De acuerdo a
como obramos usando nuestras manos, vamos trazando con nuestro índice el
contenido de los nutrientes que le sirven de soporte y alimento a la vida. El
ser humano fue creado con dos miembros superiores cuya terminación son llamadas
manos, y con dos miembros inferiores cuya terminación son llamados pies. Dios puso
entre ambas extremidades un templo, llamado cuerpo. Depositó en nuestras manos
el tiempo, para que aprendiéramos a usarlo con provecho. Colocó también tesoros,
que son los recursos que invertimos trabajando,
para tener un medio de subsistencia. Y con el objetivo de extender nuestra misión
en la tierra, a cada uno nos dotó con un talento diferente, llamado dones
espirituales.
Los talentos
son nuestras habilidades y capacidades para hacer algo. Hablar, cantar,
escribir, orar y hasta reír, son dones que vamos descubriendo y desarrollando a
lo largo de la vida. El don de la persuasión y convencimiento en el uso de la
palabra, y el don de hacer reir al que se siente triste o enfermo, son
cualidades muy particulares de algunos seres humanos. Pero todos nacemos con
dos anclas muy especiales para usar, llamados brazos, los que junto con las
manos, Dios utiliza para enseñarnos a maniobrar: a dar y a recibir, a sembrar y
hacer el bien sin importar a quien, a socorrer y a consolar, abrigar y a sustentar. Dios nos hizo con Sus Manos,
y nuestras manos contienen una guía en sí misma. Cosecharemos todo lo que hemos
sembrado. Algunos obtendrán beneficios por sus buenos frutos, pero otros perderán
toda la cosecha, y los frutos se pudrirán, porque todo el que siembra viento, cosechará
tempestad.
Nuestras
manos fueron creadas para usarlas, no para tenerlas atadas o inactivas, porque
a través de ellas podemos desarrollar y transmitir los conocimientos, los
deseos, los sentimientos y los pensamientos. También podemos comunicarnos,
porque las manos también hablan. Con las manos podemos decir muchas cosas, sin
necesidad de abrir la boca. Ellas revelan nuestra personalidad, nuestro estilo
de vida, las tareas que ejecutamos, y por la manera de moverlas, expresamos
nuestro estado emocional. Una pregunta frecuente que todos debemos hacernos es:
¿qué tengo en las manos para ofrendar a Dios?. Las funciones de los miembros
superiores del cuerpo, y específicamente de las manos, están relacionadas con
el ambiente y el poder de manipular las cosas. Mientras que la función
principal de los pies, es mantenernos erguidos, brindándonos el equilibrio, el
balance integral del cuerpo y la facilidad de caminar para poder desplazarnos
de un lugar a otro.
En todo lo
que hacemos con el cuerpo, tenemos que usar las manos. Desde que nacemos
comenzamos a moverlas en señal de lo que queremos, estamos buscando, o como señal
de los objetos que deseamos alcanzar. Pero los dedos no son parejos, y están
destinados para darles diferentes usos. Por eso, ocupan una posición exacta y a
la vez distante entre ellos. El dedo mayor, o dedo corazón de la mano, es el
tercer dedo del centro, así como el corazón es el centro motor del cuerpo,
colocado en el mediastino del esternón que cierra la caja torácica. De igual
manera el Espíritu Santo representa los tres miembros de la Divina Trinidad,
cuyo hogar viene a ser los atrios del corazón, donde es alojado el amor de Dios
cuando entra en nuestras vidas.
Los pulgares
son los dedos más distantes de la mano, y son los más usados para enviar los mensajes
de texto. Esta es una costumbre que ha cobrado muchas víctimas, porque aunque las
personas estén guiando, con demasiada frecuencia desvían la vista del volante
para hacer una llamada, leer o enviar un mensaje, sin tomar las precauciones necesarias
para evitar un accidente. La adicción es tan grande, que ante un incidente
donde esté peligrando la vida de un ser humano, antes de socorrerlo, muchos corren
a tomarle una fotografía con el celular, o hacen un video de la situación. En
otros casos, personas con mentes enfermas se auto-graban para publicar lo que están
planeando hacer. Actos criminales que con frecuencia, si no son detectados a
tiempo, se llegan a ejecutar.
En cada mano está
escrito nuestro destino, y a medida que las usamos, vamos dejando con sus
huellas una marca en el cielo, porque por las obras de nuestras manos seremos
juzgados. Nuestro cuerpo es simétrico, por ende, cada mano está formada por 14
huesos que forman los dedos, llamados falanges, lo que en total suman 28. Cada dedo
tiene tres de estos huesos, a excepción de los pulgares, que cada uno solamente
tiene dos. Lo mismo sucede con los dedos de los pies, pero con la
particularidad de que el dedo gordo, o primer dedo de los pies solo tiene dos
huesos, y es el que sostiene el número de identidad cuando el cuerpo pasa a ser
un cadáver, porque los dedos de los pies no tienen nombre, son llamados por números.
