jueves, 31 de julio de 2014

MI MEJOR AMIGO



Las relaciones de amistad, han sido ampliamente narradas y ejemplificadas en un sin número de casos, y se dan en diferentes grados de importancia y trascendencia.  Pero, ¿Sabes realmente quien es tu mejor amigo?. Sé que tendrá una respuesta rápida, y elegirás el nombre de aquella persona que quieres mucho, con la que quizás ha compartido parte de tu niñez, compañeros de escuela y/o universidad. Hijos e hijas de las amistades de nuestros padres, vecinos, conocidos de la iglesia, etc. Consideramos amigo (a), a aquella persona con la que nos sentimos identificados. Confiados para abrirle nuestro corazón y exponerle nuestras dudas, contarle nuestros secretos, nuestra primera experiencia sexual, nuestro primer beso, y con las que hablamos de todas nuestras travesuras. Por ende, cuando necesitamos algún consejo, casi siempre lo buscamos en los amigos, en vez de acudir a los padres, o a nuestro Padre Celestial, Dios.

La amistad, generalmente nace cuando las personas encuentran inquietudes y sentimientos comunes, y a veces, por medio de este vínculo, muchos se hacen cómplices y confidentes de sus amigos, sin tomar en cuenta que también hay amistades que representan peligro, porque se vuelven nocivas. Dice una  frase muy cierta: “dime con quién andas, y te diré quién eres”. El mejor amigo es aquel que está siempre presente en nuestras vidas, aunque no lo podamos ver. Ese amigo es Cristo, quien  constantemente nos extiende la mano invitándonos para que vayamos a Él. Es  un amigo invisible, más no imaginario, porque existe y está vivo, pero siempre lo ignoramos. Cuando Jesús vino al mundo, mientras caminaba con los discípulos, les dio un Mandamiento: "que se amaran los unos a los otros, como el los había amado". Nadie tiene mayor amor, que el que da la vida por sus amigos. A los discípulos Cristo los consideraba sus amigos, y les dijo: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando". "Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Os he llamado amigos, porque os di a conocer todo lo que oí de mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, él os lo de".

En toda relación de amistad podemos contar con los brazos de carne que nos consuelan, pero en cada uno de nosotros, están los brazos del Señor nuestro Dios, para ayudarnos y pelear nuestras batallas, porque él entiende nuestro silencio, seca nuestras lágrimas, interpreta nuestros sentimientos, perdona nuestros errores, nuestros pecados, y nos previene de todas las caídas. Además, si caemos, nos enseña a levantarnos con más fuerzas. No solamente es nuestro mejor amigo, sino que también entiende nuestro dolor, podemos refugiarnos en sus brazos, cuando pasamos por angustias y desesperación. A través de su Santo Espíritu, nos da paz y consuelo. Nos acompaña, nos comprende e intercede a nuestro favor para que seamos alcanzados por la Misericordia de Dios. 

La amistad perfecta es la que une a dos personas con iguales virtudes, siempre buscando y deseando el bien, el uno para el otro, permaneciendo unidos por un sentimiento verdadero, mutuo y reciproco, sin defraudarse.  No existe en este mundo ningún amigo fiel, que en determinado momento no se enaltezca su corazón contra su semejante, porque el ser humano es egoísta y envidioso. Siempre traiciona, y necesita del reconocimiento y la aceptación de los demás para sobresalir. Por eso, es muy difícil saber cuándo una relación de amistad es verdaderamente sincera, ya que con frecuencia, algunas personas que consideramos nuestros amigos, son los primeros que provocan el mal, donde nos hacen caer.

