Dios invita a
aquellos que conocen su voluntad, a ser hacedores de su Palabra, porque la
debilidad y la indecisión provocan los asaltos de Satanás. Y los que permitan
el desarrollo de estos defectos serán arrastrados a la oscuridad total. Todos
necesitamos un guía para superar las estrecheces de la vida, para combatir las
adversidades. Esta guía es la Sagrada Biblia, inspirada por Dios y escrita por hombres
santos. Ella nos señala con gran claridad y precisión todos nuestros deberes
como cristianos; además a través de su lectura podemos elevar nuestras mentes,
enternecer el corazón, y recibir alegría y gozo del espíritu. La Biblia
representa una norma del carácter de Cristo y una guía infalible de todas las
circunstancias, que nos acompañarán aun hasta el viaje final de la vida.
Debemos
aprovechar mientras podemos, todos los momentos que el Señor nos ha dado por
medio de la gracia, para que el amor de Dios abunde, y día a día se multiplique
en el alma, y poder alcanzar las altas normas que han sido reveladas en las Escrituras.
Conocer el amor de Dios, para que seamos llenos de toda su plenitud. No podemos permanecer
quietos, cuando el tiempo apremia; debemos avanzar en el conocimiento
espiritual de Dios y exhibir nuestros testimonios de la experiencia personal
que hemos logrado en la vida cristiana. Todavía podemos buscar a Dios y
ejercitar nuestras facultades en la buena dirección. El mundo vive en un
estancamiento espiritual que no nos permite ver que estamos pasando por escasos intervalos de paz. El tiempo es oro y lo
estamos dejando ir sin hacer nada para cambiar nuestro comportamiento y actitud
hacia Dios.
Donde hay
salud espiritual hay crecimiento, y cuando el amor de Dios es un principio vivo
en el alma, hacemos la obra con disposición y responsabilidad. Cada día debemos
aprender algo nuevo de las Escrituras, porque contienen las Palabras de vida
eterna. Tenemos que orar al Espíritu Santo para poder entender los escritos
sagrados. Sofonías 1:14 dice: “Cercano está el día grande de Jehová, cercano y
muy presuroso. Es amargo el día del Señor. Allí gritará el valiente. Día de ira
aquel día, día de angustia y aflicción, día de ruina y desolación, día de
tinieblas y oscuridad, día nublado y tenebroso”. Apocalipsis 22:12, nos
recuerda que el Señor viene pronto, y su galardón con El, para darle a cada uno
según su obra.
Debemos tener
siempre presentes estas palabras, y obrar como quienes verdaderamente creemos que la venida del Señor
se acerca. Reconocer que somos peregrinos en la tierra y trabajar como agentes
activos de Dios para que cada uno de nosotros tengamos entrada al reino del Padre,
unidos por un mismo espíritu. Entonces seremos ciudadanos con los santos,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, teniendo como
Piedra Angular al mismo Jesucristo. La separación de nuestros afectos a todo lo
terrenal y corruptible nos ayuda a morar con Dios en Espíritu. El corazón
carnal debemos crucificarlo porque tiende a la corrupción moral, y esto
representa la muerte. Nada que no sea la influencia del evangelio de Cristo
puede ayudar al alma.
Aprovechemos
el tiempo de aparente libertad que vive el mundo para crecer en el espíritu,
porque están por sobrecogernos tiempos que probarán las almas de todos los
seres humanos. El hombre tendrá hambre de la Palabra de Dios, y no la
encontrará. Todos los débiles en la fe y los que no han tomado la decisión de
buscar al Señor no resistirán las pruebas de los días peligrosos que nos
esperan. Debemos estudiar las serias verdades reveladas en Apocalipsis, porque
todos en su momento necesitaremos un conocimiento inteligente de la Palabra de
Dios. El estudio de la Biblia y la comunicación diaria con Jesús mediante la
oración, nos darán fuerzas para subsistir en el día de fuego y tentación que ha
sido anunciado. Todo el que tenga su vida unida a Cristo será guardado por el
poder de Dios mediante la fe salvadora.
El tiempo está
pasando velozmente y no estamos reflexionando en las cosas de Dios. Cristo
dijo: “Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis
la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi”. “Sin embargo, no queréis
venir a mí para tener vida eterna” (Juan 6:39-40). La obra de Satanás consiste
en confundir al pueblo de Dios con sutileza y perturbar su fe. Pero debemos
demostrar al creador por nuestra vida diaria que tenemos paz y reposo en Dios.
Una vez que esa paz esté en el corazón, resplandecerá en el rostro. No podemos
descuidar ni un solo instante la comunicación con Dios por medio de la oración y
el estudio de su Palabra, porque estas son la fuente de su fortaleza. La
comunicación con Dios nos impartirá elevación moral de carácter y modificará
nuestra conducta.
Seamos solícitos
en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, ya que el enemigo
ejerce gran poder sobre las mentes que no están cabalmente fortalecidas en la
oración y establecidas en la verdad bíblica. Satanás se está preparando para su
última campaña contra la iglesia de Dios. Está tan oculto que muchos no pueden
creer ni convencerse de que está realizando una gran actividad con su poder destructor.
La serpiente antigua es considerada como un amigo que está haciendo una buena
obra, pero obedecerá a los peores impulsos de su corazón, porque está bajo la
influencia hechicera de Satanás, pero el mundo cree que Dios lo está
conduciendo. La humanidad en su gran mayoría está cautiva de Satanás e
inclinada a seguir sus sugestiones y cumplir sus órdenes. Espera envolver al
pueblo remanente de Dios en la ruina general que está por sobrevenir a la
tierra. Él sabe que la venida del señor está muy cerca y está resuelto a unir
esfuerzos para vencerlo.
El momento de
actuar es ahora. No seamos como los nueve ingratos que Jesús limpió de lepra y
sus corazones no fueron conmovidos por la misericordia divina. Una vez sanos
siguieron su camino y se olvidaron de Jesús. Dios es amor, y el cuida de todas
las criaturas que formó. Si en la providencia de Dios somos llamados a soportar
pruebas, aceptemos la cruz, y bebamos la copa amarga como la bebió Cristo
cuando vino al mundo a sufrir por nosotros, recordando que es la mano de
nuestro Padre que la ofrece a nuestros labios. Confiemos en El en las tinieblas
como en la luz del día, porque nuestra tribulación será breve. Todos tenemos la
salvación a nuestro alcance, solo tenemos que despertar, abrir los ojos y
contemplar la realidad que tenemos de frente. La ignorancia voluntaria del
tiempo en que vivimos hace peligrar nuestra vida cristiana, ciega el
entendimiento y corrompe las facultades
más nobles del hombre.
Pronto han de
realizarse cambios definitivos en el mundo que comprometen la salvación de
nuestras almas. Y nadie podrá llevarnos al cielo si no hacemos por nuestra
parte el esfuerzo necesario. Si hablamos de la verdad expresada por la Palabra
de Dios y no la practicamos, de nada nos sirve. No podemos ver los planes
divinos, sino esperar con paciencia que se revelen a su debido tiempo. Mientras
tanto, busquemos la unidad, cultivemos el amor y la conformidad con Cristo en
todas las cosas. No es demasiado tarde
para corregir los males, pero debemos apartar toda piedra de tropiezo y
enderezar nuestros pasos. Todo ser que ama a Dios sabe que tenemos un cielo que
ganar, y una senda abierta a la perdición que debemos rechazar. Nuestra única
seguridad consiste en rendir obediencia a todos los requerimientos de Dios, en
el poco tiempo que nos queda.
Ahora es
cuando los fieles hijos de Dios debemos mostrarnos firmes a los buenos
principios. Y permanecer de pie en defensa de la verdad y la justicia. La
naturaleza humana va a ser restaurada y reconstruida; hecha idónea para la
presencia de Dios. Cuando ese tiempo llegue será imposible volver nuevamente a
tener pensamientos puros y conceptos claros de lo que Dios requiere de
nosotros. El momento de cambiar es ahora, no perdamos la oportunidad. Es un
momento que vale oro, es un caso de vida o muerte. Mientras Dios ofrece su misericordia
con invitaciones de arrepentimiento, el Libro de la Vida permanece abierto.
Pero cuando la cifra llegue a los días que Dios ha fijado al mundo, comenzará
el ministerio de su ira. El Libro será cerrado, cesará la paciencia divina, y su misericordia ya no
intercederá en nuestro favor. El desprecio universal en que se tiene el Nombre
y la Santidad de Dios induce a los que no aman al señor a perder la reverencia
y respeto a su Ley.
Ya han caído
sobre la tierra algunas gotas de la ira de Dios, pero cuando se derramen las
últimas siete plagas en la copa de su indignación, entonces será demasiado
tarde para arrepentirse y hallar refugio. No se adquiere de un momento a otro
el valor, la fortaleza, la fe y la confianza en el poder de Dios para
salvarnos. Es una experiencia que toma tiempo. Toda una vida de santo esfuerzo
y de firme adhesión a lo recto. Proceso en el cual los hijos de Dios han tomado
la decisión de sellar su destino al lado de Cristo. Todavía tenemos la oportunidad
de pedir perdón a Dios, pero es un momento decisivo. Arrepiéntete!.
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