domingo, 30 de junio de 2013

SEAMOS JUSTOS PARA SER BENDECIDOS


                                             JUSTICIA  e  INJUSTICIAS


Bendito es el hombre que abre sus labios en honor del Dios del Sábado y enaltece al Señor en su corazón.

Execrable todo hombre que abre sus labios para traer ultraje y calumnia a su vecino, porque el atrae sobre si el desprecio de Dios.

Bendito es aquel que abre sus labios bendiciendo y enalteciendo a Dios.

Blasfemos es aquel que delante del Señor, todos los días de su vida, abre sus labios para maldecir y abusar.

Bendito aquel que bendice todas las obras del Señor.

Blasfemo es el que trae la creación de Dios a menosprecio.

Bendito es el que mira hacia abajo y levanta a los caídos.

Blasfemo es el que mira y está ansioso por la destrucción de lo que no es suyo.

Bendito es aquél que guarda los principios de sus padres y los afirma desde el comienzo.

Blasfemo es aquel que pervierte los mandatos de sus antepasados, y  el que desasosiega a aquellos que aman a sus vecinos.

Bendito es el que habla con lengua y corazón humilde.

Blasfemo es el que habla de paz con su lengua, mientras en su corazón no hay paz, sino una espada, porque todas estas cosas serán puestas desnudas en el platillo de la balanza y estarán registradas en los libros, en el día del gran juicio final que se aproxima.

El Señor es justo y recto en todos sus caminos, porque El ama la justicia. Asimismo será al juzgarnos, pero odia la mentira y las blasfemias de los hombres. Las injusticas no prevalecerán más en este mundo, porque Dios librará a los piadosos, quienes hayan sido testigos de Cristo. La promesa de Jesucristo no tarda en llegar, y el mundo actual será deshecho, habrá nueva tierra, limpia y feliz, pero necesitamos la paciencia, y la oración ferviente  para que nuestra fe no perezca.  Debemos mantener una obediencia cabal al Creador y no afanarnos por el día de mañana, porque cada día trae consigo su propio afán. Ayudemos al necesitado sin hacer distinción de personas, dándole aliento a los pobres y necesitados. Cristo llama a mantenernos fieles y leales a Su Palabra y  estar prestos para toda buena obra. Retengamos nuestra confianza ante las adversidades, porque el justo vivirá por la fe.

Nuestras vidas penden de un hilo cuando cerramos el corazón a Cristo. Debemos ser participantes del llamado celestial y dejarnos guiar, para retener firmes hasta el fin la confianza y la alegría de la esperanza, porque el que obedece halla reposo.  Estamos viviendo tiempos peligrosos del fin de este mundo, y hay que evitar a los que no sienten ningún afecto natural por sus semejantes, pero sobre todo a los que aman los placeres y riquezas del mundo más que a Dios, porque estos son los practicantes de las injusticias.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, reprender, enmendar e instruir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto,  cabalmente instruido para toda buena obra. Predicar la Palabra de Dios y dar testimonio de lo que El hace en nuestras vidas, es una obligación de todo cristiano.

Dios y nuestro Señor Jesucristo han de juzgar a los vivos y a los muertos, en su manifestación y en su reino, y a nosotros nos compete animar y doctrinar con paciencia a nuestros hermanos que no conocen al Señor, porque vendrá tiempo cuando no soportaremos la sana doctrina, y tendremos comezón de oír. La verdad será apartada del oído y muchos creerán en falsas doctrinas que no están abaladas por la Biblia.

Soportemos las aflicciones y hagamos la obra del evangelio para que la justica de Dios se manifieste sobre el pueblo que le espera. Tenemos que pelear la buena batalla, guardar la fe, y terminar la carrera, para poder recibir la corona de justica, que el Señor, Juez Justo  nos dará. El Señor nos librará de toda mala obra, y nos preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amen.

 

 

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