El dedo índice
tiene una función muy especial, porque como su nombre lo indica, señala, selecciona
y acusa. Este dedo es el que Satanás usa para indicarles a sus ángeles del mal,
a quienes deben atrapar, cuando no seguimos los pasos de Cristo y vivimos desprotegidos
de su Gracia. Dios es amor, y nunca nos señala, ni nos acusa. El siempre espera
callado y paciente. Es su manera de hablarnos y enseñarnos la verdad. Pero
nuestro trabajo es descubrirla, porque el Reino de los cielos es un tesoro
escondido. La Majestad y Gloria de Dios no se podrán transmitir vía internet o Skype.
Tenemos que estar alerta, porque tampoco recibiremos un mensaje de texto informándonos
que ya esta descendiendo.
Estoy segura
que estarán de acuerdo conmigo al observar que en nuestros días, todos los seres
humanos llevan todo el tiempo, un teléfono celular sostenido en sus manos. El
99% de la población mundial ha desarrollado una adicción a los medios electrónicos
de comunicación, y las redes sociales. Todos llevamos la vida de forma pública
y portátil, sin poder despegar las manos del teléfono o la computadora, aunque no
los usemos como instrumento de trabajo. El Señor dijo en su Palabra que cuando
el fin este cerca, la ciencia aumentaría, y eso es lo que estamos viendo con el
desarrollo vertiginoso que ha tenido la tecnología. Esta ha sido un arma de
doble filo, porque a través de ella el enemigo se esconde y ataca. Mantiene prisionero
a los hombres, enfocados en todo lo que sucede en el mundo, sin prestarle atención
a lo espiritual y verdadero.
El ser humano
ya no piensa, tampoco razona. No ejercita el cerebro para mantenerlo saludable,
ni saca tiempo para encontrar el motivo o la razón de lo que está pasando con
la humanidad. Actualmente es muy difícil que una persona aprenda un número de teléfono
o una dirección de memoria, porque todo lo encontramos en internet, y siempre
llevamos en el celular una lista de contactos. Pero si la perdemos, nos quedamos
incomunicados y desconectados. Dios tiene el control absoluto de la red
terrenal sostenida en una sola mano, pero la activa solo con Su deseo, y será
lo primero que destruirá antes de su venida. Él tiene la clave de acceso de
todos los equipos electrónicos, porque El Señor sabía de antemano que esto iba a
suceder. El conoce el fin de todas las cosas antes de hacerlas.
Si
previamente no hacemos la decisión de contactarlo, cuando llegue el fin será
imposible de hacerlo, porque el Señor ya no habla con el hombre de forma directa
para dar a conocer sus Deseos, como lo hacía en la antigüedad. Él nos dejó el
Manual de procedimiento de la vida, y a nosotros nos corresponde estudiarlo
para aprenderlo a usar. El Señor está sentado sobre la redondez de la tierra, y
esta, es el estrado de Sus Pies. El mundo para Dios es menos que una gota de
agua, la que puede sacudir en cualquier momento. A pesar de los avances científicos
y tecnológicos estamos cayendo en la apatía, en la indolencia humana, en una
ruina social, en un cáncer global que ha deteriorado la salud mental de todo
individuo. Estamos atrapados, y muy pocos recibirán la luz espiritual de dirección,
que se necesita para salir vencedores de esta guerra.
Moisés fue
uno de los hombres de la antigüedad que Dios eligió para liberar a su pueblo. Después
de su muerte, nunca más surgió un profeta como él. Fue el único con el que el Señor
trataba cara a cara, y que hiciera tantas señales y prodigios como los que el Señor le mandó ejecutar en Egipto, a Faraón,
a todos sus siervos y a toda su tierra. Cuando Dios comisionó a Moisés para que
fuera a hablar con el rey de Egipto, éste le preguntó: “qué diría cuando le
preguntaran quien lo enviaba. Cuál era su Nombre”. Y el Señor le contestó: “Yo
Soy el que Soy”; Y agrego: Así dirás a los israelitas: “Yo Soy me ha enviado a
vosotros”. Este es mi nombre para siempre, este es mi memorial por todos los
siglos”.
Moisés dudó,
porque “Yo Soy” es un Nombre desconocido y no identifica a
una persona, por lo que Moisés agregó: “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz;
porque dirán: “El Señor no se te apareció”. El Señor viendo a Moisés le preguntó: “Que tienes en tu mano?” “Una
vara” respondió el. Dios utilizó esta vara para demostrarle quien lo estaba
enviando. “Yo Soy”, le dijo a Moisés que echara la vara en la tierra, y esta se
convirtió en culebra por lo que el huía de ella, pero al tomarla por la cola
por mandato de Dios, volvió a ser una vara en su mano. Además el Señor le dijo:
“Pon tu mano en tu seno”, él la puso y cuando la sacó estaba blanca como la
nieve. Al ponerla de nuevo y sacarla, se había vuelto como la otra carne.
Dios es el
Alfarero de nuestras vidas, y nosotros somos los labradores. Debemos tener a
mano las herramientas necesarias para que El Señor las use a nuestro favor.
