"El orgulloso no es recto en su interior, pero el justo vivira por la fe".
Todos somos
pecadores, y todos vamos a morir tarde o temprano. Unos podrán contemplar la
majestad de Dios en la segunda venida de Cristo, y otros estarán descansando en
los sepulcros cuando esto suceda. La paga del pecado es la muerte; pero
mientras unos mueren en Cristo para ser resucitados y santificados, otros
mueren en pecado sin haberse arrepentido, y resucitarán para ser condenados,
porque todos tenemos que pagar por lo que hemos hecho. Dice la Palabra de Dios,
que cuando Cristo venga, todo ojo lo verá, aun los que le traspasaron. Esto
significa que todos los justos que escuchen el llamado del Señor por sus nombres
resucitarán primero; despertarán del sueño y saldrán de sus tumbas. Los justos
que estén vivos, serán transformados antes de ascender al cielo como lo hizo
Jesucristo.
En ese
momento los perdidos o los impíos que estén vivos, verán su triste final y
reconocerán todo el mal que hicieron durante sus vidas. Entonces será imposible
buscar el perdón y el arrepentimiento. Dice la Palabra de Dios: ¡Dichoso y
santo el que tiene parte en la primera resurrección!. La segunda muerte no
tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán
con él durante los mil años. De acuerdo a las Sagradas Escrituras, habrá dos
resurrecciones y dos muertes. Después de mil años (10 años en nuestros tiempos),
la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén será establecida definitivamente en la
tierra después que sea limpiada y restaurada, porque “Dios hará nueva todas las
cosas” (Apocalipsis 21-5). Mientras tanto, la tierra estará en ruina, con todos
los cadáveres de los perdidos esparcidos como estiércol, porque no habrá quien
los llore, ni quien los entierre, y Satanás estará solo, encadenado, sin
encontrar a quien tentar.
Para evitar
pecar, debemos entender lo que es el pecado: Esta palabra para Dios, significa
transgresión y/o violación de la Ley, cuya consecuencia es la muerte. En la
tierra existen leyes que nos regulan: leyes de tránsito, inmigración, leyes federales,
estatales, morales, sociales, etc. Para dar un ejemplo sencillo, hago
referencia a los letreros que están en los parqueos públicos donde se indica
específicamente que están reservados para las personas con algún tipo de
impedimento. Estacionarnos en esos parqueos sin estar autorizados, implicaría
pagar una multa de hasta 250 dólares. Esto no es pecado, pero es una violación
a la ley, por consiguiente recibimos un castigo o penalidad. Muchos evitamos
hacer esto, porque estamos en la tierra, y los hombres que emitieron las leyes
nos observan. Esto mismo sucede con el pecado, solo que muchos olvidan que
también Dios nos observa desde el cielo, y sabe quién no obedece Su Ley. La
transgresión/violación de la Ley de Dios, es consecuencia de muerte, a menos
que reconozcamos nuestras faltas y procedamos al arrepentimiento, donde
nuestros pecados son borrados por medio del perdón, y somos cubiertos con la Gracia
redentora de Jesucristo.
Dios siempre espera
y nos da la oportunidad de rectificar nuestras faltas, pero si la muerte nos
sorprende y no hemos reconocido nuestros pecados, no habrá una nueva
oportunidad, porque la muerte no tiene memoria. Otras veces la violación de las
leyes terrenales nos priva de la libertad, porque se nos encierra en las
cárceles, y en casos extremos se dicta sentencia de muerte contra el acusado.
El que peca contra Dios y no se arrepiente, no va a la cárcel, tampoco paga una
multa; vive una libertad condicional físicamente pero prisionero
espiritualmente, y sentenciado a muerte eterna. Esa es la penalidad que
ineludiblemente tendrá que pagar; no con dinero, sino con la vida, porque el
reino de los cielos no se compra ni se vende.
Olvidar a
Dios en nuestras vidas, significa una degradación de nuestro carácter, porque
el justo es aquel que sobre todas las cosas ama a Dios y lo busca
constantemente. El hombre justo no es aquel que no comete injusticia, sino
aquel que pudiendo ser injusto, por amor a Dios y temor a la justicia divina
decide no serlo. Es aquel que anda en integridad y practica la justicia; habla
verdad en su corazón. Es aquel que no hace mal a nadie ni hace mal a su
prójimo, tampoco admite reproche alguno contra él. Justo es el que ve
menospreciable al vil, pero honra al que venera al Señor. Es todo aquel que
cumple su promesa, aun en su perjurio. El que no presta su dinero con usura, ni
contra el inocente acepta cohecho/soborno. El que no oprime y se burla del
pobre, porque aborrece la maldad y es
compasivo. El que abre sus labios para hacer una oración sin engaños, porque
Dios sondea nuestros corazones, nos prueba y nos visita. Todo el que haga estas
cosas, las hará por amor a Dios, y no caerá jamás.
Desde el
cielo el Señor mira a los hombres para ver si hay alguno sensato que busque a
Dios, porque Él está con el linaje de los justos. Dios salva al creyente que
ante la Ley del Señor se deleita y
medita en ella de día y de noche sin detenerse en el camino de los pecadores.
Pero no actúa así con los impíos, porque el Señor cuida el camino de los
justos, pero la senda de los malos perecerá. No seamos ingenuos, en este mundo
la justicia no funciona, porque la balanza siempre se inclina del lado de los
poderosos. El sistema judicial de los gobiernos funciona como la ley del
embudo: lo ancho para el que tiene el poder y lo estrecho para el pobre y
necesitado, porque las leyes de la tierra permiten que se violen los derechos de
los inocentes, y no funcionan igual para todos. Protege al delincuente que puede
pagar su libertad y ocultar su maldad/delito. La justicia divina nunca falla;
muchas veces tarda pero llega. Todo el que a hierro mata a hierro muere, y todo
saldrá a la luz, porque no hay nada oculto entre el cielo y la tierra. Dios actúa
con su Espíritu y Su mano invisible está extendida para sostener al necesitado que desea recibir Su ayuda.
El justo
tiene a Dios como su escudo, es su refugio en las angustias, respeta y sirve al
Señor con reverencia, acepta amonestación, clama al Señor y Él le responde.
Confía en el Señor, porque sabe que El salva a los rectos de corazón, pero está
preparado y airado contra los malos que no se convierten. El malvado está lleno
de iniquidad, concibe maldad, engendra violencia y fraude, pero su iniquidad
volverá sobre su cabeza. El Señor ríe y se burlará de los que conspiran en
contra de Él, porque ha preparado armas de muerte. Su espada esta afilada y el
fuego esta templado. El malo no busca a Dios, no hay Dios en ninguno de sus
pensamientos. Sus caminos son torcidos en todo tiempo. Tiene los juicios de
Dios muy lejos de su vista. Acecha oculto como león en su guarida para atrapar
y matar a escondida al inocente; sus ojos vigilan al indefenso. Lo arrebata, y
lo arrastra a su red, porque se jacta del deseo de su corazón, bendice al
codicioso y desprecia al Señor, porque piensa que nunca será conmovido y que
Dios no le pedirá cuenta.
El Señor
permanece para siempre y ha dispuesto su trono para el juicio. Juzgará al mundo
con justicia y rectitud. Se hundirán las
naciones en la fosa que cavaron, quedando atrapadas en la red. Solo somos
naciones compuestas por hombres, y serán lanzados al sepulcro todos los que se
olvidan de Dios. El necesitado no siempre será olvidado, ni la esperanza del
justo perecerá para siempre, porque serán levantados de las puertas de la
muerte. El Señor está en su Santo Templo, en el Trono Celestial. Sus ojos ven,
sus parpados examinan a los hombres. El Señor prueba al justo y al impío,
aborrece al que ama la violencia, y sobre los malos hará llover fuego y azufre,
y un viento abrasador será su porción, porque el Señor es justo y ama la
justicia.
En Él confían
todos los que conocen Su Nombre, porque el Señor, nunca desampara a los que le
buscan. El Señor destruirá todo labio lisonjero y la lengua que habla
jactanciosamente. El Señor es Rey eterno y para siempre. De Su tierra perecerán
todas las naciones a fin de que el hombre, que es de la tierra, no vuelva más a
hacer violencia, engañar y mentir, porque la vileza de los hombres se ha
exaltado por todos lados. ¡Esperemos pacientemente al Señor. Nos queda muy poco
tiempo para que nuestra Redención sea una realidad!. La justicia procede de
Dios, y el justo vivirá por la fe.
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