sábado, 26 de octubre de 2013

LAS HUELLAS DE LA VIDA


La vida es como una sombra que pasa, una luz que se apaga, un día que termina, el aliento que se esfuma, y el principio de la creación divina. Es el comienzo de los días señalados cuando aún no existía ninguno de ellos, y se disipa como el humo en el aire. La Palabra de Dios es nuestra norma, y mientras estamos en esta tierra, somos llamados a dejar registrada nuestras huellas en el cielo, porque la vida no termina con la muerte; continúa en el cielo para los fieles. La muerte solo es una transición en la cual, la memoria del hombre es puesta en el olvido, pero es el final de nuestra obra, el cierre del telón, y donde se inicia el viaje a lo desconocido. No es un adiós definitivo, sino un hasta luego. La gran mayoría pasan por la vida sin saber que pasaron, porque no dejan ninguna huella; viven encerrados en un laberinto y nunca encuentran la salida. Muchos venden sus vidas por los aplausos, el dinero, la fama, frivolidades, vanidades, placeres etc., para satisfacer sus bajas pasiones y por las diversiones mundanas. Son almas que han sido compradas por Satanás a muy bajo precio. Todo lo que pertenece al mundo, en el mundo se quedará y toda alma que pertenece a Dios, a Dios volverá.

Mientras vivimos enfocados en Dios podemos tener grandes esperanzas, bendiciones y privilegios, porque fuimos comprados con la Sangre preciosa de  Cristo, el cual pagó un precio infinito para rescatarnos y darnos vida para la eternidad. Con su muerte pudo estampar nuestro sello en el cielo para que pudiéramos tener los valiosos tesoros celestiales. La vida no es simplemente respirar, caminar, reír o llorar. Somos criaturas muy valiosas para Cristo y  la verdad del Evangelio si no se practica, puede condenar el alma. Toda alma que se niega a escuchar las invitaciones de la misericordia divina, tampoco podrá escuchar las súplicas urgentes de Dios en los últimos tiempos, porque han sido cegados por los placeres del mundo y Satanás le ha endurecido el corazón. Debemos siempre recordar que no somos salvados por obras, sino por fe. No podemos decir simplemente que tenemos fe y creemos en Dios, sino vivir en el Evangelio de Cristo para ser justificados. Todos los que están íntimamente relacionados con Dios reconocerán su voz cuando Él les llame. Los que son espirituales discernirán las cosas espirituales. De nada sirve expresar una simple profesión de piedad y/o compasión, cuando no tenemos una relación viva con el Espíritu Santo de Dios.

La vida para dejar sus huellas, debe ir acompañada de profunda humillación, oración, humildad, respeto, obediencia y reverencia a Dios. Echando a un lado nuestro propio “Yo” y buscando fervorosamente al Señor. Entonces las almas se sentirán agradecidas porque cuando miramos a Dios con fe y confianza, Él nos señala nuestros errores. La indolencia y apatía hacia todo lo sagrado, es lo que distingue al mundo de hoy. Muchos no piensan que la vida pasará, ni recuerdan que han olvidado a Dios durante su peregrinaje. Debemos vivir en estrecha relación con Dios y con una estricta adhesión a la verdad de las Sagradas Escrituras, para poder hacer frente a las dificultades y presiones del mundo.

Ante el grado de depravación humana e iniquidad que vivimos, es necesaria y urgente la intervención de Dios en la humanidad, pero también es vital revisar nuestras vidas; ponerlas en un espejo y ver si tenemos el reflejo de nuestra imagen en él. Preguntarnos cómo estamos ante la presencia divina, y si hemos vivido conforme a lo que Dios requiere de nosotros. Tratar de mirar más allá, y ver donde estamos ubicados de acuerdo a la conducta que hemos desarrollado. Entonces sabremos si tenemos registradas en el cielo las huellas de la vida que Dios nos regaló. Debemos fusionar nuestro espíritu con la experiencia diaria de la vida, e infundir en nuestras mentes y en el corazón todos los preceptos divinos, y pelear la batalla del Señor. El mundo está agonizando, y la salud del planeta ha entrado en crisis, en su fase final de deterioro. Debemos tomar conciencia y tratar de salvar la vida, y no preocuparnos tanto por el planeta, porque estamos viviendo en la última generación. Cuando los impíos comiencen a sentir el remordimiento, anhelarán poder volver de nuevo al inicio de sus vidas para rectificar las decisiones equivocadas que han tomado, pero será demasiado tarde.

Ninguno de nosotros necesita esperar que lleguen las grandes pruebas finales para desarrollar un espíritu abnegado y patriótico para heredar el cielo. Dios nos ha revelado lo que es bueno y lo que es malo, cómo nos podemos salvar y lo que nos puede condenar. Dios honrará a todos los que ahora le honran. Debemos estar firmemente ligados y aferrados a las Leyes de Dios, aunque el mundo trate de anularlas. Ya los juicios del Señor están en la tierra, según se ven en tempestades, fuegos forestales, sequias, hambres, inundaciones, terremotos, tormentas, contaminación, raras enfermedades, peligros en la tierra y en el mar. Y “Yo Soy”, está hablando a aquellos que han tratado de anular su Ley, de cambiar lo que Dios santificó, por lo que la ira del señor será desatada sin que nadie la pueda frenar. A medida que nos acercamos al final de la historia del mundo, nos vendrán rodeando peligros cada vez mayores. La maldad de una forma secreta se está deslizando y por eso tenemos a diario explosiones llenas de violencia.

Es tiempo de estar unidos estrechamente con Dios, para estar protegidos y escondidos bajo Sus alas, cuando el ardor de su ira se derrame sobre los hijos de los hombres que aceptarán el último decreto global/ nueva orden mundial, que se dará en la tierra. Satanás se está disfrazando de ángel de luz para atacar al hombre y tratar de despojar a Cristo de su Gloria. Esto es imposible, y aunque aparentemente está ganando la guerra, la victoria será de Cristo. Uno de los grandes pecados que el hombre ha introducido al mundo y que afecta a gran parte de los seres humanos, ha sido desarrollado por los mismos hombres que profesan estar santificados y creen que también pueden santificar a otros. Sin embargo, muchos miembros de ellos están violando las Sagradas Escrituras, pasando a ser corruptos en su corazón y en sus vidas, porque no satisfacen las normas bíblicas. A pesar de sus elevadas posiciones en la iglesia de Dios, son extraños ante el pacto de la promesa de Jesucristo. Dios ha soportado su perversidad y no los ha derribado porque el tiempo aún no se ha cumplido y mientras tanto existe la posibilidad de que sean perdonados.

No podemos abusar continuamente de la tolerancia y la misericordia de Dios. Todo el que admite la verdad y declara creerla, pero vive en la injusticia, se entrega al servicio de Satanás. Son personas que tienen comunicación con los ángeles caídos, y reciben ayuda de ellos para obtener el dominio de las mentes de sus seguidores. Cuando el poder malévolo de Satanás domina a una persona, Dios queda olvidado, y en su lugar, el corazón se llena de propósitos corruptos, y las almas engañadas utilizan una licencia secreta y falsa, para practicar las verdaderas virtudes de Cristo que no pueden ser escondidas, dejando a la luz sus siniestros deseos. Cuando esto sucede, la mente está tan seducida que no puede razonar inteligentemente, porque siguen a hombres que han engañado al mundo inspirando una simpatía y confianza, como si fueran santos y abnegados siervos de Dios. Saber la verdad y callarla, es hacernos cómplices de la mentira, porque el que calla otorga.  

Muchos falsos profetas y/o hombres que dicen ser de Dios, se aprovechan de la confianza que la gente deposita en ellos y llevan las almas a la ruina. Pero serán más culpables ante Dios que un pecador común. Cuando llegue el gran día del Señor y se abra el gran Libro Sagrado que está en el cielo, la vida de cada uno de nosotros estará estampada en sus páginas con todos sus detalles. Los que en la tierra han sido venerados como santos, quedarán al descubierto y se conocerá la verdadera intención de sus corazones, porque pretendieron tener una gran pureza, pero se aprovecharon de su situación y posición para confundir las almas y hacerles transgredir la Ley de Dios.

Existe actualmente un aire de malos conceptos de la espiritualidad y nos hemos acostumbrado a respirar esta atmósfera de impureza. Hemos perdido nuestra identidad transformándonos en la sombra del enemigo. Es incalculable la degradación que sigue arrastrando al mundo de hoy. Todos sus habitantes nos hemos contaminado y pocos deciden optar por un arrepentimiento verdadero. Sus manos están vacías, y no tendrán frutos para llevar al árbol de la vida. Sin importar las circunstancias, la transgresión deshonra a Dios y resulta en una maldición para el hombre. Debemos apartarnos del seductor que profesa seguir a Cristo, pero no se adhiere a su Palabra. Todos pasaremos por el tribunal de Dios para revisar las huellas que dejamos durante nuestras  vidas.

Cuando entendamos y contemplemos este asunto a la luz que todavía resplandece a través del Espíritu, estaremos dando los primeros pasos para entrar en el mundo de la vida eterna, porque nuestros pies serán guardados de extraviarse en sendas prohibidas. Y nuestro primer trabajo será velar en oración como si estuviéramos en la presencia inmediata de Dios. Esto nos ayuda a no caer en la tentación y llevar hasta el final una vida pura, sin mancha ni contaminación. Nuestros caminos serán afirmados en Dios, y lo que empezó la Gracia de Dios cuando fue derramada, lo coronará la Gloria en el reino del Señor. Los frutos de la vida en el Espíritu son: amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, mansedumbre, y templanza. Contra tales cosas, no hay ley. Estas representan las huellas de la vida que todos debemos dejar impresas en nuestro tránsito por el mundo. ¡Alabado sea el Nombre de Cristo por todos los siglos, y bendita sea siempre su Palabra!. Amén.

 

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