Debemos ser instrumentos para Dios y desarrollar un trabajo donde queden de
manifiesto nuestros valores, nuestra cultura mental y la cortesía cristiana, hasta
ver finaliza la obra. Nuestra misión es anunciar las virtudes de Cristo, predicar
el evangelio. Y demostrarle al Señor nuestra eficiencia, dignidad, destrezas y
fortaleza. Ahora es que Dios nos necesita, por lo que debemos avanzar hacia
nuestros sueños, metas, y vencer los desafíos que nos conducirán hacia la
excelencia perfecta de los Hijos de Dios. Nuestras manos y pies deben ser
dirigidos a continuar trabajando para ayudar a Dios en la liberación del mundo,
ejecutando normas elevadas de prudencia y abnegación, para que nuestras manos
sean utilizadas según la voluntad divina, y nuestros pasos sean llevados a
donde haya necesidad.
Dios tiene
infinitas maneras para hablarnos y usarnos. Tiene la potestad y el poder para
mostrarnos lo que tenemos en las manos, y usarlo sabiamente. Su naturaleza
propia le permite hacer milagros en nuestras vidas de forma inimaginables. Los
dones del Espíritu Santo son nuestras credenciales divinas, son nuestras
referencias personales al presentarnos. La templanza, la humildad y la
prudencia nos mueven a ejecutar la obediencia, nos enseñan a comunicarnos y
llevar un comportamiento lleno de expresiones de paz, confianza y serenidad, para
compartir con el prójimo.
Nuestra
misión es llegar a desarrollar la fortaleza en los momentos de debilidad para
ser triunfantes en Cristo, cultivando un espíritu amante y generoso. Debemos
estar prestos a esparcir la luz del Espíritu, y decirle al Señor: !Heme aquí, mi
Dios!. ¿Qué quieres de mí?. Solo así descubriremos lo que Dios ha depositado en
nuestras manos, y Él nos dará las instrucciones necesarias de cómo usarlo.
Nosotros fuimos diseñados y organizados con una firme estructura ósea multifuncional,
con capacidad de acción para proveer protección al desvalido, darle sostén al
necesitado, visitar al enfermo por medio del movimiento de nuestros pies y
almacenar los conocimientos para instruir y educar a los que viven en la
ignorancia.
El hombre es
el usufructo de la creación, y los Manuscritos Sagrados comprenden los ejemplos
y conceptos para que aprendamos a lidiar de manera hábil con los frecuentes
problemas de la vida diaria, y encontrar la manera de solucionarlos. Pocas
personas consultan estos manuscritos y por eso hay finales muy trágicos en la
vida del hombre. Esta es una decisión espontánea de cada quien, pero está
estrechamente vinculada con la personalidad y el tipo de vida que lleva el ser
humano. No todos, a nivel intelectual tenemos el don de la intuición, por ende,
existen determinadas funciones que debemos desarrollar, y que requieren de la
información específica para ser descubiertas antes de ponerlas en práctica. El Señor
con su dedo índice escribió los Mandamientos de la Ley. En su infinita
misericordia inspiró a los profetas para la redacción del manual del cristiano
que es la Biblia, con el objetivo de advertirnos de nuestras limitaciones,
porque alejados de Cristo, nada podemos hacer.
Cuando
actuamos impacientemente podemos tener consecuencias negativas en nuestras
vidas. Estamos en el mundo de manera temporal, y Dios nos permitió ocupar un
lugar en esta tierra sin ser los propietarios de la misma. Sin una fianza y sin
cobrarnos impuesto por usar Su espacio. Somos propiedad de Dios al igual que la
tierra, y El domina sobre todo el universo. Cristo recibirá en el futuro mediato,
el beneficio de la cosecha que hemos obtenido al labrar la tierra con nuestras
manos. Seremos recompensados con la vida eterna si hemos sido útiles para
Cristo y si hemos invertido en los tesoros celestiales. No somos indemnizados
por nuestras faltas. En el tiempo de la siega, cuando seamos pesados en la
balanza de Su justicia, Dios hará un inventario de lo que nos dio para sembrar
y el resultado de la cosecha. Para ese día, tenemos que tener nuestra misión
completada.
Cuando el Señor
reclame sus derechos de Autor y Creador de todas las cosas, y se extingue el
plazo que nos dio individualmente para vivir en este mundo, o cuando expire el
pacto que hizo con los hombres al establecer su Ley, será el momento de devolver
las ganancias del bien que hicimos con nuestras manos. Los seres humanos y todo
lo que existe en el mundo se consolidan bajo un solo título de propiedad: “Yo
Soy” “Dios” “El Señor” “El Todopoderoso” El que vendrá en breve tiempo a
reclamar su patrimonio.
Utiliza inteligentemente el bien que Dios colocó
en tus manos, para que no te encuentre con las manos vacía, y puedas devolverle
a nuestro Creador las ganancias neta de la cosecha del sembradío. Ojalá que así
sea!.
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