martes, 21 de enero de 2014

¿QUE TIENES EN TUS MANOS?


De acuerdo a como obramos usando nuestras manos, vamos trazando con nuestro índice el contenido de los nutrientes que le sirven de soporte y alimento a la vida. El ser humano fue creado con dos miembros superiores cuya terminación son llamadas manos, y con dos miembros inferiores cuya terminación son llamados pies. Dios puso entre ambas extremidades un templo, llamado cuerpo. Depositó en nuestras manos el tiempo, para que aprendiéramos a usarlo con provecho. Colocó también tesoros, que son los recursos que invertimos  trabajando, para tener un medio de subsistencia. Y con el objetivo de extender nuestra misión en la tierra, a cada uno nos dotó con un talento diferente, llamado dones espirituales.
Los talentos son nuestras habilidades y capacidades para hacer algo. Hablar, cantar, escribir, orar y hasta reír, son dones que vamos descubriendo y desarrollando a lo largo de la vida. El don de la persuasión y convencimiento en el uso de la palabra, y el don de hacer reir al que se siente triste o enfermo, son cualidades muy particulares de algunos seres humanos. Pero todos nacemos con dos anclas muy especiales para usar, llamados brazos, los que junto con las manos, Dios utiliza para enseñarnos a maniobrar: a dar y a recibir, a sembrar y hacer el bien sin importar a quien, a socorrer y a consolar,  abrigar y a sustentar. Dios nos hizo con Sus Manos, y nuestras manos contienen una guía en sí misma. Cosecharemos todo lo que hemos sembrado. Algunos obtendrán beneficios por sus buenos frutos, pero otros perderán toda la cosecha, y los frutos se pudrirán, porque  todo el que siembra viento, cosechará tempestad.
Nuestras manos fueron creadas para usarlas, no para tenerlas atadas o inactivas, porque a través de ellas podemos desarrollar y transmitir los conocimientos, los deseos, los sentimientos y los pensamientos. También podemos comunicarnos, porque las manos también hablan. Con las manos podemos decir muchas cosas, sin necesidad de abrir la boca. Ellas revelan nuestra personalidad, nuestro estilo de vida, las tareas que ejecutamos, y por la manera de moverlas, expresamos nuestro estado emocional. Una pregunta frecuente que todos debemos hacernos es: ¿qué tengo en las manos para ofrendar a Dios?. Las funciones de los miembros superiores del cuerpo, y específicamente de las manos, están relacionadas con el ambiente y el poder de manipular las cosas. Mientras que la función principal de los pies, es mantenernos erguidos, brindándonos el equilibrio, el balance integral del cuerpo y la facilidad de caminar para poder desplazarnos de un lugar a otro.
En todo lo que hacemos con el cuerpo, tenemos que usar las manos. Desde que nacemos comenzamos a moverlas en señal de lo que queremos, estamos buscando, o como señal de los objetos que deseamos alcanzar. Pero los dedos no son parejos, y están destinados para darles diferentes usos. Por eso, ocupan una posición exacta y a la vez distante entre ellos. El dedo mayor, o dedo corazón de la mano, es el tercer dedo del centro, así como el corazón es el centro motor del cuerpo, colocado en el mediastino del esternón que cierra la caja torácica. De igual manera el Espíritu Santo representa los tres miembros de la Divina Trinidad, cuyo hogar viene a ser los atrios del corazón, donde es alojado el amor de Dios cuando entra en nuestras vidas.
Los pulgares son los dedos más distantes de la mano, y son los más usados para enviar los mensajes de texto. Esta es una costumbre que ha cobrado muchas víctimas, porque aunque las personas estén guiando, con demasiada frecuencia desvían la vista del volante para hacer una llamada, leer o enviar un mensaje, sin tomar las precauciones necesarias para evitar un accidente. La adicción es tan grande, que ante un incidente donde esté peligrando la vida de un ser humano, antes de socorrerlo, muchos corren a tomarle una fotografía con el celular, o hacen un video de la situación. En otros casos, personas con mentes enfermas se auto-graban para publicar lo que están planeando hacer. Actos criminales que con frecuencia, si no son detectados a tiempo, se llegan a ejecutar.
En cada mano está escrito nuestro destino, y a medida que las usamos, vamos dejando con sus huellas una marca en el cielo, porque por las obras de nuestras manos seremos juzgados. Nuestro cuerpo es simétrico, por ende, cada mano está formada por 14 huesos que forman los dedos, llamados falanges, lo que en total suman 28. Cada dedo tiene tres de estos huesos, a excepción de los pulgares, que cada uno solamente tiene dos. Lo mismo sucede con los dedos de los pies, pero con la particularidad de que el dedo gordo, o primer dedo de los pies solo tiene dos huesos, y es el que sostiene el número de identidad cuando el cuerpo pasa a ser un cadáver, porque los dedos de los pies no tienen nombre, son llamados por números.  
