ATENCION A NUESTROS HIJOS
En estos
tiempos modernos, la mayoría de los hogares son disfuncionales, los niños nacen
y son cuidados generalmente en los Child-care, luego van creciendo y comienzan la educación
escolar; los padres trabajan y los niños
son enviados a las escuelas, cumpliendo así ante la sociedad una de
nuestras obligaciones como padres. Hoy en día no se les presta ninguna atención
a los hijos. En los hogares cada uno vive su propia vida y se ha perdido el
respeto por ambos lados. La obediencia de los hijos hacia los padres ha pasado
a ser algo del pasado, y no existe ninguna supervisión de lo que nuestros hijos
hacen en su tiempo libre, siendo muchas veces ignorados. Los miembros de las
familias no conversan entre sí, no se impone disciplina, y es muy común ver
abusos infantiles. Luego estos jóvenes cuando son mayores de edad, algunos se
casan y forman una familia, repitiendo el mismo patrón de educación que recibieron,
porque cosechamos lo que sembramos, y
asimismo cosecharemos lo que estamos sembrando en nuestra relación con Dios y
nuestros hijos.
Hace trece años
leí un artículo, en el periódico “Nuevo Milenio”, del condado de Passaic,
edición #14, año 1, de fecha 9-22-00, titulado ¡QUIERO SER COMO TU PAPI!, el
cual recorté y guardé por considerarlo una triste realidad. Esculcando en mis
archivos lo encontré y por eso quiero compartirlo con ustedes, como tema de
reflexión. El mismo dice así:
Mi hijo nació
hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal….Pero, yo tenía que
viajar, tenía tantos compromisos. Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo
esperaba, comenzó a hablar cuando yo no estaba…….Como creció mi hijo de
rápido…como pasa el tiempo. Mi hijo a medida que crecía me decía Papi, algún día
seré como Tu….cuando regresas a casa Papi?......No lo sé hijo, pero cuando
regrese jugaremos juntos…..ya lo veras….Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días
y me dijo…..”Gracias papi por la pelota, quieres jugar conmigo?...hoy no
hijito….tengo mucho que hacer….Esta bien papi, otro día será…te quiero mucho
papi…..Se fue sonriendo, y siempre en sus labios tenia las palabras “YO QUIERO
SER COMO TU PAPI”…..cuando regresas a casa Papi?....no lo sé hijo, pero cuando
regrese jugaremos juntos…..ya lo veras….Mi hijo ingresó a la universidad el
otro día, todo un hombre……Hijito estoy muy orgulloso de ti, siéntate y hablemos
un poco de ti……”Hoy no papi, tengo compromisos, por favor, algo de dinero para
visitar algunos amigos”.
Ya me jubilé
y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llamo…..y……”Hola hijo quiero verte”……Me encantaría
Padre, pero es que no tengo tiempo…..tu sabes, mi trabajo, los niños….Pero
gracias por llamarme, fue hermoso oír tu voz”. Al colgar el teléfono me di
cuenta que mi hijo “ERA COMO YO”.
La
institución familiar otorgada por Dios, ya no existe. El núcleo familiar se ha
roto tanto física como emocionalmente. La relación afectiva de nuestras
familias se ha enfriado. Esta misma frialdad también se la estamos rindiendo a
Dios, y por eso las bendiciones fueron cortadas. Por eso tenemos tantos hogares
destruidos, tantos divorcios, tantos niños abandonados, y tanto resentimiento
los unos con los otros. Los jóvenes se han descarriado formando una sociedad
llena de odio, maldad, egoísmo, drogadicción y crímenes. Estamos viviendo en
una sociedad podrida donde los placeres de la carne se han encendido,
provocando la ira del Señor con las obras de nuestras manos. El amor ya no
existe, solo es importante complacer nuestro propio “yo”, sin importar a quienes
nos llevemos por delante. Las familias son cada vez más distantes, pasando a
ser desconocidos entre ellos mismos.
