La vida es
como una sombra que pasa, una luz que se apaga, un día que termina, el aliento
que se esfuma, y el principio de la creación divina. Es el comienzo de los días
señalados cuando aún no existía ninguno de ellos, y se disipa como el humo en
el aire. La Palabra de Dios es nuestra norma, y mientras estamos en esta
tierra, somos llamados a dejar registrada nuestras huellas en el cielo, porque
la vida no termina con la muerte; continúa en el cielo para los fieles. La
muerte solo es una transición en la cual, la memoria del hombre es puesta en el
olvido, pero es el final de nuestra obra, el cierre del telón, y donde se inicia el
viaje a lo desconocido. No es un adiós definitivo, sino un hasta luego. La gran
mayoría pasan por la vida sin saber que pasaron, porque no dejan ninguna
huella; viven encerrados en un laberinto y nunca encuentran la salida. Muchos
venden sus vidas por los aplausos, el dinero, la fama, frivolidades, vanidades,
placeres etc., para satisfacer sus bajas pasiones y por las diversiones
mundanas. Son almas que han sido compradas por Satanás a muy bajo precio. Todo
lo que pertenece al mundo, en el mundo se quedará y toda alma que pertenece a Dios,
a Dios volverá.
Mientras
vivimos enfocados en Dios podemos tener grandes esperanzas, bendiciones y
privilegios, porque fuimos comprados con la Sangre preciosa de Cristo, el cual pagó un precio infinito para
rescatarnos y darnos vida para la eternidad. Con su muerte pudo estampar
nuestro sello en el cielo para que pudiéramos tener los valiosos tesoros
celestiales. La vida no es simplemente respirar, caminar, reír o llorar. Somos
criaturas muy valiosas para Cristo y la
verdad del Evangelio si no se practica, puede condenar el alma. Toda alma que
se niega a escuchar las invitaciones de la misericordia divina, tampoco podrá
escuchar las súplicas urgentes de Dios en los últimos tiempos, porque han sido
cegados por los placeres del mundo y Satanás le ha endurecido el corazón.
Debemos siempre recordar que no somos salvados por obras, sino por fe. No
podemos decir simplemente que tenemos fe y creemos en Dios, sino vivir en el
Evangelio de Cristo para ser justificados. Todos los que están íntimamente
relacionados con Dios reconocerán su voz cuando Él les llame. Los que son espirituales
discernirán las cosas espirituales. De nada sirve expresar una simple profesión
de piedad y/o compasión, cuando no tenemos una relación viva con el Espíritu
Santo de Dios.
La vida para
dejar sus huellas, debe ir acompañada de profunda humillación, oración, humildad,
respeto, obediencia y reverencia a Dios. Echando a un lado nuestro propio “Yo”
y buscando fervorosamente al Señor. Entonces las almas se sentirán agradecidas
porque cuando miramos a Dios con fe y confianza, Él nos señala nuestros
errores. La indolencia y apatía hacia todo lo sagrado, es lo que distingue al
mundo de hoy. Muchos no piensan que la vida pasará, ni recuerdan que han
olvidado a Dios durante su peregrinaje. Debemos vivir en estrecha relación con
Dios y con una estricta adhesión a la verdad de las Sagradas Escrituras, para
poder hacer frente a las dificultades y presiones del mundo.
Ante el grado
de depravación humana e iniquidad que vivimos, es necesaria y urgente la
intervención de Dios en la humanidad, pero también es vital revisar nuestras
vidas; ponerlas en un espejo y ver si tenemos el reflejo de nuestra imagen en él.
Preguntarnos cómo estamos ante la presencia divina, y si hemos vivido conforme
a lo que Dios requiere de nosotros. Tratar de mirar más allá, y ver donde
estamos ubicados de acuerdo a la conducta que hemos desarrollado. Entonces
sabremos si tenemos registradas en el cielo las huellas de la vida que Dios nos
regaló. Debemos fusionar nuestro espíritu con la experiencia diaria de la vida,
e infundir en nuestras mentes y en el corazón todos los preceptos divinos, y
pelear la batalla del Señor. El mundo está agonizando, y la salud del planeta ha
entrado en crisis, en su fase final de deterioro. Debemos tomar conciencia y
tratar de salvar la vida, y no preocuparnos tanto por el planeta, porque
estamos viviendo en la última generación. Cuando los impíos comiencen a sentir
el remordimiento, anhelarán poder volver de nuevo al inicio de sus vidas para rectificar
las decisiones equivocadas que han tomado, pero será demasiado tarde.
Ninguno de
nosotros necesita esperar que lleguen las grandes pruebas finales para
desarrollar un espíritu abnegado y patriótico para heredar el cielo. Dios nos
ha revelado lo que es bueno y lo que es malo, cómo nos podemos salvar y lo que
nos puede condenar. Dios honrará a todos los que ahora le honran. Debemos estar
firmemente ligados y aferrados a las Leyes de Dios, aunque el mundo trate de
anularlas. Ya los juicios del Señor están en la tierra, según se ven en
tempestades, fuegos forestales, sequias, hambres, inundaciones, terremotos,
tormentas, contaminación, raras enfermedades, peligros en la tierra y en el mar.
