martes, 6 de agosto de 2013

!QUIERO SER COMO TU PAPI!


                                         ATENCION A NUESTROS HIJOS

En estos tiempos modernos, la mayoría de los hogares son disfuncionales, los niños nacen y son cuidados  generalmente en los Child-care,  luego van creciendo y comienzan la educación escolar; los padres trabajan y los niños  son enviados a las escuelas, cumpliendo así ante la sociedad una de nuestras obligaciones como padres. Hoy en día no se les presta ninguna atención a los hijos. En los hogares cada uno vive su propia vida y se ha perdido el respeto por ambos lados. La obediencia de los hijos hacia los padres ha pasado a ser algo del pasado, y no existe ninguna supervisión de lo que nuestros hijos hacen en su tiempo libre, siendo muchas veces ignorados. Los miembros de las familias no conversan entre sí, no se impone disciplina, y es muy común ver abusos infantiles. Luego estos jóvenes cuando son mayores de edad, algunos se casan y forman una familia, repitiendo el mismo patrón de educación que recibieron, porque  cosechamos lo que sembramos, y asimismo cosecharemos lo que estamos sembrando en nuestra relación con Dios y nuestros hijos.

Hace trece años leí un artículo, en el periódico “Nuevo Milenio”, del condado de Passaic, edición #14, año 1, de fecha 9-22-00, titulado ¡QUIERO SER COMO TU PAPI!, el cual recorté y guardé por considerarlo una triste realidad. Esculcando en mis archivos lo encontré y por eso quiero compartirlo con ustedes, como tema de reflexión. El mismo dice así:

Mi hijo nació hace pocos días, llegó a este mundo de una manera normal….Pero, yo tenía que viajar, tenía tantos compromisos. Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, comenzó a hablar cuando yo no estaba…….Como creció mi hijo de rápido…como pasa el tiempo. Mi hijo a medida que crecía me decía Papi, algún día seré como Tu….cuando regresas a casa Papi?......No lo sé hijo, pero cuando regrese jugaremos juntos…..ya lo veras….Mi hijo cumplió 10 años hace pocos días y me dijo…..”Gracias papi por la pelota, quieres jugar conmigo?...hoy no hijito….tengo mucho que hacer….Esta bien papi, otro día será…te quiero mucho papi…..Se fue sonriendo, y siempre en sus labios tenia las palabras “YO QUIERO SER COMO TU PAPI”…..cuando regresas a casa Papi?....no lo sé hijo, pero cuando regrese jugaremos juntos…..ya lo veras….Mi hijo ingresó a la universidad el otro día, todo un hombre……Hijito estoy muy orgulloso de ti, siéntate y hablemos un poco de ti……”Hoy no papi, tengo compromisos, por favor, algo de dinero para visitar algunos amigos”.

Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llamo…..y……”Hola hijo quiero verte”……Me encantaría Padre, pero es que no tengo tiempo…..tu sabes, mi trabajo, los niños….Pero gracias por llamarme, fue hermoso oír tu voz”. Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo “ERA COMO YO”.

La institución familiar otorgada por Dios, ya no existe. El núcleo familiar se ha roto tanto física como emocionalmente. La relación afectiva de nuestras familias se ha enfriado. Esta misma frialdad también se la estamos rindiendo a Dios, y por eso las bendiciones fueron cortadas. Por eso tenemos tantos hogares destruidos, tantos divorcios, tantos niños abandonados, y tanto resentimiento los unos con los otros. Los jóvenes se han descarriado formando una sociedad llena de odio, maldad, egoísmo, drogadicción y crímenes. Estamos viviendo en una sociedad podrida donde los placeres de la carne se han encendido, provocando la ira del Señor con las obras de nuestras manos. El amor ya no existe, solo es importante complacer nuestro propio “yo”, sin importar a quienes nos llevemos por delante. Las familias son cada vez más distantes, pasando a ser desconocidos entre ellos mismos.

Instruir a los hijos  en la vida cristiana también es nuestra responsabilidad, inculcarles el temor a Dios, la obediencia, el amor y la fidelidad. Así, estaríamos formando seres humanos sensibles, con un corazón humilde y con ánimo voluntario para cumplir con los mandatos, normas y preceptos que el Señor dejó establecido, para que los pongamos en práctica en esta tierra. Para que aprendan desde pequeños a reverenciar al Señor, nuestro Dios, y guardar todas sus leyes y Mandamientos, desde los hijos hasta los nietos y biznietos, todos los días de nuestras vidas, para que se prolonguen nuestros días. Hablarles a nuestros hijos de Dios constantemente, cuando estamos en casa o cuando vamos por el camino, al acostarnos y al levantarnos, será determinante para desarrollar una buena relación con Cristo, porque nos ata a sus manos y nos identifica como sus verdaderos hermanos.

Dios está siempre delante de nosotros y es muy celoso, por eso debemos hacer lo recto y lo bueno a los ojos del Señor, guiar por el buen camino a nuestros hijos, para poder heredar la tierra prometida. La Jerusalén Celestial, porque él será nuestra justicia si cuidamos de cumplir todos los Mandamientos que el Señor nuestro Dios nos mandó. Si no somos bendecidos por Dios para guiar nuestras familias, tampoco podremos extender esas bendiciones a nuestros hijos, porque no podemos dar lo que no tenemos, ni conocemos. Estamos formando solo hijos del mundo, hijos para perdición, y no para salvación. Todo lo que hacemos en este mundo, el Señor lo sabe y tendremos que dar cuenta en el juicio final. En el gran día del Señor, y será muy tarde para tratar de enmendar nuestros errores, porque los padres somos culpables de lo que nuestros hijos hacen, pero cada uno pagará de forma individual.

Debemos alcanzar una alta norma si queremos ser hijos nobles, puros, santos y sin mancha, por eso debemos disciplinar a nuestros hijos en todos sus caminos. Debemos emplear esta disciplina con amor, para utilizarla como medio divino para ganar las victorias decisivas sobre nosotros mismos y nuestros descendientes, en vez de quedarnos rezagados e indiferentes con las responsabilidades que tenemos que cumplir como hijos de Dios. Si día a día vencemos el “yo”, creceremos en un noble heroísmo. Esta es la tarea que nos fue encomendada, pero no podemos realizarla sin la ayuda continua de Jesús, sin reconocer que no estamos solos, sino que somos dirigidos constantemente por Dios, por lo que debemos orar incesantemente y pedir fortaleza. Cada uno de los seres humanos tenemos una batalla personal que librar, donde tenemos que abrirnos paso entre luchas y desalientos.

Nadie, ni siquiera Dios, puede llevarnos al cielo a menos que hagamos el esfuerzo necesario por nuestra parte. Ahora, mientras dura el tiempo de Gracia, imitemos el modelo de Cristo y practiquemos sus verdades. Jesús es el buen Pastor que se interesa por todas sus ovejas, por las débiles y por las enfermizas que desfallecen por causa de su Nombre. Él nos conoce a todos por nuestros nombres, conoce nuestras angustias, nuestro corazón, nuestra sinceridad, y llega a sus oídos el clamor de quien pide ayuda y dirección, porque él se interesa por cada uno de nosotros de manera personal. Asimismo debemos interesarnos por la vida de nuestros hijos, involucrarnos en sus actividades, supervisarlos, investigar quienes son sus amigos y que están aprendiendo. A donde van y que hacen cuando no estamos presentes.

Exhibamos ante el mundo el distintivo de Dios como sus hijos e hijas. Hagamos la obra que debemos hacer para redimir lo pasado y presentar nuestros frutos ante Dios. Cuando tomemos esta decisión, entonces su bendición penetrará en los hogares, porque estaremos satisfaciendo el propósito del Espíritu de Dios, mostrándole arrepentimiento y obediencia.  No es demasiado tarde para corregir los males, pero necesitamos la ayuda de Jesús y permanecer verdaderamente unidos a él, de lo contrario, la luz se apartará de nosotros y nuestros privilegios como herederos del cielo nos condenarán. Aprovecha el hoy, porque el tiempo pasado no regresa.

 

 

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