Instruir a
los hijos en la vida cristiana también es
nuestra responsabilidad, inculcarles el temor a Dios, la obediencia, el amor y
la fidelidad. Así, estaríamos formando seres humanos sensibles, con un corazón
humilde y con ánimo voluntario para cumplir con los mandatos, normas y
preceptos que el Señor dejó establecido, para que los pongamos en práctica en
esta tierra. Para que aprendan desde pequeños a reverenciar al Señor, nuestro
Dios, y guardar todas sus leyes y Mandamientos, desde los hijos hasta los
nietos y biznietos, todos los días de nuestras vidas, para que se prolonguen
nuestros días. Hablarles a nuestros hijos de Dios constantemente, cuando estamos
en casa o cuando vamos por el camino, al acostarnos y al levantarnos, será determinante
para desarrollar una buena relación con Cristo, porque nos ata a sus manos y nos
identifica como sus verdaderos hermanos.
Dios está
siempre delante de nosotros y es muy celoso, por eso debemos hacer lo recto y
lo bueno a los ojos del Señor, guiar por el buen camino a nuestros hijos, para
poder heredar la tierra prometida. La Jerusalén Celestial, porque él será nuestra
justicia si cuidamos de cumplir todos los Mandamientos que el Señor nuestro
Dios nos mandó. Si no somos bendecidos por Dios para guiar nuestras familias,
tampoco podremos extender esas bendiciones a nuestros hijos, porque no podemos
dar lo que no tenemos, ni conocemos. Estamos formando solo hijos del mundo,
hijos para perdición, y no para salvación. Todo lo que hacemos en este mundo,
el Señor lo sabe y tendremos que dar cuenta en el juicio final. En el gran día
del Señor, y será muy tarde para tratar de enmendar nuestros errores, porque los
padres somos culpables de lo que nuestros hijos hacen, pero cada uno pagará de
forma individual.
Debemos
alcanzar una alta norma si queremos ser hijos nobles, puros, santos y sin mancha,
por eso debemos disciplinar a nuestros hijos en todos sus caminos. Debemos
emplear esta disciplina con amor, para utilizarla como medio divino para ganar
las victorias decisivas sobre nosotros mismos y nuestros descendientes, en vez
de quedarnos rezagados e indiferentes con las responsabilidades que tenemos que
cumplir como hijos de Dios. Si día a día vencemos el “yo”, creceremos en un
noble heroísmo. Esta es la tarea que nos fue encomendada, pero no podemos
realizarla sin la ayuda continua de Jesús, sin reconocer que no estamos solos,
sino que somos dirigidos constantemente por Dios, por lo que debemos orar incesantemente
y pedir fortaleza. Cada uno de los seres humanos tenemos una batalla personal
que librar, donde tenemos que abrirnos paso entre luchas y desalientos.
Nadie, ni
siquiera Dios, puede llevarnos al cielo a menos que hagamos el esfuerzo necesario
por nuestra parte. Ahora, mientras dura el tiempo de Gracia, imitemos el modelo
de Cristo y practiquemos sus verdades. Jesús es el buen Pastor que se interesa
por todas sus ovejas, por las débiles y por las enfermizas que desfallecen por
causa de su Nombre. Él nos conoce a todos por nuestros nombres, conoce nuestras
angustias, nuestro corazón, nuestra sinceridad, y llega a sus oídos el clamor
de quien pide ayuda y dirección, porque él se interesa por cada uno de nosotros
de manera personal. Asimismo debemos interesarnos por la vida de nuestros hijos,
involucrarnos en sus actividades, supervisarlos, investigar quienes son sus
amigos y que están aprendiendo. A donde van y que hacen cuando no estamos
presentes.
Exhibamos
ante el mundo el distintivo de Dios como sus hijos e hijas. Hagamos la obra que
debemos hacer para redimir lo pasado y presentar nuestros frutos ante Dios.
Cuando tomemos esta decisión, entonces su bendición penetrará en los hogares,
porque estaremos satisfaciendo el propósito del Espíritu de Dios, mostrándole arrepentimiento
y obediencia. No es demasiado tarde para
corregir los males, pero necesitamos la ayuda de Jesús y permanecer
verdaderamente unidos a él, de lo contrario, la luz se apartará de nosotros y
nuestros privilegios como herederos del cielo nos condenarán. Aprovecha el hoy, porque el tiempo pasado no regresa.
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