del cielo, no se podrán
hacer más peticiones, no espere por nadie, la salvación es individual. Es el único
patrimonio que no se puede transferir o heredar, no dejes padecer tu alma por falta del medicamento, recuerda
es GRATIS. No te arriesgue a que se pierda. Que no te tome desapercibido (a),
en cualquier momento su dueño la puede reclamar por lo que no es bueno hacer
planes a largo plazo. No la encarcele ni obstruya para que pueda volar libre a
su creador. No vivas en la mentira, la verdad siempre ha estado a la luz. No
olvides que nada de lo que tienes te pertenece, ni siquiera la vida.
Solamente
cuando conoces el amor de Dios, podrás experimentar la "libertad" en toda
la extensión de la palabra, la libertad que
da el Espíritu de Dios, no el
hombre. Tener el amor de Dios en tu vida es una experiencia indescriptible y única,
tienes que vivirla. No te pierdas de ese
privilegio, búscalo o permite que alguien te muestre el camino correcto para
obtenerlo. Hay muchas personas como yo
que desean hacerlo. Cuando lo encuentre, no te resista,
es como el viento; tu no lo puedes ver pero te toca. Se fiel obedeciendo toda
su ley. Responde al llamado de Dios, y él
se encargará de transformarte.
El hombre
fue creado por un ser infalible. Podemos hacer uso del tacto, el olfato,
el gusto, los ojos y los oídos. La ciencia los ha clasificado como sentidos
especiales que con el paso del tiempo se van deteriorando. De hecho son
considerados desordenes comunes de la
vejez. Dios con su infinita sabiduría nos permitió alcanzar
en este mundo una visión limitada. Cuando logramos enfocar objetos a la
distancia por medio del optómetro y el
resultado es 20/20, nuestra visión es considerada perfecta. Pero que
maravilloso es saber que cuando Cristo vive en nosotros, por medio de la imaginación
nos permite alcanzar una visión de 100/100
para que lo miremos a él y todo lo que tendremos en nuestra nueva vida,
agudiza nuestros oídos para que podamos escuchar su voz, podemos saborear su
dulzura y sentirlo en nuestros
corazones. La mente entra en un éxtasis del cual no quisiera salir,
entonces es cuando comprende por qué tenemos sentidos especiales.
Hoy tengo
nuevas perspectivas depositadas en las manos de Dios, sin lugar a dudas voy a lograrlas y las veré realizadas en mi hogar definitivo,
cuando llegue al Reino de los Cielos!....Cristo
viene muy pronto!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario