jueves, 19 de junio de 2014

PODER SUPREMO




Hay una expresión muy conocida que dice: “querer es poder”, pero en la vida no podemos tener todo lo que queremos, y con frecuencia nuestros mayores anhelos nunca los vemos hechos realidad, porque la vida es muy corta, y el tiempo no espera. Aunque camina en silencio, pasa velozmente dejando sus huellas, y va muriendo en un lugar del planeta que el hombre desconoce. De la única forma que todas las cosas son posibles, es si las ponemos en manos de Dios, para que Él sea quien dirija, decida, y nosotros aceptar su voluntad con sumisión y humildad. Dios nos da siempre lo que más nos conviene, pero generalmente somos inconformes con la voluntad divina. Querer algo y no conseguirlo, muchas veces nos llena de frustraciones,  de pensamientos y sentimientos negativos que nos hacen sentir miserables, tristes, abatidos y sin deseos de vivir. El poder está unido a la voluntad y a la fuerza, pero si no caminamos con Dios, nunca podremos descubrir nuestras capacidades y habilidades para vivir de manera sencilla pero placentera, de acuerdo a la Palabra de Dios, porque las ansias de  “poder tener”, bloquean el razonamiento lógico para entender que somos gobernados por el  Poder Supremo de Dios. La Máxima Potestad del cielo nos gobierna y dirige con Sus fuerzas invisibles de amor, tiempo y muerte, porque para todas las cosas hay un tiempo y un proceder. Mientras estamos vivos, a cada uno de nosotros Dios nos da lo que merecemos, de acuerdo a nuestro comportamiento o conducta, pero dependiendo a quien le depositemos nuestra confianza. -----Así dice el Señor----¡Maldito el hombre que crea en el hombre!.

Los caminos y  pensamientos de Dios son totalmente opuestos a los nuestros, y aunque Él se interesa individualmente por cada uno de sus hijos, nosotros somos desobedientes y por eso no encontramos el equilibrio de la vida para vivir en paz y conducirnos con sensatez. A veces nos pasamos el tiempo lamentándonos y comparándonos con los logros de los demás, sin antes analizarnos y preguntarnos: ¿cómo esta nuestra relación con Dios?, ¿qué estamos haciendo para ser merecedores de su amor?, y ¿qué es lo que Dios desea de mí?. Cuando insistimos en lograr algo por nosotros mismos, sin medir las consecuencias de lo que esto nos puede acarrear, después de haberlo obtenido, nos sentimos insatisfechos y vacíos en nuestro interior.  Tener el poder para llegar a donde queremos y obtener todo lo que deseamos de forma fácil, no es garantía de felicidad, ni significa que son bendiciones que bajan del cielo. El amor es sufrido y siempre involucra algún tipo de sacrificio personal. Por eso son llamados bienaventurados todos los que sufren y están cansados, porque de ellos será el reino de los cielos. En este mundo también existen las fuerzas invisibles del mal, que hacen que el hombre crea que Dios los creo con el poder y la capacidad para hacer justicia por sí mismo, dominar a los demás, e influir de forma determinante en nuestras decisiones básicas y fundamentales de existencia.

El poder del hombre es limitado, porque  no  fue creado con la capacidad para controlar y medir el tiempo a su antojo. Tampoco puede elegir el día de su muerte;  esta decisión solo le compete a Dios. El mundo y sus habitantes son posesión de nuestro creador, ya que Él es la Potestad Suprema del universo, y determina el tiempo de la existencia humana. El Señor tiene el poder absoluto de saber todas las cosas que han sido, que son y que sucederán. El Poder Supremo de Dios no tiene límites: es Omnipotente sobre todas las cosas, incluyendo la vida del ser humano; es Omnipresente, ya que tiene la facultad de estar presente en todo lugar e inclusive está presente fuera del espacio que no podemos ver. Es Omnisciente, porque su Sabiduría y Soberanía le dan la total libertad y el control para actuar sobre todo lo hecho o lo que puede ser hecho. El hombre puede hacer planes a largo plazo, pero no tiene el poder, ni el dominio sobre todas las situaciones que se pueden presentar en el futuro, por lo tanto, no tiene  garantía de que sus deseos, los verá hecho realidad. Solo existe una posibilidad de que ocurra, y es, si es la voluntad de Dios. Pero el dominio del Poder de Dios sobre el hombre no es una posibilidad, sino una ineludible realidad. El ser humano siempre propone algo en su corazón, pero el Poder de Dios es el que dispone de nuestros deseos, del tiempo y de la vida de todos.

A través del inmenso Poder del Espíritu Santo, Dios nos da la fuerza para que salgamos vencedores de nuestras luchas diarias. Capacita e instruye a sus elegidos para realizar sus obras. El hombre puede hablar y comunicarse directamente con Dios sin intermediarios, mediante la oración; puede recibir revelaciones personales, respuestas a sus peticiones, sabiduría e inteligencia adicional para entender los mandatos divinos, ya que la obra de Cristo es dar a los hombres el regalo de la salvación para que seamos merecedores de la vida eterna, pero depende de lo que hacemos con la sabiduría. Tenemos el ejemplo bíblico de la vida de Salomón, a quien Dios le otorgó sabiduría para que gobernara su pueblo con justicia, pero se dejó llevar por el poder, la fama y las riquezas, apartándose del Señor. Otro ejemplo del gran Poder de Dios, fue el caso de David, que aunque era un muchacho débil, en su momento, fue dotado con la fuerza necesaria para derrotar al gigante de Goliat. Dios es el único que tiene autoridad sobre la vida del ser humano. Nos gobierna con amor, pero con manos firmes, para que por medio de la convicción que nos da el Santo Espíritu, actuemos de forma correcta. Dependemos completamente de la voluntad divina, por lo que no somos nada ante Dios. Él nos otorga la capacidad, la inteligencia, la fuerza, la posibilidad, el vigor y la facultad para hacer las cosas. Pero el Dominio, el Poderío y el Imperio de Su reino, no están a disposición del hombre. Todas las cosas son posibles para Dios, aún lo inimaginable.

Muchos incrédulos piensan que fuimos creados para vivir eternamente en este mundo, y que la Benevolencia Divina siempre perdonará a los rebeldes. Que el día del juicio final nunca llegará, olvidando que el Poder Supremo de Dios, es superior a nuestras fuerzas, que somos débiles y temerosos ante las situaciones de la vida que no podemos controlar, y frente a las tragedias inesperadas que ocurren en la humanidad y que no podemos prever. Solo en esos momento pensamos que somos gobernados por un Ser Supremo que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo sabe. En esos instantes pedimos perdón y rogamos a Dios por su misericordia, pero no tenemos un arrepentimiento de corazón, y sin arrepentimiento nadie puede llegar al cielo. Esta es la gran diferencia entre el creyente y el incrédulo. Mientras el que cree y tiene fe, vive con la esperanza de ver cumplida la Promesa de Cristo, y se ha preparado para recibir a nuestro salvador Jesucristo, el incrédulo e impío vive en el error, confiando en la eficacia de sus propias fuerzas para lograr sus objetivos. Vive desnudo de la Gracia, y sin la preparación espiritual que se necesita para ver y soportar  el desarrollo del acontecimiento decisivo que marcará el final de la humanidad.

La conciencia de los hombres ha caído en una trampa. Realizan sus reflexiones y toman decisiones de acuerdo a los conocimientos fragmentados que han acumulado con las malas experiencias de sus vidas, los cuales resultan nulos e ineficientes para luchar con el Poder Supremo de Dios. Han partido de una falsa realidad, poniendo la  confianza en sí mismo y rechazando la dirección de Dios. Apartando de su camino la mirada del Señor y colocándola en los seres humanos. Comprometiéndose a ganar una batalla, cuya misión ha perdido el objetivo de la lucha, ya que dar a conocer el Plan de Salvación no es parte de la causa. Lo por venir, es inevitable y no podemos hacer nada para defender al mundo de su declive final. Es algo de lo que no tenemos el control, porque no depende del poder ni de la sabiduría e inteligencia de ningún ser humano.  Por lo tanto, no podemos aferrarnos a un mundo que esta destinado a desaparecer, y que a pesar de que lo sabemos con certeza, nuestra necedad y terquedad no nos permiten aceptarlo.

La misión fue dada a los hombres de fe. Dios facultó al hombre justo de la antigüedad para ir a desempeñar su cometido, dándole la autorización, el derecho, el poder, la capacidad y la aptitud que le permitieron llevar a cabo su Plan, para dar a conocer el proyecto de la vida eterna. La declaración de Su Ley no solo fue puesta en Palabras, sino con hechos, por lo que no podemos pecar y seguir considerándonos inocentes. La oportunidad de conocer todas las acciones requeridas por Dios para poder llegar victoriosos a la meta, están al alcance de nuestras manos. Solo tenemos que tomar la decisión de hacerlo. La Palabra de Dios es como una brújula que nos orienta cuando estamos perdidos por haber tomado la ruta equivocada, pero permite corregirnos y volver a guiar por el camino correcto, para que con nuestras acciones futuras podamos lograr los resultados planeados por nuestro salvador Jesucristo. Y para que podamos deleitarnos al llegar y lograr entrar por las puertas del Paraíso celestial. Esta es la declaración hecha en la Promesa, la cual constituye un plan general  al que todos podemos tener acceso. Y nuestro ideal debe ser, aprender a actuar y comportarnos en conformidad con los valores universales del bien y la verdad.

En la Palabra de Dios no hay engaño, porque siempre concederá lo que ha prometido. Cristo dijo que volverá y vendrá. Esta promesa es una realidad donde no existe la más remota posibilidad de que falle. El deseo de servirle a Dios es la clave para sentirnos motivados a actuar, pero debemos tomar la determinación de hacerlo, con una actitud positiva, y con la búsqueda incesante de su amor para que el dirija nuestras acciones, porque Dios puede obrar en nosotros solo cuando hay entrega y nos rendimos por completo a su voluntad. Lo más valioso de la vida no es el poder que algunos tienen para acumular tesoros, que luego no saben qué hacer con ellos, sino a quien tenemos en el corazón para poder reconocer de donde nacen la fuerza y el poder que nos gobiernan y dominan. La pronta llegada de Jesucristo no está siendo percibida con ojos claros y mentes sanas, pero todavía tenemos tiempo para echar a un lado los hábitos y costumbres que nos están destruyendo. Cuando Cristo fue crucificado, antes de exhalar su último suspiro, escuchó al ladrón arrepentido que estaba a su lado, y le prometió que se acordaría de él cuando estuviera en  Su reino. No esperemos ver a Cristo llegar para entonces arrepentirnos, porque para ese momento ya no habrá misericordia, y todo estará consumado. Dios es el principio y el final de todas las cosas que fueron creadas en el pasado, las que existen en el presente y de las que vendrán en el futuro inmediato.

Todos los hombres mienten, pero en especial aquellos que tienen el poder para gobernar en la tierra. Todos prometen, pero no cumplen. Durante la campaña, hacen uso de la herramienta más útil del mentiroso, porque se aprovechan de la confianza que sus seguidores depositan en ellos. Luego, cuando llegan al poder ponen de manifiesto su pobreza interior, su vacio espiritual, su inseguridad, y su falta de liderazgo, ya que el verdadero liderazgo se logra y se demuestra cuando actuamos con integridad, con humildad, siendo sinceros, equitativos, leales y éticos, evitando humillar y abusar de los demás, y reconociendo el valor que cada ser humano tiene como hermanos en Cristo. La conciencia es el mejor libro de moral  que todo hombre posee, pero es silenciada y corrompida por el poder, la fama y el dinero. Aunque se tengan los recursos necesarios para la solución  de los problemas que afectan a los marginados, el que está en el poder pierde la capacidad de escuchar, y las necesidades de sus semejantes le producen ceguera del cuerpo y del espíritu. Los derechos y privilegios solo son protegidos para los que ejercen o tienen alguna participación en la vida pública. La sensibilidad del corazón se convierte en piedra, y comienza a aplicarse la ley del embudo: lo ancho para el que está arriba y lo estrecho para el que está abajo.

Si estas en una situación parecida, si te sientes oprimido (a)  por el sistema de gobierno que han desarrollado los hombres de poder, no te aflijas. El Poder Supremo de Dios pronto nos librará del yugo que Satanás tiene sometida a la humanidad. Pronto podremos entonar el himno de victoria. Únete al bando de los vencedores que esperan que el Poder de Dios quede de manifiesto ante todos los hombres. El rescate de los fieles, no se hará mediante un rapto secreto como muchos creen. Este acontecimiento todo ojo lo verá. Arrepentirse, creer y confiar son los tres elementos básicos que componen la fórmula que lleva a la salvación. No hay fuerza ni poder humano que pueda ganarle la batalla a Dios!. Su ejército es grande y todas las huestes del cielo pelearán con armas de justicia. El Poder, Gloria, Soberanía y Majestad del Señor, son eternas!. Aleluya!.

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