El dedo índice tiene una función muy especial, porque como su nombre lo indica, señala, selecciona y acusa. Este dedo es el que Satanás usa para indicarles a sus ángeles del mal, a quienes deben atrapar, cuando no seguimos los pasos de Cristo y vivimos desprotegidos de su Gracia. Dios es amor, y nunca nos señala, ni nos acusa. El siempre espera callado y paciente. Es su manera de hablarnos y enseñarnos la verdad. Pero nuestro trabajo es descubrirla, porque el Reino de los cielos es un tesoro escondido. La Majestad y Gloria de Dios no se podrán transmitir vía internet o Skype. Tenemos que estar alerta, porque tampoco recibiremos un mensaje de texto informándonos que ya esta descendiendo.
Estoy segura que estarán de acuerdo conmigo al observar que en nuestros días, todos los seres humanos llevan todo el tiempo, un teléfono celular sostenido en sus manos. El 99% de la población mundial ha desarrollado una adicción a los medios electrónicos de comunicación, y las redes sociales. Todos llevamos la vida de forma pública y portátil, sin poder despegar las manos del teléfono o la computadora, aunque no los usemos como instrumento de trabajo. El Señor dijo en su Palabra que cuando el fin este cerca, la ciencia aumentaría, y eso es lo que estamos viendo con el desarrollo vertiginoso que ha tenido la tecnología. Esta ha sido un arma de doble filo, porque a través de ella el enemigo se esconde y ataca. Mantiene prisionero a los hombres, enfocados en todo lo que sucede en el mundo, sin prestarle atención a lo espiritual y verdadero.
El ser humano ya no piensa, tampoco razona. No ejercita el cerebro para mantenerlo saludable, ni saca tiempo para encontrar el motivo o la razón de lo que está pasando con la humanidad. Actualmente es muy difícil que una persona aprenda un número de teléfono o una dirección de memoria, porque todo lo encontramos en internet, y siempre llevamos en el celular una lista de contactos. Pero si la perdemos, nos quedamos incomunicados y desconectados. Dios tiene el control absoluto de la red terrenal sostenida en una sola mano, pero la activa solo con Su deseo, y será lo primero que destruirá antes de su venida. Él tiene la clave de acceso de todos los equipos electrónicos, porque El Señor sabía de antemano que esto iba a suceder. El conoce el fin de todas las cosas antes de hacerlas.
Si previamente no hacemos la decisión de contactarlo, cuando llegue el fin será imposible de hacerlo, porque el Señor ya no habla con el hombre de forma directa para dar a conocer sus Deseos, como lo hacía en la antigüedad. Él nos dejó el Manual de procedimiento de la vida, y a nosotros nos corresponde estudiarlo para aprenderlo a usar. El Señor está sentado sobre la redondez de la tierra, y esta, es el estrado de Sus Pies. El mundo para Dios es menos que una gota de agua, la que puede sacudir en cualquier momento. A pesar de los avances científicos y tecnológicos estamos cayendo en la apatía, en la indolencia humana, en una ruina social, en un cáncer global que ha deteriorado la salud mental de todo individuo. Estamos atrapados, y muy pocos recibirán la luz espiritual de dirección, que se necesita para salir vencedores de esta guerra.
Moisés fue uno de los hombres de la antigüedad que Dios eligió para liberar a su pueblo. Después de su muerte, nunca más surgió un profeta como él. Fue el único con el que el Señor trataba cara a cara, y que hiciera tantas señales y prodigios como los que  el Señor le mandó ejecutar en Egipto, a Faraón, a todos sus siervos y a toda su tierra. Cuando Dios comisionó a Moisés para que fuera a hablar con el rey de Egipto, éste le preguntó: “qué diría cuando le preguntaran quien lo enviaba. Cuál era su Nombre”. Y el Señor le contestó: “Yo Soy el que Soy”; Y agrego: Así dirás a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a vosotros”. Este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los siglos”.
Moisés dudó, porque “Yo  Soy”  es un Nombre desconocido y no identifica a una persona, por lo que Moisés agregó: “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: “El Señor no se te apareció”. El Señor viendo a Moisés  le preguntó: “Que tienes en tu mano?” “Una vara” respondió el. Dios utilizó esta vara para demostrarle quien lo estaba enviando. “Yo Soy”, le dijo a Moisés que echara la vara en la tierra, y esta se convirtió en culebra por lo que el huía de ella, pero al tomarla por la cola por mandato de Dios, volvió a ser una vara en su mano. Además el Señor le dijo: “Pon tu mano en tu seno”, él la puso y cuando la sacó estaba blanca como la nieve. Al ponerla de nuevo y sacarla, se había vuelto como la otra carne.
