miércoles, 31 de julio de 2013

AL DIOS INVISIBLE


Hoy, a mis casi sesenta años de edad, no tengo la seguridad de quienes fueron mis verdaderos padres biológicos, porque  mi nacimiento y mi vida siempre han estado rodeados de un gran misterio. Pero tuve el honor de conocer a mi Creador a través de Su Santo Espíritu. Cuando tenía 16 años de edad, todavía  no entendía la razón de mi existencia. Me sentía inmensamente sola, a consecuencia de la forma en que estaba siendo criada, maltratada verbal, física y emocionalmente. Sentía que estaba prisionera, porque se me negaron todos los derechos naturales que tiene el ser humano, y fui sometida a hacer siempre la voluntad absoluta de otros, sin tomar en cuenta mis propias necesidades, ni mis sentimientos. Aún recuerdo el momento cuando en mi adolescencia por medio de la oración  le pedí a Dios morir, y luego me dormí pensando que me concedería mi petición. El Espíritu Santo me respondió a la mañana siguiente. La primera persona que  encontré al levantarme en el lugar donde estaba, fue a un sacerdote llamado Jesús, que ante la inmensa tristeza que me embargaba por sentirme viva, sin yo hablar, supo que estaba necesitada de una mano amiga. En ese momento yo lloraba inconsolablemente y Jesús me dijo: “cuando tengas algún problema o alguna pena, habla  con Dios, él siempre escucha, es tu mejor amigo aunque no lo veas, y te contestará de acuerdo a su voluntad, no a la tuya”.

En el 2010, tome la decisión de bautizarme y reconocer al Señor como mi único Salvador, y dos años más tarde, en el mes de abril, mes de mi supuesto  nacimiento, recibí la visita de mi Padre Celestial, mediante Su Santo Espíritu; una visita que se prolongó por 21 días. Desde entonces comprendí  el propósito de mi creación, y el por qué cuando tenía 16 años no morí. Aunque sé que mi Padre escuchó mi petición, no fui llamada al descanso porque Dios esperaba que yo trabajara en su obra; fuera testigo de su amor y Su Poder. Afortunadamente hoy tengo mi alma llena de gozo, porque recibí la Gracia Redentora del Poder De Dios, y tuve el privilegio de que El Espíritu de Dios descendiera de Su Trono para tocarme de forma real y verdadera. Ha sido el mejor de los regalos que he tenido en toda mi vida. Me siento privilegiada, plena, bendecida, y sobre todo libre. Mi verdadero Padre, mi Creador, me visitó, y he alcanzado en vida el más preciado ideal de todo ser humano. Actúo libremente en mi vida terrenal, pero siguiendo el propósito y la dirección de Dios. No estoy sometida al poder humano, sino al Poder Divino, por lo que mi libertad es verdadera y completamente absoluta.
El Poder del Espíritu es propiedad de nuestro Dios invisible, y su autoridad no tiene límites, porque es imperecedera. Abarca todo el universo en el que vivimos, y  la Patria Celestial que aún no conocemos, reservada para el fututo. La esperanza de libertad es anhelada por todos los que viven en la esclavitud. Hay muchas maneras de ser esclavos. Todos los que practican el mal, viven sumergidos en sus bajas pasiones siguiendo sus malos instintos.  Los que no pertenecen a Dios, viven esclavos de su adversario Satanás. La esclavitud más terrible es cuando vivimos llenando nuestras vidas de pecado y caemos en la ceguera espiritual, porque el Espíritu Santo se aleja y no escuchamos su llamado. Aunque logremos nuestras metas y objetivos, nos seguimos sintiendo atrapados, sin que estemos visiblemente encerrados. La total independencia significa, decisión, acción, dominio propio, fidelidad y determinación en el obrar, ajustándonos a las reglas y respetando los límites establecidos por Dios. El que confía en el Poder del Espíritu de Dios, puede tener la certeza de que será libre en este mundo y el venidero. Jesús es testigo de la esclavitud que existe en la tierra y pronto vendrá personalmente a darnos la libertad. La paciencia significa salvación y también revela en quien hemos confiado. Perseverar en la fe, es obtener la victoria en Cristo. Unete a Cristo y saldras airoso (a) de todas las pruebas. Al final podras entonar el himno de victoria!.

 

 

 

  

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