Dios tiene el poder para ayudar y para derribar, y muchas veces, aquellos que tenemos por amigos nos muestran una sonrisa, pero si nos descuidamos, son capaces de enterrarnos un puñal por la espalda, dejando en evidencia su deslealtad e hipocresia. Dios es el amigo fiel que nunca nos desampara, ni nos falla, aunque nuestro corazón no sea perfecto. Si buscamos a nuestro mejor amigo Jesucristo, y le encomendamos nuestra causa, nuestros miedos y debilidades, en vez de confiarlas a alguien que realmente no conocemos, el haría grandes e inescrutables cosas en nuestras vidas, y un sin número de maravillas. Él tiene el poder para poner en alto a los humildes, frustrar los planes de los astutos, para que sus manos no hagan nada. Prende a los sabios en su propia astucia, y anula el consejo de los perversos. A nuestros enemigos, los hace tropezar de día con las tinieblas, y al medio día, los pone a andar a tientas, como en las noches. El Señor libra al pobre de la espada, de la boca de los impíos, y de la mano que se alza injustamente con violencia. Da esperanza al menesteroso, y cierra su boca a la iniquidad.

Cristo es nuestro mejor amigo, pero con demasiada frecuencia confiamos en los amigos terrenales que creemos conocer, desechando la verdadera amistad que nos permitirá caminar seguros y confiados en nuestro tránsito por la vida. Feliz viviría el hombre si pone su confianza absoluta en las manos de Dios, permitiendo que Él lo discipline e instruya en sus caminos. Cuando entablamos una relación íntima de amistad con nuestro salvador Jesucristo, el  hiere, y venda, golpea, y sus manos sanan. En seis tribulaciones nos librará, y en la séptima no nos tocará el mal. Cristo sacrificó su vida para librarnos de la muerte, y nadie más se dio a sí mismo para apoyarlo con su causa. Ningún amigo estuvo a su lado ni salió a defenderlo, porque todos sus discípulos tuvieron miedo de ser crucificados junto con él. Sin embargo, el libra al inocente del azote de la lengua del enemigo, y seremos encubiertos con su Manto Sagrado, para no temer cuando venga la destrucción. Del hambre nos reiremos, porque ese amigo que aún no podemos ver, nos sustentará. Nuestro pan y nuestra agua estarán seguros, aun en medio del desierto,  y no temeremos de las fieras del monte, y hasta con las piedras del campo tendremos alianza. Cristo nos da fortaleza para vivir en paz hasta con las bestias, y nada nos faltará, porque la amistad con Cristo significa una unión para la eternidad.

La amistad, es una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de las personas desarrollan durante la vida, pero también la más falsa, porque  cuando caemos en alguna desgracia, los amigos se alejan, y son los primeros en dejarnos solos, como hizo Pedro con Jesús. Era uno de los discípulos que más lo amaba, pero cuando Jesús fue aprendido, y sabiendo que era el Hijo de Dios, negó conocerlo, a pesar de que le había dicho que lo seguiría hasta la muerte. La verdadera amistad no se basa en una presencia física constante, y nunca oculta sus verdaderas intenciones. Las relaciones de amistad hoy día, solo se hacen por conveniencia e interés. Nadie se quiere comprometer o involucrar en problemas ajenos; ni siquiera los miembros de nuestra propia familia, porque el “yo” siempre está primero. Pero el que tiene a Dios como su mejor amigo, nunca está solo. El conoce cada una de nuestras necesidades, y siempre en el momento que más lo necesitamos, dice presente. Su amor no sufre alteración, porque es totalmente inefable y sincero. Una vez que caminemos sostenidos de sus manos, nuestros pies pisarán en terreno firme, sin tropezar, porque la amistad con Cristo es símbolo de constancia, y representa uno de los tesoros más valiosos en la vida del hombre, porque nunca se va, ni desaparece con el tiempo.