Dios es el Alfarero de nuestras vidas, y nosotros somos los labradores. Debemos tener a mano las herramientas necesarias para que El Señor las use a nuestro favor. Debemos ser instrumentos para Dios y desarrollar un trabajo donde queden de manifiesto nuestros valores, nuestra cultura mental y la cortesía cristiana, hasta ver finaliza la obra. Nuestra misión es anunciar las virtudes de Cristo, predicar el evangelio. Y demostrarle al Señor nuestra eficiencia, dignidad, destrezas y fortaleza. Ahora es que Dios nos necesita, por lo que debemos avanzar hacia nuestros sueños, metas, y vencer los desafíos que nos conducirán hacia la excelencia perfecta de los Hijos de Dios. Nuestras manos y pies deben ser dirigidos a continuar trabajando para ayudar a Dios en la liberación del mundo, ejecutando normas elevadas de prudencia y abnegación, para que nuestras manos sean utilizadas según la voluntad divina, y nuestros pasos sean llevados a donde haya necesidad.
Dios tiene infinitas maneras para hablarnos y usarnos. Tiene la potestad y el poder para mostrarnos lo que tenemos en las manos, y usarlo sabiamente. Su naturaleza propia le permite hacer milagros en nuestras vidas de forma inimaginables. Los dones del Espíritu Santo son nuestras credenciales divinas, son nuestras referencias personales al presentarnos. La templanza, la humildad y la prudencia nos mueven a ejecutar la obediencia, nos enseñan a comunicarnos y llevar un comportamiento lleno de expresiones de paz, confianza y serenidad, para compartir con el prójimo.
Nuestra misión es llegar a desarrollar la fortaleza en los momentos de debilidad para ser triunfantes en Cristo, cultivando un espíritu amante y generoso. Debemos estar prestos a esparcir la luz del Espíritu, y decirle al Señor: !Heme aquí, mi Dios!. ¿Qué quieres de mí?. Solo así descubriremos lo que Dios ha depositado en nuestras manos, y Él nos dará las instrucciones necesarias de cómo usarlo. Nosotros fuimos diseñados y organizados con una firme estructura ósea multifuncional, con capacidad de acción para proveer protección al desvalido, darle sostén al necesitado, visitar al enfermo por medio del movimiento de nuestros pies y almacenar los conocimientos para instruir y educar a los que viven en la ignorancia.
El hombre es el usufructo de la creación, y los Manuscritos Sagrados comprenden los ejemplos y conceptos para que aprendamos a lidiar de manera hábil con los frecuentes problemas de la vida diaria, y encontrar la manera de solucionarlos. Pocas personas consultan estos manuscritos y por eso hay finales muy trágicos en la vida del hombre. Esta es una decisión espontánea de cada quien, pero está estrechamente vinculada con la personalidad y el tipo de vida que lleva el ser humano. No todos, a nivel intelectual tenemos el don de la intuición, por ende, existen determinadas funciones que debemos desarrollar, y que requieren de la información específica para ser descubiertas antes de ponerlas en práctica. El Señor con su dedo índice escribió los Mandamientos de la Ley. En su infinita misericordia inspiró a los profetas para la redacción del manual del cristiano que es la Biblia, con el objetivo de advertirnos de nuestras limitaciones, porque alejados de Cristo, nada podemos hacer.
Cuando actuamos impacientemente podemos tener consecuencias negativas en nuestras vidas. Estamos en el mundo de manera temporal, y Dios nos permitió ocupar un lugar en esta tierra sin ser los propietarios de la misma. Sin una fianza y sin cobrarnos impuesto por usar Su espacio. Somos propiedad de Dios al igual que la tierra, y El domina sobre todo el universo. Cristo recibirá en el futuro mediato, el beneficio de la cosecha que hemos obtenido al labrar la tierra con nuestras manos. Seremos recompensados con la vida eterna si hemos sido útiles para Cristo y si hemos invertido en los tesoros celestiales. No somos indemnizados por nuestras faltas. En el tiempo de la siega, cuando seamos pesados en la balanza de Su justicia, Dios hará un inventario de lo que nos dio para sembrar y el resultado de la cosecha. Para ese día, tenemos que tener nuestra misión completada.
Cuando el Señor reclame sus derechos de Autor y Creador de todas las cosas, y se extingue el plazo que nos dio individualmente para vivir en este mundo, o cuando expire el pacto que hizo con los hombres al establecer su Ley, será el momento de devolver las ganancias del bien que hicimos con nuestras manos. Los seres humanos y todo lo que existe en el mundo se consolidan bajo un solo título de propiedad: “Yo Soy” “Dios” “El Señor” “El Todopoderoso” El que vendrá en breve tiempo a reclamar su patrimonio.
Utiliza inteligentemente el bien que Dios colocó en tus manos, para que no te encuentre con las manos vacía, y puedas devolverle a nuestro Creador las ganancias neta de la cosecha del sembradío. Ojalá que así sea!.

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