Y “Yo Soy”, está hablando a aquellos que han tratado de anular su Ley, de
cambiar lo que Dios santificó, por lo que la ira del señor será desatada sin
que nadie la pueda frenar. A medida que nos acercamos al final de la historia
del mundo, nos vendrán rodeando peligros cada vez mayores. La maldad de una
forma secreta se está deslizando y por eso tenemos a diario explosiones llenas
de violencia.
Es tiempo de
estar unidos estrechamente con Dios, para estar protegidos y escondidos bajo
Sus alas, cuando el ardor de su ira se derrame sobre los hijos de los hombres
que aceptarán el último decreto global/ nueva orden mundial, que se dará en la
tierra. Satanás se está disfrazando de ángel de luz para atacar al hombre y
tratar de despojar a Cristo de su Gloria. Esto es imposible, y aunque
aparentemente está ganando la guerra, la victoria será de Cristo. Uno de los
grandes pecados que el hombre ha introducido al mundo y que afecta a gran parte
de los seres humanos, ha sido desarrollado por los mismos hombres que profesan
estar santificados y creen que también pueden santificar a otros. Sin embargo,
muchos miembros de ellos están violando las Sagradas Escrituras, pasando a ser
corruptos en su corazón y en sus vidas, porque no satisfacen las normas bíblicas.
A pesar de sus elevadas posiciones en la iglesia de Dios, son extraños ante el
pacto de la promesa de Jesucristo. Dios ha soportado su perversidad y no los ha
derribado porque el tiempo aún no se ha cumplido y mientras tanto existe la
posibilidad de que sean perdonados.
No podemos
abusar continuamente de la tolerancia y la misericordia de Dios. Todo el que
admite la verdad y declara creerla, pero vive en la injusticia, se entrega al
servicio de Satanás. Son personas que tienen comunicación con los ángeles caídos,
y reciben ayuda de ellos para obtener el dominio de las mentes de sus
seguidores. Cuando el poder malévolo de Satanás domina a una persona, Dios
queda olvidado, y en su lugar, el corazón se llena de propósitos corruptos, y
las almas engañadas utilizan una licencia secreta y falsa, para practicar las verdaderas
virtudes de Cristo que no pueden ser escondidas, dejando a la luz sus
siniestros deseos. Cuando esto sucede, la mente está tan seducida que no puede
razonar inteligentemente, porque siguen a hombres que han engañado al mundo
inspirando una simpatía y confianza, como si fueran santos y abnegados siervos
de Dios. Saber la verdad y callarla, es hacernos cómplices de la mentira, porque
el que calla otorga.
Muchos falsos
profetas y/o hombres que dicen ser de Dios, se aprovechan de la confianza que la
gente deposita en ellos y llevan las almas a la ruina. Pero serán más culpables
ante Dios que un pecador común. Cuando llegue el gran día del Señor y se abra
el gran Libro Sagrado que está en el cielo, la vida de cada uno de nosotros
estará estampada en sus páginas con todos sus detalles. Los que en la tierra
han sido venerados como santos, quedarán
al descubierto y se conocerá la verdadera intención de sus corazones, porque
pretendieron tener una gran pureza, pero se aprovecharon de su situación y
posición para confundir las almas y hacerles transgredir la Ley de Dios.
Existe
actualmente un aire de malos conceptos de la espiritualidad y nos hemos
acostumbrado a respirar esta atmósfera de impureza. Hemos perdido nuestra identidad
transformándonos en la sombra del enemigo. Es incalculable la degradación que
sigue arrastrando al mundo de hoy. Todos sus habitantes nos hemos contaminado y
pocos deciden optar por un arrepentimiento verdadero. Sus manos están vacías, y
no tendrán frutos para llevar al árbol de la vida. Sin importar las
circunstancias, la transgresión deshonra a Dios y resulta en una maldición para
el hombre. Debemos apartarnos del seductor que profesa seguir a Cristo, pero no
se adhiere a su Palabra. Todos pasaremos por el tribunal de Dios para revisar
las huellas que dejamos durante nuestras vidas.
Cuando
entendamos y contemplemos este asunto a la luz que todavía resplandece a través
del Espíritu, estaremos dando los primeros pasos para entrar en el mundo de la
vida eterna, porque nuestros pies serán guardados de extraviarse en sendas
prohibidas. Y nuestro primer trabajo será velar en oración como si estuviéramos
en la presencia inmediata de Dios. Esto nos ayuda a no caer en la tentación y
llevar hasta el final una vida pura, sin mancha ni contaminación. Nuestros
caminos serán afirmados en Dios, y lo que empezó la Gracia de Dios cuando fue
derramada, lo coronará la Gloria en el reino del Señor. Los frutos de la vida
en el Espíritu son: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad,
mansedumbre, y templanza. Contra tales cosas, no hay ley. Estas representan las
huellas de la vida que todos debemos dejar impresas en nuestro tránsito por el
mundo. ¡Alabado sea el Nombre de Cristo por todos los siglos, y bendita sea
siempre su Palabra!. Amén.