JUSTICIA e INJUSTICIAS
Bendito es el hombre que abre sus labios en honor del
Dios del Sábado y enaltece al Señor en su corazón.
Execrable todo hombre que abre sus labios para traer
ultraje y calumnia a su vecino, porque el atrae sobre si el desprecio de Dios.
Bendito es aquel que abre sus labios bendiciendo y
enalteciendo a Dios.
Blasfemos es aquel que delante del Señor, todos los
días de su vida, abre sus labios para maldecir y abusar.
Bendito aquel que bendice todas las obras del Señor.
Blasfemo es el que trae la creación de Dios a
menosprecio.
Bendito es el que mira hacia abajo y levanta a los caídos.
Blasfemo es el que mira y está ansioso por la
destrucción de lo que no es suyo.
Bendito es aquél que guarda los principios de sus
padres y los afirma desde el comienzo.
Blasfemo es aquel que pervierte los mandatos de sus
antepasados, y el que desasosiega a
aquellos que aman a sus vecinos.
Bendito es el que habla con lengua y corazón humilde.
Blasfemo es el que habla de paz con su lengua,
mientras en su corazón no hay paz, sino una espada, porque todas estas cosas
serán puestas desnudas en el platillo de la balanza y estarán registradas en
los libros, en el día del gran juicio final que se aproxima.
El Señor es
justo y recto en todos sus caminos, porque El ama la justicia. Asimismo será al
juzgarnos, pero odia la mentira y las blasfemias de los hombres. Las injusticas
no prevalecerán más en este mundo, porque Dios librará a los piadosos, quienes
hayan sido testigos de Cristo. La promesa de Jesucristo no tarda en llegar, y
el mundo actual será deshecho, habrá nueva tierra, limpia y feliz, pero
necesitamos la paciencia, y la oración ferviente para que nuestra fe no perezca. Debemos mantener una obediencia cabal al
Creador y no afanarnos por el día de mañana, porque cada día trae consigo su
propio afán. Ayudemos al necesitado sin hacer distinción de personas, dándole aliento
a los pobres y necesitados. Cristo llama a mantenernos fieles y leales a Su
Palabra y estar prestos para toda buena
obra. Retengamos nuestra confianza ante las adversidades, porque el justo vivirá
por la fe.
Nuestras
vidas penden de un hilo cuando cerramos el corazón a Cristo. Debemos ser
participantes del llamado celestial y dejarnos guiar, para retener firmes hasta
el fin la confianza y la alegría de la esperanza, porque el que obedece halla
reposo. Estamos viviendo tiempos
peligrosos del fin de este mundo, y hay que evitar a los que no sienten ningún afecto
natural por sus semejantes, pero sobre todo a los que aman los placeres y
riquezas del mundo más que a Dios, porque estos son los practicantes de las
injusticias.
Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, reprender, enmendar e
instruir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, cabalmente instruido para toda buena obra.
Predicar la Palabra de Dios y dar testimonio de lo que El hace en nuestras
vidas, es una obligación de todo cristiano.
Dios y
nuestro Señor Jesucristo han de juzgar a los vivos y a los muertos, en su manifestación
y en su reino, y a nosotros nos compete animar y doctrinar con paciencia a
nuestros hermanos que no conocen al Señor, porque vendrá tiempo cuando no
soportaremos la sana doctrina, y tendremos comezón de oír. La verdad será apartada
del oído y muchos creerán en falsas doctrinas que no están abaladas por la
Biblia.
Soportemos
las aflicciones y hagamos la obra del evangelio para que la justica de Dios se
manifieste sobre el pueblo que le espera. Tenemos que pelear la buena batalla,
guardar la fe, y terminar la carrera, para poder recibir la corona de justica,
que el Señor, Juez Justo nos dará. El Señor
nos librará de toda mala obra, y nos preservará para su reino celestial. A él
sea la gloria por los siglos de los siglos. Amen.
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