La presencia de Cristo es indistinguible del resto de las personas, pero en la hora más difícil de nuestras vidas es cuando Él nos ve, y solo a El tenemos que clamar para que nos brinde su ayuda incondicional. El Señor pasa ante nosotros sin que lo podamos percibir, pero siempre nos acompaña y acude en nuestro auxilio. Cristo es nuestro mejor amigo; un amigo fiel que funge como escudo poderoso, y el que lo encuentra halla un tesoro muy valioso. Un amigo fiel que no tiene precio, porque es el bálsamo para la vida, y los que temen al Señor lo buscarán y siempre lo encontrarán. La amistad con Cristo, no depende del contacto físico diario, sino, está basada en la confianza, el apoyo y la perseverancia. Está fundamentada en seguir Su Palabra y obedecer Su Ley. Esta nos permite vivir con gozo en momentos de risas y llantos. Nos ayuda en situaciones difíciles, está presente en los mejores y peores momentos de la vida, sin importar que estemos atravesando por enfermedades, pérdidas materiales o de un ser querido, un divorcio, ruptura sentimental o que estemos en medio de una grave situación económica. Este tipo de amistad no la brinda el hombre, porque el hombre es falso, y a diario es atacado por pensamientos malsanos en su corazón. La verdadera amistad está edificada en la sinceridad, la devoción, el aliento, el respeto, la bondad, la empatía; pero sobre todo, en el amor.

Dios  nos ama tanto, que siempre nos extiende sus brazos para protegernos y consolarnos aunque no lo veamos. Pero otras veces, si no tomamos la decisión de seguirlo y no respondemos a su llamado, nos da alas para que podamos volar hacia donde queremos. Él sabe que somos imperfectos y diferentes el uno del otro. Es el único amigo al que no podemos ocultarle nuestros verdaderos sentimientos y emociones, porque el escudriña el corazón de todos. En la vida nunca tenemos aseguradas las victorias, ni las derrotas, pero  podemos elegir nuestras batallas y saber cómo lucharlas. Debemos seguir a ese amigo fiel que no discrimina,  ni es orgulloso.  Si de mañana buscamos a Dios, y lo tenemos en primer lugar durante el día y la noche, si somos limpios y rectos y rogamos al Todopoderoso, él nos escuchará y en seguida se despertará en nuestro favor, y restaurará nuestro lugar. Aunque la relación de amistad con Cristo al principio haya sido muy pequeña, su postrer estado llegará a ser muy grande.

Nosotros significamos para Cristo el ayer, y nada sabemos; nuestros días sobre la tierra son como sombras, y los amigos van y vienen. Así como la hierba se marchita sin agua, será la vida de todo aquel que se olvida de Dios y pone su confianza en el hombre. Cuando ponemos la esperanza en los amigos, tarde o temprano la confianza será cortada como el hilo. La seguridad se volverá telaraña, y si nos apoyamos en ella, no permaneceremos en pie. En medio de la desesperación nos asiremos de ella, pero no resistirá. Cristo es nuestra Roca y siempre vendrá en nuestro auxilio. Cuando estamos atribulados, solo podemos ser consolados por nuestros amigos, pero nunca debemos abandonar el amor del Todopoderoso, porque Cristo es el único que nos permitirá terminar gozosos nuestro camino. Dios no rechaza al íntegro de corazón, ni da la mano a los malignos. Si somos amigos de Cristo, el llenará nuestros labios de risas y nuestra boca de júbilos.

Dispón tu corazón y extiende a Dios tu mano.  Hazte su aliado, y no permita que la maldad habite en ti, para que puedas levantar tu rostro limpio hacia Cristo. La vida te será más luminosa, y aunque este oscuro, será como el amanecer. Mirarás alrededor y dormirás seguro, porque al unirte a Cristo, habrá una esperanza real de vida y felicidad. Muchos desearán tu amistad, porque verán a Cristo en ti. Invoca a Dios en todos tus caminos, porque en él está la sabiduría, el poder y el saber. Suyo es el consejo y la inteligencia. Si el derriba, no hay quien edifique, y si el cierra al hombre, no habrá quien le abra. Los amigos son fraguadores de mentiras, por lo que frecuentemente nos hacen errar el camino. Todo hombre nacido de mujer tiene los días contados. Brota como una flor, pero se va marchitando; huye como la sombra, y no permanece. Por eso debemos unirnos y desarrollar amistad con el que nació del Espíritu, y no de la carne. Ningún amigo puede decirte donde encontrar a Dios. Tienes que tomar la iniciativa de buscarlo, pero movido por el amor. Venerar al Señor es la sabiduría, y apartarse del mal es la inteligencia. Se sabio e inteligente y haz de Cristo tu mejor amigo!.


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