“El carácter
se da a conocer, no por las obras buenas o malas que de vez en cuando
ejecutamos, sino por la tendencia de las palabras y de los actos habituales en
la vida diaria” (E.G.W.)
Podemos estar
seguros 100%, que hemos sido salvados?. La respuesta es no. Ningún ser humano
puede decir con seguridad que esta salvado. Cristo es nuestro salvador, pero
para lograr salvarnos, necesitamos seguirlo, imitar su carácter y sus virtudes. Hay tres elementos indispensables para poder ser
salvos: Creer en Jesús y estar conscientes de que vive, y dio su vida por
nosotros para que fuéramos perdonados. Arrepentirnos de corazón, rindiéndole
nuestras vidas a Cristo, y por último, tener fe en la Promesa de salvación, y la
seguridad de que vendrá a rescatarnos, para que podamos ser partícipes de la
vida eterna.
Solamente
podremos saber si hemos sido salvados, cuando Cristo venga, porque mientras
estamos en este mundo, seguimos siendo pecadores, seres mortales e imperfectos.
Para alcanzar la salvación, se necesita una entrega absoluta a Cristo, rendirnos a su voluntad y obedecer todos los
Mandamientos. Aun así, no podemos saber si ya estamos salvados, porque los
juicios de Dios, no son iguales a los juicios del hombre. Sin fe es imposible
agradar a Dios, pero la fe es algo que se vive a nivel personal y espiritual, por eso
somos juzgados de manera individual. Solo Cristo puede saber si realmente lo
amamos y confiamos en él.
Para
desarrollar una vida cristiana, conforme a los mandatos divinos, se necesita el
estudio diario de la Palabra, y la convivencia con el Espíritu. No es un
trabajo de un solo día, porque una vez que le permitimos a Cristo habitar en el
corazón, las perspectivas de la vida cambian y nos sentimos dominados por su Espíritu.
Ya no podemos vivir sin él, porque está presente en todos los actos de nuestras
vidas. Comenzamos a depender de él, lo llevamos en el pensamiento de día y de
noche. Ya no vivimos nosotros, sino que Cristo ocupa todo nuestro ser. Ahora
estamos a sus servicios y disponemos la voluntad para que Dios nos use como
obreros de Cristo. Desearemos ser semejantes a él, tener su Espíritu, hacer su
voluntad y agradarle en todo.
No quiero
decir con esto que pasamos a ser santos. Ningún ser humano en este mundo esta
santificado, porque aún los elegidos, primero tienen que ser transformados,
antes de pasar a la inmortalidad, y este es un trabajo que solo lo puede hacer
Dios. Cuando la persona entrega voluntariamente su vida a Cristo, y vive en
comunión con él, el Espíritu convence al corazón cuando transgredimos la ley, e
inmediatamente sentimos la necesidad de hablar con Dios e implorar su perdón,
porque el corazón se aflige. El pecado nos separa de Dios, creando un profundo dolor espiritual en el alma, y hasta que no vayamos de rodilla a los pies de Cristo, no encontraremos la
sanación. El Espíritu, es el que suplica para que busquemos la única cosa que
nos puede dar paz y descanso en la vida: La Gracia de Cristo, y la esperanza de
sentir el gozo de la salvación, para obtener
la santidad futura.
Muchas
personas insisten en decir que Dios es demasiado bueno para castigar al
pecador, y destruir lo que el mismo creo. Es cierto, Dios es Amor, pero también
es fuego consumidor, justo y recto. Si no fuera así, por qué Cristo tuvo que
morir para que fuéramos salvados?. Si Cristo cargó con la culpa del
desobediente y sufrió en lugar del pecador, fue porque no había otra manera de
que los seres humanos pudiéramos salvarnos. Si Él no se hubiera sacrificado,
fuera imposible que el ser humano pudiera escapar del pecado que contamina el
alma, y viviríamos sin esperanzas. Pero su amor, su sufrimiento y su cruel muerte,
ponen de manifiesto lo terrible y espantoso que es vivir en pecado.
Cristo no
tenía pecado, pero su muerte nos da la esperanza de salvación, porque a través
de la Gracia somos perdonados. Dios nos envió como ejemplo a su único Hijo para
que nos diera a conocer lo que es correcto. Para darnos prueba de la verdad
y de la justicia, para enseñarnos el
camino del bien, y para anunciar las promesas de salvación para todo aquel que
desee seguirle. Y sin embargo, rehusamos hacerlo. La brevedad e incertidumbre
de la vida, no nos permiten muchas veces reconocer que somos pecadores, por lo
que la muerte nos puede sorprender sin buscar el arrepentimiento, lo que pone en grave
peligro la posibilidad de salvación.
No podemos
vivir en pecado, por pequeño que se le considere. Nadie es bueno en este mundo,
porque todos cometemos errores que comprometen el alma, por lo que no debemos
postergar el llamado de Cristo, y la voz
suplicante del Santo Espíritu de Dios, para que busquemos el arrepentimiento.
De lo contrario, seremos vencidos por las fuerzas del mal. Si nos unimos a
Cristo, saldremos vencedores de nuestras luchas. Sino, lo que no venzamos nos
vencerá a nosotros y nos destruirá.
La humanidad
entera está sumida en la aflicción y en el dolor, porque todos sus habitantes
nos consideramos buenos e inocentes. La justicia del hombre dice: "todo acusado es considerado inocente, hasta que no se demuestre lo contrario", pero hemos olvidado que en el cielo existe alguien que
nos observa y nos juzga, y que el mismo cielo es testigo del hombre, y ha sentido los efectos de la rebelión del ser
humano contra Dios, sin tomar en cuenta el sacrificio de Cristo. Al rechazar
deliberadamente su amor, hemos labrado nuestra propia destrucción. ¡Hoy es el
día de salvación!. Hoy, y todos los días, mientras estamos vivos, son
oportunidades que El Señor nos brinda para que busquemos el perdón, y por
consiguiente la salvación. Debemos contemplar el sacrificio de Cristo, inmolado
en la cruz, y pedirle que examine nuestro corazón. Que nos ponga a prueba y
sondee nuestros pensamientos. Y si vamos por mal camino, que nos guie por el
camino que lleva a la eternidad.
Alcemos los
ojos a nuestro Redentor, y hablemos de
sus méritos. Su luz nos ayudará a reconocer nuestros pecados. Cristo vino al
mundo a salvar a los pecadores, y descendió del cielo no para hacer su
voluntad, sino para cumplir la voluntad de Nuestro Padre. Para que todo el que
crea en el Hijo, tenga vida eterna, y Cristo lo resucite en el último día. El
hombre en su condición de pecador, no puede ver al Padre, pero todo el que
acepta a Cristo va a Dios de manera espiritual. Solo el que cree y persevera en
Cristo, conocerá el gozo de la salvación y tendrá vida eterna.
Imitemos a
Cristo, el buen Pastor, el gran “YO SOY”, el Hijo de Dios, porque El vino al
mundo para juicio; para los que no ven, vean; y los que ven sean cegados. YO
SOY, es la puerta para llegar a la salvación. Y todo aquel que entre por medio
de Cristo, jamás perecerá. Será salvo y hallará paz en este mundo y en el
venidero, que aún no conocemos. Cristo es la Salvación!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario